Bogotá, 6 may (SP). “Nos encontramos hoy para celebrar un nuevo aniversario de la Escuela Superior de Guerra. Para honrar, con su medalla, a unos compatriotas que han servido bien a la Patria; que de una u otra forma han tenido su vinculación con la Universidad, con la Escuela Superior de Guerra.
A la Escuela, toda nuestra gratitud por tantos años de servicio a Colombia. A los compatriotas de las Fuerzas, ex integrantes de las Fuerzas, de las instituciones civiles, del cuerpo diplomático, nuestra gratitud por todos los servicios prestados a la Escuela.
Es un buen momento para recordar los principios que guían esta política de Seguridad Democrática.
Nosotros entendemos a Colombia como una casa, en cuya cúspide, en el vértice superior, hemos escrito la palabra confianza que, a propósito, hoy hay que hacer unas referencias para poder aumentar la confianza de cada uno de los integrantes de las Fuerzas Militares y de Policía.
En la base de esa casa tenemos tres pilares: seguridad desde la democracia, inversión desde la responsabilidad social y política social desde las libertades. Están profundamente relacionados. Sin esos tres pilares no hay confianza. Y si no se va a aumentado la confianza, no se estimulan esos tres pilares.
Vemos allí que hay una determinación de abajo hacia arriba y una acción de réplica alimentaria de arriba hacia abajo. Pero también están coordinados horizontalmente: sin seguridad no se da uno de los presupuestos fundamentales para que haya inversión. Y sin ambas, no aparecen los recursos que se requieren para poder superar la pobreza, para poder construir equidad.
Plantear una política social en un país donde no avanza la inversión, donde no hay seguridad, donde no afluyen los recursos, es plantear un salto a la demagogia; es proponer una política social inocua, una política social atractiva en campañas electorales y totalmente frustrante en resultados de Gobierno.
Nosotros venimos avanzando en la búsqueda de esa palabra clave para Colombia y en estos tres pilares fundamentales. Hemos avanzado en la Seguridad Democrática sin duda alguna. Todas las regiones del país sienten hoy un aire más tranquilo, hay confianza. Diría yo, para no hacer un balance pormenorizado, que hay unos intangibles bien importantes que hemos obtenido.
Primero, se ha ganado confianza de parte del pueblo colombiano. Segundo, se ha ganado respeto por parte de la comunidad internacional. Tercero, se ha recuperado el monopolio del Estado para enfrentar a los grupos terroristas, a los violentos, a los criminales; para enfrentar el delito.
Lo primero: se ha ganado confianza de parte del pueblo colombiano. Hoy encontramos una Nación más confiada en todas partes. Yo recuerdo que asistía a las universidades hacer seis años y preguntaba: ‘¿Quiénes de ustedes, jóvenes, han pensado en algún momento irse de Colombia?’. Y levantaba la mano la gran mayoría. Y enseguida formulaba una segunda pregunta: ‘¿Quiénes de ustedes han pensado irse de Colombia para no regresar?’. Y levantaba la mano casi el mismo grupo; la gran mayoría de los asistentes.
Había desazón, desprendimiento; muchos jóvenes universitarios, muchos integrantes de las nuevas generaciones de Colombia tenían cortados sus vínculos de pertenencia con el país. Eso se ha reversado: hoy encontramos en la juventud entusiasmo por el país.
La inversión no llegaba, había desconfianza en materia de inversión; hoy ocurre todo lo contrario: Colombia está de moda en materia de inversión.
El desempleo, en lugar de reducirse, crecía geométricamente; en pocos años había saltado del 8 al 20 por ciento. La gente no tenía confianza para trabajar en Colombia, no había confianza para estudiar, no había confianza para invertir, no había confianza para trabajar. En muchas regiones, los ciudadanos querían o aislarse totalmente o encontrar a su problemática una solución individual, sin acudir a las instituciones del Estado.
Esto se ha venido revirtiendo: encontramos hoy más integración del colectivo en cada región; más confianza en cada una de las instituciones del Estado. Ese es un gran intangible derivado de la Seguridad Democrática.
Y hemos ganado respetabilidad de la comunidad internacional. El respeto no era que cada que hubiera aquí una tragedia de terrorismo, nos mandaran telegramas y nos dieran palmaditas en el hombro, expresándonos el sentido pésame. Pero al mismo tiempo, nadie, en la comunidad internacional, con excepción de muy pocos, se atrevían a asumir el desgaste de rechazar los grupos terroristas de Colombia.
Parecía que era la posición cómoda darle el pésame a Colombia por lo que ocurría en Colombia y, al mismo tiempo, no correr el riesgo de rechazar los grupos terroristas de Colombia.
Gracias al valor de nuestra Fuerza Pública, hoy la comunidad internacional sabe que aquí hay una decisión total de derrotar el terrorismo; que no somos un país belicista, no lo hemos sido en la historia, no lo somos en el presente, no lo seremos en el futuro.
