Bogotá, 11 ago (SP). “Apreciados compatriotas, no siempre cuando se le rinde un homenaje a los héroes de la Patria, se acude a ese homenaje con la característica con la cual todos acudimos hoy: el afecto. El Presidente Turbay se ganó el afecto de cada uno de sus interlocutores.
De un profundo amor a Colombia, la sirvió en todos los momentos de su vida, trabajó para elegir siete presidentes de Colombia y el menor trabajo lo hizo para su propia elección. Conocía en detalle la historia de la Patria, tenía absoluta claridad sobre su futuro.
En el matrimonio de uno de sus nietos, tuve la oportunidad de escucharlo durante cuatro horas. Se refirió con esa lucidez, con esa capacidad de análisis, al quinquenio del General (Rafael) Reyes, a todo el proceso vivido en la Patria desde el final de la Guerra de los Mil Días, la separación de Panamá, la indemnización de los Estados Unidos, el triunfo del Presidente (Enrique) Olaya Herrera.
Participó, a pesar de su juventud, de sus pocos años, en la elección del Presidente (Alfonso) López Pumarejo, y lo recordaba en detalle. Narraba con lujo de conocimiento todos los episodios que antecedieron la llegada a la república liberal, todo el desarrollo de la república liberal, las elecciones de 1946 en las que participaron el doctor Jorge Eliecer Gaitán, el doctor Gabriel Turbay, y las ganó el doctor (Mariano) Ospina Pérez.
La violencia partidista, la dictadura, el rescate de la fraternidad a través de los pactos del Frente Nacional, su lucha para que esos pactos salieran adelante.
Conocía en detalle porqué el primer presidente de esa república liberal fue el doctor Olaya Herrera, y porqué en lugar del doctor Carlos Arango Vélez, se necesitó la reelección del doctor Alfonso López Pumarejo.
Es difícil escuchar un colombiano con tanta lucidez, en el diálogo ameno que él siempre manejaba, con esa narración que concentraba al más distraído de sus interlocutores, referirse en detalle a la historia de Colombia como él lo hacía.
Todas las características del líder, su honestidad, la jactancia de su vida era su transparencia.
Su competencia, cómo estudiaba y analizaba todos los temas, indagaba por ellos, se sabía asesorar en los mejores especialistas de cada materia.
Su energía para sacar adelante propósitos. Además, comprometía los ejecutores desde el punto de vista político, administrativo, y también, como lo dice el gran autor Jhon Cotter, de Turbay podemos predicar que sabía mover montañas apelando al afecto de los ciudadanos, tocaba el corazón de los ciudadanos, sabía tocar el corazón para lograr los grandes propósitos.
El Presidente Turbay tenía todas las condiciones que se requieren en el líder para la credibilidad. Su consistencia, el auditorio no lo hacía cambiar de discurso. El discurso suyo era el mismo, cualquiera fuera la orientación del interlocutor del momento. La congruencia, esa gran virtud de proceder como se predica.
Las relaciones humanas.
Ni los momentos de mayor acidez y dificultad de la vida política, llevaron al Presidente Turbay a apartarse de aquello que era de su esencia, esa gran manera de entender y de relacionarse con los seres humanos.
Además, riguroso del protocolo. Algunos de los jóvenes, de los representantes de las nuevas generaciones, se extrañan mucho cuando yo leo, para introducir las intervenciones, largos protocolos. Y les digo: tuve la fortuna de escuchar mucho a uno de los más grandes colombianos, al Presidente Turbay Ayala.
Y cuando yo iba a dirigir algunas palabras sobre algún tema, me decía: ‘Álvaro, primero el protocolo’. Muchas veces el auditorio se siente más por la falta de rigor en el protocolo, que por las materias tocadas.
El Presidente Turbay era riguroso, cuidadoso en el protocolo, en las relaciones con todos los seres humanos.
De la Presidencia, todo por destacar.
Las obras públicas. Acabamos de constatar en el video, las palabras de su ministro, el doctor Enrique Vargas.
Un Gobierno estrella, excelencia en materia de infraestructura.
La estabilidad. Lo reconocieron todos los organismos internacionales. Fue un periodo de gran estabilidad en nuestra Patria.
Las gentes del campo, que venían de unos años muy difíciles de incertidumbre jurídica, encontraron en el Gobierno del Presidente Turbay Ayala el retorno al camino de la estabilidad.
Frente a los violentos ejercía la autoridad, frente a los colombianos su poder se construía en la persuasión.
Un gran sentido común para hacerle al país lo que necesitaba.
¡Cuánto se criticó en su momento la construcción del Centro de Convenciones de Cartagena! ¡Qué sería de Cartagena sin ese Centro de Convenciones!
