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Abril 29     Versión imprimible

Palabras del Presidente Álvaro Uribe Vélez en la Asamblea de la Asociación de Bananeros de Colombia

Medellín, 29 abr (SP). “Nosotros, simplemente con amor a la Patria, hemos procurado cumplir el deber para paliar en algo, amortiguar en algo las inmensas dificultades de los productores del agro de Colombia.

Si uno fuera a decir ante varios auditorios algunas referencias sobre la calidad de los colombianos, tendría que referirse necesariamente a la capacidad de resistir y de salir adelante del agro colombiano frente a tantas dificultades. Y allí sobresalen ustedes.

Los tenemos que felicitar.

¡Tanta lucha!

¡Tanta perseverancia!

¡Tanta capacidad de resolver obstáculos!

En este segundo centenario uno se pone a estudiar la historia de la Patria y encuentra que en 200 años de vida independiente escasamente hemos tenido 47 años de paz: siete en el Gobierno de (Rafael) Núñez, al final del siglo XIX, una época de prosperidad, de caficultura en la Colombia Andina, de agricultura, en la Colombia Caribe surgieron las primeras empresas; y escasamente 40 años en el siglo XX, desde cuando terminó la Guerra Civil, que se llamó de los mil 128 días, hasta los primeros años de 1940.

De 1940 a la fecha las generaciones vivas no han vivido un solo día de paz.

La violencia entre los partidos.

Urabá en alguna forma fue un refugio. Allí llegaron muchas personas desplazadas de otras regiones de Colombia por la violencia entre los partidos.

El Magdalena que había sido epicentro de la última Guerra Civil, aquella guerra que terminó en 1902, en el período de la violencia entre los partidos entre 1940 y finales de los años 50, en alguna forma se mantiene excluida.

Cuando terminaba esa violencia entre los partidos, gracias a los pactos de los ex presidentes Alberto Lleras y Laureano Gómez, empezaba la violencia marxista, las guerrillas, acababa de triunfar las Revolución Cubana.

En las universidades del mundo y en las nuestras solamente se anticipaba la posibilidad de tener economías socialistas como un tránsito hacia la sociedad comunista.

Ya la rivalidad no era entre la libre empresa y el comunismo, sino entre los diferentes matices del comunismo. Por ese fundamentalismo estancaron la ciencia, la producción.

Escogieron a Colombia y a Bolivia como los dos países latinoamericanos para replicar la Revolución Cubana.

Las guerrillas marxistas proponían la sustitución de la lucha doctrinaria de la democracia por la lucha violenta de clases; el voto por los fusiles; el Estado de leyes por la dictadura, y eso avanzó haciendo mucho daño en Colombia.

De ahí vienen problemas que todavía no hemos podido superar, como el asesinato de trabajadores.

Esas guerrillas trajeron a Colombia lo que llamaron la combinación de las diferentes formas de lucha: asesinaban y al mismo tiempo querían participar en la política, secuestraban y penetraban el movimiento obrero, el movimiento estudiantil, generaron esa reacción igualmente cruel del paramilitarismo.

Entonces se asesinaba líderes de trabajadores acusándolos de ser colaboradores de la guerrilla, y estas en venganza asesinaban a otros, acusándolos de ser aliados de los paramilitares.

Y unos y otros fueron paramilitares y guerrilleros cooptados por el narcotráfico.

Las generaciones vivas desde los años 40 no hemos vivido un día completo de paz en la Patria.

Diría yo que ha sido una pesadilla muy larga.

Y uno se pregunta ¿Qué malo y qué bueno nos ha dejado esto?

¿Qué malo?

La Nación, pienso yo, habría podido prosperar mucho.

Me pregunto por qué un país que ha tenido buenos gobernantes, buenas políticas públicas, buenos liderazgos, un empresariado con ética, laborioso, unos trabajadores con ética, con disciplina, con creatividad, ¿por qué el país no ha tenido suficiente prosperidad?

Seguramente en estos años del Bicentenario los economistas, los sociólogos, los historiadores nos van a dar muchas explicaciones.

Yo, desde mi condición de ciudadano del servicio público, expreso a ustedes una reflexión: hemos tenido una constante de violencia que nos ha privado de tener mayor prosperidad.

En la guerra de la Independencia, cuando nosotros nos independizamos, teníamos el mismo ingreso de los Estados Unidos. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y empezó la reconstrucción asiática teníamos el mismo ingreso asiático de muchos de esos países. Pero esta violencia nos ha retrasado en el proceso histórico.

Hay algo bueno: hace poco, cuando se reunía en Cartagena el Foro Económico Mundial, un médico, Director del Hospital Johns Hopkins, que vino a hacer una alianza estratégica para aprovechar la figura del Ministro (de Comercio, Industria y Turismo, Luis Guillermo) Plata de las zonas francas de salud, para que Colombia pueda vender servicios de salud a la comunidad internacional, dijo: ‘Mire, yo no había visitado a Colombia, y estoy sorprendido que este país como ha sufrido, y la ciudadanía cómo se expresa y cómo es de amable y cómo tiene una sonrisa a flor de labios’.

Yo diría que ese es un elemento muy importante. Un país con esta carga encima, tan pesada, de larga violencia, es un país espontáneo, un país alegre, un país desprevenido, un país sin amarguras, un país que quiere salir adelante, y ustedes son la mejor expresión de eso.

Conociendo la historia de Urabá, diría yo que desde mediados de los años 60, todo ese sufrimiento es para que todos hubieran renunciado, y saber cómo han perseverado empleadores y trabajadores.

El país, todos los colombianos les debemos una gran felicitación. Son la expresión de ese punto tan importante del capital social sobre el cual se refería aquel médico norteamericano que nos visitó hace cuatro semanas con motivo del Foro Económico Mundial, en Cartagena.