No estamos en carreras armamentistas ni estaremos pensando en nuestros vecinos, pero sí somos un país resuelto, con el heroísmo de las Fuerzas Militares y de Policía, a derrotar el fenómeno interno del terrorismo, alimentado por el narcotráfico.
Por eso, hemos dado un paso bien importante. Los hechos de la Fuerza Pública de la Patria han expresado que el acuerdo que tiene que hacerse con Colombia es el acuerdo, no que se cumpla con nosotros en ejercicio de las reglas de cortesía para darnos el pésame por nuestros muertos, sino que se cumpla con las normas de la legislación internacional que le prohíben a un país albergar terroristas que le hacen daño a ese país o que le van a hacer daño a los vecinos.
Eso es lo que pedimos. Esa es la conciencia que se viene despertando, gracias al vigor, gracias a la eficacia de nuestra Fuerza Pública.
Preferimos el respeto que las normas de cortesía; preferimos que se cumpla con la legislación internacional que prohíbe albergar terroristas, a que simplemente se siga haciendo mutis por el foro, a que simplemente se siga en esa combinación de cortesía y de debilidad, dándole el pésame a Colombia y albergando a terroristas.
Hemos ganado respeto en la comunidad internacional. Colombia es un país respetuoso del orden jurídico internacional. Nosotros, ningún interés tenemos en entrar al territorio de otro país y Colombia es un país totalmente firme en el reclamo de su derecho de que haya seguridad para todos los colombianos, que ningún territorio sirva de plataforma de acción a los terroristas, que desde allí lanzan explosivos contra el pueblo colombiano, contra nuestros soldados, contra nuestros civiles, contra nuestros policías.
Hemos ganado respeto de parte de la comunidad internacional. Hemos hecho que se vuelva a mirar a la legislación internacional; que no se pisotee la legislación internacional, simplemente haciéndose el de la vista gorda con la presencia de terroristas en otros sitios, que maltratan a Colombia.
Y el tercer punto: hemos recuperado, gracias a la Seguridad Democrática, el monopolio de la Fuerza Pública para derrotar a los violentos.
Hemos eliminado el paramilitarismo. ¿De dónde surge la palabra paramilitar? La palabra paramilitar se acuñó para denominar aquellas bandas privadas de criminales que se integraban con el objetivo de combatir a la guerrilla, de combatir grupos violentos.
Sostengo, y me lo dice el recorrido incesante por todas las regiones de la Patria, que gracias a la Seguridad Democrática se ha recuperado el monopolio del Estado para combatir a los violentos. En ninguna parte del país hoy hay bandas privadas de criminales, cuyo propósito sea el combate de otro grupo.
¿Qué encontramos? Encontramos guerrillas y encontramos narcotráfico. Allí donde no se han unido se está uniendo. Y encontramos que en esas bandas del narcotráfico hay personas que en el pasado se reinsertaron como paramilitares, estuvieron en la Ley de Justicia y Paz, la abandonaron, tomaron la decisión de regresar al crimen, se dedicaron al narcotráfico, estaban en asociación con la guerrilla y, por fortuna, los golpes de la Fuerzas Militares y de Policía vienen dando de baja a los cabecillas de esas bandas y poniéndolos presos, como pasó con los señores Mejía Múnera.
Nosotros, con el Ministro (de Defensa, Juan Manuel Santos), los altos comandantes, el Gobernador de cada departamento, alcaldes, comunidad, los mandos regionales, realizamos, generalmente los lunes, un Consejo de Seguridad en las regiones, que nos enseña mucho.
Lo hacemos en las regiones, porque la política de Seguridad Democrática no puede quedarse en el nivel de los altos comandantes, del Ministro, del Presidente. Tiene que permear hasta el más joven de los policías, hasta el más recientemente vinculado de los soldados.
Y en esos consejos regionales de seguridad de los lunes, en la primera etapa escuchamos a la comunidad, que nos cuentan cómo está evolucionando el tema de seguridad. Y escuchar a la comunidad nos ayuda mucho, porque es una comunidad colombiana que ha perdido el miedo a denunciar; una comunidad colombiana que está hoy adherida a su Fuerza Pública, a sus instituciones. Pero una comunidad que critica constructivamente; que así como nos reconoce avances, también nos señala el punto de las falencias.
¿Y que hemos encontrado recientemente en esos consejos regionales de seguridad? Que las bandas criminales del narcotráfico están unidas con la guerrilla.
En Aguachica (Cesar), ¿qué vimos hace dos semanas? Las guerrillas cuidan los cultivos de coca en la serranía de San Lucas, en la parte alta, y también los cuidan allá en el Catatumbo. Los cuidan en la parte alta del Perijá, los cuidan en la sierra de Los Motilones y las bandas criminales del narcotráfico compran esa coca y la comercializan.
Las guerrillas fuerzan a los campesinos a sembrarla, las guerrillas se lucran de esa coca y las bandas criminales fuerzan a los campesinos a permitir su comercialización.
