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Palabras del Presidente Álvaro Uribe Vélez durante el conversatorio con estudiantes de la Universidad de La Sabana

Bogotá, 9 abr (SP). Presidente Álvaro Uribe Vélez: “Me siento muy honrado en regresar a la Universidad de la Sabana que ha sido generosa con el Gobierno todos estos años, donde hemos tenido un auditorio libre, sensato, analítico. Y quiero felicitar a la Universidad de la Sabana por sus avances de estos años. Muchas gracias por sus palabras, señora Decana (Adriana Patricia Guzmán de Reyes); muchas gracias, señor Rector (Obdulio Velásquez).

Quiero repetir un tema que considero muy importante antes de entrar en los puntos concretos que me han expresado.

Los gobiernos tienen que tener una visión y tienen que simplificarla para convertirla en un motivo fácilmente asequible por el colectivo.

Hace diez años, nueve años, empezaba yo la candidatura a la Presidencia, y preguntaba en las universidades a los jóvenes si en algún momento habían pensado irse definitivamente del país. Y la gran mayoría levantaba la mano.

Me parecía que había una especie de desarraigo, de pérdida de las raíces de Patria, de desprendimiento de Patria. Entonces, buscamos una palabra para guiar la tarea política y la tarea de Gobierno: confianza.

Dijimos: hay que crear confianza en Colombia, profundizar la confianza en Colombia.

Y nos propusimos avanzar por tres caminos: la política de Seguridad Democrática, la política de promoción de inversiones con responsabilidad social, y la política social, de lo cual es líder la política educativa; yo creo que muestra un gran avance en el país.

¿Cómo se relacionan esas tres políticas? La política de Seguridad Democrática es una fuente de recursos, un valor democrático.

Cuando mi generación estaba en las bancas de la universidad, y en las bancas de la universidad pública, se rechazaba la seguridad porque se quería entender que la seguridad era una aproximación fascista, era una política de represión.

Yo creo que una transformación cultural bien importante del país en los últimos años ha sido entender que la seguridad es un valor democrático y una fuente de recursos.

Otra transformación cultural:

En las bancas de la universidad pública mi generación hablaba solamente de la necesidad de cambiar las estructuras sociales; no de la necesidad de promover inversiones. Yo creo que otra revolución cultural que se ha dado es que hoy amplios sectores de la sociedad colombiana están de acuerdo en que hay que promover una expansión de la inversión, para que de allí surjan los recursos para la política social.

La seguridad y la promoción de la inversión crean condiciones para la política social. Y esta, a su vez, es un gran validador de la seguridad y de la promoción de inversiones.

Diría yo que la combinación ha permitido lo siguiente: avanzar en la seguridad sin represión. Si nosotros hubiéramos pretendido avanzar en la seguridad sin la compañía de la política social, seguramente amplios sectores de la población colombiana que han acompañado la política de seguridad en estos años no la habrían acompañado. Entonces, en una sociedad democrática, con una bien grave tradición de violencia, cuando las mayorías ciudadanas no acompañan estas políticas, se crean unos fenómenos de malestar que, a su vez, crean en los gobiernos tentaciones represivas. Por fortuna eso no se ha dado.

Podemos presentar hoy como balance ante la comunidad colombiana y ante el mundo que hemos adelantado durante ocho años una política de seguridad sin represión, una política de seguridad con valores democráticos que por eso la denominamos política de Seguridad Democrática. Bien importante para esta Patria.

La violencia, obstáculo del progreso

He venido a lo largo de los últimos 14 meses revisando historia de la Patria con motivo del Bicentenario. Y llega uno a la conclusión de que el pueblo colombiano tiene excelentes condiciones.

Ayer, en el Foro Económico Mundial en Cartagena, que por primera vez se reúne en Colombia, y lleva 40 años, una de las tantas reuniones que tuvimos fue con el médico, director clínico del hospital Jhon Hopkins de los Estados Unidos. Dijo: ‘Estoy admirado del alma que se refleja en la sonrisa de los colombianos’.

Y le dije: ‘Le agradezco tanto que lo haya observado, porque eso es un gran capital social de mi Patria. Una ciudadanía que podría estar amargada, llena de odios por tanto sufrimiento, y es una ciudadanía que mantiene espontaneidad y alegría’. Ese es un capital muy importante para construir Patria.

Además de una gran ciudadanía Colombia ha tenido buenos liderazgos, gobiernos, políticas públicas. ¿Y por qué no ha progresado tanto? Mucho menos de lo que debería haber progresado.