Esta violencia ha sido bastante difícil, por eso el país tiene que reflexionarla y no aflojar en aquello de superarla.

Nuestro coterráneo, el profesor Luis López de Mesa, Canciller del gobierno del Presidente Eduardo Santos, en un bellísimo libro que se llama ‘Las frustraciones nacionales’, nos dice cómo nos privamos de conocer los grandes adelantos de la cultura agustiniana, porque fue violentamente destruida por la cultura chibcha.

Cómo nos privamos, posteriormente, de conocer los grandes adelantos de nuestros aborígenes: los chibchas y los caribes, tantos que existían en nuestro suelo, porque la conquista los destruyó violentamente.

Hace dos años conmemoramos los 200 años de la muerte del sabio Mutis y vimos esa lista tan sobresaliente de neogranadinos, que fueron discípulos de Núñez, de Mutis, y uno se pregunta por qué todos ellos no le pudieron dar más a Colombia.

Porque la violencia interna llevó a que después del grito de independencia, en lugar de consolidar la independencia, permitiéramos la reconquista española violenta, y que toda esa generación de discípulos de Mutis, que podríamos llamar la generación de la iluminación, fueron llevados al cadalso.

A uno le da tristeza cuando la historia cuenta esto.

Después del grito de independencia de 1810, el General Santander tenía 18 años, había viajado de Villa del Rosario a Bogotá por ese camino de la vía central del norte, que hoy está en pleno proceso de rectificación y pavimentación, para venirse por el este de Bucaramanga; de Cúcuta a Pamplona, a Duitama bordeando toda esa Cordillera Oriental.

Ese camino lo recorrió de 6 años, había nacido en 1792, tenía 18 años cuando el grito de independencia, y a los pocos días estaba enrolado en un ejército, acababa de graduarse en el Colegio San Bartolomé. Pero no lo enrolaron en el ejército para consolidar la independencia, lo enrolaron en uno de los primeros ejércitos creados para nuestras guerras civiles.

En lugar de dedicarnos nosotros a consolidar la independencia, empezó la violencia entre nosotros.

Desde Bogotá, el ejército centralista de Nariño, y desde Tunja el ejército descentralista de las provincias unidas, de Camilo Torres.

Nariño en aquel periódico, uno de los precursores de nuestro periodismo, La Bagatela, se quejaba de esos insucesos; y él, que había sido actor principal de esa violencia interna, quejándose, decía que en lugar de habernos dedicado a consolidar la independencia, después de que habíamos puesto el primer huevo –sus palabras son esas- habíamos perdido la independencia por los enfrentamientos entre nosotros mismos.

El año pasado, cuando conmemorábamos el vigésimo aniversario del magnicidio de Luis Carlos Galán –y aquí está uno de sus más cercanos amigos, Darío Hincapié- nos dimos a la tarea de mirar la historia de los magnicidios colombianos: otra frustración por esta violencia, una gran frustración de líderes.

Y eso se remonta a los tiempos iniciales de nuestra vida independiente.

Nuestro propio ejército libertador fusiló a (Manuel) Piar; nuestras propias instituciones fusilaron al Almirante Padilla, el héroe de la única batalla naval de la independencia, la Batalla de Maracaibo.

El 4 de junio de 1830, cuando el Libertador ya había partido desde Bogotá, en su viaje póstumo, es asesinado Sucre, en Berruecos.

Sucre había regresado triunfante de la campaña del sur, el Libertador lo había mandado a Venezuela a que tratara de disuadir a (José Antonio) Páez de la desintegración de la Gran Colombia. Regresó frustrado, tenía la decisión de irse a Quito a reencontrarse con su señora y con su hijita.

El Libertador tuvo que salir de Bogotá en su viaje póstumo antes de que llegara Sucre de Venezuela, pero le dejó encomendada la tarea de irse al Ecuador y a Pasto a evitar la desintegración de la Gran Colombia y a evitar que el General José María (Obando), que estaba al frente del Gobierno de Pasto, se llevara a Pasto hacia el Ecuador.

Pues bien, Sucre quería irse por Buenaventura, embarcarse al puerto de Guayaquil para subir a Quito, y don Domingo Caicedo, Vicepresidente, le dijo que no, que hiciera el viaje por el camino de La Plata al río Magdalena, a Popayán, a Pasto. Y así lo hizo.

El primer atentado lo sufrió cruzando el río Magdalena, pero sobrevivió, y después en Berruecos lo asesinan. La historia le imputó la autoría intelectual a dos de los nuestros: a Obando y a José Hilario López. Lo único que se supo fue que confesó uno de los autores materiales, Apolinar Murillo.

Y después de ese magnicidio de Sucre, viene el magnicidio de Arboleda en Berruecos, y después el de Rafael Uribe Uribe, que había sido uno de los grandes gestores de la paz entre los partidos, y es asesinado en 1914; y después el (magnicidio) de Gaitán, y después el de Luis Carlos Galán y después el de Álvaro Gómez Hurtado.

El magnicidio de Sucre somatizó mucho en el Libertador.

Uno de los pocos periodos de reposo que cuenta la historia sobre el Libertador, es cuando se establece en Bucaramanga y no asiste a la Convención de Ocaña, lo acompaña el coronel Luis Perú de Lacroix, y el coronel se da a la tarea de escribir un librito sobre esa estadía del Libertador en Bucaramanga.

Todas las noches tuvieron una tertulia, temas muy importantes hablaron con el Libertador, y una noche le preguntaron que cómo calificaba él a los generales –yo creo que esto es bien importante para los gobiernos, para la empresa privada- decía: ‘Los mejores son los que son buenos en el campo de batalla y en la oficina; los segundos los que son buenos en el campo de batalla y malos en la oficina; y los peores, los que son buenos en la oficina y malos en el campo de batalla’.

