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Noviembre 23     Versión imprimible

Palabras del Presidente Uribe en la clausura de los cursos de Altos Estudios Militares, Integral de Defensa, y de Estado Mayor

Bogotá, 23 nov (SP). “Me honra mucho asistir a esta graduación, a la cual acuden oficiales superiores llamados a comandar a nuestra Fuerzas, y a la cual acuden también civiles comprometidos en la tarea de la seguridad y de la defensa de la Patria.

Quiero expresar a todos nuestra más honda felicitación. Un esfuerzo de unos en la carrera de vida armada para defender a la República y a sus ciudadanos, y de los otros en la vida privada integrada al servicio público de la Patria.

Nos dan un ejemplo, ponen un punto muy en alto en un momento en que Colombia necesita hacer una gran reflexión sobre la necesidad de la seguridad.

Cuando uno repasa la historia de la Patria, especialmente con motivo de la víspera del bicentenario de la independencia, se pregunta ¿Por qué un país que ha tenido buenos gobiernos, buenos liderazgos, una país que ha tenido civismo, solidaridad, un país que ha tenido buenas políticas públicas, no ha progresado lo suficiente?

Y los historiadores, los economistas, los sociólogos, darán todos, sus versiones, emitirán el juicio de la historia. Hemos querido contribuir con una respuesta: La Patria no ha podido vivir en seguridad, no ha podido vivir en paz. Eso nos ha consumido muchas energías, nos ha hecho muchísimo daño.

En el siglo XIX vivimos escasamente siete años de paz. En el siglo XX 40 años de paz. Creo que eso es una determinante muy fuerte, que contribuye a explicar porqué la Patria no ha obtenido el suficiente progreso.

Este siglo tiene que ser el siglo del desquite, el siglo de la prosperidad, el siglo de la equidad, el siglo del avance de Colombia, del desatraso, y eso requiere muchos esfuerzos, pero uno sustancial, el esfuerzo de la seguridad, que es el camino de la paz.

Una violencia muy dura y en todos los momentos. Violencia en la conquista, violencia en la reconquista.

Estábamos apenas entusiasmándonos con la iluminación de (Rafael) Núñez, con la iluminación de (José Celestino) Mutis y vino el sacrificio del cadalso.

Esos sabios, que habrían de convertirse en los gestores iniciales del progreso material de la República, fueron eliminados por la violencia, una violencia muy difícil, intestina, aún en la guerra de la independencia. La independencia hubiera costados menos, habría sido menos difícil de no ser por las guerras, por la violencia entre nosotros mismos.

Cómo es de triste aquel final de (Francisco) Miranda, el mismo que mucho mayor que el Libertador (Simón Bolívar) se había encontrado con él en Londres, cuando el Libertador llegó allí a encabezar una delegación de Venezuela para pedir apoyo para la reciente causa.

Cómo es de triste el fusilamiento de (Manuel) Piar; cómo es de triste todo ese proceso; cómo, cuando se hace el armisticio con (Pablo) Morillo, siguen las luchas intestinas; cómo después de los acuerdos entre el mariscal Sucre y el virrey Laserna, para reconocer la independencia del Perú y hacer el acuerdo humanitario de la época, sigue la violencia entre nosotros mismos.

Sucre tiene que regresar apresuradamente del sur, el Libertador lo envía a Venezuela a sofocar los intentos de desintegración de la Gran Colombia, encabezados por Páez, fracasa en Venezuela y al regresar a Bogotá, cuando emprende el camino del sur, también a pedido del Libertador para conversar con Obando en Pasto, y lograr que nuestros Estados del sur no hicieran caso de la invitación a la desintegración de la Gran Colombia, que desde el Ecuador hacía el general Juan José Flores, el Mariscal Sucre, que tenía pensado irse al sur por Buenaventura, recibe instrucciones de don Domingo Caicedo, el Vicepresidente de la República, para que haga ese viaje por Popayán y Pasto.

Dice la historia que hubo un primer intento de asesinato contra él, al cruzar el río Magdalena en el Huila, en el Tolima grande, presidido entonces por el doctor José Hilario López.

Y cuando llega a Popayán, empieza el cruce hacia Pasto y cae asesinado en Berruecos.