Lo que hemos visto en las regiones es que ya no se organizan grupos para enfrentar a otros; pretenden simplemente adelantar el negocio del narcotráfico.
Vemos en Nariño, ¿qué diferencia hay entre una organización criminal que se llama ‘Nueva Generación’ y el Eln en Samaniego? Los dos dedicados a extorsionar; los dos dedicados al negocio de la coca; los dos dedicados a crímenes.
Que importante que los hechos vayan indicando: primero, que los estamos debilitando, que los estamos derrotando; segundo, que hemos superado totalmente el paramilitarismo; tercero, que se ha recuperado el monopolio del Estado para combatir a los violentos; y cuarto, bien importante, que lo que queda de estas bandas criminales está en asociación con la guerrilla y en dedicación al negocio del narcotráfico. Y que hay aquí un propósito, en todos los soldados y en todos los policías de la Patria, en sus comandantes regionales y en sus comandantes nacionales, para superar esta tragedia cuanto antes. Y eso da inmensa confianza a los colombianos.
Por supuesto, todos los días enfrentamos acusaciones, pero nos tenemos que mantener firmes.
Primero abundaban las acusaciones diciendo que todo positivo que producía la Fuerza Pública era un positivo de los paramilitares y que ellos entregaban los muertos para que la Fuerza Pública los cobrara como sus positivos.
Cuando ya se cansaron de esa calumnia, ahora la acusación de todos los días es la de que han muerto campesinos en homicidios, en asesinatos fuera de combate. Lo que para legislaciones de otro país sería adecuado llamar ejecuciones extrajudiciales.
Aquí se respetan unos protocolos. Desde el año pasado, la Fuerza Pública no mueve el cuerpo de un delincuente dado de baja, sin que acuda la Fiscalía.
Nosotros, además, estamos haciendo todo el esfuerzo para que no haya nada absolutamente manipulado, para que nada se esconda.
Y así como nosotros en la Fuerza tenemos toda la determinación de ser tan eficaces en la acción, como transparentes en materia de cumplimiento de Derechos Humanos, lo que no podemos permitir es que hagan carrera este tipo de acusaciones. Porque es la manera expedida de frenar la acción de la Fuerza Pública, ahora que no podemos frenarla, ahora que estamos en la víspera de la victoria final, ahora que la Fuerza Pública está próxima a decirle al pueblo colombiano: por fin ha llegado la victoria final del Estado de derecho, de la Fuerza Pública, frente a los terroristas.
Estamos en mora de crear en las fuerzas el sistema institucional de defensa de nuestros oficiales, de nuestros suboficiales, de nuestros soldados y policías.
Estoy preocupado, señor general Padilla (Freddy), Comandante General de las Fuerzas y Ministro encargado de Defensa, de que pasen los días y no hayamos creado ese sistema.
Ojalá lo podamos tener creado cuanto antes, en asocio con una universidad o con varias; que nos ayuden, también, los consultorios jurídicos, los profesores de derecho.
Ojalá, señores viceministros, esta sea una realidad que en pocas semanas podamos comunicar a las fuerzas, porque estas fuerzas, en su carrera de Patria y de honor, solamente buscan dejar una buena huella en sus compatriotas.
Su gran honor es dejar paz para las familias colombianas; buen recuerdo a sus propios hijos y a sus nietos, unas medallas que rubriquen la transparencia y el valor de sus acciones.
Sus sueldos, sus pensiones son ínfimos. No es justo que a toda hora tengan que sacrificar el sueldo, comprometer el bienestar de la familia, para pagar una defensa judicial, en la mayoría de los casos, frente a acusaciones totalmente injustas.
Me parece, pensando en el tema de la confianza, que estamos en mora, en mora estamos de poderle anunciar al país que se ha creado el sistema institucional de defensa de los soldados y de policías de la Patria; de defensa de todos los compatriotas integrantes de nuestras Fuerzas Armadas.
Pido al señor general Padilla, a los señores viceministros, que me acompañen para poder cumplir, en pocas semanas, el compromiso de hacerles este anuncio de la creación de ese sistema institucional de defensa a los integrantes de nuestras Fuerzas Armadas.
Cómo han cumplido de bien. Cuando nosotros hablamos de este pilar que se llama seguridad desde la democracia, es porque tenemos muchos elementos para comparar.
Recuerden ustedes, cómo, en nombre de la seguridad, se establecieron dictaduras en América Latina. Esas dictaduras no tuvieron preocupación por los derechos humanos. Su tarea contra el terrorismo los llevaba a justificar todas las violaciones de los derecho humanos. Todo lo contrario de Colombia.
Esas dictaduras cercenaban la prensa. Aquí se puede escribir y decir, a través de los medios de comunicación, todo lo que se quiera.
Esas dictaduras expatriaban a los disidentes. En Colombia hoy pueden estar protegidos por las fuerzas y pueden decir todo lo que quieran, justo o injusto, ceñido a la realidad o temerario y calumniante.
