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Agosto 05     Versión imprimible

Última alocución del Presidente Álvaro Uribe Vélez a los colombianos

Bogotá, 5 ago (SP). “Compatriotas, este sábado 7 de agosto concluye este Gobierno. La Providencia y ustedes, mis compatriotas, me dieron la gran oportunidad de estar en la Presidencia de la República durante ocho años.

Procuré cumplir de la mejor manera esta gran responsabilidad.

Estuve acompañado de un gran Vicepresidente y de un extraordinario equipo de colaboradores.

El Vicepresidente Francisco Santos fue una gran ayuda, con su calidad de compañero, su lealtad, su franqueza. El equipo de colaboradores laboró con mística, con honradez, con dedicación; no tuvo limitaciones de dominicales, de festivos, de vacaciones, para servir a la Patria en todas las horas.

Ese equipo de colaboradores no fue una burocracia apelmazada, fue un equipo lleno de mística por Colombia. Prueba de ello es que casi todos los ministerios tienen hoy certificados de calidad.

Antes se suponía que las certificaciones de calidad eran para el sector privado, que no estaban al alcance de las entidades del Estado. Hemos dado grandes pasos en esa materia, porque nos propusimos ser consecuentes con nuestra visión que el Estado es la empresa privada más importante, porque es de propiedad de toda la comunidad y que por ende, es la que mejor administración requiere.

Prueba de esa aplicación de mis colaboradores es el alto nivel de calificación de las entidades del Estado, y ese gran avance al duplicar el número de entidades que ya tienen fenecimiento contable: el 89 por ciento.

Quedan semillas.

Queda una semilla muy importante: un país convencido que la seguridad es posible; que la seguridad tenemos que recuperarla plenamente de ese atentado del terrorismo y de los criminales; que la seguridad es un presupuesto fundamental para las libertades, un valor democrático.

Otra semilla: una Patria convencida que Colombia es un gran destino de inversión; que la inversión con fraternidad es el único camino para el empleo, para el empleo digno, de buena calidad, con afiliación a la seguridad social, para superar la pobreza, para construir equidad.

Otra semilla: una Patria convencida que es posible avanzar en lo social, para que lo social se dé en los hechos, no se quede en el discurso.

Compatriotas, cuidemos las libertades.

Cuidemos la libertad de iniciativa de emprendimiento, hoy maltratada en otros países.

Colombia tiene condiciones superiores para el emprendimiento. Nuestros trabajadores son excelentes, así se les reconoce en lo local y en la comunidad internacional.

Los colombianos tienen un gran sentido de asociación para asociarse entre ellos y con la comunidad internacional.

Nuestra ciudadanía es leal y clara.

Colombia es un país que tiene una extraordinaria buena reputación por la alta calidad de su gerencia.

Y Colombia tiene una ciudadanía que realiza todas las tareas apasionadamente. Es verdad: ‘Colombia es Pasión’.

Cuidemos esa libertad de emprendimiento.

Cuando esa libertad se anula, se apereza la creatividad. No permitamos que esos contagios nos lleguen, protejamos estas libertades.

Compatriotas: siento mucho afecto por mi Patria, por ustedes.

Quiero leer unas líneas para hacer llegar mis palabras de afecto a todas las regiones de esta gran tierra nuestra, unas líneas que leí al tomar posesión por segunda vez el 7 de agosto de 2006.

Al despedirme hoy, quiero decirles:

Al Amazonas, tan remoto en el pasado; su río y selva, centros del mundo del futuro.

Allí cerca Vaupés, con sus arrendajos, pequeñas aves que cuidan las avispas, ante la mirada atónita de quienes desconocen la convivencia.

Guanía, con las aguas reposadas de sus caños verdeantes.

Putumayo, un sendero entre Brasil y el Pacífico; una vena suramericana dispuesta a liberarse de la contaminación de la violencia.

Caquetá, con el prodigio de su ondulación, la serenidad de su geografía, que quiere deshacerse de la convulsión de los fusiles.

Meta, con el centauro y el jilguero que pernoctan bajo la palma de moriche, y hablan en tonadas de joropo.

Guaviare, también como el anterior, con un río que lleva el mensaje de los Andes a las aguas del Orinoco.

Casanare y Arauca, donde Santander, el Hombre de las Leyes, reclutó los corazones llaneros que esperaron a Bolívar para darnos la Independencia.

Vichada, una llanura, un mar de agua dulce habitado por delfines rosados y toninas, que se guarda como tesoro para las nuevas generaciones.

Nariño, tan consistente entre los verdes de Aurelio Arturo y los matices de su naturaleza; leal en la adversidad y en la victoria. El nombre del precursor de los derechos humanos al servicio de la virtud.

Cauca, el liderazgo de una lucha histórica y democrática sobre el discurrir de la Nación, la cultura de su Popayán.

El Valle del Cauca, con Cali como hermana mayor de una constelación de ciudades, entre la fertilidad de sus suelos; con reservas infinitas en su música de salsa y su capital cívico.

Quindío, ese pedacito de cielo que Dios nos regaló.

Caldas, centro de café excelso; su Manizales del alma, hospedaje de cultura superior legada del sabio cuyo nombre resalta.

Risaralda, con su poeta de nueva democracia; la ruana, harapo incluyente de destechados de nobleza, desalojo de imperios de penachos.

Chocó, bondad del alma nacional; un corazón que forman los ríos Atrato, San Juan, Truandó, el Pacífico, y una mano esculpida en bahía sobre el Atlántico.