La historia ha sido bastante reveladora de los autores intelectuales del magnicidio de Sucre, pero todavía no nos ha dicho con claridad por qué a Sucre se le desorientó, porque no se le permitió irse por Buenaventura, se le indujo a que realizara el viaje por Popayán, Berruecos, Pasto, donde encontró el calvario de su hora final.

Uno se pregunta ¿Por qué el talento, la versación, la personalidad polifacética, los conocimientos eruditos del Libertador no alcanzaron a traducirse en más años de buen Gobierno? Porque no tuvo tiempo, porque le costó muchos más la independencia frente a los españoles por la violencia interna, porque cuando regresaba del sur, en lugar de dedicarse al buen Gobierno, tuvo que dedicarse a evitar la desintegración de la Gran Colombia, frustración que finalmente fue imposible impedir.

Y cómo se desangra la República y sus mejores hijos después de aquella batalla tan importante de Maracaibo ¿Cuál es el final del almirante Padilla? Fusilado en Bogotá, como parte del grupo de aquellos colombianos condenados por el atentado septembrino de 1828.

Y cómo es de triste el final del otro héroe de Ayacucho, del general José María Córdoba. En un disputa por la libertad él cae cerca de Rionegro, en Antioquia.

Santander, ex patriado regresa, asume la Presidencia, inicia una gran revolución educativa en cuyo nombre tenemos la máxima condecoración del Ministerio de Educación, la Medalla Francisco de Paula Santander.

Pero en poco tiempo aparece la guerra de los supremos, y una tras otra guerra nos van llevando hasta la Constitución de 1863. Ésta, la Constitución libertaria, la Constitución descentralista, la Constitución más moderna, no alcanza a producir buenos resultados a pesar de que tuvo líderes tan importantes que administraron al país en los bienios subsiguientes, como (Manuel) Murillo Toro y Aquileo Parra, justamente por el desorden, la falta de estabilidad, por la violencia.

En el Gobierno de (Rafael) Núñez tenemos unos años de paz. Núñez, aquel que se le anticipó 40 años en teoría de moneda, de intervención en la banca, en teoría de hacienda pública al resto del continente.

Vivimos siete años de paz, florece la agricultura en la Colombia andina, el café, y aparecen también los primeros esfuerzos, los primeros florecimientos industriales del Caribe colombiano.

Pero también llega la cuarta guerra civil de la segunda parte del siglo XIX, la de 1895. Y no ha terminado esa guerra cuando empieza la última, la Guerra de los Mil Días, que no fue de mil días sino la de los mil ciento 28 días. Cien mil muertos en una Patria de menos de 4 millones de ciudadanos.

Se hace la paz más por necesidad, porque el país estaba destruido, porque no había más que destruir, mucho más por esa realidad que por convicción de paz.

Y en alguna forma así lo reconoce el general Rafael Uribe Uribe, quien es participe primero de la guerra y después de uno de los acuerdos de paz, el acuerdo de la finca Nederlandia en el Magadalena, que él lo suscribe con el general (Florentino) Majarres, quien representaba a las fuerzas del Gobierno.

En esos meses finales de 1902 también se da el acuerdo en Chinácota, cerca de Cúcuta, que suscriben el general (Ramón) González Valencia en nombre de las fuerzas gubernamentales y representantes de las fuerzas insurgentes, y el que se firma en el Buque Wisconsin en Panamá, firmado por el general Alfredo Vázquez Cobo en representación de las fuerzas gubernamentales y por los representantes del general Benjamín Herrera.

Pero la Patria estaba destruida. El general Uribe Uribe en aquella ocasión dijo: “el país está todo por reconstruir”. Dijo algo que deberían recibir en su alma las nuevas generaciones de colombianos: “nuestros padres y nosotros mismos nos equivocamos creyendo que hacíamos Patria con los fusiles destructores de la violencia, la única manera de hacer Patria, de reconstruir el país, es con las herramientas fecundas del trabajo”.

Agregó que habían entrado a la guerra como los mancebos israelitas y salían de la guerra con la mente fresca y el corazón sin cólera.

Esta política de seguridad de estos años es una política adelantada sin cólera pero con toda la determinación, para que el país deje atrás esta larga historia de sufrimientos.

No tardó mucho para que se hicieran sentir las consecuencias de una Patria destrozada. Un año después de aquellos acuerdos vino la separación de Panamá, fue un nuevo intento.

