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Palabras del Presidente Álvaro Uribe durante el Congreso Nacional Cafetero

Bogotá, 2 dic (SP). “Nos reunimos hoy en un momento muy difícil de la caficultura. Pero, por fortuna, Colombia tiene una institucionalidad que permite reaccionar y convertir las dificultades en senderos promisorios.

Muy difícil por ese exceso de lluvias, muy difícil por la revaluación, muy difícil porque el propósito necesario de renovar la caficultura colombiana tiene en este momento varios miles de hectáreas por fuera de producción, que están en proceso de renovación. Y todo esto se da en un contexto difícil de la economía internacional y difícil de la economía colombiana.

Destaco dos cosas: la institucionalidad del gremio y la voluntad indeclinable del Gobierno de colaborar con el gremio, durante todos estos siete largos años de la administración.

Ojalá el acuerdo reciente ayude. Un acuerdo reciente que tiene más alivios para los pequeños caficultores endeudados, que sube la garantía de precio a 650 mil pesos carga, que además da un descuento bien importante para la fertilización de los cafeteros.

 

Me he preguntado, con alguna preocupación, si nos demoramos en reaccionar frente a la caída de la fertilización. Cuando nos reuníamos el año pasado en Chinchiná, vino la preocupación de ustedes sobre aquel fenómeno que se presentó en todo el mundo en 2008: un encarecimiento enorme de los fertilizantes. El Gobierno reaccionó con una eliminación de aranceles; después vino también un crédito sin tasa de interés, y ahora llega este descuento.

De la historia hay que estar aprendiendo. Uno tiene que vivir en un proceso de mejoramiento continuo. Con todo afecto, quiero decirles lo siguiente: de pronto Gobierno y gremio cafetero no estimamos en la suficiente magnitud lo que ocurriría a partir de la falta de fertilización de la caficultura.

A uno le enseñan los campesinos que la única manera de recuperar los diferentes cultivos, del estado deprimido en que quedan después de una severa temporada invernal, es ayudando con fertilización, volviéndoles el vigor con nitrógeno y con otros elementos. Habrá que pensar a futuro si fue que en esta oportunidad reaccionamos tarde.

Momento difícil, sendero promisorio

El informe que ustedes mismos dan, nos permite decir que estamos en un momento muy difícil, pero frente a un sendero promisorio. Ahora la adquisición de fertilizantes se ha aumentado en un 20 por ciento, en relación no con el periodo deprimido sino con el periodo inmediatamente anterior. Ojalá eso traduzca en unas cosechas muy importantes en los años que vienen.

Tengo un factor de confianza. El Gobierno en estos años no ha escatimado esfuerzos con los caficultores. En estos años de gobierno, el presupuesto nacional ha aportado a la caficultura 1 billón 400 mil millones. Creo que es una respuesta contundente. No sería importante si el Gobierno nadara en el superávit.

Pero nosotros hemos estado en crisis desde que empezamos. En septiembre de 2002, no había dinero con qué pagarles a los soldados. Hemos manejado un alto déficit presupuestal, un alto endeudamiento.

Habíamos reducido sustancialmente el déficit. Un déficit del Gobierno Nacional central que de haberle sumado explícitamente las transferencias al Seguro Social, habría sido del 6 y medio, lo habíamos reducido al 2,34 por ciento. Este año vuelve a situarse alrededor del 4. Muy posible que el año entrante tenga que subir al 4,4 o al 4,5 por ciento.

Un endeudamiento que ha bajado del 48 al 22. Este año debe terminar en el 26. Es posible que vuelva a subirse, ojalá, no por encima del 30 por ciento.

En medio de dificultades, el Gobierno ha procurado no ser inferior a los compromisos del país con la caficultura colombiana. Porque entendemos el lema de este Congreso: ‘El café es paz’.

Si algo distingue a la caficultura colombiana es su tejido social. Un país que muestra en el sector cafetero la más adecuada distribución de la tierra, la más democrática estructura propietaria. Eso amerita todos los esfuerzos de los diferentes gobiernos, cualquiera sea la situación presupuestal.

Retos de la caficultura colombiana

Tenemos retos. Un reto bien importante: continuar la renovación de la caficultura colombiana. Era muy preocupante el diagnóstico de una caficultura envejecida. Creo que lo hecho en los últimos años, ayuda, porque ahí nos enfrentamos ya no a una caficultura que nos da una señal de alarma por su envejecimiento, sino a una caficultura en un alto porcentaje renovada.

Acabamos de escucharle al Presidente Ejecutivo del gremio, al doctor Genaro Muñoz, que en el año 2014, el 85 por ciento de esta caficultura debe estar renovada, y el ciento por ciento con un promedio de edad no superior a los 9 años. Eso es promisorio. Porque uno veía los cafetales de la Patria convertidos en chamizos, por su vetustez. Y por supuesto, sus pequeños propietarios esperando a que alguien llegara a comprarles sus predios, para ingresar ellos a los cordones de pobreza de las grandes ciudades.

Confiamos que con el avance de la renovación, el mejoramiento de los ingresos, se defienda un activo sustancial de la Nación, que es la estructura democrática de la propiedad cafetera.

Otro reto bien importante: el reto de nuevas fuentes de aumento de ingresos. Diría que el tema del presente y del futuro, apreciados cafeteros, no es el tema de la sustitución sino el tema de la complementariedad. En los últimos años hemos avanzado.

Recuerdo aquella visita a Risaralda para asistir a los primeros ensayos, con la política inicial acordada entre todos ustedes y este Gobierno, para promover en las áreas de renovación, en las áreas de zoqueo, el cultivo del maíz. Creo que es promisorio lo que ha ocurrido.

Este año, las cuentas que nos entregan hasta el momento indican que hay aún más crecimiento de las áreas de maíz dentro de la caficultura. El propio gremio está hablando de 66 mil hectáreas y unas 57 mil de fríjol. En fríjol habría una disminución de dos mil hectáreas, en maíz un leve aumento. Año tras año eso ha venido aumentando. Es fundamental.

