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Palabras del Presidente Uribe durante el Seminario Internacional de Derecho Constitucional

Medellín, 27 abr (SP). “Me honra mucho regresar a la Universidad de Medellín, y a un evento de tanta importancia. Quiero felicitarlos, señora Presidente de la Consiliatura (Aura Marlenny Arcila Giraldo), a usted, al Rector, a toda la Universidad, por estas iniciativas que bastante necesita la Patria en este momento de reflexión a que obliga el Bicentenario (de la Independencia).

He venido, apreciada comunidad académica, asomando una preocupación: cuando uno repasa la historia de la República encuentra en términos generales buenos gobiernos, políticas públicas, liderazgo, un país con una gran creatividad, con una gran laboriosidad y un país siempre preocupado por tener una gran articulación constitucional.

Y entonces uno se pregunta ¿Por qué no hemos prosperado lo suficiente?

Cuando se dio el grito de la Independencia teníamos el ingreso per cápita de los Estados Unidos, y cuando terminó la Segunda Guerra Mundial estábamos en el mismo nivel de los asiáticos.

Seguramente los historiadores, los economistas, los politólogos ofrecen sus respuestas en este examen de los dos siglos de vida independiente.

Particularmente yo, simplemente desde una visión de hombre público, considero que el país ha tenido un factor que le ha hecho mucho daño, que nos ha traído muchas frustraciones y nos ha evitado prosperidad: la violencia.

Si examinamos estos 200 años de vida independiente, escasamente encontramos 47 años de paz: siete en el Siglo XIX alrededor del Gobierno del Presidente Núñez, y 40 años aproximadamente en el Siglo XX, desde que se dieron los acuerdos de paz de 1902, que pusieron punto final a la Guerra de los Mil Días, que fue de 1.128 días, 100 mil muertos, dicen los historiadores, y la reaparición de la violencia partidista a principios de los años 40.

Y después de esa violencia partidista, que termina con los pactos del Frente Nacional, de finales de los años 50 entre los ex presidentes Alberto Lleras y Laureano Gómez, aparece la violencia de las guerrillas marxistas, del odio de clases, de la aspiración de destruir el Estado de leyes, el Estado de derecho por la dictadura del proletariado, y generan la reacción igualmente cruel y devastadora del paramilitarismo, y unos y otros cooptados por el narcotráfico, pesadilla que todavía no hemos superado.

Y uno examina esto a la luz de muchas experiencias nacionales.

Elección popular de alcaldes y Constitución del 91

Creo que es oportuno examinar este fenómeno a la luz de dos acontecimientos de la vida constitucional y política de la Nación, relativamente recientes y de gran importancia: la elección popular de alcaldes y la Constitución de 1991.

No fue fácil la elección popular de alcaldes, el país la debatió por más de un siglo, todavía no hay explicaciones claras de por qué incluso no se adoptó a la luz de los preceptos constitucionales de 1863.

Vino después la Constitución del 86, el tema se olvidó, lo vino a mencionar nuevamente el liberalismo en su reunión de Ibagué, el Congreso ideológico que presidió el general Benjamín Herrera, en 1823.

Pero se requirió llegar hasta los años 1980, al final de la administración del Presidente (Belisario) Betancur, para que, paradojalmente, el doctor Álvaro Gómez Hurtado, entonces Senador de la República, que por trayectoria y linaje podría aparecer como uno de los opositores a estas medidas de ampliación democrática, fuera como en efecto fue, quien presentó e impulsó el acto legislativo que incorporó en Colombia la elección popular de alcaldes.

Y después, sorpresivamente, pero gratamente para la democracia, la Constitución del 91 trajo la elección popular de gobernadores.

¿Por qué sorpresivamente?

Porque no fue tema de las discusiones políticas que llevaron a producir el decreto presidencial de estado de sitio para convocar esa Constituyente. Tampoco fue tema de las proposiciones iniciales, pero llegó.

Particularmente pienso que el origen de la Constitución del 91 es un origen que el país tiene que examinar detenidamente, porque fue una convocatoria de estado de sitio y fue una declaratoria de exequibilidad en el entonces juez constitucional que era la Corte Suprema de Justicia, por el voto de un conjuez.

Y fue una elección con muy poca participación ciudadana, aquella elección del 9 de diciembre del año 1990.

Pero dejando aparte ese tema para el análisis de los estudiosos de la historia constitucional, tenemos que decir que ahí hubo un avance.

Por supuesto, hay materias que se critican. Yo mismo he tenido las observaciones a algunos puntos del acto legislativo.

Pero se introdujo la elección popular de gobernadores, y aquel proceso de descentralización que se había fortalecido con la reforma constitucional del Presidente Carlos Lleras en 1968, cuando se incorporó el situado fiscal, aquel proceso de descentralización que también se fortaleció con las leyes 11 y 12 de la administración Betancur, impulsadas por el entonces Ministro Jaime Castro.

