Medellín, 16 jul (SP). “De niño asistí a esta Plaza (de Cisneros) de la mano de mi abuelo, a recibir la candidatura presidencial del Doctor Carlos Lleras Restrepo, que se manifestaba como una esperanza para la Nación.
Al regresar hoy a esta Plaza, en el alma quiero invertir los papeles. Quiero ver a todos mis coterráneos y compatriotas sentados en esta tribuna y yo quisiera desde allá de la Plaza referirles unas palabras.
Porque soy yo el que debe gratitud a ustedes, soy yo el que debe un homenaje que no se puede dimensionar en la vida a todos ustedes, apreciados coterráneos y compatriotas.
Quiero compartir el sentimiento con quienes me han acompañado en las tareas de Gobierno, encabezados por los ministros aquí presentes y por esos héroes de la Patria que son los integrantes de las Fuerzas Armadas.
Quiero dedicar esta generosa peregrinación de paisanos que provienen de los diferentes sitios de la montaña, del Magdalena, del Atrato, del mar; a los compatriotas de todas las regiones.
Quiero en este Bicentenario, en el atardecer de esta Plaza de Cisneros, en la víspera del final de este Gobierno, rendir un homenaje a mis compatriotas en estos 200 años de vida independiente.
Hacer también un repaso del alma, de las tribulaciones de un pueblo que habría ganado mucho más, de no haber sufrido tanta violencia. Hacer un repaso del alma de algunos episodios de la vida nacional para honrar a los héroes y por supuesto, para que nos comprometamos a bosquejar un mejor camino para todos aquellos que habrán de venir.
Muy apreciado Gobernador (de Antioquia, Luis Alfredo Ramos), el 7 de agosto de 2002, usted como Presidente del Congreso de Colombia tomó el juramento que yo debí prestar para asumir la Presidencia de la República.
Con el alma le agradezco, porque para su generosidad no bastó aquel juramento. Nos ha acompañado con toda entrega en su ejercicio como congresista y ha sido grato, inmensamente grato, compartir desde la Presidencia de la Republica su ejercicio de Gobernador de esta gran tierra de Antioquia.
No tengo palabras para agradecer su generosa convocatoria esta tarde en la hora final de este Gobierno.
Uno de los nuestros, Luis López de Mesa, una especie superior de la intelectualidad en diferentes ramos del conocimiento, se refiere en sus libros a muchas de las frustraciones nacionales.
Fue López de Mesa el que nos hizo ver que la violencia impidió el legado que debió dejarnos de más prosperidad la cultura agustiniana; que la destrucción violenta de la cultura chibcha también impidió poder recibir un legado de mayor prosperidad con todo el avance de aquella cultura.
En las primeras batallas del Libertador (Simón Bolívar), mientras (Antonio) Ricaurte era inmolado en San Mateo, Antioquia aportaba al primero de esos héroes, (Atanasio) Girardot, en la montaña del Bárbula.
Acompañaron al Libertador en los primeros destellos de la Independencia y también en las primeras derrotas y ofrendaron sus vidas.
El Libertador derrotado, pero con ese liderazgo de persistencia, acudió a Cartagena y allí (Manuel) Rodríguez Torices y ese puñado de dirigentes libertarios de la época, empezaron a armarle el Ejército con el cual fue fraguando la campaña que se llamara la guerra admirable, la Campaña Admirable, con soldados de Mompós y de Tenerife; de Mompós, cuya acta de independencia estamos conmemorando también en estos días.
Y el Libertador cruzó la Cordillera Oriental y por Ocaña (Norte de Santander) atisbó Cúcuta (Norte de Santander) e ingresó de nuevo a Venezuela para ser de nuevo derrotado.
Siempre la Nación entera se fue comprometiendo en la gesta que finalmente la fue uniendo.
Hace una semana en Santander hacíamos, con motivo de los 200 años del cata de independencia y de la Constitución del Socorro, un homenaje a los Comuneros.
A (Francisco) Berbeo y a Manuela Beltrán y a (José Antonio) Galán; ese movimiento de los Comuneros es un hito en al historia de la construcción del Estado de Derecho, ese Estado que le va arrebatando poderes al soberano y los va radicando en cabeza del pueblo.