Esas dictaduras no permitían que llegaran ONG internacionales a vigilarlas.
Nosotros, en Colombia, hemos enfrentado el mayor desafío terrorista del continente; el más largo, 50 años; el terrorismo más rico, proveniente de la coca; sin justificación, porque en otros países se justificaron como insurgencias que combatían dictaduras. Aquí no han tenido justificación alguna. Aquí lo que ha hecho es maltratar nuestra democracia. Y sin embargo, este es un país abierto a la vigilancia y a la crítica internacional.
El único problema que corre aquí, el único riesgo que enfrenta un vocero de una ONG internacional es que tenga que debatir con el Presidente de la República.
El único riesgo que corre aquí un vocero de una ONG es que el Presidente de la República le diga, como tuve que decirlo el pasado fin de semana y repetirlo esta mañana: que no se arropen en los derechos de las víctimas, para defender los derechos humanos y, al mismo tiempo, aparecer como instigadores, para que se violen los derechos humanos en perjuicio de las personas cuyas ideas ellos no comparten.
Aquí gozan de plenitud de libertades. Las Fuerzas Armadas de Colombia los protegen. Están gozando del pluralismo. El único derecho que reclamamos frente a ellos es el derecho de poderlos contradecir, es el derecho de decirles que hay que ser genuino en aquello de la protección de las víctimas; que no se pueden utilizar la víctimas como escudos para atravesarse en contra de la extradición; que no se pueden utilizar las víctimas como escudos, para que aquellos que se reinsertaron en el pasado sigan tranquilos; que nunca repararon a las víctimas y hoy no tienen el detalle de vergüenza de decir que aunque sea tarde las van a reparar.
El único derecho que reclamamos es el derecho de decirles que acepten el debate interno. Pero cada que se les contradice internamente, inmediatamente salen a decir que los están poniendo en peligro, cuando ellos diariamente sí que ponen en peligro a miles de colombianos e inmediatamente corren al extranjero a hablar con congresistas extranjeros, a poner quejas contra Colombia.
Aquí son muy valerosos para calumniar y cómo son de cobardes cuando salen a poner quejas en el extranjero para tratar de que se maltrate el buen nombre de Colombia, de que se maltrate al Gobierno.
Su excusa de todos los días son las víctimas, los derechos humanos. Desconocen el progreso y todos los días salen al extranjero simplemente a oponerse con mentiras miserables al TLC. A decir: ‘allá hay un Presidente paramilitar, allá hay unas Fuerzas Armadas violadoras de derechos humanos. Cómo le van a aprobar a ese país el TLC’.
La cobarde mentira. Porque como no fueron capaces de ganar el debate del TLC con ideas, como los derrotamos demostrando que el TLC es una necesidad para la prosperidad de nuestros compatriotas, entonces, carentes de argumentos, se pegan, artificialmente, del tema de los derechos humanos y de la protección de las víctimas para salir a amenazar, para salir a calumniar, para salir a acusar falazmente, a fin de que a Colombia no se le apruebe el TLC.
Pero el camino nuestro es que este país lo vea todo el mundo. Es muy difícil convencer con un discurso afuera. Distinto es cuando los visitantes del mundo vienen y recorren las regiones de Colombia y se encuentran con unos compatriotas, aquí mismo, en las calles de Bogotá, o en lo que se llama la periferia nacional, la Colombia de las regiones, con una ciudadanía más contenta, con una ciudadanía más confiada, con una ciudadanía optimista, con una ciudadanía que no encuentra palabras en nuestra bella lengua castellana, para expresarle gratitud al heroísmo de las Fuerzas Armadas de Colombia.
Pero seguimos en esa batalla. Y esta batalla de confianza no se puede afectar por lo que ocurre con el Congreso de la República. Hay que repetirle al mundo que la mayoría de esos hechos fueron cometidos antes de este Gobierno. Que han salido a la luz pública porque las Fuerzas Armadas, gracias a la política de seguridad, un día decomisaron un computador donde empezó el acervo probatorio; al siguiente día, capturaron una persona que se había fugado de la desmovilización; después, le dieron de baja a un paramilitar o a un guerrillero y empezaron a recuperar regiones y la gente en las regiones le perdió el miedo a testimoniar.
Hay que decirle al mundo que esto se ha dado gracias a que desde la hora cero de este Gobierno, aquel amanecer del 8 de agosto de 2002 en Valledupar, con el general Jorge Enrique Mora, como Comandante General de las Fuerzas, y quien empezaba como Ministra de Defensa, Martha Lucia Ramírez de Rincón, los comandantes de todas las fuerzas empezamos una tarea resuelta con toda la determinación para acabar con todos los grupos terroristas.