Ese proceso se fortalece con la Constitución de 1991, con el Sistema General de Participaciones, que se definía constitucionalmente unos porcentajes muy significativos de transferencia a las regiones de los ingresos ordinarios recaudados por la Nación.

¿Por qué traigo estos dos temas?

Porque fueron temas de gran ampliación democrática, que se reclamaron desde muchas orillas.

Yo recuerdo, siendo estudiante de la Universidad de Antioquia, de su Facultad de Derecho, que las guerrillas de 1970 hacían llegar a la Universidad panfletos en los cuales garantizaban que de aprobarse en el país procesos de ampliación democrática, como la elección popular de alcaldes y la elección popular de gobernadores, ellos desistirían de la lucha armada.

Me parece que fue ayer cuando estábamos los estudiantes de la Universidad de Antioquia en las cafeterías, leyendo aquellos panfletos.

Y se recibió con alborozo la elección popular de gobernadores, antes la de alcaldes, pero en lugar de que aquellos que propusieron la paz a consecuencia de esas decisiones, en la víspera, cumplieran el compromiso y facilitaran la paz, se convirtieron en sicarios de alcaldes y gobernadores.

Y eso estuvo a punto de frustrar la descentralización.

Cuando nuestro Gobierno empezó, 400 alcaldes de Colombia estaban amenazados por guerrillas y por grupos paramilitares, 300 alcaldes de Colombia no podían estar en sus municipios por la inminencia del atentado contra su vida, derivado de estos grupos.

La violencia, que se había ofrecido que cesaría si se adoptaban estos procesos de descentralización, se convertía en un gran golpe al mismo proceso de descentralización.

Y empezamos a tener también una gran frustración en las rentas.

La penetración de los grupos guerrilleros para robarse los ingresos de los departamentos y de los municipios, cundió.

Y el ejemplo lo siguieron los paramilitares.

Encontrábamos en Arauca y en Casanare primero al Eln y a las Farc, disputándose cómo podían robarse las regalías petroleras de estos departamentos, y después a los paramilitares compitiendo con ellos.

Hubo una gran amenaza de la violencia a los dos factores fundamentales de la descentralización: la elección de los mandatarios regionales y locales, y el reconocimiento de transferencias y de regalías. La elección y los recursos

Intangibles de la Seguridad Democrática

Con la Política de Seguridad Democrática de nuestro Gobierno hemos buscado recuperar ese estado de cosas que amenazó la descentralización.

Cuando a mí me preguntan por los resultados de la Seguridad Democrática, he expresado a mis compatriotas lo que reitero hoy aquí en la Universidad de Medellín: hemos avanzado, vamos ganando, pero no hemos ganado todavía.

El proceso de consolidación es un proceso que exige un gran esfuerzo permanente de la Nación entera.

Pero en lugar de detenerme en las cifras de reducciones de homicidios, secuestros, masacres, destrucciones de municipios, que son elocuentes, he querido detenerme en el tema de los intangibles.

Creo que recuperar la dinámica de la descentralización es un resultado intangible muy importante de la Seguridad Democrática.

Creo que poder decir que hoy todos los alcaldes están en sus municipios, rodeados de garantías, independientemente del origen político de su elección, es un resultado bien importante de nuestro proyecto de seguridad. Independientemente del origen político de su elección, es una de las situaciones que amerita calificar como democrática esta política de seguridad.

Creo que la circunstancia de haber enfrentado todos estos grupos, de haber desarticulado el paramilitarismo y de ir en este proceso de debilitamiento de las guerrillas, ha quitado un factor de raponazo a las finanzas descentralizadas. Pienso que allí hay un gran avance.

He hablado de otros intangibles.

Esta política de seguridad, para bien del orden constitucional, ha recuperado el monopolio del Estado para combatir a los criminales y para administrar justicia.

Esos monopolios se habían perdido.

La palabra ‘paramilitar’ surgió en Colombia para denominar bandas privadas criminales cuyo objetivo era combatir a las guerrillas.

Hoy en Colombia el Estado es el único que está combatiendo a los criminales de cualquier origen.

Creo que hay una ganancia para la institucionalidad democrática de mucha importancia.

¿Y qué había pasado con la justicia?

Una justicia autónoma, independiente, que ganó mucha estatura con el reconocimiento de la constitución del 91, había sufrido desplazamientos y reemplazos, usurpaciones en el proceso reciente de violencia.

Nosotros encontramos que en muchas regiones de Colombia fiscales y jueces no podían administrar justicia, que habían sido desplazados por cabecillas paramilitares y guerrilleros. Estos usurpaban funciones para resolver conflictos de familia, para resolver dificultades entre vecinos, para hablar de lo menos grave.

Ese monopolio de la justicia se ha venido recuperando.

Otro intangible bien importante en este proceso es el reclamo de las víctimas.