Y entonces le re-preguntaron ¿Y quién de los suyos es el mejor? Y no vaciló en decir que Sucre.

Le había confiado la dirección de las batallas de Pichincha, de Junín y Ayacucho; la Presidencia de Bolivia; la fundación del Estado boliviano.

Cuál no sería esa estima del Libertador a Sucre, y cuál no sería el impacto del asesinato de Sucre en la salud ya deteriorada del Libertador, cuando se encontraba en ese viaje final.

Esta violencia nos frustró de tener al Libertador con su genio, con su genio, con ese talento desbordado, más tiempo dedicado al Gobierno. La guerra no le dio ese tiempo.

La historia de Venezuela muestra que allí esa independencia se aplazó mucho por las luchas internas.

El Libertador no llegó por espontánea decisión a Cartagena a pedirle apoyo a Manuel Rodríguez Torices, llegó porque lo habían derrotado los propios venezolanos; no lo habían derrotado los españoles sino los propios venezolanos; esa lucha interna que terminó con (Francisco) Miranda preso, llevado a Cádiz, donde murió, y el Libertador acusado de haber traicionado a Miranda.

El Libertador llega por todas esas luchas a Cartagena, desde allí con un gran apoyo también de Mompox, de Tenerife, un gran apoyo desde Tunja, arma el ejército de la campaña admirable, que vuelve a terminar en una derrota.

Las salidas a Jamaica, a Haití, son justamente por todas esas dificultades en Venezuela. Y se instala en Angostura, en el río Orinoco, porque los propios venezolanos lo derrotaban de Caracas.

Y el Libertador cuando regresa del sur no se puede dedicar a la causa del buen Gobierno, el Libertador se tiene que dedicar un día a apaciguar a Páez, para que no desintegrara la Gran Colombia; al otro día, al otro día al Ecuador; a sufrir la final decisión del Perú de desintegrar ese proceso de unidad.

Esa violencia interna, esa violencia entre nosotros, cuánto habría hecho el Libertador de haberse podido dedicar a la tarea del buen Gobierno.

Ya en ese momento los Estados Unidos había logrado una gran estabilidad, ya había terminado el Gobierno de Washington, el de Jefferson, estaba en toda esa etapa de progreso; ya estaban construyendo ese conjunto de canales que comunica el Golfo de México con los lagos de Canadá y Estados Unidos, y que salen al Atlántico norteamericano allá en el norte.

Y nosotros en esa violencia interna.

Santander como vicepresidente realiza entre 1822 y 1826 una gran revolución educativa, pero se frustra por la violencia interna.

A Santander se le acusa de aquel atentado contra el Libertador, del 25 de septiembre de 1828, y va al exilio. Le conmutan la degradación militar por el exilio. Regresa al país como Presidente electo en 1832, y realiza otra gran educación educativa, pero se pierde en la violencia.

Viene la guerra de los supremos de Obando y muere toda esa revolución educativa del general Santander.

Ese periodo entre 1848 y 1863, donde alternan personas tan importantes como José Ignacio Márquez, como Tomas Cipriano de Mosquera, Mariano Ospina Rodríguez, José Hilario López, el general (José María) Melo, también es un periodo de profundas inestabilidades y violencias.

Se llega a la Convención de Rionegro de 1863, esa convención se recibe con alborozo, produce grandes gobernantes: (Manuel) Murillo Toro, el general Santos Acosta, que con López Pumarejo, podríamos llamarlos los padres de la Universidad Nacional de Colombia.

Y se frustra ese periodo, porque entre 1863 y 1886 hay 30 guerras civiles.

Viene el Gobierno de Núñez, al cual ya me referí, que fue producto –yo creo que no es equivocado decir que detrás de la alegría y de la espontaneidad del Caribe colombiano hay un gran rechazo al desorden- el Gobierno de Núñez fue el producto de la rebeldía Caribe contra el desorden; primero al elegirlo Presidente del Estado de Bolívar y después Presidente de la Nación entera. El Caribe ha sido un bastión colombiano contra el desorden.

Allá hay un episodio muy bello del Caribe: En 1903, cuando ha terminado la Guerra de los Mil Días, se ha separado Panamá, un viejo combatiente de esa Guerra, el general Heriberto Vengoechea, lanza en Barranquilla la Batalla de Flores, que hoy es uno de los actos centrales del Carnaval de Barranquilla, patrimonio inmaterial de la humanidad.

Y dice, basado en un discurso que había pronunciado antes el general Rafael Uribe Uribe, dice: ‘En adelante las únicas batallas que aceptaremos en nuestra tierra son las batallas de flores’.

Era otra rebelión del Caribe contra el desorden y contra la violencia.

Después del Gobierno de Núñez viene esa guerra civil de 1895. No ha terminado y empieza la Guerra Civil de los Mil Días.

Y cuando termina esta guerra en 1902, en uno de esos pactos de paz entre el general Florentino Manjarrés y el general Rafael Uribe, a finales de ese año en una hacienda del Magdalena que se llama la hacienda Neerlandia, el general Rafael Uribe Uribe dice: ‘Hemos hecho la paz no porque estemos convencidos de la paz, sino porque ya no tenemos por qué pelearnos. Acabamos con el país’.

Y en unas palabras muy bellas agrega: ‘Nuestros padres y nosotros mismos creímos que hacíamos Patria con los fusiles destructores de la violencia. Hoy la única manera de reconstruir al país es haciendo Patria con las herramientas fecundas del trabajo’.

Y tuvimos otra frustración: el país deprimido, arruinado por la violencia, al año se separó Panamá, que era la cabeza. Medellín tenía unas pocas chimeneas, estaban en construcción nuestros hospitales, dirigidos por la primera generación de los Echavarría. Bogotá era un centro político y administrativo, Cali todavía también muy en sus principios. Cartagena se reducía a la ciudad amurallada, y la cabeza era Panamá.