Era un experto destacadísimo en materia internacional. Conocía todos los tratados internacionales; aquellos en cuya artesanía él había participado directamente y los demás.
Supo ponerse por encima de las presiones, y los colombianos debemos recordar aquella oportunidad, cuando a través de su Canciller, el doctor Carlos Lemos Simmonds, Colombia prefirió quedarse sola en la Organización de Estados Americanos, antes que incurrir en lamentables errores.
Esa soledad fue muy útil para la Patria, cuando el Presidente Turbay Ayala tomó la decisión de que Colombia, así fuera el único país, tendría que oponerse a la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca.
Los analistas hablan mucho de su temperamento frío, de su capacidad de análisis. Todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo, recordamos ese gran equilibrio entre el análisis objetivo y frío, y la calidez en sus relaciones con los seres humanos.
Un político sin talla sin igual, sin trucos. Escuché decirle al doctor Hernando Santos, que cuando discutían las reglas de juego para escoger el candidato del liberalismo, que finalmente se plasmaron en el consenso de San Carlos, el Presidente Turbay fue invitado como uno de los precandidatos a esas discusiones. Rápido se levantó de la mesa, diciéndoles: ‘defínanlas ustedes, que yo me someto a lo que acuerden’.
No le pesaban las prendas. Eso lo hizo más grande en la tarea política.
Las nuevas generaciones deberían preguntarse porqué esa confianza en el Presidente Turbay, de los presidentes –para citar apenas dos- Alfonso López Pumarejo y Alberto Lleras Camargo. Lo admiraron y confiaron ciegamente en el Presidente Turbay durante toda su vida.
Cuentan algunos ensayistas, que cuando el Presidente López Pumarejo desempeñaba, ejercía como Embajador de Colombia en Londres, casi todos los días hacía una llamada al Presidente Turbay, por algunos de esos tiempos Canciller de la República, para que lo pusiera al día sobre Colombia. Era la confianza en el Presidente Turbay, su canal de comunicación con el país.
Y creo, si recuerdo bien el dato de la historia, que en aquel momento el minuto de la comunicación Londres - Bogotá valía 36 libras.
Cómo fue de severo, para bien del país, en el ejercicio de la autoridad frente a los violentos, y al mismo tiempo de ecuánime y de, a la hora de la sinceridad, trabajador por la paz.
Él, con el Presidente (Guillermo León) Valencia, constituyen el par que mi generación recuerda como héroes en la reconquista de la seguridad de los colombianos.
Con qué ecuanimidad, con qué paciencia, manejó el secuestro de los embajadores en la Embajada de la República Dominicana. Y años más adelante, como jefe del liberalismo, se convirtió en un gran apoyo al Gobierno del Presidente (Virgilio) Barco, para poder hacer la paz con el M-19, que él había derrotado militarmente.
Algún día lo oí decir que había dejado el M-19 en la cárcel, rodeado de las garantías del Estado de Derecho, y después, por otras políticas, muchos de ellos se habían ido al cementerio.
Y paradojalmente para el público, pero en consecuencia con su manera de ser para el Presidente Turbay, le había correspondido ser un conconstructor de esa paz desde la dirección del liberalismo.
Un gran líder. Fijaba propósitos y les hacía el seguimiento.
Aquí está el doctor Iván Duque Escobar. Él llevó solitario, con dos ciudadanos más, las banderas liberales del Presidente Turbay en Antioquia. No fue fácil para el Presidente Turbay construir la artesanía de la victoria en Antioquia.
Un día llegó y le dijo a los antioqueños que se comprometía, en el evento de llegar a la Presidencia de la República, avanzar en la autopista Medellín-Bogotá, a tal punto que al final de su Gobierno pudiera regresar a Bogotá por esa autopista; y en el aeropuerto José María Córdoba de Rionegro, y que se comprometía aterrizar en él antes de finalizar su mandato.
A Turbay siempre se le creyó, porque nunca falló. El pueblo antioqueño le creyó y cumplió.
Con las manos probas y de gran ejecutor del doctor Enrique Vargas, realizó la autopista Medellín-Bogotá. Nos encargó a varios antioqueños, en turno, del aeropuerto.
A mí me dijo que además tenía que resolverle el problema de Barranquilla, y que era necesaria una obra en Bogotá, lo que nos llevó en el momento a hacer el aeropuerto nuevo de Barranquilla, que hacia muchos años se había iniciado pero estaba estancado, y el Puente Aéreo de Bogotá.
Recuerdo que inauguramos el aeropuerto de Barranquilla, el día de Barranquilla, el 7 de abril de 1981, y llegaron allí muchísimos barranquilleros, y se realizó una hermosa manifestación en la plazoleta externa del aeropuerto.
Yo hice unas palabras introductorias, recordándoles a los compatriotas de Barranquilla que esa obra se debía exclusivamente al afán y al afecto por Barranquilla del Presidente Turbay Ayala.