Además uno tiene que aprovechar valores ganados: el caficultor colombiano es gran agricultor, inmensamente laborioso, sabe de productividad, de una mentalidad moderna. La verdad es que el caficultor colombiano tiene éxito en cualquier cultivo. Entonces eso de la complementariedad es bien importante.

Yo les pregunto a los cafeteros de mi Patria: ¿cómo les ha ido con el maíz durante la época del zoqueo? Los cafeteros son objetivos, le cuentan a uno todas sus cuitas, no he escuchado a uno solo que le haya ido mal, ni con el fríjol. Eso es bien importante. Y ahí también ha ayudado el Gobierno con unas primas de precios.

Uno se sorprende de ver que un país que en la agricultura campesina ha producido una tonelada, tonelada y media de maíz por hectárea, el caficultor en esas áreas de zoqueo produce siete. Eso es una maravilla. Y también una altísima productividad en fríjol.

Y les pregunto a los cafeteros que alternan con banano y plátano: ¿cómo van? Todos contestan: ‘Bien’. Allá a mis paisanos de Andes, de Jardín, de ese Suroeste Antioqueño, suelo preguntarles si el ingreso bananero les ayuda. Y en algunas ocasiones ha sido salvador.

Lo que me preocupa es ver en algunas áreas del país que no se da el fenómeno de complementariedad sino de sustitución. Uno antes en el Plan del Quindío veía el plátano en el cafetal. Hoy ve en muchas partes destruido el cafetal y sustituido por el platanal.

Llamaría la atención, muy respetuosamente, para una reflexión de ustedes: hablemos de complementariedad, no hablemos de sustitución.

En el Huila se ve algo muy bueno para el país. Es esa promoción de la pequeña piscicultura. Hace poco tuve la oportunidad de hacer un sobrevuelo en el Huila. Iba a un Consejo Comunal en Garzón y a un Consejo Comunitario en Ipiales. Cómo han aprovechado de bien los huilenses cualquier encuentro de dos quebradas para hacer unos pozos de pescado.

Y uno se sorprende gratamente de ver esa cantidad de jaulas que tienen en la represa, en la hidroeléctrica. Y que todos los días vienen camiones con filetes de pescado para la exportación. Y ve combinación con la caficultura. Entonces tienen unas áreas de café y unos pedacitos del predio en unos lagos. Y lo aprovechan sumamente bien.

El país tiene una gran vocación forestal. Creo esto, y lo digo con prudencia y tratando de tener la menos subjetividad: este país debería tener tres millones de hectáreas de reforestación comercial. Cuando empezó nuestro Gobierno tenía 170 mil. Ahora está llegando a 300 mil.

Creo que eso se frenó por dos cosas: en 1974 se eliminaron los incentivos tributarios a la reforestación. Se introdujeron en nuestro Gobierno nuevamente incentivos tributarios. Pero además el crecimiento de la violencia acabó con esa actividad. Creo que es una buena combinación con la caficultura. Entonces llamo la atención sobre ese tema.

Tema del mercadeo

Primer reto, la renovación de la caficultura; segundo reto, la complementariedad; tercer reto, el mercadeo.

Creo que perdimos muchos años cuando no quisimos asociarnos y dejamos que se consolidaran las grandes comercializadoras mundiales de alimentos. Después surgieron esas cadenas especializadas, como Starbucks, y nosotros no llegábamos ni a lo uno ni a lo otro.

Finalmente, en el primer acuerdo de este Gobierno con el gremio, se tomó la decisión de las tiendas Juan Valdez.

Es un proceso en cual hay que persistir, pero también saber introducir ajustes. Creo que amerita una discusión técnica dentro del gremio: qué tipo de asociación internacional se puede promover con las tiendas Juan Valdez. Pienso que asociarnos, en alianza estratégica, a los grandes, no haría daño.

Quiero, respetuosamente, proponerles esa reflexión. De pronto nos quedamos patinando con unas tiendas Juan Valdez en lo internacional, de poco volumen de venta, con muchas dificultades para producir un resultado positivo en sus balances, como lo empezamos a ver en Nueva York. Y quizá si pensamos en una asociación internacional con grandes, podemos tener mejores resultados. Es otro reto bien importante.

No tenerle miedo a la producción

Otro gran reto: no tenerle miedo a la producción. Si a mí me dijeran que este año Colombia va a producir 18 millones de sacos, me sentiría feliz. En eso tuvo toda la razón el señor ex presidente (Mariano) Ospina Pérez. Decía: ‘Necesitamos tener los silos de los cafeteros abarrotados de café’.

El país discutió muchos años sobre mayor o menor producción. A mí lo que me da tristeza es que este año, por las circunstancias ya sabidas, apenas vamos a tener 8 millones de sacos. Eso es lo que me da tristeza. Creo que un reto es no tenerle miedo a la producción, que el país vuelva a producir 15 millones, que llegue a producir 17 millones de sacos. ¿Por qué no? Creo que en eso hay que avanzar.

Y todo esto tiene un punto común, que es la defensa del ingreso de los productores cafeteros. Más allá de la defensa del ingreso del productor cafetero, es la defensa de la estructura social de la Patria, de ese gran capital social de solidaridad, de pequeña propiedad, que para este país ha creado la zona cafetera.

Agro Ingreso Seguro

Conecto este tema con la Ley Agro Ingreso Seguro. Su origen. La Ley Agro Ingreso Seguro responde a la necesidad de hacer de la agricultura colombiana una agricultura competitiva, y a la necesidad de hacer de la agricultura colombiana una agricultura en recuperación.

¿Competitiva por qué? Sin competitividad no hay ingreso. Y porque entrábamos en los acuerdos mundiales de comercio, y entonces nos decían los agricultores: van a hacer acuerdos de comercio, que con Estados Unidos, que con Canadá, que con el uno y el otro. ¿Y cómo nos van a apoyar a nosotros para ser competitivos?