Hay que decirle al mundo que aquí hay una Constitución; que aquí no hay inmunidad; que aquí, si la justicia encuentra méritos puede llevarse a la cárcel a todos los congresistas y al Presidente de la República; que las normas dicen que si todo congresista se va a la cárcel, lo reemplaza el que sigue y si ese también cometió un delito y va a la cárcel, lo reemplaza el que sigue; que no hay inmunidad tampoco para el Presidente de la República; que si el Presidente de la República delinque o delinquió y tiene que ir a la cárcel, lo tienen que llevar a la cárcel y lo reemplaza el Vicepresidente de la República.
Por eso, no podemos, ahora, porque se están descubriendo unos hechos e investigando otros que aun no sabemos si fueron ciertos o no, acaecidos en su inmensa mayoría antes de 2002, antes de la política de la Seguridad Democrática, no podemos caer en la desazón en que algunos quieren que caigamos para llevar al país a la incertidumbre.
Lo que se ha demostrado en el mundo. Es que cuando las políticas de seguridad avanzan y empiezan a generar resultados positivos sobre le crecimiento económico y, entonces, ese crecimiento económico da recursos para hacer política social, quienes estaban interesados en el triunfo de las guerrillas, en el triunfo del terrorismo, se asustan, porque dicen: ‘esta política de seguridad va para adelante; esta economía capta tasas de inversión; esta economía esta creciendo; ya este Gobierno tiene millón y medio de familias en acción; ya este Gobierno está trabajando en un programa de acción integral social con las Fuerzas Militares y de Policía. Todos los días las guerrillas van a tener más desprestigio. No podemos permitir que siga este progreso, porque si sigue este progreso, entonces el triunfo guerrillero nunca se verá’.
Así razonan algunos.
Por eso, para evitar que triunfen con esos designios, nosotros tenemos que ser muy firmes en continuar con esta política, en continuar con el trípode: seguridad desde la democracia, inversión desde la responsabilidad social, política social desde las libertades. No dejar que eso se altere.
Mientras más nos aproximemos al triunfo final, más duro será el coletazo de los nostálgicos de las Farc, de los nostálgicos de la anarquía, de aquellos que pensaron que Colombia iba a ser una república de Farc, terrorismo, en algunos sitios del territorio, y de paramilitares, terrorismo, y ambos con coca, en otros sitios del territorio.
Por eso, esta es una hora de franqueza, una hora de firmeza. Esta no es una hora de tertulia. Esta es una hora de estar en los campos de Colombia. Ahora, aquí, en la Universidad de Militar; esta tarde en cualquier sitio de la Patria, llamando a los compatriotas a trabajar, con todo el entusiasmo, con las Fuerzas Militares y de Policía en esta tarea, para que Colombia siga progresando.
Cuando se capturó a (Rodrigo) ‘Granda’, alguien muy importante en este país me dijo: ‘Presidente, no asuma usted la responsabilidad. Para eso son los comandantes de la Fuerza Pública; como los ministros, son fusibles para quemarlos’. Y yo dije: ‘Por eso han tenido tanta desconfianza. Ese ha sido uno de los factores que les ha impedido lanzarse a la batalla final de la victoria’.
Por eso yo asumí la responsabilidad.
Por eso, en aquel sábado, cuando el país se puso contento por el abatimiento del terrorista ‘Raúl Reyes’, obstáculo de la paz, al principio de la noche yo declaré en una alocución que como Presidente constitucional asumiría toda la responsabilidad. ¡Como había que asumirla! Porque yo había ordenado y dado el visto bueno al operativo.
Y si un factor de confianza necesitábamos ganar era el factor de que los integrantes de la Fuerza Pública sepan que el Presidente constitucional asume toda la responsabilidad sobre estos operativos.
Que sea ejemplo en el futuro, para que en el futuro no volvamos a vivir lo del pasado, donde no había responsabilidad frente a los operativos, sino afán de congraciarse con los violentos, con muy pocas excepciones.
El problema con el Ecuador lo habríamos podido evitar. Yo llamo a las 8 de la mañana al Presidente (de Ecuador Rafael Correa) y le digo: ‘Sí, eso fue un error, una desobediencia del Ministro (de Defensa) o una desobediencia del General (Fredy) Padilla o una desobediencia de mi General (Jorge) Ballesteros. Ya renunció el Comandante de la Fuerza Aérea’.
Habríamos logrado lo que algunos llaman en billar ‘carambola’: ‘(Raúl) Reyes’ dado de baja y evitado el problema internacional.
Pero nosotros no tenemos ese talante. El carácter de nosotros no es ese. Nosotros combatimos contra el terrorismo en esta Patria porque la queremos. Y hemos buscado la presidencia de Colombia porque queríamos que el país cambiara, como está cambiando.
Si hubiéramos procedido de esa manera no hubiera habido tempestad internacional, que trajera dificultades después del júbilo por el abatimiento de ‘Reyes’.
Pero qué desconfianza habría en la Fuerza Pública con el Presidente. Qué desazón habría en los soldados y policías de la Patria. Por eso el Presidente asumió la responsabilidad, también para comparar con el pasado y, especialmente, para que haya puntos de referencia hacia el futuro.