Los estudiosos han asignado la separación de Panamá al interés económico de los norteamericanos, a la política del gran garrote del Presidente Roosevelt por apropiarse del Canal, pero yo creo que hay otro elemento que jugó: la política del gran descuido nuestro.

Los panameños siempre mostraron fatiga porque nosotros no ejercíamos autoridad, porque nosotros dejábamos que avanzara la violencia, e intentaron separarse antes.

En una ocasión, cuando fue incendiada la ciudad de Colón (Panamá) en un incendio devastador que arruinó a las compañías de seguros, las compañías de seguros se quedaron sin con qué pagar las pólizas, los panameños llamaron a los norteamericanos y ya había un poco de norteamericanos allí. Se querían separar.

Esa separación se evitó porque el Gobierno de Colombia envió al general Rafael Reyes, y este que era un hombre de autoridad, posteriormente Presidente de la República, impuso autoridad en Panamá.

Algunos biógrafos de Reyes dicen que cuando lograron capturar a los pirómanos, el general Rafael Reyes ordenó que les aplicaran la pena de muerte y alguien le dijo: ‘No, es que la Constitución no lo permite’. Y dijo: ‘Ejecútenlos mientras cambian la Constitución’.

Y se evitó la separación de Panamá, pero ya no se pudo evitar aquel tres de noviembre de 1903.

El general Pedro Nel Ospina llegó a medio día al Palacio de San Carlos y encontró al Presidente (José Manuel) Marroquín leyendo una novela en francés y le dijo: ‘Se está separando Panamá’.

Ni la separación fue violenta, ni hubo posibilidad de reacción.

Inclusive sorprende el texto del acta de independencia de los panameños, dice: ‘Hemos llegado a la mayoría de edad y queremos ejercerla. Nos separamos como hermanos’.

La fatiga por el desgobierno, por la violencia, influyó mucho en la separación de Panamá.

Y tuvimos todos esos años, unos años de paz importantes.

El gobierno realizador de Reyes, los gobiernos republicanos de decencia: Carlos E Restrepo, José Vicente Concha, Marco Fidel Suárez, un gobierno realizador, importantemente realizador; el general Pedro Nel Ospina, quien invirtió bien los 25 millones de dólares de la indemnización de Panamá; el gobierno de (Miguel) Abadía.

Ese gobierno de Alfonso López Pumarejo, un gobierno histórico tan importante, que no es como algunos dicen: que era la revolución de los trabajadores contra las empresas. Sus verdaderos estudiosos reivindican que eso no fue así. Era la revolución en procura de los derechos de los trabajadores, y era la revolución en procura de la modernización empresarial.

Alberto Lleras en las honras fúnebres de Alfonso López Pumarejo dice que era una gran revolución para armonizar todos los factores sociales y de producción.

Diría yo, que era una promoción de la inversión con responsabilidad social. Que era un gran sentido de cambio y de agitación sin demagogia y sin violencia.

Y dice Alberto Lleras que todo ese proceso de cambios de Alfonso López lo presidió el Presidente López Pumarejo, quien era el más implacable contradictor del caos.

Qué importante que se hubiera meditado en Colombia sobre el legado liberal y patriótico de Alfonso López Pumarejo, que era todo lo contrario de la incitación a la violencia. Era como se plasma en las palabras de Alberto Lleras, una implacable actitud para contradecir el caos.

Y vino un gobierno serio, bien importante: el Gobierno de (Eduardo) Santos, que tuvo la gran luz de asignar el Fondo Nacional del Café a la administración de la Federación. De haber dejado eso con administración burocrática habría sido un fiasco.

Vino el gobierno de Mariano Ospina. Ospina, un hombre de empresa privada, diría yo que de gran sentido común. Todavía hay lecciones de Ospina bien importantes.

Siempre defendió la tesis de que el país no podía temer a la sobreproducción cafetera, que lo más importante era tener las bodegas de la Federación abarrotadas de inventarios. Y hoy sí que haría falta eso.

Pero desde principios de esos años 40 renació la violencia entre los partidos y ese proceso al cual ya nos referimos.

Algo hemos mejorado, apreciados compatriotas, pero no lo suficiente.

Perseverar en la lucha contra el terrorismo

Yo diría que hay una semilla embrionaria que hay que pulirla.

Ustedes saben cómo es de difícil luchar contra esas plagas del sector agropecuario.

La lucha contra el terrorismo es así de difícil.

Si el campesino se acuesta pensando que ya no tiene que hacer nada en el campo, que todo está bien, que no hay amenazas, y no amanece con todos los bríos a trabajar el surco, las malezas y las plagas le afectan la cosecha.

Si los colombianos nos acostamos pensando que ya no hay amenaza, y no amanecemos con toda la disposición de enfrentar el terrorismo, el campo de la Patria se nos vuelve a anegar de sangre.

Hace pocos días un buen interlocutor campesino me oyó una intervención en la cual yo dije: “No estamos en el paraíso. Nosotros no podemos decir que es una Nación por la cual corren ríos de leche y miel. Apenas hay unas pequeñas tendencias positivas”.

Y él muy generosamente me dijo: “Sí Presidente, no corren ríos de leche y miel, pero han dejado de correr ríos de sangre”.

Eso a mí me llenó de mucha ilusión, pero esta es una tarea bien difícil. Es un polluelito que apenas está emplumando y que cualquier aguacero, cualquier aguacero lo apesta, cualquier aguacero de apaciguamiento, cualquier aguacero de descuido, cualquier aguacero de des-administración del orden público, cualquier aguacero de desprotección y de falta de apoyo a las Fuerzas Armadas.

Ese polluelito de recuperar la paz hay que cuidarlo, hay que cuidarlo con mucha atención.