Y necesitábamos también recuperar la agricultura colombiana, poner la Ley Agro Ingreso Seguro como un acompañante de la política de Seguridad Democrática.

Entonces la Ley Agro Ingreso Seguro, acompañante de los acuerdos de comercio y acompañante de la política de Seguridad Democrática, hay que mirarla en el contexto de nuestra política agropecuaria. Esa discusión entre pobres y ricos, creo que es una discusión que le hace daño a Colombia.

El mundo necesita doblar para el año 2030 la producción de alimentos. Se nos vienen unos años muy difíciles por el cambio climático. Y el mundo cafetero sí que tiene posibilidades de enfrentar esto del cambio climático.

Algunos científicos le dicen a uno: una caficultura con sombra, es una caficultura que se defiende más fácilmente frente a los excesos de lluvia y frente a los excesos de sequía. Es otra reflexión bien importante.

A uno le da preocupación que por la producción inmediata, comprensible, solamente tengamos con sombra unas cien mil hectáreas, del total del hectareaje cafetero de la Patria. El mundo tiene ahí enormes riesgos.

Una de las preguntas de los científicos es: ¿sí vamos a lograr doblar la producción de alimentos para el año 2030, cuando se ven venir unos desequilibrios enormes, con su impacto negativo en la productividad y en la competitividad, derivados del cambio climático? He ahí, pues, un inmenso reto.

Revisar el tope de los pequeños

Entonces nosotros necesitamos mejorar la productividad de todos. Ahora, le decía al Ministro (de Agricultura, Andrés Fernández Acosta): hay casos en que los sectores más pudientes pueden defenderse. Por ejemplo, lo que es el aporte de la Ley Agro Ingreso Seguro al riego intrapredial, debe ser solamente para pequeños.

Y a propósito, estoy de acuerdo con ustedes en que se revise rápidamente el tope del pequeño. Porque a uno le dicen muchos campesinos: ‘Hombre, yo no tengo sino dos hectáreas, eso no me dan nada, escasamente compro la comida para la familia, pero en el catastro me las ponen a 40 millones, entonces aparezco con un patrimonio mayor a 54 millones’.

El hombre es pobre, pobre, inmensamente pobre en su ingreso, y en un registro catastral aparece rico. Creo que es urgente, es urgente ahora, cuando se han tomado estas medidas, revisar el tope de los pequeños. Y de cara al país. Con incurable buena fe.

Creo que en eso del riego intrapredial debe ser, en la Ley de Agro Ingreso Seguro, solamente para el pequeño. El grande tiene apoyos importantes. Creo más en una economía de fraternidad, que en una economía de antagonismos.

Pero el grande tiene apoyos importantes. Nosotros hemos incentivado mucho la inversión en Colombia, gracias a la tributación. El grande que hace un riego intrapredial, tiene derechos a deducir el 40. Ahora con la ley que aspiramos a que apruebe el Congreso, el 30 por ciento.

Ya no paga una tarifa de renta del 35 ó 38 y medio, sino del 33. Además este año acaba de eliminarse el impuesto de timbre. Etcétera.

Creo que ahí hay unos incentivos importantes. Por fortuna las tasas de interés en Colombia han venido demostrando una tendencia histórica a la reducción.

No dividir la agricultura entre pobres y ricos

Pero hay otros temas donde el país tiene que entender que esto, más allá del discurso preelectoral para atraer emociones de los ciudadanos a las urnas, está el mediano y largo plazo del país.

Voy a darles dos temas donde se necesita al grande. La reforestación. La reforestación es una actividad que finalmente no hemos podido que se desarrolle sino a través de grandes, por todo el periodo que tiene de espera para empezar a producir.

Si uno visita la Altillanura, allá hay una revolución. Ustedes saben que ese suelo de la Altillanura es un suelo ácido y bastante impermeable. Entonces uno se pregunta: ¿por qué si en los Llanos, ahí cerca al piedemonte, caen 2.300, 2.800 milímetros de agua al año, por qué con un mes de sol eso se vuelve un desierto? Porque no tiene suelos permeables. Y además con un PH muy bajo, de mucha acidez, y con muy poca materia orgánica.

Aprovechando todos los instrumentos que ha introducido el Gobierno, uno ve ejemplos como este. Ojalá, si el Comité no ha ido, ojalá el Comité fuera y conociera esos desarrollos. Es bien importante. Y se esperan otros.

Ya uno ve unos grandes hectareajes donde, con asistencia técnica brasilera, han llegado, y lo primero que hace es decir: los colombianos quieren corregir acidez con una tonelada de cal por hectárea; no, señor, se necesitan cinco.

Y enseguida siembran ese pasto, que es como un taladro, que es la braquiaria. Ustedes conocen que es una raíz gruesa, con unos nódulos, y eso perfora el suelo. No se la dan al ganado, sino que la queman con un defoliante, y la dejan podrir ahí, para enriquecer eso en materia orgánica.

Después le siembra soya, que es leguminosa, tiene una raíz que penetra mucho, fija nitrógeno, y van ya con producciones de cuatro toneladas por hectárea. Enseguida le siembran maíz, y se sorprende uno de ver en la Altillanura ya producciones que van para 11 toneladas por hectárea. En la Altillanura: una tierra que hasta hace poco el país agropecuario la despreciaba.

Y eso lo están integrado allá mismo con porcicultura y avicultura. Una cosa muy grande. Eso no lo hacen pequeños. Está muy bien asociarnos.

Ahora: en la asociatividad nosotros creemos mucho. El Gobierno ha trabajado mucho la asociatividad de pequeños propietarios con grandes industriales. Por ejemplo, en el tema de la palma africana.

Entonces, sí: hay que proteger a los pequeños y hacer todo el esfuerzo por ellos, pero no entrar en ese enfrentamiento demagógico, dañino, de dividir la agricultura entre pobre y ricos. El país los necesita a todos.