Porque Colombia no querrá Presidente que se invente mil tesis para negarse a combatir el terrorismo. Colombia exigirá mandatarios con toda la decisión anímica y con toda la decisión funcional para combatir el terrorismo.
Y vamos a seguir. General Padilla, Comandante General y Ministro encargado; apreciados comandantes, todavía se pavonean algunos integrantes de la cúpula de las Farc y del Eln. Los magníficos golpes asestados contra ellos aún no son suficientes; pero son un gran instrumento, son un gran antecedente.
Sé que el país poco a poco va a seguir recibiendo las buenas noticias del abatimiento, de la captura de estos cabecillas.
Qué tranquilidad en algunas zonas del país la semana pasada, cuando se dio la noticia del abatimiento de uno de ‘Los Mellizos’ y después, cuando se dio la noticia de la captura del otro.
Y aquí seguimos dando la batalla por la extradición. ¿Cómo les parece? Un Gobierno que no ha vacilado en extraditar. Un Gobierno que ha extraditado más de 700. Ahora se ve en dificultades porque se utiliza la noble figura de la tutela para evitar la extradición de delincuentes mayores, aduciendo que tienen que permanecer en Colombia para reparar a las víctimas.
Miremos eso. Nosotros, en la Ley (de Justicia y Paz) incluimos la obligación de reparar a las victimas, para ser beneficiarios de la Ley de Justicia y Paz. Nunca negociamos la extradición ni permitimos que se debilitara en la Constitución. No incluimos condicionamientos a la extradición en la Ley de Justicia y Paz.
Simplemente, pospusimos, suspendimos el envío de 18, 20 personas, por su compromiso para desmovilizar 32 mil personas, con muchas condiciones, que todas ellas tienen un común denominador: no reincidir en el crimen, cumplir con la Ley de Justicia y Paz.
Algunas personas se desmovilizaron, reincidieron en el crimen. Y ahora se le dice al Gobierno, por tutela, que no los puede extraditar; que tiene que dejarlos en Colombia para que reparen a las víctimas.
Por favor, ¿se puede creer en que una persona que reincidió va a reparar a las víctimas? En lugar de haber reparado a las victimas en estos dos años, reincidieron como delincuentes.
Lo peor que puede pasar frente a las víctimas reales y frente a las víctimas potenciales es que triunfen en su lucha contra la extradición estos delincuentes.
Uno de estos delincuentes a quien se le suspenda la extradición por una tutela, por un permiso condicionado de las altas Cortes, se va a sentir triunfador; y un delincuente que se siente triunfador frente al Estado es un delincuente que recupera toda su infinita capacidad criminal y se reconstituye como el mayor peligro para todos los colombianos.
Permitirles el triunfo de la extradición, permitirles el triunfo de no ser extraditados, les estimula toda su voracidad criminal. Permitirles el triunfo de no ser extraditados es darles la posibilidad de que haya miles de nuevas víctimas, en lugar de que reparen todas las víctimas que causaron con sus crímenes anteriores. Vamos a seguir dando esa batalla.
Y aquello que me preocupa es que muchos de los que hoy dicen que no los podemos a extraditar son los que se oponían a la Ley de Justicia y Paz diciendo, falsamente, que esa Ley era para legitimar el narcotráfico, que era para legitimar a los paramilitares y que era para debilitar la extradición.
Y muchos de los que hoy se oponen a que los extraditemos son los que decían que esa Ley era mentira que iba a reparar a las víctimas. Los estamos extraditando porque en lugar de haberse dedicado en estos años a reparar a las víctimas y a contribuir a la Ley de Justicia y Paz, lo que han hecho es reincidir en el delito.
Y entonces hablemos de la Ley de Justicia y Paz y hablemos de la extradición. Hoy, distinguidos compatriotas de las diferentes fuerzas y muy distinguidos ciudadanos, está previsto que un ciudadano extraditado, los jueces del país que lo requieran deben permitir a la Justicia colombiana todo el acceso para la práctica de pruebas.
Si ese ciudadano extraditado en el país que lo requirió, quiere cumplir el deber de reparar a las víctimas, lo puede hacer. Si quiere cumplir los otros deberes de la Ley de Justicia y Paz, la confesión de todos sus crímenes, lo puede hacer.
Y está previsto que si llegare a negociar entrega de bienes con el país que lo requirió, esos bienes que entregue se dedicarán a reparar las víctimas causadas en Colombia.
Si ha habido un Gobierno preocupado por la reparación de las víctimas es este, para que nos vengan a decir, ahora, que con la extradición, que consideramos bien importante para poder maltratar al crimen, lo que vamos es a negar la reparación de las víctimas.
Las leyes del pasado fueron leyes de impunidad, fueron leyes que no repararon a las víctimas. La nuestra es de Justicia.
En el pasado, quienes cometieron delitos atroces salieron de esos movimientos terroristas a aspirar al Congreso, al Ejecutivo, a la Presidencia de la República, sin importar que hubieran incendiado la Corte, sin importar los magnicidios en que incurrieron, sin importar sus delitos atroces.