Y ese movimiento murió en la represión y con él se apagó una gran esperanza. Nuestra seguridad no ha sido de represión, nuestra seguridad ha sido para que el terrorismo no siguiera reprimiendo a Colombia.
Este proyecto de seguridad, a diferencia de aquel que llevó a los Comuneros a su hora final, este proyecto de seguridad es para que en Colombia triunfen permanentemente las libertades, para que sea la voluntad de nuestro pueblo la que vaya marcando el derrotero de la Nación.
Y ese movimiento comunero de Santander y de Boyacá y de Cundinamarca tuvo otra significación muy, muy especial; las capitulaciones pudieron anticipar lo que es una Colombia pluriétnica, multicultural.
Las capitulaciones de los Comuneros incluían un reclamo por la liberación de los esclavos, un reclamo por las reivindicaciones de nuestros compatriotas afrodescendientes, un reclamo por los derechos de los indígenas.
Hoy desde la Plaza de Cisneros, en la víspera de este Bicentenario, queremos rendir homenaje a todos los compatriotas que han avanzado en la gesta de la libertad.
La semana pasada en Cundinamarca conmemorábamos esa acta de independencia y esa Constitución, y rendíamos un homenaje a Antonio Nariño el Precursor; un homenaje también a Policarpa Salavarrieta. Tenía escasos 14 años en la hora del Grito de Independencia la heroína y murió cuando apenas contaba 19; murió fusilada por servir a la independencia de la Patria.
En lugar de consolidar la Independencia, emprendimos la violencia
Quiero rendir un homenaje a todos los héroes del 20 de julio, pero también llamar la atención, porque al decir de Nariño en ‘La Bagatela’, al otro día del Grito de la Independencia empezó la violencia entre nosotros.
En lugar de habernos dedicado a consolidar la Independencia, emprendimos la violencia entre nosotros.
El general (Francisco de Paula) Santander, que a los 6 años de edad había recorrido el camino que hoy se llama la Vía Central del Norte, desde Cúcuta hasta Bogotá, que se acababa de graduar en el Colegio San Bartolomé de 18 años, a los pocos días del 20 de julio se enroló en un Ejército.
Pero no en el Ejército para consolidar la Independencia, sino en el Ejército para emprender la primera guerra civil, en uno de los bandos contendientes de la época, en el ejército de los centralistas que emprendía un camino desde Bogotá a enfrentar el Ejército de los descentralistas que emprendían un camino desde Boyacá.
La Independencia nos trajo muchas frustraciones, porque no supimos consolidarla a tiempo. Hubo mucho derramamiento de sangre porque nos dedicamos, no a ganar la Independencia, que ya habíamos enarbolado en el Grito, sino a la violencia entre nosotros mismos.
Hitos históricos de Antioquia
Y en esas actas de la Independencia que venimos festejando, quiero hoy recordar episodios muy importantes de Antioquia, permítanme referir a dos.
En 1812 el acta de Independencia de Rionegro, liderada por Don Juan Carrasquilla, trae dos hitos para la historia de Colombia y de la democracia universal. En ese 1802, en Rionegro se dice que los únicos que pueden votar son los hombres libres. Ese es un gran avance en procura del libre sufragio universal. Y pensaba yo hasta hace algunos años que era Benito Juárez, el héroe mexicano, el único que había delimitado el derecho propio diciendo que termina donde empieza el derecho ajeno.
Pero fu esa bellísima acta de la independencia de Rionegro la que 50 años antes del grito de Benito Juárez dijera que solamente aquel que respeta la propiedad, el pensamiento, la persona ajena, puede pedir respeto para su persona, para su libertad y para su propiedad.
Qué bellas las palabras del respeto al derecho ajeno del acta de la independencia de Rionegro.
Y Don Juan del Corral en Santafé de Antioquia produce en esa acta de independencia lo que podríamos llamar el anticipo nacional al concepto de que la soberanía radica en el pueblo. Mientras en muchas partes del continente la discusión era para aceptar el gobierno de la monarquía española a cambio de que Fernando VII gobernara en nuestro medio, Don Juan del Corral y quienes lo acompañaron en el acta de independencia de Santafé de Antioquia dijeron que el único Gobierno que ellos aceptaban era el Gobierno que surgiera directamente del pueblo.
