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Julio 04     Versión imprimible

Mensaje del Presidente Álvaro Uribe Vélez en agradecimiento por marchas en el país

Medellín, 4 jul (SP). “Muy apreciados compatriotas, no tengo palabras para expresar gratitud, nuestra gratitud.

La Patria tiene muchas dificultades pero va por un caminito. La gran esperanza de la Patria es la formidable actitud creativa de nuestros compatriotas.

Ustedes son la gran esperanza de la Patria, mis compatriotas de toda Colombia, mis compatriotas de la Guajira, del Magdalena, del Cesar. Mis compatriotas del Atlántico, de Bolívar, de Sucre, de Córdoba. Mis compatriotas antioqueños, mis compatriotas del Chocó, mis compatriotas del Valle del Cauca, de Caldas, de Risaralda.

Mis compatriotas del Quindío. Mis compatriotas del Cauca, de Nariño; mis compatriotas del Putumayo, del Amazonas, del Caquetá, del Huila, del Guainía, del Vaupés. Mis compatriotas del Vichada, mis compatriotas de Arauca, mis compatriotas del Casanare, mis compatriotas de Bogotá, que tan generosamente nos ha albergado estos años.

Mis compatriotas de Cundinamarca, de Boyacá, el altar de la Patria. Mis compatriotas de Santander, la tierra de los Comuneros; mis compatriotas de Norte de Santander, mis compatriotas de toda esta Colombia.

Ustedes, en una nación tan flagelada por tantos problemas, han sido inmensamente generosos con este Gobierno, conmigo. Cómo nos han acompañado con tanta generosidad estos años.

Yo quiero agradecer a quienes han sido mis compañeros de Gobierno, como mi Ministro (Andrés Felipe) Arias; Juan Lozano, hoy senador electo. ¿Dónde está el Canciller (Jaime Bermúdez) y los que estaban por aquí? El Canciller. A mis compañeros de Gobierno muchas gracias, muchas gracias.

Homenaje a las Fuerzas Armadas

Y muchas gracias a los héroes de la Patria. Muchas gracias a los soldados y policías de Colombia.

Compatriotas, una nación tan afectada, tan afectada por el terrorismo, narcotráfico, pero que está saliendo y va a salir adelante. Una Nación que entre la guerrilla, los paramilitares, la quisieron desangrar, pero que está saliendo adelante, es una nación que quiere profundamente a sus soldados y policías.

Ellos son nuestros héroes y además, los depositarios de nuestro afecto y nuestra confianza, porque han tenido el valor de corregir y de sancionar cualquier violación de derechos humanos.

Mis compañeros de Gobierno y yo rendimos un homenaje a los soldados y policías de Colombia. Permítanme pedir a cada uno de mis compatriotas, afecto por los soldados y policías. Digamos a nuestros hijos, a los papás y las mamás, a las esposas, a los compañeros de trabajo, que rodeemos a nuestros soldados y policías con afecto.

Quiero rendir un homenaje en cabeza del señor general (Alberto José) Mejía, Comandante de la Cuarta Brigada, y el general (Luis Alberto) Pérez Alvarán, Comandante de la Región de Policía, a todas las fuerzas armadas de Colombia.

El pueblo, las Fuerzas Armadas y la Constitución son una gran esperanza. Estas Fuerzas Armadas vienen derrotando al terrorismo, respetando plenamente las libertades.

Este cielo de Colombia es infinito en libertades. El mundo reconocerá que Colombia viene ganando la batalla por la seguridad sin declinar el buen cuidado de las libertades. Eso es bello, apreciados generales.

Todos vamos a apoyar a nuestras Fuerzas Armadas. Yo le estoy pidiendo un permiso al Presidente (electo) de los colombianos, Juan Manuel Santos, para que en la tarde de 7 de agosto, cuando yo regrese al bello oficio de simple ciudadano de Colombia, me permita ser cooperante de las Fuerzas Armadas de Colombia. Y no necesitamos sino un arma, un celular. Un país desarmado de fusiles, pero un país armado de ideas, de iniciativas y de solidaridad.

Quiero —¿adónde está Eloisa?— que todo el esfuerzo de las generaciones presentes sea para que estos niños y los que habrán de venir vivan felices en el suelo de la Patria.

El pensador inglés decía que la Patria es ese viejo pacto que se renueva día a día entre los ausentes, los que ya están en el cielo, los presentes y los que habrán de venir.

Hace poco tiempo, un médico de los Estados Unidos que nos visitó en Cartagena, decía: ‘es que, Presidente, yo venía al Foro Económico Mundial prevenido, pensando que un país que ha sufrido tanto la violencia tenía una ciudadanía con el señor fruncido, con los ojos inyectados de odio, con una mirada de amargura’. Y agregó ese médico: ‘estoy sorprendido. Encuentro unos colombianos amables, desprevenidos, con un corazón abierto, unos colombianos con un gran capital social, con una gran energía, con una gran pasión por la Patria’. ¡Qué bueno! ¡Qué bueno!

Y ahí reposa el futuro, la esperanza, en la energía de nuestros compatriotas; en su vigor, en su creatividad, en la capacidad de echarse sobre las espaldas las cargas más pesadas y en la capacidad de salir adelante.