Córdoba, con ‘María Varilla’, el ‘viejo peyalero’, personajes de su música de porro, tan afectuosos como sus campesinos. El Sinú, que podría alimentar al mundo.

Sucre, el Mariscal de la hermandad con Bolivia; su potencial, La Mojana, la sabana y su Morrosquillo, la alegría de su 20 de enero.

Bolívar, albergue del Libertador en las posadas de Mompox; Cartagena con fiereza de valor civil, murallas para narrar la historia, vacías de cobardía, que jamás encontraron para proteger.

Atlántico, su Barranquilla cosmopolita; la ‘Batalla de Flores’ del Carnaval, un rechazo a las batallas de sangre, un expresión de orden de la espontaneidad Caribe.

Magdalena, en honor del río de la Patria; la Sierra Nevada, vigía de Santa Marta en la última hora del Libertador, y también de Aracataca en la primera inspiración del Nóbel de Literatura.

Guajira, con la sensación de ser indómita, porque encuentra en la rebeldía la defensa de su libertad.

Cesar, el buen manejo del bello idioma; la imaginación y el torrente natural de arte de acordeón han hecho de cada historia elemental una leyenda vallenata.

Norte de Santander, el campanario de Villa del Rosario, que con su vuelo notifica la advertencia de respetar la ley, especialmente por el gobernante.

Santander, un carácter firme como las laderas del Chicamocha, una idiosincrasia que no conoce el retroceso, menos para defender la libertad.

Boyacá, donde reposa la Independencia en un paisaje de encanto inagotable, respira el recuerdo de Pedro Pascasio Martínez Rojas, el soldado niño que definió qué es lealtad a la Patria.

Huila, el Sanjuanero ameniza el rigor de La Gaitana al vengar la muerte de su hijo Timanco; noble terruño que añora la paz como única venganza de tantos años de sufrimiento.

Tolima, la misma erguida actitud en el bambuco, la construcción del Estado, la ciencia política, el surco agrario, donde el Bunde de Castilla, su canto, es sol que abraza.

San Andrés, Providencia, Santa Catalina, el archipiélago de tez azul; un duelo por amor entre los del interior que quieren abrazar el mar de limpia mirada, y los raizales que sólo desean cuidarlo con celo extremo.

Cundinamarca, agudeza de campesinado ilustrado y vertical; ejercicio de labor abnegada que rebosa de inteligencia; ronda de la gran ciudad que la custodia como cofre de historia y magia del porvenir.

Bogotá, culta, orientadora del pensamiento nacional, en senda incontenible de progreso; albergue sin llanto, sin egoísmo, de la Nación entera.

Antioquia, la comarca que veo desde acá como a mis padres, con mirada fija en la disciplina laboriosa del yunque, que interrumpe en emoción al escuchar un trino sentimental; una escuela de trabajo donde el afecto se siente más y se expresa menos; con Medellín vencedora de mil desafíos, de la distancia para industrializarse, del narcotráfico, para consagrarse como ciudad de educación y ciencia.

Con ustedes, compatriotas de toda esta Patria, he tenido la posibilidad de adelantar un fecundo diálogo en estos ocho años, un diálogo del alma.

Poco interés prestamos a las tentaciones de engaño, de invitación al diálogo por los terroristas, pero dimos todo nuestro amor al diálogo fraterno con los colombianos de bien.

Muchas veces tuvimos que decir no, pero jamás en ese diálogo hicimos del no una disculpa para aperezarnos y dejar de buscar opciones.

Hemos construido con ustedes, a lo largo de estos años, en ese diálogo del alma, una actitud más cálida, menos agresiva, igualmente reclamante.

Para mí, la posibilidad de este diálogo con ustedes durante estos ocho años, ha sido un cielo en la tierra.

A todos ustedes, compatriotas, mi gratitud; a los soldados y policías, a los integrantes de las Fuerzas Armadas de la Patria. Tenemos que rodearlos, quererlos, apoyarlos, cooperar con ellos y que ellos siempre nos respondan para tener un Nación más segura.

Nosotros necesitamos una Nación segura, con unas Fuerzas Armadas eficaces y totalmente transparentes, y una ciudadanía desarmada.

Para apoyar a nuestras Fuerzas Armadas, las armas que nosotros necesitamos como ciudadanos son el cariño, la confianza y el celular.

Mi gratitud a todas las instituciones del Estado, a la comunidad internacional que nos ha apoyado.

Mi gratitud a todos mis compañeros en las tareas de Gobierno.

Las buenas semillas las han sembrado las Fuerzas Armadas y mis colaboradores, los errores son míos.

Pido perdón a la Nación entera por aquellos errores cometidos y también por lo que no se hubiera podido hacer.

Obedece, todo aquello que pueda ser negativo, a la propia contingencia de mi humana condición.

Apoyemos todos al Presidente Juan Manuel Santos, a su Gobierno. Que sea una etapa de gran prosperidad para la Patria, con inmensa equidad.

Expreso mi gratitud a Bogotá, que ha sido nuestro albergue en estos ocho años, y que ha procedido con nosotros con su hospitalaria generosidad, como ha procedido durante su existencia con todos los colombianos que aquí han llegado.

A todos ustedes, compatriotas, gratitud inmensa en nombre de mi familia.

Quiero mucho a esta Patria, que por virtud de la Providencia es nuestra Patria.

Que con el trabajo y la compenetración de todos, después de la borrasca de violencia de dos siglos, venga la felicidad para los niños y quienes habrán de venir, para que las nuevas generaciones vivan felices en el fecundo suelo de Colombia.

Muchas gracias compatriotas”.


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