Ahora, los responsables de delitos atroces no pueden ser elegidos; tienen que ir a la cárcel. Y si quieren gozar de la sentencia reducida, tienen que cumplir con los otros exigentes requisitos de la Ley de Justicia y Paz.
¡Cuidado, compatriotas, con el futuro! Que no nos vayan a venir con el cuento de que a los cabecillas de las Farc y del Eln hay que perdonarles todo, para que pasen del horrendo crimen a la curul del Congreso y a aspirar a la Presidencia de la República.
¡Cuidado, compatriotas, con el futuro! Que no nos vengan a decir que ellos, en lugar de reparar, tienen que ser reparados, como ocurrió en el pasado.
Mientras este Gobierno exige reparar a las víctimas, los desmovilizados del M-19, los desmovilizados de la Corriente de Renovación Socialista, no han reparado una sola víctima; no han dicho la verdad; no han confesado sus crímenes. Los que han dicho la verdad son Everth Bustamante y Rosemberg Pabón, que dijeron que habían cometido crímenes inconfesables.
Otros de ellos, como el senador Petro (Gustavo Petro) y como el escritor León Valencia, en lugar de decir la verdad, en lugar de confesar quiénes fueron sus cómplices cuando ellos eran terroristas, en lugar de reparar a las víctimas se mantienen entre la calumnia y el chiste.
¡Que sean serios! ¡Que digan la verdad! ¡Que reparen a las víctimas! ¡Que confiesen quiénes fueron sus cómplices mientras ellos fueron terroristas! Pero que no engañen al país con sofismas de distracción, como la acusación mentirosa o el cuento chistoso. Esa es la diferencia.
Y así como a los de hoy les exigimos la verdad y la reparación, los del pasado deberían cumplir la obligación ética de reparar. Yo no entiendo que puedan estar en el Congreso de la República sin haber reparado las víctimas. Yo no entiendo que puedan estar de escritores, buscando aportarle pruebas a la justicia para encarcelar a otros colombianos, sin tener la autoridad moral de haber confesado sus crímenes y de haber reparado a las víctimas.
Alguien me decía: ‘Presidente, pero fue que la ley que en su momento se les aplicó no exigía ir a la cárcel, no los obligaba a confesar sus crímenes atroces, no los obligaba a reparar a las víctimas’.
Es cierto. Esas leyes no los obligaron. Pero ya que tienen tal papel protagónico en la vida política nacional, deberían cumplir el deber ético de confesar sus crímenes y de reparar a sus víctimas, como una contribución para la memoria histórica, para que las nuevas generaciones de colombianos y de colombianas conozcan lo que paso en el suelo de la Patria y no lo repitan.
Seguimos esta tarea, esta tarea con la honradez de la cual han sido testigos las Fuerzas Militares y de Policía, de nuestro paso, primero, por la Gobernación y el Congreso, y de nuestro paso durante casi seis años por la Presidencia de la República, donde he procurado que los soldados y policías de Colombia no reciban un mal ejemplo de mi parte, no escuchen, en privado o en público, una palabra que les dé asomos de delitos; pero sí que vean en todo momento una determinación sin claudicación para dar ejemplo en aquello de la noble lucha del pueblo colombiano para derrotar a los terroristas.
Y esta política de seguridad sí que sirve. Óiganme esto: hace cinco años, de cada 100 pesos que producíamos en Colombia se invertían 12 pesos. Hoy se invierten 28 pesos. Eso es lo que les duele. Eso es lo que quieren frustrar.
Porque un país seguro y en progreso, un país prosperando, será un país que le dirá definitivamente no a los terroristas.
Hace seis años se invertían en Colombia 700, a lo sumó 2.000 millones de dólares para el carbón o para el petróleo, o una inversión por una sola vez para unos canales privados de televisión, o para unas líneas de telefonía celular.
Llevamos, en 2005, más de 10 mil millones de dólares; 2006, más de seis mil millones de dólares; 2007, creo que nueve mil 28 millones de dólares. Y aspiramos que este año superemos esa cifra. El 54 por ciento a hidrocarburos y a minería; el resto, a diferentes sectores de la economía.
Hay que ver lo que fue la inauguración, la semana pasada, de los Hayuelos (Centro Comercial Hayuelos) en Bogotá. Un centro comercial en una zona popular de la ciudad, para darle tanto confort a esa zona como lo tiene el norte de Bogotá. La cantidad de empleos generados, todos formales, todos con afiliación a la seguridad social, todos con salario digno.
O la inauguración, esta mañana, de la Terminal de Transportes de Montería. Su capacidad de darle confort a la ciudad, de generar empleo con afiliación a la seguridad social de buena calidad.
Los mayores generadores de empleo en Colombia hoy son los soldados y policías de la Patria, gracias a la política de Seguridad Democrática.