Era la primera reivindicación en nuestro medio de la soberanía popular. Pocos años después de que en la Constitución de los Estados Unidos se había dado ese gran debate entre (James) Madison y (Thomas) Jefferson para finalmente lograr el equilibrio entre la democracia participativa y la democracia representativa.
Y del Cauca había venido el sabio (Francisco José de) Caldas a poner los cimientos de la universidad, de lo que es hoy nuestra alma máter, de lo que después fue esa gran gesta de Antioquia, esa contribución enorme de Antioquia a la ingeniería nacional, la Escuela Nacional de Minas.
Y aquí estuvo Caldas y se fundó la Escuela de Ingenieros Militares. Pero Caldas, como todos los discípulos de (José Celestino) Mutis, terminaron en el cadalso.
Nosotros por la violencia interna facilitamos la cruel reconquista. Y hace dos años recordábamos en Mariquita, al conmemorar los 200 años de la muerte de Mutis, que los discípulos de Mutis no pudieron darnos esos beneficios de la ilustración que de ellos habríamos esperado porque fueron llevados prematuramente al cadalso.
Prácticamente Caldas camina de la fundación universitaria de Antioquia a las gradas del cadalso. Qué tristeza nos dejaron esos acontecimientos. Después, cuando finalmente ese triunfo en Boyacá, el Libertador parte a Venezuela. El Libertador nos enseñó que toda victoria es parcial, el Libertador nos enseñó que en nuestra humana condición no hay día de victoria total, que todos los días hay que luchar para obtener un avance para la comunidad.
Reposó pocos días en Santafé de Bogotá después del triunfo de Boyacá; allí dejó instalado el General Santander como Vicepresidente. El Libertador partió a Venezuela a concretar esa independencia finalmente en la Batalla de Carabobo (1821) y envió al General (José María) Córdova para la independencia de Antioquia. Y Córdova lideró la Batalla de Chorros Blancos (1820) y siguió ese buen ejemplo del Libertador que es un valor de Antioquia: la persistencia.
La historia universal muestra que aquella Batalla de Gettysburg (1863) ganada por la Unión de los Estados Unidos bajo la comandancia del Presidente (Abraham) Lincoln, condujo después de la gran victoria a nuevas derrotas. Porque los triunfadores de Gettysburg se bañaron en agua de rosas, abandonaron el campo de batalla y permitieron que avanzaran nuevamente los adversarios.
Córdova en Chorros Blancos hizo todo lo contrario; emprendió la persecución de (Francisco) Warleta y ayudó finalmente a concretar la independencia de la Costa Caribe con las batallas de Majagual y de Magangué (1820). Y se une nuevamente al Libertador y emprenden el camino del sur. Y mientras Córdova y Sucre, por el mar, llegan a Guayaquil y suben a dar la batalla de las faldas del Pichincha (1822), que consagrar finalmente la Independencia del Ecuador, el Libertador pelea la batalla de Bomboná (1822) cerca de Pasto.
Rendimos desde esta Plaza de Cisneros un homenaje al pueblo nariñense, a Agustín Agualongo; dio mucha lidia para la independencia porque es un pueblo que jamás ha claudicado en sus lealtades. Es el ejemplo que nos deja el hermano pueblo del sur.
Y Córdova representó a esta tierra en toda la Campaña del Sur, al lado del Mariscal Sucre. Allá estuvieron completando la obra inconclusa de San Martín en Perú; estuvieron acompañando al Libertador en la concepción de la Republica de Bolivia, el entonces Alto Perú, inspirando a Sucre para que acertara con las instrucciones del Libertador para poder elaborar esa Constitución Democrática, esa Constitución que es un homenaje a la Ley, que es la primera Constitución de Bolivia.
Y regresa el Libertador. Pero las dificultades de la Gran Colombia no nos permiten disfrutarlo en el Gobierno. Se tiene que seguir en la brega de evitar un día que se separara Venezuela; al otro día que se separara Ecuador y vienen las confrontaciones con el General Santander. Y después Córdova se rebela, era mayor su espíritu libertario que lo que él veía si obtenía en esa guerra en la cual había participado.