Yo creo que la violencia ha hecho mucho daño.

En 200 años de vida independiente escasamente hemos tenido 47 años de paz: siete años de paz en el siglo XIX, por los años del gobierno del Presidente (Rafael) Núñez, que fueron útiles. Florecieron la agricultura, la caficultura en la Región Andina, y en el Caribe, las primeras industrias.

Hicimos los pactos de paz de la última guerra civil del siglo XIX en 1902. Al año, por la postración del país, se separó Panamá. Estuvimos en relativa paz hasta principios de los años 1940. Hoy, 9 de abril, se conmemora un año más del asesinato del gran caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán.

Yo les decía esta mañana a estos jóvenes que han atendido la representación de los medios de comunicación en la Presidencia de la República, que no fue el primer magnicidio ni el último. Después del asesinato del doctor Gaitán también vino el asesinato de Luis Carlos Galán, de Álvaro Gómez Hurtado.

Y antes, habían asesinado a Rafael Uribe Uribe en 1914. En los años 1860, al Presidente electo Julio Alboreda. Y el 4 de junio de 1830, al gran compañero, al mejor discípulo del Libertador, al mariscal (Antonio José de) Sucre, allá en la montaña de Berruecos.

Una Patria con un proceso de violencia muy duro.

Ese tema del repaso de la historia a la luz de la violencia es bien apasionante, los invito.

Yo he venido -creo que en cumplimiento de deberes de Presidente de la República- examinándolo -y no soy historiador- y tratando de hacerle aportes a la reflexión en este Bicentenario.

Es que mire, apreciada comunidad académica: desde los años 40 las generaciones vivas no tiene paz. La violencia entre los partidos, superada por los pactos del Frente Nacional; inmediatamente, la aparición de las guerrillas marxistas; la reacción del paramilitarismo; todos cooptados por el narcotráfico. Una tragedia que tratamos de superar.

El país en este Gobierno ha hecho un esfuerzo por reparar víctimas, que ya reclaman. Antes no reclamaban porque les daba temor o porque lo encontraban inútil. Ahora las víctimas reclaman, tenemos 280 mil registradas.

Hemos aplicado alrededor de 700 millones de dólares para empezar la reparación.

Que reparación total no hay, pero todo esfuerzo de reparación anula gérmenes de odio, semillas de venganza. ¿Qué creo yo que es la reparación más importante que requieren los colombianos? El derecho a la no repetición. Que las nuevas generaciones puedan vivir en un país que tenga ese presupuesto que es la seguridad con valores democráticos como una gran contribución a la prosperidad.

Quería ubicar estos temas aquí en esta especie de marco conceptual.

Creo que nos ayudaría para mayor claridad si los distinguidos profesores me hicieran, de cada uno de los 5 puntos, como un desagregado. Por ejemplo, en el punto ‘crisis diplomática con Venezuela’, ¿por qué no me ayudan los distinguidos profesores para no hacer yo un monólogo etéreo? Por ahora en ese punto. Consagrados en ese punto me ayudan con una desagregación de temas en ese punto, para mirarlo puntualmente.

Pregunta: Presidente, la pregunta básicamente con respecto al primer punto es esta: ¿qué acciones se pueden tomar para frenar el escalamiento en la crisis con Venezuela, restablecer las relaciones diplomáticas y evitar que el deterioro entre los dos gobiernos termine en un conflicto bélico?

Presidente Álvaro Uribe Vélez. Yo le diría lo siguiente. Pero me gustaría, una vez le conteste esto, que siguiéramos con ese primer punto, porque antes de la pregunta hay una serie de considerandos, y que me den la oportunidad de referirme también a los considerandos.

‘Nosotros no tenemos tentaciones de guerra internacional’

Primero, Colombia enfrenta el desafío de recuperar la seguridad interna. En eso estamos en Colombia. Nosotros no tenemos tentaciones de guerra internacional. Entonces, el primer punto es tener absoluta claridad de qué es lo que queremos. Lo que queremos es resolver un problema interno que ha martirizado a muchas generaciones, no una guerra internacional, menos con nuestros hermanos.

Quisiera ser corto y que ustedes me fueran llevando en los puntos que están ahí en los considerandos y en las preguntas.

Pregunta: Sin duda Presidente. Algo que nos preocupa bastante es el arresto de varios connacionales, bajo el argumento de que conforman grupo armados ilegales o que hacen parte de un complot contra el Gobierno venezolano y la infraestructura energética del país.