Yo no creo en políticas de Estado, porque uno dice: ‘¿Cuáles son las políticas de Estado?’. Y le contestan: las que están plasmadas en la Constitución y en la Ley.

Ahí está el derecho a la paz, y definitivamente lo único que nos garantiza esto es la activa participación y la activa exigencia de los ciudadanos.

Ojala las nuevas generaciones puedan disfrutar una Colombia segura y prospera.

La verdad es que si alguien tiene historia para contar son ustedes, por lo que les ha tocado sufrir.

Para hacer un testimonio ante las nuevas generaciones del sufrimiento de ustedes, empresarios y trabajadores, y lo que han logrado.

En este Gobierno por fortuna hemos tomado iniciativas el 1° de mayo. El sábado nos vamos a reunir con unos grupos de trabajadores de todo el país que están en el tema de sindicalismo de participación.

Ustedes en Urabá han dado un ejemplo muy grande y con sacrificio.

Yo he vivido de cerca, desde la Gobernación de Antioquia, desde la Presidencia de la República, desde la amistad con la cual ustedes tan generosamente han distinguido a mis compañeros de Gobierno y a mí, nos han permitido vivir de cerca las afugias y las angustias.

Años tan difíciles de revaluación, de malos precisos, y ustedes cumpliéndole a los trabajadores. Y unos trabajadores todos los días más responsables, más sensatos.

Qué bueno que eso siga prosperando. Ese es un camino.

Nosotros vamos a expedir un decreto para que se fomente más la organización de los trabajadores de participación.

Ese decreto facilitará los contratos de tercerización entre los empleadores y los sindicatos de trabajadores. Yo creo que es bien importante en el proceso de modernización de estas normas del trabajo.

En estos años hemos tratado de combinar esa política de seguridad con la política de promoción de inversiones, con la política social.

Mantener las facilidades para la inversión

Hemos avanzado.

El país tuvo el año pasado tuvo la más alta tasa de inversión de América Latina: el 25,8 (por ciento). La de Brasil fue entre el 16 y el 17 (por ciento).

Cuando empezó nuestro Gobierno la tasa de inversión en Colombia era 12, 14 (por ciento), periodos del 16 (por ciento). La inversión extranjera era de 400, 2 mil millones de dólares, picos de 2.100 (millones de dólares). En los últimos años ha oscilado entre 8.500 (millones de dólares), el año antepasado 10.578 (millones de dólares), el año pasado 9.530 (millones de dólares). En el primer trimestre de este año creció un 23 por ciento.

Y mis compatriotas me preguntan: ‘¿Pero por qué si tenemos ya estas altas tasas de inversión no ha bajado más el desempleo y no hemos eliminado la pobreza?’. Porque eso toma tiempo, porque apenas se está avanzando en una tendencia de consolidar confianza de inversión en Colombia.

China con más de 20 años de tener una tasa de inversión del 30 por ciento y un flujo de inversión extranjera superior a los 50, 55 mil millones de dólares al año, apenas ha logrado superar la pobreza para 400 millones de chinos, de una población total de 1.300 (millones de chinos).

O sea que en esto hay que perseverar.

Por eso creo yo que es bien importante mantener las condiciones de promoción de la inversión.

Los gobiernos que nos antecedieron ninguno fue enemigo de la inversión. Pienso que lo que caracteriza a este Gobierno es haberle puesto todo el énfasis a la atracción de inversión.

Por ejemplo, temas bien importantes allí: la actitud política, las reformas del Estado, los incentivos tributarios, las reglas de estabilización.

En cuanto a actitud política, apreciados compatriotas, yo dividiría los gobiernos frente a la inversión en cuatro categorías: los gobiernos que son abiertamente enemigos de la inversión; los gobiernos que no son enemigos de la inversión pero no la defienden –y hoy es muy importante ser amigo de la inversión, convencido de la inversión, y defenderla; la tercera categoría los gobiernos que se relacionan con los inversionistas caso por caso, ‘este es amigo político mío, a este lo protejo, este no, a este lo expropio, una relación que no es institucional, esa relación crea toda la desconfianza.

Nosotros hemos procurado ubicar a nuestro Gobierno en la cuarta categoría, un Gobierno que cree en la inversión, que la defiende y que tiene una relación institucional con la inversión.

La actitud política es muy importante, sobretodo en este momento de América Latina, donde le han quitado tanto espacio a la inversión.

Apreciados trabajadores, ¿por qué creo yo en la inversión? Porque es lo único que nos lleva a supera pobreza, a construir equidad.

Porque los gobiernos que acabaron con la inversión colapsaron. Colapsó Unión Soviética, la China de Mao Tse Tung, la Alemania del Este

¿Por qué colapsaron?

Porque se retrasaron en calidad de vida.

Colapsó la revolución estatista de Bolivia de 1950, la revoluciones estatistas del Brasil, la revolución estatista del Perú de Velasco Alvarado.

Porque cuando no hay iniciativa privada los pueblos se aperezan, los viejos y los nuevos socialismos se aperezan. Ese es un tema que no se ha examinado de los socialismos. Se pierde la laboriosidad, no se vuelve a investigar, se pierde la inquietud mental, la creatividad, y todo eso lleva a una postración en el proceso de mejorar calidad de vida.

¿Por qué defendemos nosotros los incentivos tributarios? Porque los incentivos tributarios no son gabelas a los ricos, como han dicho en esta campaña, son presupuestos necesarios para que se invierta en el país.

Cómo no vamos a dar incentivos nosotros al turismo ¿Entonces cómo competimos nosotros con Costa Rica o con Cuba?

Cuba, para tratar de atraer inversión, les dice a los inversionistas: ‘si me invierten aquí los dejo recuperar toda la inversión, y apenas la hayan recuperado les cobro por todo concepto el 30 por ciento’.