Las víctimas no reclamaban, por temor o porque lo encontraban inútil. Hoy tenemos 280 mil víctimas que han registrado sus reclamos. Es algo bien importante.

Se ha readquirido confianza, capacidad para reclamar ante el Estado y estamos en un proceso de reparación. Reparación total no hay, apreciada comunidad universitaria, creo yo.

Pero todo esfuerzo de reparación es un esfuerzo que evita semillas de odio, que evita reacciones de venganza.

En este Gobierno hemos gastado los primeros 700 millones de dólares para avanzar en el proceso de reparación pecuniaria de víctimas, e incorporamos una figura que ágil: la figura de la reparación administrativa por acuerdo, que bastante ha ayudado porque avanza con rapidez.

Otro intangible bien importante en este proceso de Seguridad Democrática es que ha sido una seguridad conducida por legislación ordinaria, no por legislación marcial.

El país en todos los procesos anteriores vivió en estado de sitio. Nosotros en estos ocho años, con una política de seguridad sostenida y firme, y que ha mostrado su eficacia, la hemos adelantado con legislación ordinaria, con total respeto a los derechos políticos, a las garantías civiles.

Yo creo que esto habla bien de la democracia colombiana.

Ahora, los procesos de violencia que hemos vivido, los que hemos superado, los que nos siguen afectando –porque hoy estamos en una lucha denodada contra las bandas criminales del narcotráfico y los remanentes de guerrillas con ellos integrados- todos esos procesos son procesos que tienen largos y profundos antecedentes en la historia de la Patria.

Por eso, la superación total de la violencia es bastante exigente, requiere una mentalidad de toda la Nación comprometida con ese propósito.

El profesor Luis López de Mesa, hijo de esta tierra, quien fuera Canciller del Presidente Eduardo Santos, en un interesantísimo libro que se llama ‘Las Frustraciones Nacionales’, habla cómo la violencia con la cual se destruyó a la cultura agustiniana, frustró a las generaciones siguientes de la posibilidad de conocer el acervo que había acumulado la cultura agustiniana.

Y también afirma el profesor López de Mesa que la violencia de la conquista nos privó de conocer los grandes avances de las comunidades aborígenes que habitaban nuestros territorios.

Y cuando nos vamos acercando al 20 de Julio de 1810 encontramos ese fantasma de la violencia en todos los momentos, afectando los procesos de desarrollo del país.

Historia de la violencia

Al día siguiente del 20 de Julio el General Santander, que había cumplido 18 años y se había graduado en el Colegio San Bartolomé de Bogotá, se enrolaba en el ejército, pero no en el ejército cuyo propósito era afianzar la independencia, sino en uno de los ejércitos de la primera Guerra Civil.

Nosotros en lugar de afianzar la independencia, nos embarcamos en la primera Guerra Civil.

Desde Bogotá el Gobierno de Antonio Nariño, con las tesis centralistas, y desde Tunja el Gobierno de Camilo Torres, presidiendo las provincias unidas, con las tesis federalistas.

Esa guerra nos va llevando a la Patria Boba y facilita la reconquista de Sámano y Morillo.

Pienso yo que la reconquista no fue por nuestra incapacidad de derrotar a los españoles, se dio porque nos gastamos las energías en la primera violencia entre nosotros, ya después del grito de Independencia.

Hace dos años conmemoramos el centenario de la muerte del Sabio Mutis, y hay unja pregunta importante para formularse ¿Por qué esa generación que él formó no alcanzó a darle suficiente a Colombia, esa generación de la iluminación, aquí tuvimos a uno de ellos, el sabio Caldas?

Porque esa generación en la reconquista fue llevada al cadalso.

Nuestra violencia interna permitió esa reconquista que llevó al cadalso a lo que podríamos llamar la generación de la iluminación.

Los magnicidios en Colombia han sido otra causa de frustraciones.

En agosto del año pasado se conmemoraron los 20 años del magnicidio de Luis Carlos Galán.

Pero es que los magnicidios empezaron en la misma independencia.

Creo que el fusilamiento de (Juan) Piar por nuestras propias y por órdenes del Libertador, podría considerarse como uno de los primeros magnicidios.

Y después, aquellos fusilamientos que se dieron con motivo del atentado contra el Libertador del 25 de septiembre de 1828, también podrían considerarse magnicidios.

Allí murió el almirante (José Prudencia) Padilla, el héroe de la única batalla naval de la Independencia, de la Batalla de Maracaibo. La historia, de manera general, dice que fue inocente, que no participó en el atentado contra el Libertador, pero se le fusiló, hizo parte de aquel grupo a quienes se les aplicó la pena de muerte.

Y el 4 de junio de 1830, el más importante discípulo del Libertador, el Mariscal Antonio José de Sucre, fue asesinado por los nuestros en Berruecos (Nariño).

