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Palabras del Presidente Álvaro Uribe durante la celebración de los 15 años del Hotel Las Américas de Cartagena

Cartagena, 20 nov (SP). “Acudo a esta tarde con fe en Colombia, con alegría pensando en su futuro, todo motivado por la posibilidad de encontrar a colombianos como los que promueven esta gran obra.

Quiero repetir lo que alguna vez dije de don Alberto Araújo Merlano. El Presidente Laureano Gómez solía repetir que los problemas en Colombia no son de estructura sino de hombres. Podríamos invertir aquella sentencia para afirmar: las soluciones en Colombia dependen de los hombres, en ocasiones muchas más que de las estructuras.

Don Alberto Araújo Merlano (Fundador del Hotel las Américas) es un motor de soluciones para la Patria, para el empleo, para la cultura, para la democracia, para todo aquello que requiere la prosperidad colectiva.

Vengo, en nombre la Nación entera, a expresarle nuestra gratitud, nuestra admiración. Mientras más lo conocemos, más lo admiramos. Además, una sapiencia polifacética,l que le sirve a todo aquello que conjuga el bien de la Nación. Cómo acierta y realiza en las actividades económicas. Cómo contribuye a la democracia, a la cultura. Y cómo nos llega al alma cuando escuchamos sus disquisiciones de humanista. Muchas gracias, apreciado don Alberto.

Y muchas gracias a su familia. Cuando escuchamos esta noche a Rodrigo y a Juan Carlos, y cotejamos sus palabras con sus acciones, nos llenamos de respeto, de afecto por su familia.

Punto de referencia para la Nación

Cuando hemos tenido la oportunidad de trabajar con las relaciones humanas, con el orden, con la visión del mundo, con la bondad del alma, con aquel espíritu ajeno al odio de nuestro ex Canciller y noble amigo, Fernando Araújo, nos llenamos de motivos para admirar, para sentir un gran aprecio, un gran respeto por su familia, apreciados don Alberto, doña Judith (esposa del fundador del Hotel Las Américas).

Y nos complace mucho por el bien de Cartagena y de Colombia estas obras. Las Américas nació como algo que le ha causado tanta alegría a los colombianos, lo decían ustedes jóvenes ejecutivos en sus bellas palabras, los niños esperan sus vacaciones para venir a Las Américas, y muchos niños deben su existencia a las estadías de sus papás a Las Américas.

Este es un punto de referencia para la Nación y para nuestra histórica ciudad de Cartagena. Qué bueno tener estos proyectos. Qué bueno saber que están empezando estas ampliaciones, enormes, de una inmensidad que es difícil de imaginar, aquí en la parte hotelera y también en el Centro de Convenciones

Qué bueno saber que ustedes no solamente desarrollan a la Patria sino que son embajadores de la capacidad emprendedora de los colombianos, embajadores de la ética de la Patria, embajadores del merecimiento de confianza de los colombianos, como se expresa con su nueva obra en nuestra hermana Panamá.

Por eso hay que insistir en la confianza que este país debe tener arraigada en los propios y en los foráneos. Y esa confianza tiene tres caminitos: la seguridad, la promoción de la inversión, la cohesión social. Y esos tres cruzan por el turismo. El turismo cruza por ellos. Esta gran obra del Hotel Las Américas, de todas sus actividades complementarias, del Centro de Convenciones, del proyecto en Panamá, nos dice mucho de esos tres caminos.

Colombia necesita de la seguridad para que empresarios como Alberto Araújo, su familia y sus asociados, puedan realizar esos grandes proyectos de prosperidad social.

Reflexión histórica

En la víspera del Bicentenario he querido, compatriotas, aproximar algunas reflexiones. Nuestra Patria ha tenido muy buenos líderes, como los que nos acompañan esta noche encabezados por don Alberto; buenos gobiernos, empezando por Bolívar y Santander; el gobierno que todos los días habrá que ponderar más del señor Núñez; gobiernos del siglo XX, el gobierno restaurador de la senda del progreso del General Reyes, el gobierno del General Pedro Nel Ospina, aquellas obras tan importantes de infraestructura derivadas de la indemnización por la pérdida de Panamá; el gobierno de López Pumarejo, que insertó al país en la modernidad; el gobierno de López Pumarejo, que entendió la convergencia entre los intereses de los empresarios y de los trabajadores, que aceptó que no se podían excluir, que lanzó a Colombia en la modernidad de la prosperidad empresarial y, al mismo tiempo, reivindicó la defensa de los derechos de los trabajadores.

Podríamos seguir hablando de los gobiernos de Colombia para citar de cada uno su aporte constructivo. Y uno se pregunta: un país de sólidas instituciones, una Patria de grandes líderes, una Patria de una ciudadanía laboriosa, de una ciudadanía que vive sin complejos, de una ciudadanía espontánea, de una ciudadanía alegre, ¿por qué la Patria no progresó más en los dos siglos que están próximos a terminar?