Aquí hay que empezar por el catastro, la industria y comercio, seguir con el impuesto de renta, los altos patrimonios el impuesto al patrimonio, los pagos de la seguridad social, etcétera.

Este es un país costoso.

Entonces nosotros hemos introducido esos incentivos a la inversión pensando que no se pueda dar el mismo tratamiento a quien invierta que a quien no invierta.

Un país que necesita aumentar tanto el capital físico y el capital humano, necesita esos incentivos.

Yo creo que es importante defenderlos.

Y alguien dice: ‘Ah bueno, pero es que el déficit’. Es mucho más manejable hoy que hace ocho años. Por lo menos nosotros vamos a dejar corregido algo que hace muy manejable el déficit.

El pueblo colombiano estoicamente resistió el aumento periódico a la gasolina, y dejamos en nuestra herencia fiscal desmontado el subsidio al combustible. Hoy estaría costando 5 billones de pesos al año, esto es cinco reformas tributarias.

Yo creo que ese es un buen paso que hace mucho más manejable al nuevo Gobierno la situación fiscal, que es mejor, no obstante que todavía hay un déficit.

Y la situación de endeudamiento que nos ha permitido pasar de un endeudamiento del 46, 48 (por ciento), a un endeudamiento que no va a quedar por encima del 26, 27 (por ciento).

Y con un elemento benéfico. Hoy ese endeudamiento en un 70 por ciento está en moneda nacional, antes en un 70 por ciento en moneda extranjera. O sea que hoy es menos difícil defenderse de los choques internacionales de la economía.

A mí me preocupa mucho que por el tema del déficit, que la recuperación del crecimiento nos ayudará a superar, vayamos a eliminar los incentivos tributarios, en un país que apenas está situándose en la pantalla del radar de la inversión.

Hace no mucho un industrial chino al Ministro (Luis Guillermo) Plata y a mí nos decía que él tenía la fabrica de confites más grande del mundo en China, y que quería montar otro en América, y que por primera vez estaba pensando en Colombia.

Cuando por primera vez está pensando en Colombia yo creo que es el momento de dejar que todos esos incentivos maduren, no entrar a quitarlos.

Hace dos días hablaba con el Gobernador (de Antioquia, Luis Alfredo Ramos) y anoche con el Gerente de Empresas Publicas (de Medellín). Ese gran proyecto que es Ituango, hoy se puede hacer por el esquema de zona franca, porque la zona franca les permite que no paguen IVA y arancel por los equipos; les permite que en lugar de pagar renta del 33 por ciento, paguen renta del 15 (por ciento); tienen un cargo por confiabilidad, se les remunera la capacidad de generación así no la despachen, y al mismo tiempo tienen un pacto de estabilidad a 20 años.

Uno sí que ve importante esos esquemas en el área metropolitana donde tenemos estas dificultades enormes de empleo, en esa región tan promisoria que es Urabá, en Santa Marta, en todo el Caribe colombiano.

Acceso a mercados

Nosotros creemos mucho en eso, apreciados empresarios y trabajadores, y en la apertura de mercados, en lo cual ustedes han sido pioneros. Ustedes han sido más pioneros que el país en eso.

Nosotros hicimos una apertura en 1989. Abrimos nuestro mercado, pero no abrimos mercado para nuestros productos.

En esos años solamente tuvimos hasta el 2003 el mercado andino, un acuerdo a la postre superficial con México y unas preferencias unilaterales de la Unión Europea y Estados Unidos precarias, que podían unilateralmente renovarse o no renovarse. Y eso nunca crea confianza en los inversionistas.

Con el liderazgo del Ministro Plata hemos venido en este proceso de apertura de mercados.

Nosotros nos alegramos: el Ministro Plata, Ministro Andrés Arias (ex Ministro de Agricultura) que ayudó tanto; el Ministro (de Agricultura) Andrés Fernández, nuestros compañeros del Gobierno: Eduardo, Juan Camilo, Santiago, de que se haya podido hacer este acuerdo con la Unión Europea, y que se haya podido por lo menos aliviar algo de ese arancel europeo al banano.

Yo creo que eso va a ser bueno.

Ha habido una queja ahí por el tema de los lácteos. Yo creo, ministros, que hay que hacer una gran pedagogía en estos días con el sector.

La Unión Europea se comprometió a ayudar directamente con unos dineros para el sector lácteo, el Gobierno de España también y el Gobierno Nacional.

La verdad es que hay unos sectores básicos que definitivamente los gobiernos tienen que subsidiar.

Como están las cosas, a futuro, el sector lácteo, a medida que nosotros logremos mayores escalas de desarrollo lo tendremos que subsidiar.

¿Qué es lo bueno que yo veo? Que en la medida que la economía crezca, gracias a estos acuerdos de mercado, entre otras cosas el fisco puede tener más recursos para subsidiar sectores a los cuales hay que ayudar.

Entonces yo creo que con una buena explicación en estos días se puede dar un parte de tranquilidad al sector lácteo, también muy sacrificado, porque además de la violencia que ha sufrido en muchas partes, todavía no se acaba de inventar la producción de leche en el trópico.

Ese es un tema muy difícil, y ustedes lo conocen mejor de lo que yo les pudiera decir.

Innovación productiva

La innovación productiva es fundamental, porque si uno tiene seguridad, promoción de inversión, acceso a mercados, la pregunta es: ‘¿Y qué voy a exportar?’.

Ustedes saben lo difícil que es competir hoy. Uno no tiene éxito si pretende competir con manufactura básica, competir con los chinos produciendo camisetas, es imposible. Entonces hay que agregar mucho valor a la economía.

De ahí el trabajo que ha venido haciendo el Ministro Plata, el Ministerio de Agricultura, para definir en concertación con el sector privado cómo se le agrega valor a lo que producimos, y cómo desarrollamos nuevos sectores de talla mundial.