Cuando regresó del sur, el Libertador le encomendó a Sucre que fuera a Venezuela a insistir en la necesidad de que se mantuviera la integración de la Gran Colombia.

Sucre fracasó en ese empeño. Bolívar también había fracasado.

Y cuando regresaba Sucre a Bogotá, ya Bolívar había emprendido el viaje final, el viaje póstumo que terminó en Santa Marta.

Y don Joaquín Mosquera le expresó a Sucre que era necesario, por orden del Libertador, hacer el viaje a Pasto y a Ecuador, para evitar la desintegración de la Gran Colombia y para evitar que Pasto, que estaba bajo las ordenes de (José María) Obando, se integrara con Ecuador y se desafiliara de la Nueva Granada.

Sucre quería hacer ese viaje, porque además tenía el propósito de radicarse en Quito, donde vivía su señora y su única hija. Su idea era realizar el viaje por Cali–Buenaventura, embarcarse en Buenaventura hasta el puerto de Guayaquíl y subir a Quito.

En Bogotá, don Domingo Caicedo le expresó –Vicepresidente de la República- que debía hacer el viaje por Popayán. Tomó el camino de La Plata, cruzó el Magdalena, allí le hicieron un atentado que se le atribuyó a José Hilario López, del cual salió vivo, pero más tarde lo asesinan en la Montaña de Berruecos.

Solamente se conoció uno de los asesinos materiales: Apolinar Morillo.

La historia ha querido comprometer a Obando y a Jose Hilario López en el asesinato de Sucre. Otros han dicho que no fue así, pero ahí se dio un magnicidio que maltrató bastante a la Nación entera.

Y después en Berruecos, en los años 1860, es asesinado el Presidente electo, Julio Arboleda. Y después, en 1914, Rafael Uribe Uribe, uno de los grandes gestores de las políticas de paz que le pusieron fin a las guerras civiles. Y después Jorge Eliécer Gaitán, y después Luis Carlos Galán y después Álvaro Gómez.

Aquel 1828 y aquel 1930 producen la partida de tres grandes: de Sucre a encontrar la muerte en Berruecos; del General Santander al exilio, y del General Bolívar a su destino póstumo en Santa Marta.

Bolívar iba en pleno viaje, cuando le informaron de la muerte de Sucre, y cuánto lo afectó.

Hay un bellísimo pasaje que tiene que ver con la Convención de Ocaña. Esa Convención de Ocaña que se celebra en 1828, no se permitía que el Presidente titular asistiera. Bolívar no fue a Ocaña, se quedó en Bucaramanga, tuvo allí una estadía relativamente larga, y uno de sus compañeros, el Coronel Luis Perú de la Croix escribió una bellísima obra que se llama ‘El diario del Libertador en Bucaramanga’.

Cuenta que todas las noches tuvieron tertulias con el Libertador, aprovechando aquella jornada de relativo reposo, y que le preguntaron en una de esas tertulias: ‘¿Libertador, usted cómo cataloga a los generales?’.

Y dijo: ‘Los mejores son aquellos que son buenos en el campo de batalla y buenos en la oficina. Y los segundos, aquellos que son buenos en el campo de batalla y malos en la oficina. Y los pésimos, aquellos que siendo buenos en la oficina, son malos en el campo de batalla’.

Y le preguntaron: ‘¿Y quién es el mejor?’. Y contestó sin vacilación, Sucre.

Imaginen ustedes aquella consideración del Libertador por Sucre, y que ya el Libertador enfermo, buscando su destino final, le llegue la noticia de que Sucre había sido asesinado en Berruecos.

Creo que nosotros nos privamos de tener al Libertador tiempo suficiente en el Gobierno, con sus dotes y su inteligencia, porque tuvo que aplicarse en demasía a la guerra.

Terminaba la campaña en la Nueva Granada con la Batalla de Boyacá, instalaba a Santander como Vicepresidente y emprendía él el camino para consolidar la independencia de Venezuela, que le había sido tan esquiva.

La independencia de Venezuela se pudo anticipar muchísimo, solamente se logró finalmente en aquella Batalla de Carabobo. Se pudo anticipar muchísimo, pero las luchas internas lo impidieron.

El Libertador fue varias veces derrotado allá.

Cuando llegó a Cartagena, a pedirle apoyo a (Manuel) Rodríguez Torices, y enseguida pasó por algunas localidades colombianas como Mompós y Tenerife, y finalmente obtuvo el apoyo de Camilo Torres y de las provincias unidas para regresar a Venezuela y adelantar lo él llamó la Campaña Admirable, él vino a Cartagena porque lo habían derrotado en Venezuela.

Y no obstante que avanzó en la Campaña Admirable, finalmente lo volvieron a derrotar.

Y la primera derrota dejó una huella amarga para la historia.

En la primera derrota se presenta esa desavenencia entre el Libertador y (Francisco de) Miranda.

