Bogotá, 29 sep (SP). “Para mí es un honor estar hoy aquí ante ustedes. Además de tener presentes sus méritos en la lucha contra la corrupción y la violencia, halaga a todo mi pueblo el recuerdo de los apoyos principistas que ha demostrado el Gobierno y el pueblo de Colombia en momentos en que la independencia y la soberanía paraguaya eran atropelladas.
Su aporte ha sido de grandeza, pues grandes son las naciones que se rigen por principios humanistas, como el de la solidaridad hacia el oprimido.
Aunque lejos en las fechas, aún está cerca en nuestros sentimientos aquel 2 de diciembre de 1886, en que el Poder Ejecutivo de este país se pronunciaba en defensa del Paraguay, en momentos en que los aliados de la Triple Alianza, sin miramientos, pretendían reducir a nada a nuestra República. La misma actitud adoptó el Congreso colombiano.
No es en vano así, que tanto paraguayos como colombianos estemos en camino de proclamar una doble nacionalidad, como una muestra del aprecio y reconocimiento hacia una historia fecunda en coincidencias. Les aseguro que haremos nuestros mejores esfuerzos para que esta doble nacionalidad pueda ser aprobada en nuestro Congreso nacional.
Hoy golpean nuestras puertas otros grandes desafíos, aunque no menos importantes de los que el pasado nos había dado. Y hoy, de nuevo, es la solidaridad la que nos llevará por el camino que siempre hemos mantenido.
En cuanto a nosotros, permítanme comentarles que, como nación, como país, estamos atravesando momentos de gran repercusión mundial. Y no se trata de nombres o grandes proyectos, ni siquiera de mi figura, la de Fernando Lugo, que no es más que la expresión de un deseo de cambio, al que yo pretendo servir, y con ello a toda la nación paraguaya.
Se trata más bien de la vocación de un pueblo de hacer un viraje en su propia existencia, que permita comprender los intereses de las mayorías desplazadas a manos de quienes han visto el poder como culminación de sus propias ambiciones personales y mezquinas.
Así, tras 61 años de predominio de una sola agrupación política, con sus costos de violación de los Derechos Humanos y latrocinio sistemático, y luego de 19 años de la caída de la dictadura stronista, miramos hoy cómo la democracia va ganando madurez, pues se ha logrado la alternancia, como un paso previo para lograr el cambio.
Un cambio que desde su nuevo gobierno se manifiesta en la transparencia, en el no a la corrupción y en la lucha por los legítimos intereses de la nación paraguaya, así como en una presencia internacional que es partidaria del respeto de las soberanías y, más que nada, del principio de la fraternidad en la búsqueda de la justicia y la libertad.
Estamos a escasos tres años de conmemorar el bicentenario de nuestra independencia nacional. Pero aquella gran hazaña lograda sin derramamiento de sangre, está incompleta.
Hoy vamos tras la segunda independencia nacional, que se traduce en una presencia más digna en la comunidad de naciones, en ser verdaderos representantes del pueblo y no mercaderes del poder, así como en un apoyo decidido a los emprendimientos democráticos, y la búsqueda segura y serena tras el objetivo de lograr la paridad y la justicia en los acuerdos y tratados que el Paraguay ha suscrito y lo hará en el futuro.
Por otra parte, decimos al unísono con ustedes, los hermanos y hermanas de Colombia, que estamos dispuestos a combatir los intentos de supremacías ilegales de toda índole.
En tal sentido, condenamos todo tipo de violencia, desde aquella que disfrazadas de ideologías conmocionan y golpean a nuestros pueblos, hasta aquellas más silenciosas pero no menos efectivas, consagradas en proyectos económicos indiferentes a las necesidades de la ciudadanía.
Señor Presidente, nuestra convicción está puesta en que las comunidades tienen el derecho de vivir en paz. Y una vez más le reiteramos que hacemos nuestro el dolor y la esperanza del pueblo colombiano. Por cada golpe que han recibido y por cada victoria que han logrado, nuestros afectos y nuestros mejores deseos han estado con ustedes.
El multilateralismo parte del principio garante del equilibrio en las relaciones internacionales contemporáneas y el espacio propicio para la acción colectiva en temas tan importantes como la lucha contra la corrupción.
Es por medio de la acción colectiva, de la cooperación y la definición de reglas comunes, en un plan de igualdad, como se puede hacer frente a amenazas comunes. Este es el espíritu de nuestro acercamiento.
Por eso estamos aquí, orgullosos de tan rico pasado conjunto, y alegres y esperanzados en continuar de este modo.
La cooperación en ámbitos como la lucha contra los secuestros, la ayuda en materia de Derechos Humanos o el fortalecimiento de instituciones democráticas, deben ser y son parte de una agenda común.
No es menos importante el intercambio comercial que pudiésemos incrementar o las manos de nuestras cancillerías que han de generar los lazos necesarios para avanzar en estos ámbitos.
Por ello, están aquí, conmigo, los ministros de las respectivas carteras mencionadas: del Interior, el doctor Rafael Filizzola; de Industria y Comercio, Martín Heisecke; y de Relaciones Exteriores, Alejandro Hamed. También el senador Miguel Carrizosa, cuyo padre es colombiano.
Estamos además buscando los mecanismos que faciliten la mejor apertura de nuestros mercados, el incremento en la balanza comercial, la promoción recíproca de las inversiones y la competitividad.
La inversión colombiana es bienvenida, pues sabemos del esfuerzo de muchos empresarios locales por expandir los capitales productivos.
Al tiempo de reconocer la solidaridad histórica que han tenido con nosotros, creemos que nuestro compromiso va más allá de fuertes episodios que nos configuran como nación y se proyecta al futuro. Por esta razón, renovamos nuestro deseo de cooperar en el ámbito que ustedes así lo requieran.
Señor Presidente Uribe, compartimos, tal como usted bien lo expresara, la visión de una “confianza sustentada en la seguridad democrática, seguridad a la inversión con responsabilidad social y la construcción de cohesión social”.
Está en nuestro interés y anhelo mantener un diálogo franco y solidario para fortalecer las relaciones ya existentes, mediante la identificación de nuevos canales de intercambio, cooperación, entendimiento y confianza mutua.
Señor Presidente, nos alegra, nos place saborear los tonos y modismos del lenguaje, y disfrutamos no menos las cumbias y los vallenatos, el sabor a café más puro y los perfumes de sus flores colombianas; así como lo invitamos a usted a disfrutar con nosotros nuestra dulce guaranía o los ritmos de nuestras polcas. Esperamos que sea lo más pronto posible.
Deseo expresarle, en nombre de mi delegación y en el mío propio, nuestra admiración y respeto hacia su hermosa tierra y hacia su gente, y nuestro profundo reconocimiento por la gran hospitalidad de la que hemos sido objeto.
Hago votos para que la amistad entre Colombia y Paraguay –entre Paraguay y Colombia- se fortalezca cada día.
Muchas gracias”. |