Y con la muerte de Córdova, aquí en El Santuario (Antioquia), y después con el asesinato de Mariscal Sucre, el 4 de julio de 1830 en la montaña de Berruecos, la Patria inaugura el triste periplo de los magnicidios. Y después de Córdova y Sucre vino el asesinato de (Julio) Arboleda, y después de (Rafael) Uribe Uribe, y después el de (Jorge Eliécer) Gaitán y el de Luis Carlos Galán y el de Álvaro Gómez Hurtado.
Los magnicidios, otra tragedia en la historia de la Patria que queremos que la conozcan las nuevas generaciones en los libros de la historia, pero que jamás la tenga que vivir el pueblo de nuestra Patria.
Y vienen las revoluciones educativas. Fracasan las de Santander y Bolívar porque las interrumpen los enfrentamientos entre ellos; las guerras, el exilio, la Revolución de los Supremos. Surge una extirpe muy importante de antioqueños, Don Mariano Ospina Rodríguez. Don Mariano asume la Presidencia y al poco tiempo la inestabilidad de la época lo derrota y llegamos a la Constitución de 1863 en Rionegro.
La Constitución más libertaria de que tengamos historia en el continente, una Constitución llamada a colmar todas las aspiraciones, pero que se frustró, no obstante que produjo excelentes mandatarios como (Manuel) Murillo Toro, Santos Acosta, el fundador de la Universidad Nacional, el que puso los pilotos de la Universidad Nacional que antecedieron la obra magistral de Alfonso López Pumarejo; la obra de Aquileo Parra.
Sin embargo, entre 1863 y 1886 hubo treinta guerras civiles que acabaron con la esperanza de la Constitución Rionegro.
Llegó la Presidencia de (Rafael) Núñez. Había sido elegido Presidente del Estado de Bolívar como una reacción del espíritu caribeño contra el desorden y la violencia. Y eso lo impulsó a la Presidencia de la República.
La restauración moral no fue un capricho; la restauración moral fue un mandato popular para evitar que se desintegrara la República en los caminos de la anarquía y desorden.
Antioquia tuvo la primera revolución educativa
Antioquia había participado en todas esas guerras. Antioquia había participado en aquellas guerras que se dan entre finales de 1857 y las guerras que llevaron finalmente a la Constitución del 86. Pero Antioquia se separa de las guerras en esos últimos 25 años del siglo XIX.
He encontrado en la historia de Colombia dos separaciones de guerras que se deben resaltar. Aquella de Antioquia, a finales de siglo XIX y la del Caribe, que se separó de la violencia política entre los años 1940 y 1957, cuando se pactó el Frente Nacional.
¿Para qué sirvió que Antioquia se separa de la guerra? Sirvió para que con la conducción del Doctor (Pedro Justo) Berrio, Gobernador ejemplar, gran antecesor suyo y mío y Doctor Juan Gómez, para que el Doctor Berrío, con la misión alemana, diseñara la primera y más profunda revolución educativa de esta comarca.
A finales de los años 1800, el 20 por ciento de los obreros de Colombia en otras regiones eran analfabetas. Pero gracias a la revolución educativa de Antioquia, en esta comarca, en esa época, el 80 por ciento de los obreros industriales fueron alfabetas.
Un gran logro, un logro muy importante en la época. Y surgió el capital social. La magnifica tesis doctoral de Patricia Londoño Vega nos cuenta cómo a partir de ese momento y hasta los años 1960, florece el capital social en Antioquia. Se traduce en los hospitales, en las casas de beneficencia; se traduce en las escuelas, se traduce en los colegios religiosos.
Cuenta el anecdotario de la historia que de aquella montaña de Santa Helena, cubierta esta tarde por la lluvia, bajaba todos los días a Medellín don Alejandro Echavarría a vigilar la obra de construcción del Hospital de San Vicente de Paúl, mientras su señora se defendía de una enfermedad en el clima más fresco de Santa Helena.