Cuenta la historia que al medio día de aquel 3 de noviembre de 1903 el señor general Pedro Nel Ospina ingresó al Palacio de San Carlos a comunicarle al Presidente (José Manuel) Marroquín que se estaba firmando el acta de separación de Panamá, mientras el Presidente leía una novela en francés.

Dijeron los panameños que se separaban como hermanos con solidaridad, que habían llegado a la mayoría de edad y que querían ejercer esa mayoría de edad. Era uno de los muchos intentos, el último. Años antes, cuando un incendio destruyó a Colón (Panamá) se sintieron abandonados de la autoridad colombiana.

Allí llegó tardíamente, pero llegó con la firmeza que lo caracterizaba, el general Rafael Reyes, restableció el orden, impidió aquella segregación, pero después, en 1903, la pobreza, las circunstancias en que estaba el país, destruido por la guerra, le impidió poder retener a Panamá.

Habrá que recibirse un juicio de la historia que todavía no se ha dado, la historia nos tendrá que decir qué influyó más en la pérdida de Panamá: si la política del gran garrote del Presidente (Franklin Delano) Roosevelt en los Estados Unidos, o nuestra política del gran descuido, por vivir entretenidos en el juego sangriento de la violencia.

Empezó una lenta reconstrucción con un Gobierno extraordinario, como el del general Reyes. Después vivieron otros, como el del general Pedro Nel Ospina, durante el cual el Gobierno siguió haciendo una inversión importantísima en infraestructura.

Ya en ese momento, en los años 20, financiada por los 25 millones de dólares de la indemnización de Panamá, vino aquel Gobierno de (Alfonso) López Pumarejo, el Gobierno modernizador, mal interpretado por la demagogia que lo quiere presentar como un enemigo de las empresas en defensa de los derechos de los trabajadores; él fue el gran amigo de la modernidad, el gran amigo de la inserción de Colombia en el siglo XX, de la modernidad empresarial y el gran defensor de los derechos de los trabajadores.

Nos dejó un punto de referencia: el país necesita fortaleza empresarial y al mismo tiempo parte de esa fortaleza empresarial, y muy importante por cierto, es el respeto de los derechos de los trabajadores.

Pero no habíamos cosechado los frutos de ese Gobierno, cuando empezó la violencia partidista. Diría yo que los graves sucesos del 9 de abril de 1948 no son aislados. El país venía rompiendo la paz de 1902, escasamente nos duró 40 años.

Y antes de aquel 9 de abril se dieron una sucesión de hechos de violencia: la violencia entre los partidos. No se había superado esa violencia con los pactos del Frente Nacional que lideraron los ex presidentes Laureano Gómez y Alberto Lleras, cuando aparecieron las guerrillas marxistas que querían replicar en Colombia y en Bolivia la naciente Revolución Cubana.

Se quería sustituir el Estado democrático por la dictadura del proletariado. La lucha argumental de la política por la lucha violenta de clases. Y avanzaron esas guerrillas.

Los esfuerzos de los gobiernos en procura de la paz fueron marginales, porque lo de fondo no se pudo arreglar, porque a la generosidad de nuestros gobernantes los movimientos violentos respondieron con la crueldad de quienes tenían bien calculado que el gesto generoso de nuestros gobernantes sería para ellos la oportunidad de fortalecerse en su acción criminal, para avanzar hacia la toma violenta del poder.

Y crearon la reacción igualmente cruel del paramilitarismo. Y unos y otros, guerrillas y paramilitares, cooptados por el narcotráfico.

Y aquí puede decirse, apreciados compatriotas, que de aquel principio de los años 40 hasta la fecha, las generaciones vivas de la Patria no recuerdan un día completo de paz, en medio de grandes esfuerzos de la Nación.

El viernes nos reuníamos en Cartagena en un seminario para estudiar la Ley 1340, recientemente expedida por nuestro Congreso, que moderniza las normas sobre competencia, defensa de los consumidores, las normas para evitar las posiciones dominantes de mercado, y lo interesante no fue eso, esa es una reforma normal que el país estaba esperando, lo interesante fue constatar que 50 años antes, en 1959, en el Gobierno del Presidente Alberto Lleras, siendo Ministro de Hacienda el doctor Hernando Agudelo Villa, el país había producido una modernísima ley antimonopolio, de defensa de los consumidores, de defensa de la libre competencia, la Ley 155 de 1959.