Extinción de dominio

La apropiación dañina en Colombia la hizo el narcotráfico. Y quiero hacer una afirmación ante ustedes: era candidato a la Presidencia de la República, pasaba por Cartago, todo el mundo sabía que esas fincas las acababa de adquirir el narcotráfico. Llegaba al Quindío y me sorprendía y me decían: ‘Miren, es que aquí el narcotráfico compró esto y aquello’. Y les dije: ‘Hombre, no puede ser, en el Quindío no se había dado eso’.

Ganamos la Presidencia y nosotros empezamos a enfrentar eso. La primera Ley que se aprobó en el Congreso, fue nuestro proyecto de ley para acelerar los procesos de extinción de dominio. Creo que hemos logrado frenar la apropiación de la propiedad rural por parte del narcotráfico. Creo que eso es algo bueno.

Y un Gobierno que tiene ese activo puede decirles, mirando a los ojos a los colombianos, que a todos los propietarios honestos del campo hay que apoyarlos. Es la única manera como este país puede ser competitivo, tener una alta productividad, un alto ingreso.

Beneficios de AIS

De todas maneras esa Ley, de las 316 mil familias beneficiarias, el 99 por ciento son pequeños y medianos, del 84 por ciento de los recursos. Ochenta y cinco mil familias cafeteras pequeñas han recibido apoyos de esa Ley.

Esa Ley hay que mirarla en el conjunto de la política agropecuaria. Había muchas obras que estaban aplazadas, y hoy en plena construcción. Hay una obra inmensa para pequeña propiedad, que es ese proyecto multipropósito de La Guajira, del Río Ranchería.

Otra inmensa para microfundio, que es lo predominante en esa estructura, que es el Distrito de Riego del Sur del Tolima. Y ya está empezando la construcción del Distrito de Paicol-Tesalia en el Huila. Además de todos los pequeños distritos.

Incentivos a los que invierten

Hay que mirar esto en otro contexto. ¿Qué ha pasado con la tierra ociosa? La cuenta hay que hacerla completa. Porque muchos dicen que este Gobierno les ha dado regalo a los ricos. Nosotros lo que hemos creído es que la tributación tiene que ser diferencial. Que en un país que necesita acelerar la construcción de capital físico y de capital humano, hay que darles incentivos a los que invierten.

Por eso, en lugar de una gran reducción de tarifas o de una tarifa tributaria plana, lo que hemos hecho es introducir incentivos tributarios. Y eso bastante que ha ayudado. Pero miren cómo obligamos también, a través del catastro, a que la tierra no sea ociosa.

En el debate colombiano actual se ha omitido contarle algo al país, que lo quiero compartir con ustedes: cuando este Gobierno empezó, el catastro rural colombiano valía 30 billones. Hoy vale casi 72.

Porque uno oye mucho ese discurso de que Colombia no grava la tierra. Todo aquel que quiera sacar una bandera de izquierda, inmediatamente habla del gravamen a la tierra.

Pues bien, creo que este Gobierno ha dado apoyos, ha dado incentivos, pero también ha sido responsable con el gravamen a la tierra. Y lo indican las cifras. Los reavalúos catastrales han pasado de un valor catastral de 30 billones, a un valor catastral de casi 72 billones, en la Colombia rural, en este Gobierno.

Inflación

La reducción de la inflación: estamos a la espera de qué pasó en inflación en noviembre. Cuando nos dieron el dato de que hasta octubre la inflación era de 1,98, les pregunté a expertos qué esperan, qué va a pasar al completar diciembre. Y hablaban de entre 2,4 y 2,8. Una inflación enormemente baja.

Uno ve al Banco de la República optimista. Creo que eso nos permite dos cosas: Colombia puede proyectar una inflación baja en el largo plazo, que es el gran requisito para tener créditos de largo plazo y bajas tasas de interés. Y es un componente sustancial para retomar la senda de reducción de la miseria.

Nosotros veníamos reduciendo aceleradamente la miseria. Y eso se nos estancó el año pasado. Porque, ¿qué nos pasó? Hubo una inflación de alimentos del 12 – 14. Y al mismo tiempo no pudimos subir el salario mínimo sino de acuerdo con la inflación general: 7,67.

Este año tengo confianza en que esta reducción de la inflación y un comportamiento del empleo que no ha sido tan malo como lo que esperábamos, nos vuelva a mostrar al país reencontrado con la senda de reducción de la miseria.

Componente esencial para reducir miseria: mantener una inflación baja en el largo plazo.

Seguridad alimentaria

Cinco millones de toneladas más de alimentos en Colombia, es una gran contribución a la reducción de la inflación y es una gran contribución, por ende, al crédito de largo plazo, de bajas tasas de interés, y a que el país reencuentre el sendero de reducción de la miseria. El propósito tiene que ser superarlo.

Cuando se habla de reducción de inflación, no se le dan los créditos al campo. Y el campo sí que los tiene. Y pienso que hay un peligro: la desmotivación. Porque es un año en que quedan muy pelados los bolsillos de los agricultores colombianos. Yo estuve el sábado pasado en Yopal. Cuando empezó el Gobierno tenían 32 mil hectáreas de arroz, y hoy tienen 77 mil. Salto enorme. Pero están desplatados.

El año pasado fue un año muy bueno. Cómo cambia esto. Por eso hay que tener una agricultura sólida. No se puede atener uno a algunas teorías. Cuando estábamos firmando el acuerdo con Estados Unidos, mucha gente decía: ah, ¿por qué frenan ese acuerdo para proteger al campo? Sustituyan el arroz. Yo decía: ¿por qué? Por frutales. Dije: muy fácil sustituir 400 mil hectáreas de arroz por frutales. Y decía: ¿y qué pasa el día que no haya arroz en el mundo? Y me decían: eso no se va a dar.

Cómo cambian esos diagnósticos. Los sabios se equivocan. El año pasado no había arroz en el mundo. Hubo separatas de revistas internacionales que decían que se había acabado el arroz. Ecuador, que todos los años nos exige que le compremos 150 mil toneladas, el año pasado no nos vendió.

Aquí sufríamos, porque nos decían de los supermercados y de los almacenes de depósitos: se nos están acabando los inventarios. Y nada que salía la cosecha nacional.