Unos años muy bellos. Aquellos que se dieron entre la decisión de Antioquia de separarse de las guerras civiles y los años en que empezó la pesadilla del narcotráfico. Unos años de construcción de solidaridad, unos años de profundización de ese sentido igualitarista que une a los habitantes de esta comarca; unos años de florecimiento de la epopeya social y económica de Antioquia.
Y siguieron las guerras. Increíble. Mientras Antioquia se había separado de esas guerras, dos grandes de la montaña, Rafael Uribe Uribe y Pedro Nel Ospina, eran los líderes de las guerras que se estaban dando en otras regiones del país.
Pero ambos concurren a los pactos de paz de 1902. Esos pactos que se dieron por un país desangrado, esos pactos que pusieron punto final a la guerra de los mil 128 días, la guerra conocida como la Guerra de los Mil Días; esos pactos que pusieron punto final a ese desangre entre los partidos, que en aquella Colombia de poca población de la época dejó cien mil muertos.
Fueron tres pactos. Uno en Chinácota, en Norte de Santander, cerca de Cúcuta. Allí acudió, a finales de 1902, el General Ramón González Valencia. Otro en el buque Wisconsin en Panamá. Allí acudió el general (Alfredo) Vásquez Cobo en representación de las fuerzas oficiales, y allí acudió el General Lucas Caballero en representación de las fuerzas insurgentes.
Y el tercer pacto lo firmó uno de los nuestros, en la hacienda Neerlandia, en el Magdalena, Uribe Uribe. Dijo bellamente que se hacía la paz no porque había convicción de paz, sino porque la Nación estaba destruida, porque ya no quedaba nada por qué pelearse.
En hermosas frases dejó una sentencia para el futuro. Dijo: ‘nuestros padres y nosotros mismos nos equivocamos al pensar que hacíamos Patria con los fusiles destructores de la violencia. El país entero está por reconstruir. La única manera de hacer Patria es con las herramientas fecundas del trabajo’.
Se abrazaron nuestros compatriotas. Uribe Uribe ayudó sin vacilación en ese gran gobierno de la reconstrucción y del orden de las obras públicas, que dirigió el General Rafael Reyes.
Uribe Uribe ayudó en el gobierno de un gran coterráneo, de una cabeza, de una estirpe que honra a Antioquia, de Carlos E Restrepo. Y meses antes de su sacrificio, en un gesto para contribuir a la conciliación nacional, sufragó en nombre de los liberales por el candidato conservador de la época, el Doctor José Vicente Concha.
Dicen los analistas de la historia que eso creó furias y resentimientos que motivaron a los sicarios al sacrificio de Uribe Uribe, en aquel octubre de 1914.
La contribución de Antioquia a la ingeniería nacional
No obstante esos episodios, se vivieron en Colombia unos años de relativa paz, la Universidad Nacional había tenido un antecedente en el General Santos Acosta, uno de los presidentes de los bienios.
Y finalmente, esa administración promisoria de (Alfonso) López Pumarejo convierte en realidad la Universidad Nacional de Colombia.
No solamente nació la Universidad Nacional de Colombia; nació el concepto de que la universidad tiene que ser crítica más no violenta, que la universidad tiene que ser de masas, que la universidad tiene que ser científica, que la universidad no puede tener discriminaciones. Con la Universidad Nacional de Colombia se abrieron las puertas para el ingreso de la mujer colombiana a los claustros universitarios.
Núñez había fundado unas escuelas de minas, una aquí y otra en otras dos regiones de la Patria. La única que sobrevivió fue la de acá, que a principios del siglo XIX Don Tulio Ospina, de la misma estirpe de Don Mariano, fundara, finalmente, esa Escuela Nacional de Minas, al desprenderla finalmente de nuestra Alma Máter. Y allí empieza, se consolida, avanza, una gran contribución de Antioquia a la ingeniería nacional.
Las matemáticas y el cálculo, el talento, fueron la única defensa de los antioqueños frente al duro risco de la empinada montaña. Es el talento que se expresa para penetrar la cordillera, conectar la Antioquia andina con el mar, lo que, finalmente, le da vida, le da consolidación a la Facultad Nacional de Minas, un aporte de esta tierra a los grandes logros de la ingeniería colombiana.