Habían regresado juntos en 1812 de Londres, de pedir apoyo para que Caracas pudiera superar la destrucción del terremoto, y vinieron los insucesos de la pérdida de Puerto Cabello, de otras batallas, y acusa la historia al Libertador de haber traicionado a Miranda, quien es hecho preso, lo llevan a Cádiz (España) donde muere años después.

Y cuando el Libertador termina la independencia de Venezuela, regresa a la Nueva Granada pero por una estadía muy corta, y emprende la Batalla del Sur para consolidar la independencia de Ecuador con la Batalla de Pichincha, la independencia del Perú con la Batalla de Junín y con la Batalla de Ayacucho, y para formar la Nación Boliviana, cuyo gobierno entregó a Sucre.

En ese momento hay un pasaje constitucional importante.

La Constitución de Bolivia es una Constitución de mucha avanzada en aspectos sociales y económicos, pero han criticado que tuvo expresiones dictatoriales, gobiernos vitalicios.

Historiadores como John Lynch expresan que el ánimo de gobiernos centralistas y de gobiernos fuertes del Libertador, no derivaba de que tuviera unas convicciones antidemocráticas, sino del temor que le había causado la violencia entre nosotros.

Que él rechazaba la Organización Federal de los Estados Unidos, no por rechazarla para Estados Unidos, sino porque la situación interna entre nosotros, todas las rivalidades que se daban en Venezuela, que se daban en la Nueva Granada, hacían imposible poder presentarnos con un régimen federal.

Él regresa del sur, se ha consolidado la independencia de aquellas naciones y tampoco puede dedicarse a gobernar, porque tiene que hacer esfuerzos para evitar lo que finalmente no pudo evitar, la desintegración de la Gran Colombia.

Las batallas del Libertador, muchas veces generadas por nuestras propias hostilidades, por nuestras refriegas internas, nos frustraron de la posibilidad de tenerlo más tiempo en el Gobierno.

A Santander se le reconocen dos revoluciones educativas formidables: la revolución entre 1820 y 1826, como vicepresidente, y la revolución posterior, aquella que emprende en 1932 cuando regresa del exilio y es nuevamente elegido Presidente.

Pero esas revoluciones se frustraron, y se frustraron por la violencia, porque aquella que duró hasta 1826 se frustró por los hechos de violencia posteriores que lo condujeron al exilio, y aquella que emprendió en 1832 se frustró también por hechos de violencia siguientes.

Inexplicablemente Obando lazó la Guerra de los Supremos, no en nombre de las tesis de educación de Santander que él había defendido, sino de las tesis educativas de Bolívar que Obando había combatido.

Y ese proceso riquísimo en avances constitucionales de los años 1850, también se frustra por la violencia.

Uno encuentra ahí el proceso de 1851, el proceso de 1853, y entonces hay una especie de sucesión de constituciones, violencia y golpes de Estado, el final de ellos contra Marino Ospina Rodríguez.

Y el país recibe con alborozo la Constitución de 1863 con todas sus virtudes democráticas, con su organización federal.

Y se dan muchas frustraciones.

Pero óigase bien, apreciada comunidad, esas frustraciones de la Constitución de 1863 a mi juicio se dan por la inestabilidad y la violencia y el caos. Entre 1863 y 1886 Colombia sufre 30 guerras civiles.

Uno destacaría en esos procesos de la Constitución del 63 la revolución educativa del general Santos Acosta. Como las de Santander, también se perdió por la violencia.

El proceso tan importante de Aquileo Parra y de Murillo Toro. Sin embargo sus consecuencias no fueron tan prodigas para el bienestar de la Nación, como habría de esperarse, por la violencia.

El Gobierno de Núñez surge de la rebelión del Caribe colombiano contra el desorden y la violencia.

Yo diría que en aquellas etapas finales del siglo IXX hay dos regiones que se caracterizan por el rechazo al desorden y a la violencia: Antioquia y el Caribe.

Núñez había sido primero elegido Presidente del Estado de Bolívar, como rebelión contra el desorden y la violencia, y eso es lo que lleva a su elección como Presidente de la Nación entera.

¿Y qué ocurría en Antioquia?

Antioquia optó por separarse en aquel momento de las guerras y emprender el camino del ferrocarril, el camino de la alfabetización de todos los sectores trabajadores.

Los historiadores dicen que a principios de la década de 1890, el 80 por ciento de los trabadores industriales de Medellín estaba alfabetizado. En el resto del país apenas el 20 por ciento.

Aquí prospero significativamente la misión alemana, el gobierno de Pedro Justo Berrio.

Diría yo que en Antioquia allí hay unos años de prosperidad, porque Antioquia sabiamente supo excluirse de esa violencia.

Y del Caribe, yo diría que del Caribe hay que resaltar algo muy importante: detrás de ese temperamento jovial, expresivo, detrás de la alegría, de la espontaneidad del Caribe, hay una actitud de rechazo a la violencia, al desorden. Se da con la elección de Núñez y se repite en un acontecimiento bastante desapercibido de la historia, pero muy hermoso.