Me alegra mucho ver que aquí en Medellín se están construyendo dos zonas francas de salud: una al pie del aeropuerto de Rionegro y otra en Sabaneta.

Un sector en el cual tenemos grandes posibilidades de ser un jugador de talla mundial para atraer turistas que vengan aquí a buscar servicios de salud.

El tema de los biocombustibles.

Qué bueno, además, esa fortaleza de la industria platanera, en donde se ha cumplido una gran tarea social. Esa cantidad de plátano del minifundio integrada a las comercializadoras de banano.

Yo creo que ahí hay un balance social de significativa importancia, que el país tiene que aplaudir

¿Qué hubieran hecho nuestros pequeños productores de plátano de no haber encontrado ese gran canal de comercialización a través de las comercializadoras de banano?

Yo creo que no se ha resaltado suficientemente ese gran avance en materia de responsabilidad social.

Uno ve todas las posibilidades.

Ojala Ituango se pudiera conectar con la fabrica Alumina. Toda la extracción de carbón, de cemento, toda una fábrica alumina en Urabá.

Hemos creado todas las condiciones para los puertos.

Esta mañana en Cartagena veíamos cómo la Sociedad Portuaria en estos años ha pasado a transportar 400 mil contenedores al año, este año movilizan millón 600 (mil contenedores).

Pero los puertos hoy también tienen tratamiento de zona franca. Eso les permite equiparse; cualquier grúa de esas cuesta mucha plata. El país se va desatracando en eso.

Y ese proceso de innovación productiva requiere una Revolución Educativa permanente.

El país tuvo en cien años 120 ministros de educación. Nosotros hemos procurado tener durante todos los ocho años una ministra de excelencia, con un gran equipo, que no han dependido de la politiquería. Cosa bien importante. El país ha venido avanzando en eso.

Y me gusta mucho saber que ustedes están mejor integrados con el Sena, que es hoy la institución líder de formación en America Latina.

Infraestructura

Y tenemos todavía un gran atraso en infraestructura.

Estuve el lunes en un Consejo de Seguridad en Puerto Berrío (Antioquia). Es que ocho años es mucho tiempo y se avanza muy poquito, todo es lento. Es que todo es tan difícil.

Yo recuerdo que adjudiqué desde el año 96, 97 la doble calzada Bello-Hatillo. Cuando llegamos a la Presidencia de la Republica la encontramos en un pleito, y casi nos instala un peajito social en Copacabana (Antioquia).

Y eso después de ocho años apenas pasó por Hatillo (Antioquia), apenas va a llegar a Barbosa (Antioquia), apenas nos dieron la licencia ambiental para seguir para Matasanos (Antioquia), pero eso se deja financiado hasta Matasanos por un lado, hasta Cisneros (Antioquia) por el otro en doble calzada, y los otros tramos en Autopistas de la Montaña.

Experimento muy ilusionante por la participación de una empresa tan acreditada como ISA, experimento muy ilusionante.

Yo pienso que quedan unos contratos para desastraso en infraestructura, honorablemente adjudicados, financiados, y al nuevo Gobierno le queda otra gran posibilidad: vender un poquito de Ecopetrol para esas grandes obras de infraestructura.

Si a mí me hubieran preguntado hace 10 años si éramos capaces de capitalizar a Ecopetrol, conociendo como me tocó conocer fundamentalismos ideológicos, habría dicho no, tan difícil. Pero logramos hacerlo. Hoy hay 465 mil colombianos codueños de Ecopetrol. Esa empresa es una de las 465 reformadas por el Gobierno.

Cuando empezó el Gobierno esa empresa invertía 600 millones de dólares al año, el año pasado 7 mil, este año 7 mil.

El país ya empieza a sonar en el mundo petrolero, porque íbamos a perder la autosuficiencia (petrolera).

En estos días me preguntaban unos niños: ‘¿Y qué es perder la autosuficiencia?’.

Les dije: ‘Vean, Colombia necesita diariamente entre 220 y 234 mil barriles de petróleo. De haber perdido la autosuficiencia, como se pronosticaba en el año 2008, estaríamos produciendo menos de eso, y estamos produciendo 785 mil barriles’.

Y vamos para adelante, y el país en no mucho tiempo va a producir millón y medio (de barriles de petróleo). Y Ecopetrol yo le pregunté al primer Gerente, magnífico, de Ecopetrol, al doctor Isaac Yanovich: ‘¿Cuánto vale Ecopetrol?’, Cuando estábamos haciendo la reforma laboral y pensional. Y me dijo 13 billones (de pesos).

Esta semana le pregunté al Director de Planeación: ‘¿Y cuánto vale Ecopetrol?’. Me dijo: ‘Presidente, 120 (billones de pesos)’.

Le dije: No va a pedir eso que se la arrebatan.

Pero algo hay de 13 a 120.

Yo creo que la Nación vendiendo un poquito de Ecopetrol, el próximo Gobierno puede hacer una gran financiación de obras públicas donde el país necesita gran desatraso.

Necesitamos muchas cosas en todo.

Esta mañana me preguntaban los estudiantes: ‘¿Presidente, cosas pendientes en el Caribe?’. Me preguntaban allá en la Universidad Tecnológica (de Bolívar).

Les dije: Lo que más me preocupa a mí es la erosión de la Costa Caribe. Este Gobierno no lo ha podido atender, apenas dejamos una plática para atender ese problema de Arboletes y los Córdobas, que se le entregó a la Gobernación de Antioquia. Ahí van a empezar a ejecutar la obra.

¡Tantas cosas pendientes!

Nueve millones de trabajadores pobres de Colombia que no tienen expectativas de pensión. Este Gobierno resolvió el problema jurídico, pero no el de la plata.