Presidente Álvaro Uribe Vélez: Colombia tiene un derecho y unas obligaciones. Colombia tiene el derecho de exigir que terroristas colombianos no se refugien en el extranjero.

A mí me dicen: bueno, pero es que esa exigencia suya causa malestar en las relaciones diplomáticas.

Yo creo que las relaciones diplomáticas no pueden sacrificar el derecho de un pueblo a superar el terrorismo. Algunos dicen: Ah no, es que esto se resuelve cuando Uribe se vaya; que volvamos a una diplomacia amigable de coctel y de cruce de sonrisas y abrazos.

Entonces, la advertencia que yo hago es: eso no debería ser, en perjuicio de lo que es honrar el derecho de los colombianos a poder vivir libres de terrorismo.

Además, si a los terroristas no se les enfrenta afuera, ellos nunca van a someterse a la Ley colombiana, porque siempre van a tener la esperanza de que un refugio que encuentren afuera les permitirá en algún momento volver a Colombia a seguir con su actividad criminal. Ese es un derecho.

Y hay una obligación: el Estado colombiano tiene la obligación de velar por sus connacionales estén en Colombia o por fuera.

Nosotros somos respetuosos de los extranjeros que viven en nuestro país. Nosotros tenemos el derecho de pedir que a los 4 millones de colombianos que viven por fuera, se les trate como nosotros tratamos a los extranjeros que viven aquí.

Yo no puedo guardar silencio frente a estas preocupaciones: hace unos meses aparecieron muertos con tiro de gracia en Venezuela varios jóvenes colombianos. Todo lo que se dijo es que eran paramilitares. Nosotros preguntamos qué pasó con el debido proceso, con la presunción de inocencia, cuáles son las pruebas. Creo que tenemos el derecho de saber si fueron dados de baja en una operación legítima de fuerzas armadas o si fueron asesinados.

Y entonces, con la autoridad moral que nos da ser respetuosos de los extranjeros que viven aquí, nosotros tenemos que cumplir la obligación de velar por los derechos de nuestros compatriotas en el extranjero.

No puede ser que sin que se conozcan las pruebas, el debido proceso, un agente del DAS esté preso allí en una cárcel de alta seguridad, acusado de espionaje.

Ahora acusan a otros colombianos de espionaje. Uno de ellos, médico. Trabajó en una brigada colombiana como médico, como médico, hasta 2002. Otra de ellas enfermera. Trabajó en una brigada colombiana como enfermera hasta 2004. El médico obtuvo después nacionalidad canadiense y llegaron a Venezuela y están vinculados a una pequeña fábrica de helados. Y entonces, ahora se les acusa de espionaje.

Y las pruebas que conocemos es que estaban tomando fotos. ¿Qué tal que se me ocurra a mí que las fotos que me toman con mis compatriotas, ahora que todo el mundo tiene una máquina de fotografía incorporada a un celular, es espionaje? La prueba que se esgrime es que tenían un carné por su trabajo como médico y como enfermera, en una brigada colombiana.

Nosotros tenemos derecho a exigir, obligación de exigir que a esos colombianos se les respete el debido proceso, la presunción de inocencia.

A mí me parece muy grave que por salvar apariencias de cortesía diplomática, el Gobierno colombiano renuncie al cumplimiento de esas obligaciones.

Le pregunto al pueblo colombiano: ¿Qué gobierno quiere? ¿Un gobierno que por salvar apariencias de cortesía diplomática, guiado por la debilidad, vuelva al pasado y no exija que se respete el derecho de los colombianos a vivir sin terrorismo? ¿Un gobierno que por salvar apariencias de cortesía diplomática no cumpla las obligaciones de exigir que a los ciudadanos colombianos que viven en el extranjero se les respete el debido proceso, se les respeten los derechos humanos? ¿O un gobierno firme, que cumpla con esas obligaciones y que reclame esos derechos?

Yo creo que es una reflexión bien importante en este momento de la vida colombiana, apreciada comunidad académica.

Sobre Venezuela, porque yo veo que tienen ahí más consideraciones.

Pregunta: el otro punto, Presidente, es la compra de armas, la reciente compra de armas a Europa, a Rusia, sobre todo, y la reacción de algunos candidatos presidenciales, algunos piden más diplomacia, otros, mayor dureza.

Presidente Álvaro Uribe Vélez: Yo creo que esta última parte ya la respondí, con una pregunta. Nada ganamos con una diplomacia de coctel y de cruce de sonrisas, totalmente ineficaz para reivindicar el derecho de los colombianos de que no se refugie a terroristas colombianos en el extranjero.