En 1903, al año de haber terminado la última guerra civil, cuando se separa Panamá, el general Heriberto Bengoechea, uno de los viejos luchadores de la guerra, lanzó allá en Barraquilla la Batalla de Flores, que es uno de los actos más importantes de ese patrimonio inmaterial de la humanidad declarado por la Unesco, que es el Carnaval de Barraquilla, que todavía se reproduce año a año en el Carnaval.

Dijo el general Bengoechea: ‘La Patria quedó destruida por las guerras, las únicas batallas que podemos admitir en adelante son las batallas de flores’.

Acababan de presentarse esos acuerdos de paz, los de 1902. Un coterráneo nuestro, Rafael Uribe Uribe, firmó uno de esos acuerdos –fueron tres acuerdos- lo firmó con el general Florentino Manjarrés, enviado por el Gobierno de la época.

Ese acuerdo se firmó en una finca del departamento del Magdalena, y allí dijo el general Rafael Uribe Uribe que: ‘Hemos firmado la paz no porque estemos convencidos de la paz, sino porque dejamos el país destruido. Ya no hay nada por qué pelearnos’.

Y agregó: ‘Nuestros padres y nosotros mismos incurrimos en el error de pensar que hacíamos Patria con los fusiles destructores de la violencia. Con la Patria destruida el único camino es reconstruirla. El único camino es reconstruirla con las herramientas fecundas del trabajo’.

Eso da la radiografía de la postración del país, de la frustración del país.

Pero eso no es gratuito. Nos llega una cuenta de cobro: la separación de Panamá.

En la separación de Panamá, que era la cabeza del momento, Medellín tenía unas pocas chimeneas, Bogotá era el centro político, Cartagena bien reducida a la ciudad histórica, Panamá era la cabeza del momento.

La literatura más abundante asigna como culpa de la separación de Panamá el interés del Gobierno de la política del gran garrote, de Teddy Roosevelt en los Estados Unidos, de apropiarse del canal. Intereses económicos norteamericanos.

He empezado a leer una tesis doctoral de un joven panameño, que confirma eso que se ha dicho en la historia.

Pero pienso yo que no se ha dicho otro aspecto bien importante del proceso histórico: nuestro gran descuido.

En Panamá había una gran queja, porque Colombia inmersa en la violencia interna descuidó la administración de Panamá, descuidó darle a Panamá garantías de seguridad, garantías de paz.

Esa Independencia no fue el primer intento, se habían dado otros intentos. Uno de ellos, que había evitado Rafael Reyes años antes de ser Presidente, que lo envió el Presidente de Colombia, cuando en Panamá se dio un incendio devastador, destruyó la ciudad de Colón, se quebraron las compañías de seguro de la época y los panameños iban a independizarse y a anexarse a los Estados Unidos.

Rafael Reyes impuso autoridad, recuperó el orden y evitó la separación de Panamá, que ya no se pudo evitar en 1903.

Allí hubo otra gran frustración, derivada a mi juicio de la desadministración a que nos condujo la violencia.

Y vino una serie de gobiernos: el Gobierno realizador de (Rafael) Reyes; gobiernos decentes, republicanos, de Carlos E. Restrepo, de José Vicente Concha, de Marco Fidel Suárez; un Gobierno realizador del General Pedro Nel Ospina, quien hizo la inversión de los 25 millones de dólares que se recibieron de los Estados Unidos por indemnización del canal de Panamá.

Un Gobierno histórico de Alfonso López Pumarejo, que no es como algunos lo describen el gobierno de la revolución de los trabajadores contra los empresarios. Diría yo que fue el Gobierno de la revolución para revindicar los derechos de los trabajadores, y el Gobierno de la revolución para revindicar la necesidad de la modernización empresarial.

En nombre de la revolución empresarial y de los derechos de los trabajadores, Alfonso López creó lo que podríamos llamar a la luz de la visión de hoy un gran marco para el entendimiento fraterno entre el capital y el trabajo.

Alberto Lleras Camargo, ex Presidente de la República, en las honras fúnebres de Alfonso López, al referirse a todo ese proceso revolucionario –la semana pasada nos reuníamos en la Universidad Nacional de Bogotá para reconocer en los 50 años del fallecimiento de Alfonso López, su gran contribución a la universidad pública colombiana, a él se le conoce como el fundador, en la época moderna, de la Universidad Nacional de Colombia- el expresidente Lleras Camargo se refiere a la gran obra de López: a la Ley de Tierras, a las reivindicaciones de los trabajadores, a la Universidad Nacional de Colombia, a la modernización empresarial, a ese tratado de comercio de 1937 con los Estados Unidos, el primero; tantos años, tantos años anticipándose al que todavía no hemos podido que el Congreso norteamericano ratifique.