Y se producen epopeyas de gran transcendencia, como el Ferrocarril de Puerto Berrio, el Túnel de la Quiebra. Pero sigue avanzando la Patria.
Antioquia respeta inmensamente la administración López Pumarejo, esa administración que algunos con ánimo electoral han interpretado mal. Esa no fue la revolución de los obreros por odio contra los empleadores; esa no fue la modernización empresarial para darles más utilidades a los empresarios.
La revolución de López Pumarejo es lo que podríamos llamar un gran referente para la inversión con fraternidad. Fue una gran revolución para modernizar las empresas, darles más competitividad, y una gran revolución para reivindicar los derechos de los trabajadores.
Y después del gobierno del Presidente (Eduardo) Santos viene la administración del Doctor Mariano Ospina Pérez. Había salido del sector privado, formado en la caficultura; había contribuido a la consolidación de la Federación Nacional de Cafeteros, al surgimiento del Fondo Nacional del Café, a la adscripción del Fondo Nacional del Café al manejo de la Federación para evitar que lo consumiera la politiquería.
Ospina realiza una administración gerencial, una administración visionaria, una administración comprometida con políticas sociales, con la pequeña empresa, con la Caja Agraria, con el Icetex (Instituto Colombiano de Crédito y Estudios Técnicos en el Exterior).
Y aparece nuevamente la violencia. Los sucesos del asesinato del Jorge Eliécer Gaitán no fueron unos sucesos aislados; ya se venía incubando la violencia entre los partidos. Y Antioquia presta una gran contribución para superarla. Aquí vienen Alberto Lleras y Laureano Gómez a pedir el apoyo de Antioquia al Frente Nacional, y Antioquia lo da con desbordada generosidad.
Y aquí solía venir López Pumarejo, y les decía a sus amigos en Bogotá, a sus familias: ‘voy a Antioquia a pulsar qué piensa la montaña, porque por Antioquia pasa el meridiano político de la Nación’. ¡Qué bello reconocimiento el que le hiciera López Pumarejo a esta tierra!
Y Antioquia contribuye a esos gobiernos de unidad que hacen un honor a lo que habían sido anteriores contribuciones de Antioquia.
Además de Ospina habíamos dado al otro Ospina, a Pedro Nel Ospina, quien recibió la indemnización de los 25 millones (de dólares) por el Canal de Panamá y realizó una gran obra de infraestructura.
Antioquia había creado un gran precedente de la apertura democrática de la Nación al elegir en 1918 Presidente de la República al hijo de una coterránea lavandera de Bello, a Don Marco Fidel Suárez. Honra de la política. Honra de la fraternidad, Honra de las letras colombianas.
El aporte de Antioquia a la cultura
Y después vinieron otros aportes de Antioquia. Hoy, quiero referirme también al aporte de Antioquia a la ciencia, al aporte de Antioquia a la cultura, al aporte de Antioquia a la música.
Muchas gracias al maestro Alberto (Correa, Director de la Orquesta Filarmónica de Medellín). Muchas gracias, Gobernador. Muchas Gracias a los integrantes de esta Sinfónica de Medellín, a todas las agrupaciones musicales que con ellos se han integrado.
Esta tierra ha sabido que hay que combinar el yunque con la música, porque esta tierra se aproxima al yunque todos los días con esa alegría que la música preserva.
Rindo hoy un homenaje a todos, mencionando a uno de los grandes que hace poco falleció, a Jaime R Echavarría, honra de la música colombiana, hijo de esta comarca.
Y rindo un homenaje a todas las expresiones de la cultura y de la ciencia. A Débora Arango (pintora), que con el pincel y el lápiz hizo una gran revolución para reivindicar los derechos de la mujer.
Un homenaje a Pedro Nel Gómez; un homenaje a Fernando Botero; un homenaje a todos los grandes que han contribuido desde Antioquia a la Patria entera. A esa cultura que ha impedido que la Patria se desangre, que la Patria se desvanezca en los avatares de la refriega.