Y este año pasó todo lo contrario: nos inundamos. La seguridad alimentaria hoy exige tener una sólida producción de alimentos en cada país.

¿Qué temo? Que unos agricultores, con sus ingresos muy afectados, corran el riesgo de disminuir la producción alimentaria en Colombia. Eso no lo podemos permitir.

Por eso estos acuerdos con los cafeteros. Y decisiones como las recientes: para todos los agricultores colombianos pequeños, el Gobierno pagará el ciento por ciento de la tasa de interés de sus créditos, durante un año. Para los medianos, en créditos hasta de 300 millones, el Gobierno pagará el 40 por ciento de la tasa de interés, durante un año.

¿Eso qué es? Eso es gasto público en seguridad alimentaria. Eso es gasto público en defensa de los sectores más pobres, que son los más golpeados con la inflación.

Ojalá todo eso, señor Ministro, nos ayude a ver cómo lo evitamos. En ese momento hay un buen momento de oferta de alimentos, pero un mal momento de ingreso de productores. Entonces lo que no podemos permitir es que el mal momento de ingreso de productores, se vaya a reflejar en una futura contracción de oferta de alimentos. El país no puede permitir eso. Hay que hacer todos los esfuerzos fiscales necesarios para que eso no se dé.

Confianza de la inversión

Y conectamos esto con la confianza de inversión en el país. En el país hay confianza de inversión. Diría que el país está de moda.

En el mundo la inversión extranjera directa ha caído un 44 por ciento. El país va a tener esta año una inversión extranjera directa que puede superar los ocho mil millones de dólares. Es una caída del 11 por ciento, 12 por ciento. Pero frente a unos picos muy altos.

El país tuvo un período de inversión extranjera directa en promedio de 400 – 2.000 millones de dólares. En los últimos años, un año de 8.500 aproximadamente. Otro año de 6.500. Otro año de 9.028. Y el año pasado de 10.574.

Riesgo de la inundación de divisas

Somos conscientes de que la gran recuperación de la producción de petróleo y el gran entusiasmo por la minería en Colombia, nos obliga a ser cuidadosos. El país tiene experiencia. De una u otra manera se aplicaron en el pasado, para evitar su inundación, por parte de este tipo de divisas.

La regla fiscal, pero que necesitamos es extenderla a todos los departamentos productores de hidrocarburos. Y queremos llamar la atención del Congreso de la República para que nos apoye en eso.

Es que algunos le hacen a uno esta pregunta: ¿entonces el Gobierno quiere una economía minera y energética que destruya la economía productiva? Nunca. Que la complemente. Y ese concepto lo quiero reiterar hoy ante todos ustedes.

Estamos en un problema de debilidad muy grande del dólar en el mundo, que va a obligar a las autoridades cambiarias a pensar el futuro. Ojalá no lleguemos de últimos a lo que muchos ya están pensando.

Con dificultades fiscales. Nosotros en el primer semestre del año pasado nos gastamos 615 mil millones, apoyando a los productores colombianos afectados por la revaluación, para proteger el empleo.

Este año la situación fiscal ha sido mucho más difícil. O sea que tenemos mayores restricciones fiscales para apoyar el empleo colombiano contra la revaluación.

Pero ratifico ante ustedes la voluntad del Gobierno de defender toda esta economía productiva, frente al crecimiento de divisas que pueda derivarse de un gran fortalecimiento de la economía minera y energética en Colombia.

También hay que ver lo bueno. Cuando empezaba nuestro Gobierno, en Ecopetrol nos dijeron lo siguiente: en el año 2008 perdemos la autonomía en petróleo.

Traducido eso a la necesidad nuestra de la autosuficiencia, un país que consume 234 mil barriles de petróleo, que consume hoy, de haberse cumplido ese pronóstico, estaríamos por debajo de 234 mil barriles de producción. Y ya estamos por encima de 700 mil. Tenemos asegurada una autosuficiencia hasta más allá del año 2019. Esa es la parte buena.

Además una gran canasta energética. Ustedes saben los esfuerzos del país en hidroelectricidad, la reacción de los generadores a nuestras nuevas políticas, el avance del país en biocombustibles. Hoy somos el segundo después de Brasil en etanol en el continente, con un millón 50 mil litros diarios, y el primero en biodiesel, con un millón 800 mil litros a partir de palma africana.

Hay estímulos bien importantes a la energía eólica, a la energía solar, etcétera.

Somos conscientes del riesgo de la inundación de divisas, y haremos todos los esfuerzos, y los hará el país, para que eso no ocurra.

Pero sí tenemos un tema que escapa de nuestras manos, que es el tema de la debilidad del dólar. Frente a lo cual tiene que pensar un escenario futuro nuestra autoridad cambiaria.

En medio de estas dificultades de la economía, en el primer semestre de este año la tasa de inversión fue del 25,9 por ciento, sorprendentemente alta en esta coyuntura.

Lo que requiere la economía colombiana

Si ustedes me preguntaran qué requiere la economía colombiana, de manera simple les diría: requiere seguridad, requiere una tasa alta de inversión sostenida en el largo plazo, y requiere mercados. Y a eso le estamos apostando.

El país necesita mantener una alta tasa elevada de inversión, en el largo plazo, y mercados.

Yo me duelo de esto: Colombia hizo apertura unilateral de la economía, pero no una campaña intensa de búsqueda de mercados. Y a uno le preocupa eso.

Cuando empezó nuestro Gobierno, llevábamos doce años de apertura económica. Pero no teníamos sino el mercado frágil andino, y un acuerdo de comercio bastante liviano con México.

Acuerdos de comercio

Nosotros creemos que el camino correcto no es el de las aperturas unilaterales, sino el del acceso a mercados.

Hemos hecho el acuerdo con Mercosur: nos permite hoy mirar economías brasileras con entusiasmo, para integrarnos allá.