Y dijo Alberto Lleras: ‘Todo ese proceso de revolución, que no era de demagogia ni de violencia, lo presidía el más fuerte contradictor del caos’.

Qué importante. Un proceso de cambios tan interesante de la vida del país en aquel momento, presidirlo Alfonso López Pumarejo con una gran actitud de evitar el caos, de exigir la paz, la seguridad de la República.

Pero todo eso fue en vano.

La violencia entre los partidos que reaparece en 1940, en los años 40, trunca todo ese proceso.

Y llegamos a lo que no hemos podido superar todavía. Y ya me había referido ampliamente al proceso entre los años 40 y la fecha.

En esos años de 1810 hay dos contribuciones de Antioquia al proceso democrático del país, que quiero registrar, me parecen bien significativas.

En enero de 1812, bajo la Presidencia de Juan Carrasquilla, se reunió la primera asamblea constituyente del Estado y expidió la primera Constitución firmada en Rionegro, que daba el voto a los varones libres que fueran padres de familia, vivieran de sus rentas o sus trabajos, no dependieran de otros.

Se consideró una de las más sabias, previsoras y mejor redactadas de aquel tiempo.

Yo destaco esto que decía esa Constitución: ‘Nadie puede tener libertad, igualdad, seguridad y propiedad en sí mismo, si no respeta la de los demás’.

Una frase bellísima que se ajustaba a aquel espíritu constituyente, y que se anticipó en 60 años a la máxima que en todas las democracias se revindica, de Benito Juárez: ‘El derecho propio llega hasta donde llega el derecho ajeno’.

Y en el acta de independencia del 11 de agosto de 1803, Antioquia en alguna forma origina el proceso de que la autoridad tiene que ser elegida directamente por el pueblo.

En casi todas las declaraciones de independencia lo que se pedía es que el Rey de España viniera a regir en Colombia, se pedía a Fernando VII o se buscaban soluciones monárquicas.

El acta del 11 de agosto de 1813 dijo que ‘el Estado de Antioquia desconoce su rey a Fernando VII y a toda otra autoridad que no emane inmediatamente del pueblo o sus representantes, rompiendo eternamente la unión política de dependencia con la metrópoli, y quedando separada para siempre de la Corona y el Gobierno de España’.

Esto en ese momento era un gran avance democrático y totalmente excepcional, porque en el propio General San Martín un encuentra una constante.

El General San Martín, el gran libertador del sur, propuso muchas opciones monárquicas, y Bolívar la opción del Gobierno fuerte, la opción del Gobierno vitalicio de la Constitución de Bolivia.

De San Martín se dice que sus propuestas eran en un caso para obtener el apoyo inglés en la lucha contra los españoles, en otro caso para obtener el apoyo europeo para poder salir adelante en materias económicas y también para que se sintieran tranquilos los limeños, porque él en los limeños encontró un gran principio de resistencia a la independencia del Perú.

Los criollos de Lima tenían una comunidad de intereses económicos con los españoles y San Martín, que finalmente se le reconoció como el protector de Lima, propuso que entonces hubiera una monarquía.

Cuando las propuestas de la época eran monarquía, de gobiernos hereditarios, de ejecutivos vitalicios, esta declaración del acto de independencia del 11 de agosto de 1813, sobre la necesidad de que sea el pueblo el que elija directamente los gobernantes, fue una gran revolución que la frustró el proceso de violencia entre nosotros mismos.

Seguridad, promoción de inversiones y política social

En estos años de Gobierno, hemos buscado acompañar la Seguridad Democrática de la política de promoción de inversiones y de la política social. Son inesperables.

Cuando yo estaba en las bancas de la universidad, tal vez exagerando la interpretación de la teoría positiva del derecho penal, no se nos permitía ver conducta criminal derivada de algo distinto a los fenómenos de inequidad social.

El proceso de la vida ha demostrado que los procesos de violencia aumentan la inequidad, impiden superarla, aumentan los niveles de pobreza, los niveles de desempleo, eliminan los caminos de prosperidad de los pueblos.

Sin embargo, he percibido una gran revolución cultural en la Patria. Antes la seguridad era desestimada o rechazada como una categoría fascista, como una asunción dictatorial. Hoy grandes mayorías de los colombianos la reconocen como un valor democrático, como una fuente de recursos.

Qué importante entenderla así.

Entender que sin la seguridad con valores democráticos es imposible la prosperidad, que no es el único pero sí es un pilar esencial de la prosperidad.

Y hemos procurado avanzar con la política de promoción de inversiones. Si no hay promoción de inversiones no hay recursos para la equidad social.

La promoción de inversiones con responsabilidad social se convierte en una gran fuente de recursos para la equidad social.

Y hemos procurado que al avanzar en políticas sociales se le encuentre una razón de legitimación a la política de seguridad y a la política de promoción de inversiones.