Agradecimiento inmenso a los compatriotas
Y hoy quiero dar un agradecimiento inmenso a todos mis compatriotas desde esta Plaza de Cisneros. Aquí me uno a mis coterráneos para darle las gracias a toda Colombia. A La Guajira, al Magdalena, al Cesar; para darle las gracias al Atlántico, a Bolívar, a Sucre y a Córdoba; para darle las gracias a Chocó, para darle las gracias a Caldas, al Quindío; para darle las gracias a Risaralda, al Valle del Cauca, al Cauca, Nariño, al Putumayo, al Caquetá, al Huila.
Para darle las gracias a Cundinamarca, al Tolima; para darle las gracias a Boyacá; para darle las gracias a nuestra ciudad capital, a Bogotá, que tan generosamente nos ha recibido a todos los colombianos; para darle las gracias a Santander y a Norte de Santander, a la tierra de la Convención de Ocaña, a la tierra de espacios bien importantes en la reflexión del Libertador.
Para darle las gracias a Arauca, a Casanare, al Meta y al Vichada; para darle las gracias al bello archipiélago de San Andrés y Providencia; para darle las gracias al Guainía para darle las gracias la Vaupés, para darle las gracias al Putumayo; para darle las gracias al Amazonas; para darle las gracias a 47 millones de colombianos, que han dado la oportunidad de que un hijo de Antioquia haya estado ocho años en la Presidencia. Con un afecto inmenso a toda la Patria.
Desde Turbo al Urabá, desde Santa Rosa y Entrerríos en el norte; desde Caucasia en el Bajo Cauca; desde Puerto Berrio en el Magdalena Medio; desde Rionegro y Marinilla en el Oriente; desde Sonsón y Nariño en el sur; desde Salgar, Andes, Bolívar, Concordia, Urrao en el bello Valle del Penderisco; desde todos los lugares cardinales de esta tierra antioqueña.
Uno mi voz a mis coterráneos para expresar gratitud a todos los compatriotas por haber permitido este ejercicio de afecto por Colombia.
He venido a la Plaza de Cisneros a expresar mi gratitud a ustedes y a los mayores.
Mensaje a las nuevas generaciones
Hemos trabajado sin darnos cuenta que hemos trabajado, porque esta tierra antioqueña es una escuela de formación, de disciplina de trabajo. Las nievas generaciones tienen todas las posibilidades para mejorar la plana nuestra, para enmendar la tarea que nos haya quedado mal hecha. Pero simplemente quiero hacer llegar un mensaje a las nuevas generaciones: aquí hemos procurado interpretar la disciplina del trabajo con que los mayores remontaron las dificultades de la montaña.
Antioquia nos enseñó que el dominical no hay que consagrarlo con el descanso, que mientras haya dificultades hay que sumarle a la oración el trabajo. Fue muy grato haber trabajado casi todos los sábados y casi todos los domingos por la Nación entera.
Antioquia nos enseñó que no puede haber cansancio, que finalmente lo único que evita el cansancio es tomar goticas en cantidades inagotables de amor, de amor infinito por Colombia.
Antioquia nos enseñó que hay que recorrer la milla adicional. Antioquia nos enseñó que tiene que haber meta parcial, pero nunca meta final. Antioquia nos enseñó a deleitarnos oyendo al Maestro Héctor Ochoa, escuchando a Jaime R. Echavarría, oyendo al Maestro Rafael Escalona, pero al mismo tiempo cumpliendo el deber en todas las jornadas de trabajo.
Apreciados coterráneos, Antioquia al ritmo de nuestro himno, ha inyectado en las pasadas y en las presentes generaciones un gran amor por la región. Yo prometo que para bien del nombre del pueblo de Antioquia he procurado trabajar por todas las regiones de Colombia con el afecto infinito que Antioquia nos enseñó por esta tierra antioqueña.
Cuando ustedes hablen con los compatriotas de las otras regiones no hagan cuentas de cobro, que es mucho más lo que falta que lo que se ha podido hacer. Simplemente digan ‘ese Presidente trabajó con amor, con amor inmenso por todas las regiones’.
