Jericó, Antioquia, 3 jul (SP). “Ayer vivimos un día muy triste en Medellín y en el Área Metropolitana por una masacre. Nos da todavía señales el terrorismo de que es capaz de hacernos daño. Pero con una fuerza de voluntad inclaudicable, sin dobleces y sin esguinces, tenemos que continuar la lucha para derrotarlos.
Porque ahora, al completar 200 años de vida independiente, la historia apenas nos muestra escasos 47 años de paz. En el siglo XIX fueron siete, alrededor del Gobierno de Núñez.
Antioquia, que había sufrido muchísimo las guerras civiles entre los años 1850 y 1886, en adelante se separó de las guerras civiles, y tuvo mucho progreso.
Cuando Antioquia hizo ese alto en el camino y tomó la decisión de no participar más en las guerras civiles, en Antioquia floreció la educación; se dio el Gobierno de Pedro Justo Berrío, vino la Misión Alemana.
Y cuando a finales de ese siglo apenas el 20 por ciento de los obreros industriales de las otras regiones de Colombia tenían alfabetización, Antioquia, por haberse separado de las guerras, había logrado que el 80 por ciento de los obreros industriales de Medellín hubieran ya tenido un aceptable nivel de estudio para la época.
Fue en 1902 cuando el país le puso final a las guerras civiles. En esos acuerdos, uno de ellos en un buque que estaba en Panamá, allí acudió el general Alfredo Vázquez Cobo y el general Lucas Caballero a firmar la paz.
Otro de esos acuerdos en Chinácota, cerca de Cúcuta, allí acudió el general Ramón González Valencia, quien posteriormente fuera Presidente por un año, para reemplazar al general Rafael Reyes.
Otro de esos acuerdos lo recordamos hace casi dos años, cuando acudimos a Valparaíso a celebrar un aniversario más del nacimiento del general Rafael Uribe Uribe.
Ese acuerdo fue en la Finca Neerlandia, en el departamento del Magdalena; aquel día dijo el general Uribe Uribe al firmar la paz, con el general Florentino Manjarrés, que firmaban la paz no porque estuvieran convencidos de la paz, sino porque la Nación había sido destruida. No quedaba algo por qué pelearse.
Y por supuesto, la Nación estaba deprimida. En una bellísima oración, al firmar la paz, dijo: ‘Despidámonos como soldados y saludémonos como ciudadanos. Nuestros padres y nosotros mismos incurrimos en el error de creer que hacíamos Patria con los fusiles destructores de la violencia; hoy sabemos que la única manera de hacer Patria es con las herramientas fecundas del trabajo’.
El país quedó profundamente destruido. Al año siguiente se separó Panamá, que era la corona de la joya colombiana. Y fue una separación atípica, una separación, cordial no, solidaria y afectuosa.
En aquella acta del 3 de noviembre de 1903, de la cual se enteró el Presidente Marroquín porque al Palacio de San Carlos llegó el General Pedro Nel Ospina a contarle que se estaba separando Panamá, y el Presidente Marroquín leía una novela en francés, los panameños dijeron: ‘Nos separamos porque hemos llegado a la mayoría de edad; queremos ejercer nuestros derechos. Nos separamos como hermanos’.
Esta semana, cuando acudíamos a estimular los acuerdos con Panamá, con Italia y con Correa, a Ciudad de Panamá, percibíamos allí ese ambiente de hermandad. Ese día hubo independencia, pero no separación.
Los historiadores abundan en tesis. Uno de los nuestros, Ministro de Relaciones Exteriores del Presidente Eduardo Santos, el profesor López de Mesa, en un bellísimo libro titulado ‘Las frustraciones nacionales’, dice que una de las frustraciones fue la separación de Panamá.
Hay quienes imputan la separación de Panamá al hecho de que el Presidente Marroquín y el Congreso de la época en Colombia no permitieron que se entregara una concesión a los norteamericanos para poder construir el Canal de Panamá.
Influyó también la política del Gran Garrote, del Presidente Roosevelt, e influyó también el interés económico de Wall Street.
Pero creo que hubo un elemento que en estos años del Bicentenario tenemos que tener presente, para que no volvamos a cometer el error de vivir en la violencia: nuestra política del gran descuido. Por vivir nosotros inmersos en la violencia, perdimos a Panamá.
Y la paz que se había logrado en 1902, apenas duró hasta los años 40, cuando se reinició la violencia entre los partidos. Se le puso punto final por los pactos que firmaron los Presidentes López Pumarejo y Laureano Gómez.
Pero cuando aún no se conocían en muchas regiones de Colombia el acuerdo del Frente Nacional, ya la Patria se derramaba en sangre por las guerrillas marxistas, que trajeron el odio.
Después vino la reacción igualmente cruel del paramilitarismo, ambos cooptados por el narcoterrorismo. La tragedia que han vivido las generaciones desde los años 1940; la tragedia que muchos de los aquí presentes, como uno de los más importantes de Antioquia, Jaime Tobón Villegas, quien nos acompaña, hemos conocido en detalle.
Pues bien, hay que superarla. Y hay que superarla definitivamente. Se supera con serena firmeza, se supera con firmeza sin claudicación, se supera con mucha agudeza patriótica, para no incurrir en engaños de aquellos que nos propone el terrorismo.
Señores generales, muy distinguidos integrantes de las Fuerzas Armadas de Colombia: esta tierra, el Área Metropolitana de Medellín, Envigado, todos los municipios, renuevan hoy la confianza en ustedes para que desterremos definitivamente las masacres, para que recuperemos definitivamente la paz, para que esta tierra le pueda decir al mundo que sí hay posibilidades de deshacerse definitivamente del narcotráfico, madre de todos los males de la Nación.