Seguramente los historiadores, los sociólogos, los economistas, van a asomar muchas tesis. Permítanme asomar mi propia reflexión. En estos 200 años, la Patria apenas ha tenido escasos 47 años de paz: la Conquista violenta, la Reconquista violenta, el cadalso, las guerras de la Independencia caracterizadas por una gran violencia entre los propios.

Muere fusilado Padilla y en algunas circunstancias semejantes Córdoba. El Libertador no tiene tiempo de dedicarse al buen gobierno, porque cuando ya estaba consolidando la Independencia tiene que orientar sus energías a apaciguar los ímpetus de desintegración de la Gran Colombia, que aparecían desde Venezuela con Páez o desde Ecuador con el general Juan Jose Flórez.

La Patria empieza el gobierno de la revolución educativa del General Santander. Y en poco tiempo se acaba y aparece la violencia de aquella revolución que se llamo la de Los Supremos. Y vamos de guerra en guerra. La Constitución más federal, la Constitución más libertaria, la Constitución descentralista, la de 1863, no puede producir los efectos deseados, a pesar de que esos bienios contaron con buenos presidentes, con grandes líderes como Murillo Toro, como Aquileo Parra, por el desorden, la inestabilidad y la violencia.

Tal vez en ese siglo XIX tuvimos, como lo dice el historiador cartagenero Rodolfo Segovia, siete años de paz del gobierno de Núñez, que permitieron que en este Caribe colombiano florecieran los cimientos de la industria y en la Colombia Andina la caficultura. El gobierno de Núñez, el gobierno del orden, el gobierno que expresó para toda Colombia el sentimiento caribeño, detrás de cuya alegría hay una gran severidad, una gran disciplina, un gran rechazo al desorden. El gobierno de Núñez que entendió que las libertades solamente pueden disfrutarse cuando hay aquel principio fundamental del orden, que enlaza un ciudadano con otro y con el colectivo.

Pero rápidamente esos años fueron sucedidos por otra guerra civil: la de 1895. Y no había terminado esa guerra, todavía se sentían los disparos de los fusiles entre hermanos, cuando estalló la Guerra de los Mil Días. En realidad fue 1.128 días, de 100 mil muertos. Terminó en aquellos acuerdos de paz de 1902: un acuerdo allí en el Magdalena, en la finca Neerlandia, al cual acudió en nombre de las fuerzas insurgentes el General Rafael Uribe, y en nombre de las fuerzas gubernamentales el general Florentino Manjarrés.

En aquella ocasión dijo Uribe Uribe: nuestros padres y nosotros mismos nos hemos equivocado cuando creímos hacer Patria con los fusiles destructores de la violencia. El país está por reconstruir. El único camino de hacer Patria es con las herramientas fecundas del trabajo.

Y se daba otro acuerdo en Chinácota, cerca de nuestra Cúcuta, donde estaremos mañana allá en la frontera, entre el General Ramón González Valencia y las fuerzas insurgentes. Y el tercer acuerdo se suscribía en Panamá, en el buque Wisconsin, al cual acudía el General Vásquez Cobo en representación del gobierno de la época y los representantes del General Benjamín Herrera.

Pero a pesar de que la guerra finalizó, no por voluntad de paz sino porque la Nación estaba destruida, a pesar de que la noche a la mañana los odios se convirtieron en expresiones de ánimos de conciliación, fue tanta la postración en que quedo la Patria que al año se separó Panamá. Cuando se estaba firmando aquella acta de independencia, caracterizada por las palabras y el sentimiento de hermandad, aquella acta de independencia en la cual nuestro hermanos panameños dijeron que se separaban como hermanos porque habían llegado a la mayoría de edad y tenían que ejercerla, en esas mismas horas el General Pedro Nel Ospina entraba la Palacio de San Carlos para comunicarle al Presidente Marroquín que se estaba separando Panamá, mientras el Presidente Marroquín leía una novela en francés.

Todavía la historia no ha sido suficientemente rigurosa. Los historiadores están en deuda con nosotros para decirnos qué influyó más en la separación de Panamá, si el Gran Garrote del Presidente Roosevelt o el gran descuido con que los colombianos tratamos a Panamá, porque aquí nos distraíamos en el derramamiento de sangre, de la indisciplina y de las guerras civiles.

Y aquellos pactos de paz de 1902 no duraron mucho. A principios de los años cuarenta empieza la violencia partidista. Se firman los actos del Frente Nacional entre los ex presidentes Alberto Lleras y Laureano Gómez, a finales de los años cincuenta, y todavía, cuando no se habían apagado las llamas de la violencia partidista, apareció la violencia marxista. Nos escogieron con Bolivia como los dos países para replicar la revolución cubana, para adelantar la política en nombre del odio de las clases, para buscar un modelo de dictadura del proletariado, que sustituyera el Estado de Derecho y de libertades. Y ese proceso de violencia avanzó. Vino la reacción igualmente cruel del paramilitarismo. Y guerrillas y paramilitares cooptados por el narcotráfico, que todavía no hemos podido superar.