Queda un instrumento jurídico para entregarles unos beneficios de retiro, pero los próximos gobiernos tendrán que hacer un gran esfuerzo para inyectarle recursos a eso.

Sin embargo yo soy muy optimista, yo soy muy optimista por la entidad humana de laboriosidad de mis compatriotas, por el capital social de mis compatriotas.

Ustedes han sido capaces de sortear todas esas crisis de Urabá y el Magdalena. Colombia va a ser capaz de consolidar una gran tendencia de prosperidad.

Revoluciones culturales

Creo que hemos asistido a unas revoluciones culturales importantes.

Cuando yo estaba en las bancas de la universidad no se permitía que se propusiera la seguridad como un presupuesto necesario para el país. Eso se descartaba, se trataba peyorativamente, se decía que esa era una posición de extrema derecha, militarista, dictatorial, fachista.

¿En qué consiste la revolución cultural?

Hoy las grandes mayorías colombianas aprecian que la seguridad es un valor democrático y una fuente de recursos.

Me dicen: ‘Bueno, pero es que hoy hay mucha inseguridad callejera’.

Digo: qué bueno que hoy haya reclamo, hace ocho años con los carros bomba, las masacres, la destrucción de municipios, los ciudadanos no reclamaban por el hurto callejero, por el hurto a los apartamentos, por el robo de vehículos. Hoy sí.

Qué bueno ver una ciudadanía reclamando por el mejoramiento de la seguridad, como ha sido la historia del hombre frente a las necesidades básicas insatisfechas.

Se satisface una necesidad básica y el ser humano no da las gracias diciendo ‘mire de dónde venimos, dónde estábamos’, no quiere retroceder sino que exige de acuerdo con lo que dice (Abraham) Maslow, que se satisfaga la siguiente.

Y qué bueno que eso ocurra en seguridad. Un pueblo más exigente, una ciudadanía más exigente.

Uno tiene mucha fe en eso.

Otra revolución cultural: Nos enseñaban que todo había que resolverlo era socialmente, las políticas sociales, pero no nos decían de dónde iba a salir el dinero.

Yo creo que hoy una buena mayoría de los compatriotas entienden que la promoción de la inversión es una necesidad para poder tener los recursos para la inversión social.

Qué bueno que hoy haya un grupo grande de compatriotas que no disocian seguridad, promoción de la inversión y política social.

Siempre me preocupan los jóvenes.

La semana pasada en la Universidad Autónoma de Occidente, en Cali: ‘Muchachos, levanten la mano los que tienen 18 años’. Y levantaron la mano casi todos, es decir, hace ocho (años) no tenía sino 10.

Ustedes no se acuerdan aquí del tema del secuestro de La María (Valle del Cauca), de aquellas otras cosas. No van a creer que están vacunados.

Yo creo que es muy importante hacer memoria colectiva, no para estancar el país, pero sí para que el país no cambie de rumbo.

Hay que mantenernos en una política de mejoramiento continuo, pero hay que visionar un objetivo y un caminito, no salirse de ese caminito, no estancarlo.

Y la memoria de los niños.

Además la razón de ser de toda esta lucha de ustedes y la nuestra es por las nuevas generaciones, que ellas puedan vivir felices y tranquilas en esta Patria,

Entones es bueno ese tema de la memoria colectiva.

Apreciado doctor Luis Fernando (Arango Arango, Presidente de la Junta Directiva de la Asociación de Bananeros de Colombia, Augura), apreciado doctor Roberto (Hoyos Ruiz, Presidente de las Asociación de Bananeros de Colombia, Augura), apreciados empresarios y trabajadores: mis compañeros de Gobierno y yo no tenemos sino gratitud con ustedes, admiración y afecto. Lo que ustedes han dicho hoy es extrema generosidad con nosotros.

Estamos en un año difícil del presupuesto, ojala este dólar se siga templando un poquito.

Veo mejor el sector de ustedes, me preocupa más el de las flores, sectores tan intensivos en generación de empleo.

Nosotros pudimos enfrentar con recursos fiscales, políticas de los ministros de Hacienda, del ex Ministro (de Agricultura Andrés) Arias, del Ministro (de Agricultura, Andrés) Fernández, estos temas de revaluación, pero hoy tenemos menos espacio fiscal. O sea que hay que seguir trabajando a ver cómo se enfrenta eso, para proteger el empleo.

A todos ustedes personalmente, a sus empresas, a Augura, nuestra inmensa gratitud, y tengan en cuenta esto: Antioquia tuvo un fracaso y un éxito, un fracaso por la violencia y un éxito por la paz.

Don Juan Carrasquilla en 1811, 1812, en Rionegro, en la primera Constitución, dijo bellamente que solamente podían votar los hombres casados que tuvieran un patrimonio independiente, que fueran libres, para garantizar responsabilidad y seriedad, y que aquel que quisiera defender su libertad y su patrimonio tenía que ser respetuoso de la libertad y del patrimonio de los otros.

Yo creo que es una sentencia más bella que la de Benito Juárez, que se pronunció en México 60 años después, pero eso se nos perdió por la violencia interna.

Sin embargo después, a finales del siglo XIX, cuando el país estaba en esas guerras civiles, Antioquia se sustrajo de esas guerras civiles.

En lugar de la guerra, aquí estuvo la misión alemana, aquí estuvo Pedro Justo Berrío, aquí estuvo la construcción del ferrocarril; y a finales de eso años 1890, mientras apenas el 20 por ciento de los obreros industriales de otras regiones del país sabían leer y escribir, en Medellín ya se había alfabetizado al 80 por ciento de los obreros industriales.

Qué daño nos ha hecho la violencia, y esos pequeños destellos de paz nos han mostrado muchas posibilidades.

A todos ustedes muchas gracias”.


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