Un país que ha sabido anticiparse a todos los sucesos, un país con buenas políticas, con buenos gobernantes.

También uno encuentra otros reconocimientos muy destacados a la historia de gobierno de Colombia.

Rosemary Thorp, en nombre del Banco Interamericano, escribió un libro sobre la historia económica de América Latina en el siglo XX. Dice algunas cosas de Colombia que vale la pena recordar, dice que Colombia fue el único país cafetero que logró permanecer con una estructura de pequeña propiedad, defender esa distribución democrática de la tierra en las áreas cafeteras, gracias a que Colombia, a diferencia de los otros países, creó el Fondo Nacional del Café.

Y en gobiernos como el del doctor Eduardo Santos, tuvo la decisión de talento de adscribir el manejo del Fondo Nacional del Café a la Federación Nacional de Cafeteros.

Y recuerda la economista, historiadora, que en los años 70 muchos países de la región llegaron a la crisis de la deuda porque se endeudaron excesivamente, se dejaron seducir por los créditos que venían con ofertas muy atractivas del oriente, dado los recursos que allí se habían acumulado por las bonanzas petroleras.

Esos países llegaron, finalmente, a la crisis de la deuda, Colombia no porque el gobierno López Michelsen tuvo el talento de evitar que Colombia se inundara de aquellos dólares.

Y también cuenta la historiadora cómo en la administración Lleras Restrepo un momento en que al país apenas le quedaban unos 50 millones de dólares para defenderse, en la cuenta de divisas, la administración Lleras Restrepo desconociendo los dictados del Fondo Monetario Internacional, expidió el Decreto 444 o Estatuto de Control de Cambios de la Época, que le evitó al país esa crisis.

Y por qué nosotros que tuvimos el mismo ingreso per cápita de los Estados Unidos cuando empezaba nuestra historia común, hoy ellos tienen 45 mil dólares y nosotros 4 mil

Por qué nosotros, que teníamos después de la Segunda Guerra Mundial el mismo ingreso per cápita de países tan importantes como Corea y otros, por qué estamos tan retrasados. Por la violencia, porque la violencia ha evitado que todo lo bueno de Colombia se traduzca en prosperidad.

Este tiene que ser el siglo de la seguridad, el siglo de la confianza, de la prosperidad en inversión, el siglo de la Política Social que nos permita superar la pobreza, que nos permita construir equidad. Y ustedes son grandes artífices de ello.

Yo rindo hoy un homenaje a las Fuerzas Armadas de Colombia por su heroísmo, a todos los soldados y policías sacrificados, aquellos que están en los batallones de sanidad mutilados por las bombas del terrorismo.

Rindo un homenaje a ustedes, graduandos de hoy, integrantes de las Fuerzas Armadas de la Patria y de la sociedad civil.

Muchas gracias por este gran esfuerzo, por su devoción a la Patria, por su integración a estas disciplinas, que es fundamental para que sumando todos los diferentes esfuerzos, la Patria llegue a la seguridad que le permita hacer del siglo XXI el siglo del desquite.

Para avanzar en esta Política de Seguridad Democrática estamos pidiendo al Congreso de la República que se prolongue el Impuesto al Patrimonio. Ha sido muy útil, nos ha permitido no solamente avanzar en seguridad, pero también nos ha permitido que la seguridad no se financiara a expensas de lo social.

Hemos avanzado en seguridad pero también hemos avanzando en lo social. Los soldados de la Patria han librado una gran batalla, pero también han sido acompañados por los programas sociales: por 41 millones de colombianos por seguro de salud, por la Revolución Educativa, por los avances del Sena, de Familias en Acción, de Banca de Oportunidades, de Bienestar Familiar.

Para que la Patria pueda continuar ese proceso democrático de avanzar con la seguridad, que nos permita remontar la violencia y poder consolidarla, se necesitan esos esfuerzos que han hecho los sectores más pudientes de la Nación.

Estamos en momentos en que se crean dificultades para integrantes de nuestras Fuerzas Armadas.

Vengo a esta graduación a repetir toda nuestra devoción por las Fuerzas Armadas de Colombia, es el único camino que nos queda.