El camino útil de diálogo
Al llegar hoy a Jericó, a este Consejo Comunitario número 300, en el marco del Encuentro de Dirigentes del Suroeste, para asistir a la Rendición de Cuentas del Ministro de Agricultura, quiero simplemente dar un discurso de cariño.
Hay días en que los individuos dedicados a la vida pública tienen que dar un discurso de economía, hay días que tienen que dar un discurso de política social, hay días que tienen que dar un discurso sobre el ordenamiento jurídico, hay días que es necesario entregar a los compatriotas un discurso sobre relaciones internacionales.
Permítanme simplemente dar unas palabras de cariño a mis compatriotas, desde esta bellísima ciudad de Jericó, en el Suroeste de Antioquia.
Cariño a los mayores, a aquellos que presiden esta reunión desde el cielo, muchos de ellos impulsores fundamentales del Encuentro de Dirigentes del Suroeste.
Un saludo de cariño a las nuevas generaciones, a los niños. Nuestra lucha es para que las nuevas generaciones puedan vivir felices en Colombia, en el suelo fecundo de la Patria; para que las nuevas generaciones tengan toda la oportunidad de nutrición, de educación, de ciencia, de trabajo, de emprendimiento, para que la Patria sea un hogar del cual emane felicidad permanente para las generaciones que han de venir.
Un saludo de cariño a todos los colombianos con quienes hemos tenido oportunidad de mantener un diálogo activo a lo largo de estos ocho años de gobierno, que nos han acompañado con tanta vocación de patria en 300 consejos comunitarios, en igual número de consejos de seguridad, en consejos de empleo, en consejos de microcrédito. Muchas gracias.
Con cariño les digo que este diálogo ha sido muy útil, se ha cambiado la dirección del diálogo. El país ya no vive en ruegos pidiéndoles a los que disparan que dialoguen, pero el país ha encontrado que el camino del diálogo es entre los colombianos de bien, que trabajan de sol a sol, combinan con el estudio, aman la Constitución y respetan profundamente el ordenamiento jurídico.
Estas son unas palabras de cariño para agradecer a Antioquia, a esta tierra madre tan importante. Para decir a las nuevas generaciones que en la vida pública, en la vida privada, hay que aplicar muchos elementos con que nos forman nuestros padres en Antioquia.
La disciplina del trabajo, del trabajo honrado, del trabajo en todas las horas; la actitud de afecto y alegría; la disposición de hacer las cosas difíciles con amor; la disponibilidad inmediata.
En esta tierra enseñan que cuando a un ciudadano se le pide un servicio, ese ciudadano no puede decir: mañana lunes, porque hoy es domingo; en esta tierra enseñan que cuando se acude a la casa de alguien a pedir un apoyo, la puerta tiene que permanecer abierta, no se puede cerrar con el pretexto de que es la media noche; en esta tierra enseñan que hay que tener disponibilidad de todas las horas para proceder de manera diligente ante el reclamo del prójimo, con afecto inmenso.
En esta tierra enseñan que para cumplir el deber hay que eliminar los calendarios, que para cumplir el deber no hay horas sino todas las horas, que para cumplir el deber no hay días sino todos los días, que para cumplir el deber no hay la luz del día sino también toda la noche.
En esta tierra enseñan que para cumplir el deber, no hay que detenerse en el dominical, que se puede elevar una oración al cielo y enseguida ayudar a consagrar el dominical con trabajo entusiasta, con trabajo de energía, con trabajo vigoroso, con trabajo de amor a la Patria.
En esta tierra enseñan que los lunes festivos para nosotros no son importantes para descansar, sino para que haya trabajo en los hoteles, para que haya empleo en los restaurantes, para que haya movilidad en las carreteras, para que haya alegría en el encuentro en los lugares públicos.
En esta tierra enseñan que la vida hay que llevarla con alegría e intensamente, que no se puede perder un minuto en aquello de querer al prójimo, de entregarle todo el afecto.
Desde Jericó, quiero decir hoy a mis coterráneos antioqueños, que he procurado en estos años querer a todas las regiones de Colombia, con el amor que en esta tierra nos han infundado por nuestra propia región antioqueña.
Cuando ustedes encuentren un compatriota del archipiélago o del Caribe, de las sabanas de Córdoba, de Bolívar o Sucre; un compatriota de los Santanderes, de Boyacá, de Cundinamarca, de nuestra gran capital, Bogotá; cuando ustedes encuentren un compatriota del Chocó, un compatriota del Gran Caldas, de Risaralda, del Quindío; cuando ustedes encuentren un compatriota del Valle del Cauca, del Cauca, de Nariño, del Putumayo, del Huila o del Caquetá; cuando ustedes encuentren un compatriota del Amazonas, del Guainía, del Vichada; un compatriota del Putumayo; cuando ustedes encuentren un compatriota del Meta, un compatriota del Arauca, un compatriota del Casanare; cuando ustedes encuentren un compatriota de Santander o de Norte de Santander, por favor, no reclamen, sino esto: la única virtud que reivindicamos es haber trabajado estos ocho años con amor por Colombia y con un afecto por todas sus regiones, igual al afecto que en Antioquia nos han enseñado a tener por esta tierra antioqueña.
Me veo hoy en la obligación de cumplir un mandato del alma. Apreciados coterráneos de Antioquia, cualquier cosa buena que haya podido suceder en estos años, tiene profunda relación con el valor del trabajo y del afecto por la Patria, inculcado en Antioquia.
Todos los errores son exclusivamente míos. Ninguno de la manera antioqueña de ser. Cualquier cosa buena que se haya podido hacer, tiene los orígenes en la manera antioqueña de ser y de querer la Patria. Todo lo malo pueden cargarlo a las debilidades de esta carnita y de estos huesitos. Muchas gracias”. |