He pensado yo, por ejemplo, que el tema del empleo no depende de nuevas reformas laborales como se propone. He creído que hay una asociación entre el empleo y la prosperidad.

Crece la economía y decrece el desempleo, como se dio entre 2003 y 2007.

Y he pensado que la superación de la inequidad, de la pobreza, depende de un proceso permanente de prosperidad, con gran responsabilidad social, al cual deben sumarse seis elementos:

La seguridad, la promoción de la inversión, el tercero es la respuesta a una pregunta ¿Y si se instala la inversión tenemos acceso a mercados? Por eso un tercer elemento muy importante es el acceso a mercados.

Entre 1989 y 2003 nosotros abrimos nuestra economía para la llegada de productos extranjeros, pero no accedimos a mercados, solamente teníamos el mercado Andino y un acuerdo que resultó finalmente bastante superficial con México, y preferencias temporales y unilaterales con los Estadios Unidos o de la Unión Europea que nunca dan confianza a la inversión por su precariedad, por la posibilidad de que aquel que unilateralmente las concede, unilateralmente no las prorrogue o no las renueve.

De ahí el afán de este Gobierno de los acuerdos de comercio, para que la comunidad colombiana tenga posibilidad de acceder a todos los mercados, no a unos pocos mercados.

Pero viene otra pregunta que nos lleva al cuarto punto ¿Y si tenemos acceso a los mercados qué vendemos? Nosotros no vamos a triunfar en los mercados vendiendo confección básica, o agricultura sin transformar, hay que tener innovación productiva.

Uno celebra cuando ve que aquí se están construyendo zonas francas de salud para utilizar nuestra gran posibilidad de ser competitivos, atrayendo turistas extranjeros a buscar servicios de salud en nuestro medio.

Uno celebra que ciudades como Manizales, donde su administración local se ha dedicado a traer inversionistas en call center, en el Business Process Outsourcing, aprovechando las ventajas que este Gobierno ha creado, hayan reducido sustancialmente el desempleo.

La innovación en la economía es fundamental, de lo contrario perdemos la competitividad.

Pero viene otra pregunta ¿Y cómo logramos la innovación en la economía? Con una Revolución Educativa permanente.

En cien años Colombia tuvo 120 ministros de Educación, en estos años hemos tenido una Ministra acompañada por un excelente equipo, que no ha sido afectada por al politiquería, que ha podido realizar una tarea importante para el país.

Graduábamos 400 mil bachilleres, ahora vamos a graduar más de 700 mil.

Teníamos menos de un millón de estudiantes universitarios, estamos llegando a millón 700 mil.

Atendíamos por el Icetex a 60 mil colombianos, hoy atendemos 300 mil 15 colombianos.

La Ministra deja un proyecto de ley en el Congreso de la Republica, para que en los próximos años se puedan incorporar a la universidad otros 500 mil estudiantes de los sectores más pobres, y que el Icetex no solamente tenga los recursos de crédito, sino mayores recursos para apoyar la manutención de los estudiantes de los sectores más pobres.

Nuestra cobertura en educación básica era del 78 por ciento, estamos llegando al ciento por ciento; en educación media era del 57 (por ciento), estamos llegando al 80 (por ciento).

Por supuesto nos falta mucha infraestructura, porque la cobertura ha rebasado la infraestructura.

El país ha incorporado una serie de pruebas que nos miden mejor el avance de la calidad de la educación; ya no solamente la prueba Icfes, las pruebas Saber, las pruebas a los egresados universitarios.

Ya los maestros no se vinculan por recomendación de una tarjeta política, se vinculan por concurso.

Pienso que allí hay buenos avances.

Hemos apoyado este proceso con el Sena. Capacitaba a un millón cien mil colombianos, el año pasado siete millones 857 mil colombianos; le está enseñando ingles a un millón de colombianos a través de Internet.

Hemos avanzado en virtualidad. Este año el 80 por ciento de la matrícula pública en Colombia queda con conectividad a una buena banda ancha. Todavía con desequilibrios regionales.

Avances muy significativos en unas regiones, otras todavía con mucho atraso.

Hay dos elementos fundamentales que han apoyado esto:

Familias en Acción, que le permite a dos millones 840 mil familias colombianas de los sectores más pobres garantizar la asistencia escolar de su hijos. Solamente en la medida en que los hijos de los más pobres completen el ciclo escolar, se puede transformar la condición de distribución del ingreso en Colombia.

Y el tema de Bienestar Familiar. Apoyaba cinco millones 900 mil colombianos, apoya hoy 13 millones de colombianos.

Pero la tarea que queda por hacer es muy grande, estos son apenas hervores de tendencia positivas.

Por ejemplo, en escolaridad de la primera infancia, en los sectores pobres este Gobierno alcanza 500 mil niños. Es apenas una cuota inicial para un gran trabajo que tiene que adelantar el país en los años que vienen.

Quiero agradecer a la universidad por este espacio”.


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