El acuerdo con Chile; el acuerdo con Perú, más allá de las reglas mínimas de la Comunidad Andina; el acuerdo con tres países centroamericanos; acuerdos con China, con India; acuerdos de diferentes naturaleza: promoción de comercio, promoción de inversión, de libre comercio, desmonte de la doble tributación; el acuerdo con Estados Unidos, el acuerdo con Canadá, y estamos a días de cerrar el acuerdo con la Unión Europea.

Pero eso toma tiempo, apreciados compatriotas. Tomar la decisión de negociar un acuerdo de comercio, toma tiempo.

Cuando nosotros le propusimos al Gobierno de Estados Unidos, muy al principio de nuestra administración, el acuerdo de comercio, el Gobierno de los Estados Unidos nos dijo: no, hay que hacer es todo el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas. Solamente cuando se dieron cuenta que eso estaba fracasado, aceptaron negociar con nosotros.

Y después nos dijeron: ustedes no son capaces de negociar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Y después todas esas dificultades de negociación. Y ahora ese atranque en el Congreso de Estados Unidos, que todos los días luchamos por superar.

Y aquí hay mucha discusión, es normal para un acuerdo de comercio. Pasa a aprobación al Congreso y después a la Corte Constitucional.

Y uno encuentra otro factor, que es el fuego amigo. Un vocero de la política dijo, era enemigo de Estados Unidos, dijo: ‘Me voy para Estados Unidos a acabarle a este Gobierno el acuerdo con Estados Unidos’.

Lo dijeron claramente. Y se fueron a Estados Unidos. Los enemigos de Estados Unidos de la víspera se fueron a Estados Unidos a posar como los grandes amigos de Estados Unidos, y a decir: cómo van a aprobarle un acuerdo de comercio a Colombia, si ese Gobierno es paramilitar, si ese Gobierno es violador de derechos humanos. Y qué daño le hacen al país. El Gobierno que ha desmontado el paramilitarismo y el Gobierno que ha recuperado un concepto democrático de seguridad.

Ustedes saben que no hablo inglés, hablo un lenguaje muy extraño que es el ‘paisa english’. El debate más duro de mi vida, en ‘paisa english’, me tocó en el Congreso de Canadá, hace dos meses y medio o tres meses. Porque allá llegaron con todo el discurso a decirle a Canadá que no podía aprobar nuestro tratado de comercio. Ahí estamos en esa lucha a ver cómo lo aprueban. Nuestros propios compatriotas, con unas organizaciones internacionales desacreditando al Gobierno, a nuestra política de seguridad, a Colombia, negándonos esas posibilidades.

Ahora me aborda nuestro Embajador en la Unión Europea y me dice: ‘Presidente, estamos a días de cerrar la negociación’. Y ayer me la confirmó el Gobierno español y el Gobierno portugués.

Pero viene un problema enorme: eso lo tiene que aprobar el Parlamento europeo. Y ya tenemos los mismos influyentes de siempre, con la misma cartilla de descrédito. O sea que ahí tenemos una lucha muy dura. Pero el país la tiene que vencer.

Modelo de libertades y de inversión

Diría: para el futuro de la economía de este país, acceso a mercados en lugar de apertura unilateral, una alta tasa de inversión y seguridad. Y me preguntaran: ¿y lo social? Si eso se hace con responsabilidad social, superamos pobreza y construimos equidad.

Y en esa materia dividiría a América Latina en tres clases de países: unos abiertamente hostiles a la inversión y a las libertades; otros que las respetan pero no las defienden; hay unos gobiernos latinoamericanos que interiormente respetan las libertades y respetan la inversión, pero en los foros internacionales se mueren de miedo de los opositores de la inversión y de los opositores de las libertades; Colombia se ha caracterizado por respetarlas y por defenderlas, abierta y públicamente, en lo doméstico y en lo internacional.

Y eso nos causa dificultades con muchos. De pronto en el fondo de las dificultades con muchos, hay este problemita: cualquier éxito que tenga el modelo de libertades de Colombia, es un espejo que ellos van a tener que contrastar contra su modelo.

Les pido a ustedes examinar esa reflexión: creo que en el fondo de toda esta lucha política hay un celo, hay un interés protervo de que no tenga éxito nuestro modelo de libertades y nuestro modelo de confianza en la inversión.

Hemos hecho muchas reformas estructurales. Estamos haciendo otras. Creo que el país no puede entrar en el estancamiento ni tampoco en el bandazo. Los pueblos tienen que tener unas metas, unos caminitos de largo plazo, nada se consigue en el corto plazo.

Leí este año un libro bien importante, que se llama ‘Grandes intentos’, demostrativo de cómo las grandes obras del mundo no se han hecho de la noche a la mañana. Han requerido mucha persistencia. Esas grandes autopistas de Estados Unidos las idearon incluso antes de la Gran Depresión. Y vinieron a tomar forma en administración Eisenhower de la Posguerra, ya en los años 50.

Estos grandes propósitos nuestros, como una alta tasa de inversión, la seguridad, eso necesita perseverancia.

Me parece tan grave el estancamiento como los bandazos. El país tiene que tener por allá unas metas, saber que hay que aproximarse lo más cercanamente a esas metas y mejorar esos caminitos, sin abandonarlos.

Es como el agricultor. El agricultor mejora el caminito, pero no lo puede abandonar. Si no lo mejora, se le acaba; si lo abandona, se le acaba; si el agricultor abandona el caminito, la gente empieza a transitar por otra parte y le daña el cultivo.

No abandonemos el caminito, porque entonces van a empezar a transitar por otra parte y nos dañan el cultivo. Y el cultivo ahí va pelechando. El cultivo de la seguridad, el cultivo de la inversión, de la política social, ahí va pelechando.

Ustedes saben que conducir un cultivo hasta que produzca, toma tiempo; que no basta con mirarlo; hay que ir a quitarle una malecita, la otra; hay que echarle un abonito; hay que podarle unas ramas que están cóncavas; el cultivo hay que mejorarlo todos los días.

