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Julio 20     Versión imprimible

Homilía para el Te Deum del 20 de Julio, pronunciada por el Arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, Cardenal Pedro Rubiano Sáenz

Bogotá, 20 jul (SP). “Habrá paz en nuestra Patria, cuando descubramos que somos una misma familia”.

Hoy, en el Día de la Independencia Nacional, nos reunimos en la Catedral Primada de Colombia, en esta celebración del Te Deum, Acción de Gracias a Dios, “el Padre de las luces… de quién procede todo don perfecto” (Stg.1,17), le pedimos que nos ayude a las autoridades y al pueblo de Colombia a reconocernos como familia, hijos de la misma Patria.

En nuestro pasado histórico, gracias a Dios tenemos elementos que ayudan a integrarnos como familia y vemos, a pesar de la situación difícil que estamos viviendo, signos de esperanza, que nos animan en ese proceso de integración, como la creciente toma de conciencia de la promoción y defensa de los Derechos

 

El Cardenal Pedro Rubiano Sáenz, Arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, ofició el Te Deum celebrado este lunes en la Catedral de la capital con motivo del 20 de julio. A la ceremonia asistieron el Presidente Álvaro Uribe Vélez, su esposa, Lina Moreno de Uribe, varios ministros del Despacho, los Altos Mandos Militares y de Policía, funcionarios del Gobierno Nacional y miembros del cuerpo diplomático acreditado. Foto: Felipe Ariza - SP.

Humanos y de la exigencia de su respeto y cumplimiento, por todos y en especial por quienes están directamente implicados en el conflicto armado.

Los colombianos exigimos con urgencia que en todo el territorio nacional, sin excepciones, se respete el Derecho Internacional Humanitario, que tiene como fundamento la radical dignidad de la persona humana; la fe también nos descubre que la dignidad del hombre y de todos los hombres se basa en que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Cfr. Gn. 1,26), y que Dios se hizo hombre en Jesucristo para redimirnos.

Vemos con esperanza, que se hacen esfuerzos para fortalecer la justicia, virtud de la que debemos revestirnos como ciudadanos, para mantener nuestra cohesión social y familiar (Cfr. Ef. 6,14), pues “De la justicia de cada uno nace la paz para todos”, como bien lo afirmara el Papa de feliz recordación, el Papa Juan Pablo II.

Así mismo crece la convicción y la urgencia de asumir la política como un quehacer colectivo, al servicio del bien común y no de los intereses particulares de algunos dirigentes; convicción que exige erradicar, definitivamente, la corrupción política, administrativa y privada. Mientras haya corrupción en nuestra Patria, no será fácil construir el marco jurídico y social indispensable para una paz estable.

En este Día de la Independencia Nacional de Colombia, unido a la historia de servicio, de entrega y de sacrificio de los hombres de nuestras Fuerzas Armadas, tenemos que agradecer a los soldados y policías de Colombia su compromiso para que la libertad y el orden, lema de nuestro Escudo, se conviertan en la realidad que asegure la convivencia pacífica de toda la familia colombiana.

Nuestra supervivencia requiere garantizar a los colombianos el derecho a un trabajo digno e impulsar proyectos productivos y programas de desarrollo integral que fomenten la participación de la comunidad. Es indispensable continuar mejorando la cobertura y la calidad de la educación, para desarrollar y potenciar la capacitación y la calidad humana de los ciudadanos. Recordemos que el Papa Pablo VI señaló que se requiere el desarrollo para la construcción de la paz y Juan Pablo II añadía que el desarrollo solidario es indispensable para lograr un humanismo integral.

Si queremos conseguir la paz por el camino del diálogo, como alternativa frente a la violencia de tantas décadas, los colombianos como familia tenemos que apoyar decididamente al Gobierno en una solución integral, basada en la verdad, en la justicia social, en el respeto de los derechos fundamentales de la persona y en la reconciliación. Los colombianos exigimos a todos los actores de la violencia que cese el derramamiento de la sangre de hermanos, las masacres y secuestros, que entreguen a todas las personas que tienen en cautiverio, y que los distintos grupos alzados en armas tomen la decisión, de una vez para siempre, para iniciar un diálogo en el que se avance con total transparencia y con los resultados que los colombianos anhelamos.

Estamos convencidos de la importancia y necesidad del aporte que en este proceso puede aportar la comunidad internacional, como facilitadores del diálogo, en el apoyo para la solución de los graves problemas financieros que surgen en la búsqueda de la paz con desarrollo social y como garantes del cumplimiento de los compromisos que se acuerden.

El Santo Padre ha manifestado su permanente interés por la paz de Colombia. La Iglesia Católica en América, en el Norte, en el Centro y en el Sur, y en Europa ha reafirmado y expresado su solidaridad con nuestro país. Los colombianos agradecemos la cercanía de los gobiernos amigos de Colombia y la presencia de sus embajadores y de sus organismos de cooperación y de paz.

Hoy, Día de la Independencia Nacional, proclamamos la verdad que nos hace libres como fuerza de la paz (Jn. 8,32). Y en el nombre del Señor, con el Apóstol Pablo, pido a todos los colombianos que, “ceñidos con la verdad y revestidos de la justicia como coraza, calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz, con el escudo de la fe, velando juntos con perseverancia” (Ef. 6,14-18), nos lancemos sin temor, deponiendo el odio y los sentimientos de venganza, a construir la paz que Colombia y todos nosotros necesitamos.

Nuestros próceres hace 199 años iniciaron, en nombre del Señor, el largo y arduo proceso de nuestra libertad. Y hoy, la Iglesia nos invita a que consolidemos esa libertad, con la verdad y el repudio a toda mentira, engaño y falsedad.

Al conmemorar con este Te Deum, la firma del Acta de Independencia, el 20 de julio de 1810, pedimos al Señor Jesucristo, Príncipe de la Paz, que en este año de solidaridad por la preparación del Bicentenario de la Independencia, a las autoridades legítimas constituidas, en cada una de las ramas del poder público, y a todos los ciudadanos, nos dé el don de su paz y la fortaleza de su Espíritu.

“Los que procuran la paz, están sembrando la paz; y su fruto es la Justicia” (Apóstol Santiago, en su Carta, capítulo 3, versículo 13-18).

Que así sea”.