Nada ganamos con una diplomacia de reglas de cortesía, para sacrificar la obligación del Estado de exigir el respeto a los colombianos que viven en otros países.

Colombia ha fortalecido sus Fuerzas Armadas para enfrentar un problema interno, de narcoterrorismo, que nos ha bañado en sangre durante muchos años. Pero Colombia no está en carrera armamentista. Eso es bien importante señalarlo.

Se dice: bueno, pero es que tiene un acuerdo con los Estados Unidos. En los 8 años de este Gobierno hemos tenido el apoyo de los Estados Unidos en esta lucha contra el narcoterrorismo. Mi pregunta es: ¿qué país puede levantar la mano para decir que durante estos 8 años el acuerdo que hemos tenido con los Estados Unidos se ha utilizado para cometer ofensas contra otro país? Ninguno.

Entonces, por los hechos los conoceréis. Ese antecedente es de trascendental importancia. Es plenamente indicativo de que nosotros afirmamos con sinceridad y con buena fe que todos estos esfuerzos que hace Colombia, excluyen cualquier posibilidad de que el país esté pensando en una guerra internacional.

Nuestra obsesión es que las nuevas generaciones de colombianos puedan vivir tranquilas en la Patria.

Y hemos avanzado.

Yo decía ayer en el Foro Económico, refiriéndome a América Latina, que hay países como México, de los cuales hoy se habla mucho, porque está librando una batalla contra el narcoterrorismo.

Pienso que a México lo que hay que hacer es aplaudirlo y apoyarlo.

A mí me preocupa es cuando ocurre lo contrario. Cuando no se habla, porque el problema interno de narcoterrorismo que crece en países no se le enfrenta, y ese problema va avanzando como el comején tierrero, que socava la tierra por debajo y cuando aparece a la superficie ya ha hecho un daño mayor.

En América Latina hay países con unos fenómenos crecientes de narcotráfico y de inseguridad interna, que todavía no los reconocen y que todavía no los enfrentan. Y eso es muy grave.

Y no reconocen problemas internos de inseguridad, altas tasas internas de criminalidad, y sin embargo andan en carreras armamentistas, pensando en guerras internacionales.

El año pasado llegó a mis manos un gran libo de la Universidad de Harvard. Oportuno, por el momento de la crisis económica internacional. Cuyo título es ‘Cómo enfrentar las crisis’. Lo primero es que hay que reconocer las crisis. Y hay países que no quieren reconocer que tienen una crisis interna de inseguridad sumamente grave; que tienen una crisis interna de avance del narcotráfico sumamente grave. Y es bueno compararlo con México, porque México reconoció la crisis y la está enfrentando.

Y de pronto la desorientación de la sociedad latinoamericana es porque solamente se habla de México, que la está enfrentando, y de Colombia, que valerosamente la viene superando. Pero no se habla de aquellos que la tienen, y profunda, pero que no la han reconocido y que no la han enfrentado.

Déjeme hacerle, apreciado profesor, un comentario final sobre el primer punto:

No se puede perder de vista esto: nosotros tenemos un sistema de libertades que no gusta en otros países. Nosotros tenemos un sistema de apoyo a la iniciativa privada que no gusta en otros gobiernos. Nosotros tenemos un sistema de independencia de instituciones del Estado, que es rechazado por gobiernos de otros. Nosotros tenemos un sistema de libertades para participación ciudadana que también incomoda a otros gobiernos.

Yo creo que ahí se presenta lo que podríamos llamar ‘características de diferencia de modelos’: unos están estatizando medios de producción; nosotros creemos que la iniciativa privada es fundamental. Unos no permiten que se les diga comunistas, pero quieren hacer renacer el comunismo; nosotros tenemos un sistema de libertades. Y bien importante.

Pienso yo que cuando hay libertades, como esa libertad de iniciativa privada, como la libertad de prensa, eso estimula a los pueblos a ser creativos.

En mi concepto, la investigación y la técnica, la ciencia y la técnica no florecen donde hay restricción de libertades, porque se pierde la creatividad, los pueblos se ‘aperezan’. Se puede mirar en modelos del pasado que colapsaron y en modelos del presente. Se pierde la laboriosidad, la curiosidad, la inquietud, la imaginación.

Hay una diferencia de modelos sustancial. Y esa diferencia de modelos no se puede ocultar, porque esa diferencia de modelos ha creado mucha prevención contra Colombia. A algunos en el continente no les gusta que el modelo colombiano tenga éxito.

Les dejo esa reflexión, apreciada comunidad”.


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