Si hay un interlocutor que entienda cómo no podemos desesperar ni aquietarnos ni entrar en bandazos, es el grupo de mis compatriotas agricultores, que saben cómo es que hay que conducir un cultivo, con toda la paciencia y con toda la dedicación, hasta que produzca bien.

Tema del empleo

Ahora, el empleo. Uno no hace empleo por decreto. A mí me dicen: hay que acabar los parafiscales. A mí me parece muy grave eso. Uno no puede ver la foto sino la película. Este país hizo dos reformas laborales muy hondas, una en 1990 y otra en 2002. Los parafiscales del Sena, las cajas de compensación, Bienestar Familiar, ayudan enormemente.

Nosotros hemos hecho grandes esfuerzos con el Sena. Estamos capacitando. Eso ha crecido infinitamente el Sena, y ha mejorado su empleabilidad.

Este año tomamos unas normas de gran importancia. Una de ellas para pequeñas y medianas empresas. Reglamentamos la Ley 590 del año 2000, para que en el primer año el empresario no pague sino un 25 por ciento de la parafiscalidad; en el segundo año, un 50 por ciento; en el tercer año, un 75 por ciento, y en el cuatro año, el ciento por ciento.

Colombia, cuando empezó este Gobierno, tenía algo más de 30 mil aprendices. Hoy tiene más de 100 mil, pero un potencial de millón 300 mil. Una de las normas que el Gobierno expidió este año es aquella que les facilita a los empresarios crecer muchísimo el número de aprendices voluntarios por empresa. Ustedes saben las medidas que se han tomado para subsidiar el crédito de vivienda hasta de 170 millones. Y otro tipo de medidas.

El país sigue creando empleo, pero no al ritmo que requeriríamos. Tenemos que seguir pensando en nuevas medidas, con el buen cuidado de no afectar la armonía social.

El año pasado en el Congreso había una propuesta con mucha fuerza para derogar la reforma laboral de 2002. ¿Qué hubiéramos hecho sin esa reforma laboral? Lo que han crecido los supermercados organizados en Colombia. Han crecido no afectando las pequeñas tiendas. Han crecido también las pequeñas tiendas.

Un supermercado de esos organizados, una sede, un Carrefour en Pitalito, crea 200 empleos con afiliación a la seguridad social. Solo Carrefour ha pasado de cinco tiendas que tenía cuando empezó este Gobierno, a más de 70. Ni qué decir de El Éxito. Y los otros.

¿Qué hubiera pasado con el sector turístico, con la salud, todos esos sectores que necesitan trabajar día y noche, festivos, a toda hora? Creo que la reforma laboral de 2002 ayudó mucho.

Y me decían los congresistas amigos: ‘Hombre, Presidente, pero si no la aprobamos nos van a desacreditar en la campaña’. ¿Pero por qué? El crédito lo da lo que se ha podido hacer con esa reforma en bien del país. Pero así como nosotros tenemos que oponernos a contrarreformas que hagan daño, también tenemos que oponernos a reformas que hagan daño.

Creo que el país no puede tener ni capitalismo salvaje ni odio de clases en la orientación de su legislación laboral, ni populismo electoral. Por eso hemos dicho: no les quitemos beneficio a los trabajadores, no le creemos obstáculos al empleo. El país ha logrado relativamente una legislación laboral equilibrada. Tema tan difícil.

Y el equilibrio lo muestra la misma crítica. lees digo a los empresarios: ¿después de las dos reformas laborales ustedes qué problema ven, fuera de los parafiscales? Me dicen: cuesta mucho la indemnización de despido.
Y le digo a los trabajadores: ¿ustedes qué problema ven? Y dicen: es muy barata la indemnización de despido y hay mucha inestabilidad.

Pero, miren: el país hoy tiene más debate político y menos conflicto social. Con la caracterización que de mí hacen, este país debería estar incendiado en lo social. Este debería ser el Gobierno que más paros de maestros tuviera. Y es el que menos ha tenido por año.

Después de esa reforma tan profunda en el Estado, que sigue: la reforma de Ecopetrol, Telecom, Clínicas del Seguro, etcétera. Recuerdo la reforma de Ecopetrol. Esa gran oposición del sindicato y de sectores fundamentalistas de la famosa revolución. Sin embargo, ¿saben qué ha pasado? Miren cómo da de vueltas la vida. Acabamos de firmar una convención colectiva en Ecopetrol a cinco años. Hace algunos años eso era impensable. Creo que este caminito hay que irlo puliendo, pero hay que entenderlo.

Reflexión histórica

Quiero hacer una referencia al tema de la seguridad. Ahora en vísperas del Bicentenario, apreciados compatriotas, se entusiasma uno mucho, con afecto, a ver la historia de la Patria y a leer a un historiador y al otro. Sobre qué nos dicen de los héroes, de todos los momentos. Y uno encuentra una Patria que ha tenido buenos gobiernos, en términos generales, buenas políticas públicas, buenos líderes, pero no tan buenos resultados.

Economistas, sociólogos, historiadores, darán su veredicto. Creo que la violencia le ha evitado a Colombia los buenos resultados que habría merecido.

Uno suma. Y en 200 años de vida independiente no hemos tenido sino 47 años de paz: siete en el siglo XIX, alrededor del Gobierno del señor Núñez, que permitieron florecimiento de la caficultura andina e industrialización en el Caribe.

Y en el siglo pasado, ¿qué años de paz hubo? A finales del año 1902, con esos tres acuerdos: el de Chinácota en Norte de Santander, el de la finca Neerlandia en el Magdalena y el de el Buque Wisconsin en Panamá, se le puso punto final a esa guerra, que no fue de mil días, sino de 1.128 días.

Pero no se le puso punto final porque hubiera convicción de superar la guerra, sino porque el país estaba destruido. La destrucción del país les impuso la paz.

El General Uribe Uribe, cuando firmaba con el general Florentino Manjarrés, el acuerdo en el departamento del Magdalena, dijo: el país esta destruido, nuestros padres y nosotros mismos pensamos que hacíamos Patria con los fusiles destructores de la violencia. El país destruido nos indica que la única manera de hacer Patria es con las herramientas fecundas del trabajo.