Además de profundo en sus análisis, sabía llegarle con autenticidad al corazón de los colombianos.
Quiero citarlo, a riesgo de no ser exacto en la transcripción de sus palabras, pero sí en el sentido.
En apartes de aquel discurso del 7 de abril de 1981, dijo: “en efecto, como lo ha expresado el director de Aeronáutica, yo siento un inmenso afecto por Barranquilla. Por eso anoche, en el Club Colombia, cuando escuchaba aquella canción ‘Barranquilla tiene novio’, yo me declaré el novio de Barranquilla”.
Y cuando hablo con algunos compatriotas de los que asistimos aquella ocasión, recordamos esa manera del Presidente Turbay de llegarle al afecto de sus conciudadanos.
Yo preparaba con mucho esmero –en la época solamente había unos computadores que necesitaban un salón como este para guardarlos- con la ayuda de ingenieros, en unas hojitas cuadriculadas, preparaba para el Presidente Turbay unos informes sobre el avance de las obras, y a los cinco o seis minutos de estarle presentando ese informe en una hojita cuadriculada, me decía: ´Pare, pare Álvaro. En relación con el Aeropuerto de Medellín cuénteme ¿aterrizamos o no aterrizamos?´. Le dije: “Claro Presidente, lo vamos a lograr”.
Frecuentemente le digo a mis compañeros de Gobierno: miren, el Presidente Turbay era un ejemplo de fijar propósitos, de hacerle seguimiento a los propósitos y de hacer cumplir los propósitos.
Era inmenso el afecto que a uno se le creaba por el Presidente Turbay.
Cuando asesinaron a mi padre, él estaba en Roma y me envío una carta manuscrita de 12 páginas en una bellísima caligrafía. Ahora, mirando su firma en esta estampilla, recordaba su caligrafía. Una carta de unos sentimientos de aquellos que le pegan a uno toda la vida en el alma.
Cuando murió Diana (Turbay) yo estaba estrenando un computador en la Universidad de Harvard, y le mandé una carta expresándole todos los sentimientos. Y a los días llamé a Angelita Monroy, su secretaria, y le dije: “Angelita, simplemente yo quiero saber si el Presidente Turbay recibió esta carta”.
Qué mí sorpresa, a los pocos días recibí una carta manuscrita del Presidente Turbay, la más bella, expresándome toda su tristeza en los términos más nobles y más patrióticos, por lo que había ocurrido con la vida de Diana.
Su dolor, su afecto, nunca lo llevaron a tener indelicadezas con la Patria. En todos los momentos de su vida, y en ese, siempre nos mostró la gallardía con la Patria.
Seríamos interminables recordando al Presidente Turbay.
Yo confieso que le puse mucha atención, se me grababan sus cosas, porque me parecía tan analítico, tan profundo y al mismo tiempo tan fácil de hacerse entender.
Cuando asumió como presidente encargado, por una ausencia temporal del Presidente Lleras Restrepo, de acuerdo con las normas de la época, prestó juramento ante la Corte Suprema de Justicia y dijo algo muy bello, dijo: “hoy un apellido relativamente nuevo, pero tradicionalmente honesto en la historia de este país, se incorpora a la excelsa nómina de los presidentes de Colombia”.
Y esa semana se abrieron las puertas del Palacio de San Carlos. La ciudadanía bogotana entró y salió al Palacio de San Carlos. Lo conocieron miles de ciudadanos que no lo habían conocido. Y el Presidente Turbay amablemente los recibía con un saludo lleno de afecto en la puerta del Palacio de San Carlos.
Había hecho su carrera política al servicio de las clases medias de Colombia.
En las primeras etapas de su carrera política dedicó inmensos esfuerzos a proteger a los empleados públicos. Diría que el Presidente Turbay es el gran antecesor de la carrera administrativa.
No fue fácil. Aquellas divisiones en el liberalismo se unían para recibir el apoyo de Turbay, pero se dividían para atajar la marcha de Turbay. Y él siempre supo superar con su manera de hacer la política, con su excelsa condición humana, las dificultades.
En aquel discurso de posesión en 1978, terminó con un bellísimo párrafo. Algo en este sentido, dijo: ‘dedico mi elección a mi padre, un inmigrante cristiano del medio oriente, y a mi madre, una virtuosa mujer de la provincia cundinamarquesa, y la ofrendo al pueblo, que fue el artífice de la victoria’.
No siempre acudimos a rendir homenaje a los héroes de la Patria, con las dosis superiores del afecto.
Hoy acudimos a lazar esta estampilla que recuerda al Presidente Turbay Ayala, con admiración al patriota, respeto al héroe y afecto al gran colombiano.
Muchas gracias a todos”.
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