Bogotá, 20 ene (SP). Las siguientes son las palabras del Embajador de Colombia ante los Países Bajos, Francisco José Lloreda Mera, durante la eucaristía conmemorativa del décimo aniversario del fallecimiento del ex ministro de Defensa, Rodrigo Lloreda Caicedo.
“Me han solicitado María Eugenia y mis hermanos, Rodrigo, María Mercedes, Aura Lucía, María Eugenia, José Fernando y Patricia, dirigir unas palabras.
Encargo difícil, pues cada uno de ellos tiene algo que decir y por más que lo intente no lograría interpretarlos. Más tratándose de sentimientos y vivencias personales e intransferibles que aún sobreviven al paso del tiempo. Igual ha de ocurrirles a ustedes, quienes tienen un motivo para estar aquí; sus amigos, quienes trabajaron con él, lo conocieron o conservan de él un buen recuerdo.
Difícil plasmar en pocas líneas lo que siento de mi padre; sería el narrar de un corazón que aún no se repone de su ausencia; el de un ser humano que lo busca entre sueños. Por eso, prefiero retomar apartes del último diálogo que sostuvimos con él días antes de morir cuando nos reunió en familia y que refleja, en pocas palabras, su esencia, y la razón de su existencia. Así nos habló:
“Quiero decirles que me hubiera gustado tener más tiempo para ustedes, verlos crecer en sus familias; pero me da la impresión de que Dios no me va a dar esa oportunidad. Recuerden que el periódico más que una empresa, es una misión: es el aporte que podemos nosotros darle a una comunidad y es la forma de enfrentar con valor a los agentes del mal, a las fuerza negativas que se mueven en nuestra sociedad.
Me preocupa la suerte de mi país, mi Patria. Hice todo lo posible por servirla, en mi región, en la educación de las nuevas generaciones, en el manejo de su política externa, en su preparación para enfrentar todas las amenazas que se ciernen sobre ella. Esas labores nunca se completan, pero habrá generaciones nuevas, fuertes, vigorosas que no dejarán que la Patria se disuelva.
Yo creo que lo más importante es que recuerden que en la vida hay cosas fundamentales y otras que no lo son. Es fundamental la familia, es fundamental estar en paz con uno mismo, practicar el bien. Lo demás, la ambición, el dinero, el poder, son cosas efímeras que no hay que rehuirlas, siempre y cuando desde allí puedan realizar algo en beneficio de los demás.
De pronto anticipo muchos de éstos pensamientos porque no se con el curso de ésta enfermedad en qué momento pueda perder la capacidad de discernimiento. He luchado mucho con la enfermedad, llevo seis meses por lo menos en esa lucha terrible que ha minado mi cuerpo y que empieza a debilitar mi propia capacidad de lucha. Hace ya mucho rato que entendí que en mi vida era más importante las responsabilidades que las ambiciones, por eso cuando me acerco al tema de cual sería la forma como debo despedirme ya no de mi familia sino de mi Patria encuentro una enorme dificultad para trazar parámetros. Quisiera fallecer en Cali, si así ocurre, porque es mi tierra y si han de hacerme algunos homenajes en Bogotá, quiero que sean lo más discretos y austeros posible. Me gustaría tener una misa en el Cantón del Norte por los soldados que luchan en los sitios más lejanos de mi Patria.
No tengo rencores, a mis adversarios ocasionales les tiendo la mano. A quienes me han brindado su amistad y su apoyo, les agradezco.
Lo mejor que me ha ocurrido a mí en la vida fue encontrarme con María Eugenia; tienes que ser fuerte y quiero que te mantengas porque te necesitan. Por ahora voy a parar porque estoy un poco cansado…”.
Fue la última vez que estuvo lúcido. Murió a los pocos días. Tenía 57 años.
Rodrigo Lloreda vive en la memoria de quienes lo recordamos y extrañamos.
Muchas gracias a todos por estar aquí. Y aquellos que están de corazón”. |