Se hace la paz a finales de 1902. Mire lo que había producido la violencia. La violencia no permitió que Colombia se beneficiara suficientemente de la generación de la Iluminación. La violencia llevo al cadalso a los alumnos de Mutis: a Caldas, a Torres.

 

La violencia intestina no permitió que Bolívar dedicara sus mejores energías al buen Gobierno. Regresaba del sur y su preocupación era cómo evitar la desintegración de la Gran Colombia, promovida desde Venezuela por el General Páez o desde el Ecuador por el General Juan José Flórez.

Envían a Sucre a resolver el problema de Nariño y de la eventual separación del Ecuador. Y lo asesinan en Berruecos. Regresa el General Santander, cuando el país todavía no había superado, no había cicatrizado el asesinato, en plena Independencia, de Piar, de Córdoba, del Almirante Padilla. El General Santander empieza una gran revolución educativa. Y se le frustra porque el país se ocupa de la Guerra de los Supremos.

El país, con algún alborozo, recibe la Constitución de 1863. Produce muy buenos presidentes: que Murillo Toro, que Aquileo Parra. Pero la inestabilidad, la violencia, también acaban con esta Constitución.

Un Gobierno como el de Núñez. Núñez se anticipó en moneda y banca 40 años a los líderes latinoamericanos. Núñez sí que tenía esa gran formación del equilibrio entre el respeto a la iniciativa privada y la necesidad de la intervención del Estado. Esa contribución de Núñez se ha tratado de desconocer, pero los éxitos de Núñez nos dejan producir muy pocos resultados, porque viene otra guerra civil: la de 1895. Y se sucede con la de los Mil Días, la de los 1.128 días.

Y después de esos pactos de paz, empieza el Gobierno del General Rafael Reyes a recuperar el país. Y vienen una serie de gobiernos muy respetables. Otro Gobierno muy realizador es del General Pedro Nel Ospina.

Ese gran gobierno del doctor Alfonso López Pumarejo, que no es como lo dice el discurso político, que quiere exacerbar pasiones, que era de los pobres contra los ricos. No. López Pumarejo fue el gran constructor del consenso material, fue el promotor de la modernidad empresarial, y al mismo tiempo el defensor de los derechos de los trabajadores.

Aciertos enormes en Colombia. Me quiero referir a cuatro. ¿Qué hubiera sido de la caficultura si este país no crea el gremio? ¿Qué hubiera sido de la caficultora si el Fondo del Café se maneja democráticamente y no lo maneja el gremio?

Aciertos enormes que se les deben a tantos presidentes, como Eduardo Santos, el doctor Mariano Ospina.

Aciertos enormes ¿Qué hubiera sido de este país si el doctor Carlos Lleras no tiene la osadía de desafiar las leyes imperantes de la economía y dictar el Decreto 444? Me ayudará el señor ex ministro Juan Camilo Salazar: si la memoria no me falla, el país en esos días no le quedaban sino 50 ó 57 millones de dólares de reserva, cuando el Presidente Lleras Restrepo dictó el Decreto 444.

Aciertos enormes. Aquí está uno de sus autores: el ex ministro Jaime García Parra. El Presidente López Michelsen no se dejó tentar, como otros países de la región, para que nos inundaran de los dólares del Medio Oriente, en aquella bonanza petrolera. Nos cerró. Y entonces el país no entró en la crisis de deuda en que entraron otros países de América Latina.

Aciertos enormes. Hace pocos días celebrábamos con la Superintendencia de Industria y Comercio la Ley 1340, la Ley de Competencia, de protección de los consumidores. Y a mí me parecía gracia a eso. La acabamos de aprobar. Es normal. Gracias a que 50 años antes, en la administración Alberto Lleras, siendo Ministro Hernando Agudelo, se había producido una ley semejante. Esa sí que se le anticipó a America Latina.

Y uno dice: ¿por qué no hemos progresado lo suficiente? Por la violencia. Esos años de paz que empezaron en 1902, con el país destruido, solamente nos duraron hasta principios de los años 40. La violencia partidista no empezó el 9 de abril. El 9 de abril fue el síntoma. La violencia partidista había empezado años antes.

Y no se había superado todavía, con el pacto del Frente Nacional, liderado por los ex presidentes Laureano Gómez y Alberto Lleras, y llegaba la violencia de las guerrillas marxistas, el odio de clases como forma de hacer política, la pretensión de la dictadura del proletariado para destituir al Estado democrático. La reciente revolución cubana proponía dos objetivos en el continente: Bolivia y Colombia. Y hay algunos que se creyeron el cuento, y equivocadamente insisten, a pesar de que Cuba ha hecho un replanteamiento muy favorable.

Y después vino la reacción cruel del paramilitarismo y el narcotráfico, que coopta a unos y otros. Las generaciones vivas, desde los años 1940, no han vivido un día completo de paz.

Creo, apreciados compatriotas, que la seguridad es un cultivo muy importante, que requiere toda la paciencia y toda la delicadeza. El arbolito de la seguridad hay que mejorarlo todos los días, pero no podemos abandonarlo.

Ustedes saben que hay agricultores que cuando se aburren con un cultivo, reniegan de él o lo abandonan en silencio. Eso se me parece a la política. Hay algunos que reniegan de la Seguridad Democrática, y otros que, sin renegar de ella, por miedo a la sanción popular, la quisieran abandonar en silencio.

Entonces lo mejor es entender que esta Patria seguramente necesita mucho más para el siglo XXI, pero con un avance permanente en seguridad, sin claudicar, protegiendo ese arbolito, esta Patria habrá de crear para este siglo XXI unas condiciones muy superiores, para que el país entre definitivamente en una era de prosperidad social.

Saludo a todos los cafeteros de la Patria. Un mal año, un buen pronóstico para el siguiente. Trabajemos para que el pronóstico de 2010 y de ahí en adelante, se cumpla. A todos, muchas gracias”.

 


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