Oigan lo que decía don ‘Manuel Marulanda’ a los casuales interlocutores. Una vez le preguntaron: ‘¿y si gana Uribe?’. Y dijo: ‘No, no gana’, con esa arrogancia del bandido.
Y otra vez le volvieron a preguntar y dijo: ‘No, él no tiene manera económica de sostener una política contra nosotros’. ¡Cómo se equivocaron!
Y a esa frase le hacían coro los enemigos de la Seguridad Democrática: ‘Es que es insostenible desde el punto de vista económico’. Y entonces decían: ‘Claro, es que Uribe va invertir todo en la guerra. ¿Y en qué va a quedar la inversión social?’.
Ignoraban que lo que necesitaba Colombia era una señal de seguridad, un motivo de confianza en la Fuerza Pública para que empezaran a germinar inversiones que le van a traer a este país prosperidad y le van a traer justicia social.
La seguridad produce prosperidad. Y a media que vamos superando obstáculos y vamos ganando en prosperidad, esa prosperidad legitima, en el corazón del pueblo, el imperativo de la seguridad y esa prosperidad hace que aparezcan los recursos para convertir la política de seguridad en una política financieramente sostenible. Era lo que ignoraban.
Y ahora dicen: ‘Bueno, pero es que el año pasado la economía creció en un 7,5 y todavía tenemos un 11 de desempleo. Miren que esta política no sirve. Todavía tenemos un 11 de desempleo. Todavía la pobreza está entre el 40 y el 45’.
Ignoran que en pocos años el desempleo pasó del 8 al 20. ¡Qué difícil haberlo bajado al 11! Ya hemos tenido meses por debajo del 10. Pero ahí seguimos generando empleo todos los días.
Ignoran que en pocos años, mientras en el Caguán los comandantes del terrorismo se veían rosetones, rosados, de buena salud, con whisky de la mayor calidad, el pueblo colombiano vio que la pobreza pasaba del 30 al 60; el desempleo, del 8 al 20 y el desempleo de jefes de hogares, del 4 al 10.
¿Qué es mejor: los jefes del terrorismo en vacaciones, bien alimentados, tomando Old Par, y el pueblo colombiano con hambre? ¿O los jefes del terrorismo como los tenemos hoy, buscando escondites en el monte y alimentándose con raíces, y el pueblo colombiano empezando a sentir prosperidad?
Esto es lo que el país tiene que escoger.
Antes había mucha preocupación por el bienestar del terrorismo y mucho desdén por el bienestar del pueblo.
Eso se invirtió. Ahora lo que tenemos es angustia para acabar el terrorismo y determinación para que nuestro pueblo camine por un camino de prosperidad.
Por supuesto, esto necesita tiempo. Esto necesita tiempo. Y por eso hay que pensar el futuro no en función de Álvaro Uribe, un accidente, sino en función de unas políticas.
Los chinos llevan muchos años desde que ese país se abrió con Den Xiaoping. Y la prueba de que se necesita tiempo para estas políticas es que desde que ellos empezaron a recibir 50, 60, 67 mil millones de dólares al año hasta hoy, muchos años el mundo invirtiendo allá, solamente han reivindicado de la pobreza a 400 millones de chinos, de un billón 200 millones, mil 200 millones de habitantes que tiene la nación china.
Por eso esto requiere tiempo. Pero ustedes saben, compañeros de todas de las semanas, las Fuerzas Militares y de Policía en las regiones, nuestro esfuerzo por la política social, por la educación, por Familias en Acción, por Banca de Oportunidades, por Bienestar Familiar, por el Programa de Seguridad Alimentaria y por la financiación del campesinado.
Falta mucho, pero con el heroísmo de los soldados y policías de la Patria lo vamos a lograr.
El Gobierno tiene que hacer ajustes todos los días, pero no puede abandonar el camino. Hay un camino que todos los días hay que mejorar; nunca abandonar.
El Presidente de la República es hombre de combate, pero es honesto. Y lo ha sido a lo largo de su carrera pública, dirigida por principios democráticos, por valores democráticos y por valores cristianos, y por eso vengo hoy a saludar, en este nuevo aniversario de la Escuela Superior de Guerra, a todos sus alumnos, a la alta oficialidad que se prepara para llegar a los cargos de relevo, a infundirle toda la determinación que se requiere para ganar esta batalla.
Vengo a decirles, soldados y policías de la Patria, que está demostrado que ustedes son la causa eficiente de la prosperidad posible del pueblo colombiano. Que la justicia actúe imparcialmente, como tiene que ser. Que si ha tenido contaminaciones también se libere de ellas. Pero que no nos desvíen del camino.
Fortaleza la tenemos toda. Porque nosotros no estamos calculando nuestro bienestar personal. El único cálculo que nos anima es que las nuevas generaciones de colombianos puedan vivir felices en el noble suelo de la Patria. Y la posibilidad de que así sea será el premio que dará Nuestro Señor al heroísmo de los soldados y policías de Colombia.
Muchas gracias. Ni un paso para atrás. El camino está adelante”. |