Un equipaje de gratitud a Colombia

Yo me llevo un solo equipaje, un equipaje de gratitud a Colombia. Es el equipaje que saldrá conmigo en la tarde del 7 de agosto de la Casa de Nariño; un equipaje de gratitud a Colombia. Y mi más grande preocupación, en lo personal, será cómo agradecer en el futuro todo este afecto con que nos ha rodeado en estos años esta gran Nación que integran mis compatriotas.

Yo no sé qué decirles. El corazón, en esta hora de tanta generosidad de los compatriotas, tiende a bloquearse más que inspirarse. Pero por allá hay una bella canción, a la cual le quiero hacer una metáfora, una analogía. Diría yo: ‘Colombia, lo que pasa conmigo es que te quiero; te quiero Colombia con el alma y con el cuerpo; te quiero Colombia totalmente. Lo que pasa conmigo, Colombia, es que te quiero con un amor que no conocía’.

Muy apreciados compatriotas de todos los confines de esta gran Nación, vamos a hacer de Colombia un país ejemplar en seguridad con libertades, en inversión con fraternidad, en acceso a mercados con competitividad, en innovación productiva, en educación; un país ejemplar en equidad.

A los trabajadores de Colombia y a los empresarios, a los trabajadores aquí presentes, a quien llevó esa pancarta que tanto agradezco, de la CGT (Confederación General del Trabajo), gracias infinitas. Un país que crezca a mayor ritmo, pero que crezca con fraternidad, que crezca sin odio de clases, que crezca sin capitalismo salvaje, que crezca fraternamente. Es nuestro deseo, el que ponemos en manos de los empresarios y de los trabajadores de Colombia.

Esta Nación es hoy una quinceañera admirada en el mundo entero. Muchos dicen qué es esa Colombia tan bella de allá del septentrión de América del Sur.

Los que no nos querían reconocer, hoy son pretendientes de Colombia, admiradores de este gran pueblo, de este gran pueblo que ha sabido vencer en 200 años, 160 años de violencia, y que va a construir siglos infinitos de paz y de prosperidad.

Son admiradores de este gran pueblo que no se ha arredrado ante la crisis de la economía mundial ni ante la crisis con economías del vecindario.

Este gran pueblo, que como dijera le poeta, tiene la misma actitud en la oquedad o en el pináculo; este pueblo de arrieros invencibles, de músculos que alzan el futuro como varas de mimbre. Ahí el poeta retrata la virtud de la capacidad del pueblo colombiano.

Mis compatriotas, cuando hagan el balance de este Gobierno, en un país que todavía tiene muchas dificultades —al que le dejamos apenas unos huevitos: el de la seguridad, el de la inversión con equidad social, el de la política social— cuando hagan el balance, cualquier cosita buena que hayamos podido hacer, les ruego apuntarla en el cuaderno de contabilidad de las Fuerzas Armadas, les ruego apuntarla en el cuaderno de contabilidad de mis compañeros de Gobierno, en la columna del activo.

Todos los errores y dificultades, las carencias, las equivocaciones, les ruego apuntarlas en el pasivo de esta carnita y de estos huesitos.

Yo lo único que reivindico es haber trabajado con amor grande a Colombia, con amor ilímite a Colombia.

Ojala pudiéramos tener aquella bellísima referencia del general (Francisco de Paula) Santander. En los primeros meses de 1840, en la víspera de su fallecimiento, dijo: ‘la última hora hábil de mi vida, es la primera en que dejo de dedicarme a la cauda de la libertad, de la Independencia y del bienestar de la Nueva Granada.

Ojala nuestro Señor nos permita trabajar por Colombia hasta la última hora de la existencia.

Falta mucho. No estamos en un paraíso, todavía hay muchas dificultades; pero hemos querido a Colombia. En esta tierra nos enseñaron a tener un gran vigor de afecto por la región, por la Patria chica.

A mis compatriotas de todas las regiones, desde la capital hasta La Guajira, desde la capital hasta el Amazonas, desde el Chocó y Buenaventura en el Valle del Cauca, hasta Puerto Carreño en el Orinoco; hasta las ciudades del Guainía, allá en los nacimientos del río Negro.

A mis compatriotas de Leticia al Cabo de la Vela, de la frontera con Panamá a la frontera con Venezuela, a mis compatriotas del archipiélago, les digo que lo único, lo único que reivindicamos es que hemos procedido con todo el afecto por toda la Patria colombiana.

En estos días, unos compañeros de Gobierno me decían: ‘Presidente, pero es que en este Gobierno ha habido que trabajar los domingos y los lunes festivos y tener disponibilidad las 24 horas y estar atento en cada momento, y no estamos cansados. Qué será. ¿Será que nos ha dado goticas a todos?’. Y les he dicho: la mejor gotica, la única que evita el cansancio, aquella que evita el recaimiento, aquella que evita la pereza, aquella que recorta el sueño, es una gotica que se llama amor a la Patria colombiana.

Muchas gracias, apreciados compatriotas. Muchas gracias. Muchas gracias, apreciados compatriotas”.

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