El siglo del desquite

Desde 1940, Colombia no ha vivido un día completo en paz. Por eso requerimos para que este siglo sea el siglo del desquite, el siglo de la prosperidad colectiva o el siglo que retorne a los esfuerzos de don Alberto Araújo y de tantos colombianos de bien, requerimos hacer de la seguridad un valor permanente, un valor en continuo mejoramiento, a fin de que las nuevas generaciones de colombianos puedan vivir felices, en un ambiente de prosperidad, en el suelo fecundo de la Patria.

Los proyectos, como el que nos muestran esta noche, son posibles en un país de instituciones, son posibles en un país de emprendedores, como el que ustedes representan, don Alberto, apreciados Rodrigo y Juan Carlos. Son posibles en un país determinado, sin dobleces y sin vacilaciones a derrotar la violencia y a reconquistar plenamente la seguridad.

Incentivos a la promoción de la inversión

Qué bueno saber que después de tanta discusión por las exenciones que este Gobierno ha tramitado en favor de los sectores productivos de la Nación, esos estímulos tributarios se van expresando en obras de gran progreso. Qué bueno saber que estos esfuerzos de ustedes, permitirán un apoyo del Estado que se expresa en una exención tributaria del impuesto de renta por 30 años. Les permitirá también tener un pacto de estabilidad. Y que eso no solamente se refiere al hotel sino a ese gran servicio complementario que la Patria requiere, que es la ampliación del Centro de Convenciones.

Por eso es interesante en este momento hacer una reflexión: estos estímulos son fundamentales para la promoción de la inversión. Se constituyen en una característica que hace del país un país más atractivo. Y no se pueden eliminar, como algunos lo sugieren, descalificándolos peyorativamente como regalos a los pudientes, cuando son exactamente los caminos de promoción de la inversión y del empleo de alta calidad.

Colombia es un país que empieza a situarse como una Nación bastante atractiva en el contexto internacional de inversión. En medio de la crisis, la inversión extranjera directa este año se situará alrededor de 8 mil 500 millones de dólares, lo que podríamos llamar en el rango alto de los últimos años, a pesar de que en el mundo ha caído en el 44 por ciento.

En medio de la crisis, la tasa total de inversión en Colombia este año ha venido marcándose en el 25,9 por ciento, cuando hay países que han visto totalmente reducida la tasa de inversión, por el problema de la crisis y por el problema de la desconfianza generada al aparato productivo de los particulares.

Cuando uno advierte a los buenos empresarios de Colombia, cuando los determina, los ubica, se hace también otro raciocinio: tener buenos empresarios es una garantía. Buenos empresarios y buenos trabajadores son fundamentales para una Nación. Pero se complementan. Sin los unos no aparecen, las posibilidades para los otros. Tienen lo que podríamos llamar una relación de mutua dependencia.

Construir clase empresarial es muy díficil

Por eso preocupa cuando en otras partes se quiere acabar el empresariado. Y aquí no podemos permitir que nos llegue ese contagio. Construir clase empresarial es muy difícil. Destruirla es muy fácil.

Cuando Gorbachov, en Perestroika, quiso devolverles el campo a los agricultores, ya no encontró a quien, porque Stalin había destruido no solamente a los agricultores sino todo el concepto de emprendimiento privado en Rusia.

Esta noche es una gran oportunidad para decir a mis compatriotas que tenemos la obligación de cuidar a nuestros buenos empresarios: a aquellos que, como los aquí sentados, ejercen la iniciativa empresarial con una superior responsabilidad social. Porque la historia de la humanidad ha demostrado que el empresario con responsabilidad social es irremplazable en el proceso de que los pueblos superen la miseria, dejen atrás la pobreza y construyan condiciones de equidad.

Reforma tributaria

Ahora que Colombia está empezando a tener condiciones superiores de atracción de la inversión, hay que cuidarla. Hacer ajustes, sí, para avanzar, pero nunca echar para atrás.

Por eso el proyecto tributario del Congreso no elimina las exenciones. Hace unos ajustes para hacerlas más sólidas, mantiene las exenciones, hace un ajuste a la deducción tributaria, que premia la reinversión de utilidades, y les pide a los sectores más pudientes mantener el impuesto del patrimonio, porque ha contribuido a la cohesión social.

Emergencia Social

Ahora que nuestra distinguida Alcaldesa (de Cartagena, Judith Pinedo) se refería a aquella visita a San Basilio de Palenque con don Alberto, y a la preocupación que aquel día le surgió de la seguridad, me provoca también un espacio en la memoria.