Las Fuerzas Armadas, cada uno de sus integrantes, debe saber que uno de los esfuerzos que estamos adelantando es el de poder dotar a las Fuerzas Armadas de un sistema de defensa judicial que les dé más tranquilidad en su legítima actuación.

No hay derecho que a diario los integrantes de las Fuerzas Armadas tengan que sacrificar su sueldo o su pensión para pagar abogados, para entrar a defenderse por acusaciones en muchas ocasiones infundadas, en muchas ocasiones solamente con el sesgo político de afectar la Política de Seguridad, y que tengan que hacer un enorme sacrificio en la manutención de su familia, en su nivel de vida, por poderse defender en lo judicial.

Allí el mayor esfuerzo lo tiene que hacer el presupuesto nacional y así lo hemos pedido al Ministro y a los altos mandos.

Vengo, también, a decir a ustedes que hay que persistir en aquello de combinar la eficacia con la transparencia. En nombre de los derechos humanos no podemos sacrificar la eficacia, y en nombre de la eficacia no podemos maltratar los derechos humanos.

Algunos hacen pensar que para practicar los Derechos Humanos tenemos que renunciar a la seguridad y entonces permitir impunemente que aquellos que maltratan los derechos humanos, los violadores de 40 años de derechos hmanos, los grupos terroristas, sigan por los campos de Colombia afectando la paz, la tranquilidad, la vida, los bienes de nuestros ciudadanos.

Nosotros creemos que eso ha sido un engaño a la Patria, nosotros creemos en los derechos humanos, pero pensamos que el primero de los derechos humanos es garantizarles a los colombianos el derecho a vivir en paz, el derecho a vivir tranquilamente, el derecho a vivir con seguridad.

Por eso es muy importante tener toda la energía de batalla para defender a los terroristas, toda la energía de batalla, toda la determinación y al mismo tiempo toda la decisión de acatamiento, de respeto a los derechos humanos, para que se dé ese dúo tan importante de valores en nuestra democracia, que está integrado por la eficacia y por la transparencia.

En la mañana de hoy la Corporación Gold Mercury International tuvo la generosidad de entregar al Presidente de Colombia la Medalla Gold Mercury del año.

Allí han entregado la medalla a destacadas personalidades del mundo: al Presidente Reagan (Ronald, de Estados Unidos), al Presidente de Alemania, al Presidente Pompidú (George, de Francia).

He expresado que alguien de mi generación, con la fortuna de regir a Colombia, con el infinito honor de regir a Colombia, no habría podido hacer nada distinto que enfrentar a los violentos, para garantizar que las nuevas generaciones puedan vivir con la paz que nos ha sido tan esquiva a las generaciones presentes y a las anteriores.

Hay unos artífices del avance de Colombia y de lo que falta. Porque hemos acabado con el paramilitarismo y debilitado a las guerrillas y disminuido el narcotráfico, pero tenemos aún guerrillas, narcotráfico, bandas criminales.

Y entonces quieren reaparecer con la extorsión y el secuestro en muchas áreas de Colombia, y los ciudadanos de la Colombia urbana nos exigen mayores esfuerzos para garantizar plena seguridad en la Colombia urbana.

Lo que se ha hecho y lo que tendrá que hacer el país, tiene unos héroes, tiene unos autores, tiene unos colombianos excepcionales: los soldados y policías de la Patria.

No quiero que sea tarde para entregar la Medalla ‘Global Peace and Security’, de la Fundación Gold Mercury, que he recibido en la mañana de hoy, a las Fuerzas Militares de Colombia, a las Fuerzas Armadas de Colombia, a todas sus fuerzas, que son las que han logrado este reconocimiento internacional para nuestra Patria.

Así como me sentía esta mañana muy sonrojado de que el simple cumplimiento del deber lo premiaran, ahora me siento muy emocionado de poder entregarle este premio, el mismo que recibí esta mañana, a las Fuerzas Armadas de Colombia.

Quiero entregárselo para que lo reciba en nombre de las Fuerzas Armadas de Colombia, al señor general Freddy Padilla de León, Comandante General de nuestras Fuerzas Militares.

El heroísmo de los soldados y policías se merece todos los reconocimientos de la Patria y del mundo.

Muchas felicitaciones graduandos”.

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