Durante estos años hemos podido adelantar la política de seguridad en compañía de la política social: que con ampliación del Sena, de Bienestar Familiar; que con dos millones 840 mil Familias en Acción; que 41 millones de colombianos con seguro de salud.

Y para que eso no retroceda, por eso en los próximos días vamos, por Emergencia Social, a hacer unas revisiones a la legislación y a las fuentes rentísticas de la salud, porque un país que ya logra tener 41 millones de ciudadanos con seguro de salud, no puede permitir que eso corra riesgos en el futuro.

Hemos podido acompañar la política de seguridad con avances en la política social, gracias a que los sectores más pudientes de Colombia han pagado el impuesto al patrimonio.

Y para que el país pueda seguir por una senda de seguridad, y al mismo tiempo de prosperidad social, debemos entonces prorrogar esa fuente rentística, como hoy se estudia en el Congreso de la República, con el apoyo del señor Ministro de Hacienda.

Turismo

Y esta ciudad turística es fundamental para la promoción de la inversión. Un país que gana confianza para el turismo, es un país que gana confianza para la inversión integral.

Cuando uno piensa que este año pueden llegar a Cartagena, en menor escala a Santa Marta y todavía en menor a San Andrés, cerca de 400 mil visitantes en los cruceros del Caribe, también se imagina que cada uno de ellos se puede convertir en un buen embajador que, ante la comunidad internacional, lleve el testimonio de que Colombia es un país en el cual se puede tener toda la confianza para disfrutar el turismo o para emprender cualquier clase de inversiones productivas.

Cuando las cifras nos dicen que este año el turismo a caído un 12 por ciento en el mundo, pero se ha aumentado un 9 por ciento en Colombia, uno reacciona con este pensamiento: todo que turista que llegue, todo turista que encuentre esta Patria en ebullición creativa, se constituye un gran embajador que, al oído de los opinadores internacionales, lleva el testimonio de las cosas buenas de Colombia, se convierte en un constructor de confianza en nuestra Patria.

Y si bien un proceso como éste tiene exenciones de renta, hay que mirar todo lo que ello retribuye al país. Hay que preguntarse cuántos empleos va generar esta construcción y la del Centro de Convenciones.

Todos esos empleos están afiliados a la seguridad social. Todas las características de los materiales de construcción que aquí se utilizan, el proceso de construcción tiene un gran aporte al recaudo del impuesto nacional del valor agregado IVA.

Además esto tiene que ser dirigido por empresas de ingeniería y de arquitectura de las más elevadas calificaciones profesionales. Lo cual garantiza también trabajo para esas empresas y sus aportes a la seguridad social.

Y una vez empiece a operar, cuánto significan los impuestos indirectos de los turistas, el consumo de los turistas, cuánto significan los empleos de calidad con afiliación a la seguridad social que para atender a los turistas requerirá el Hotel y requerirá el Centro de Convenciones.

Mejoramiento continuo, sin salirnos del caminito

Por eso, compatriotas, tenemos que hacer mejoramiento continuo, pero sin salirnos del caminito. No nos estanquemos y no demos bandazos. No renunciemos al mejoramiento, pero tampoco nos dejemos seducir a que nos saquen del caminito. El caminito tiene un norte: confianza en Colombia. Y el caminito tiene tres senderos: la seguridad, la inversión con responsabilidad social y la política de cohesión social.

Avancemos sin aquietarnos, con mejoramiento continuo, pero sabiendo que tenemos un caminito que estamos aprendiendo a recorrer y que de él no nos podemos retirar.

Creo que eso puede llevarnos a que las nuevas generaciones de Colombia vivan en un país tranquilo, en un país en permanente prosperidad.

Ustedes alcanzan imaginarse, apreciados compatriotas, ¿cuál hubiera sido la prosperidad de Colombia en los dos siglos anteriores, con los gobernantes que tuvo, el empeño trabajador de su pueblo, dirigentes empresariales de grandes condiciones, trabajadores de excelencia, de no haber sido afectados nosotros por la violencia? Por eso hay que pensar en este caminito y no dejar que nada impida que nos vayan a retirar de este caminito.

Es la reflexión con la cual quiero contribuir a la conmemoración de estos 15 años del Hotel Las Américas, y al inicio de estas magníficas obras que nos llenan de fe a todos los colombianos.

Apreciado don Alberto (Araújo Merlano), muchas gracias; Juan Carlos (Araújo Perdomo), Rodrigo (José Araújo Perdomo), querida familia, asociados, muchas gracias. La Patria les debe mucho. Ustedes enaltecen a Colombia. Enaltecen a esta gran ciudad de Cartagena. Nos dan ejemplo de laboriosidad y de ética a todos sus compatriotas y son un faro de esperanza para las nuevas generaciones.

Muchas gracias”.

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