Las semillas que quedan
Es nuestro balance. En eso es en lo único en que ganamos el examen porque todo lo demás queda en pequeñas semillas. He dicho coloquialmente a mis compatriotas que quedan tres huevitos, porque el país no está en un paraíso, porque por el país no corren ríos de leche y miel. Pero quedan tres huevitos que pueden ayudar a tener una Colombia próspera, una Colombia equitativa, una Colombia solidaria; el huevito de la seguridad con libertades, el huevito de la inversión con fraternidad, el huevito de la cohesión social.
Cuando mi generación estaba joven, en el discurso político no se permitía proponer la seguridad. Se le tachaba como una instigación a la dictadura. Hoy la inmensa mayoría de mis compatriotas reconoce que la seguridad es un valor democrático, una fuente de recursos.
Cuando mi generación estaba joven siempre se hablaba de lo social, pero escasamente el discurso político se detenía a examinar las fuentes para financiar lo social.
Hoy la inmensa mayoría de mis compatriotas reconoce que la inversión con fraternidad es necesaria para poder construir la inversión social, para construir la cohesión social.
La inversión y la seguridad no son fines en sí mismos; son medios. El gran fin es la cohesión social para que las nuevas generaciones puedan vivir felices en el suelo fecundo de la Patria.
Rodear de afecto a las Fuerzas Armadas
En la tarde del 7 de agosto, cuando regrese al bello oficio de simple ciudadano de Colombia, llevaré un único equipaje; el equipaje de los recuerdos gratos, el equipaje del diálogo sincero y afectuoso con mis compatriotas, el equipaje de todas las horas de trabajo, porque el trabajo por la Patria es nuestra noción de reposo; el equipaje de ver con alegría el futuro de esta gran Nación colombiana. Para que al concluir este Bicentenario empezamos 200 años de prosperidad, 200 años de equidad, 200 años de una Nación con cada individuo creativo, con cada individuo cultor del ser social, con cada individuo contribuyente de la fraternidad.
Quiero rendir un homenaje a los soldados y policías de Colombia. Ruego a los señores generales aquí presentes que nos acompañen. Quiero desde esta Plaza de Cisneros de Medellín invitar a todos mis compatriotas a rodear de afecto a las Fuerzas Armadas de Colombia.
Nosotros, las generaciones vivas desde los años 40, no han tenido un día completo de paz. La violencia entre los partidos, las guerrillas marxistas, el paramilitarismo, el narcoterrorismo. Nos queda una esperanza: ese triángulo de la Patria que integran la Constitución, las Fuerzas Armadas y el pueblo.
Que en el corazón de cada colombiano salga permanentemente un abrazo de afecto a las Fuerzas Armadas de Colombia. Que allí donde haya un policía y un soldado nuestra relación sea de afecto y de reconocimiento. Lo merecen por su heroísmo, lo merecen por su responsabilidad. Han hecho toda la depuración interna, se han sometido a todos los sacrificios y han entendido que es tan importante la eficacia en la seguridad como el culto a los derechos humanos. Quiero rendir ese homenaje a las Fuerzas Armadas de Colombia.
Al empezar este Gobierno un analista inglés decía que nuestra proposición de seguridad llevaría necesariamente a una dictadura. Hoy en las vísperas de salir de la Casa de Nariño podemos decir de cara al pueblo que gracias a la Constitución, a las Fuerzas Armadas, a nuestro espíritu libertario, lo que hemos hecho es quitarle a Colombia muy buena parte de esa dictadura del terrorismo.
Pero queda una tarea. En Peque, y en Uramita y en Dadeiba, y en el norte (de Antioquia) y en Itagüí, quedan las bandas del narcotráfico. Vamos a derrotarlas, apreciados generales, con el acompañamiento del pueblo. Medellín y esta Área Metropolitana están esperando que se elimine totalmente el asesinato para que las nuevas generaciones puedan crecer sin ese fantasma. Vamos a derrotar a todos los asesinos.
El 7 de agosto asumirá la Presidencia el Doctor Juan Manuel Santos. Iniciará la conducción de las Fuerzas Armadas. El pueblo colombiano habrá de rodearlo a él, a nuestras Fuerzas Armadas. Desde todas las regiones, como lo hacemos hoy desde Antioquia, hacemos que vibre nuestra energía para rodear al nuevo Gobierno, para que sea una epopeya de prosperidad de Colombia.
Coterráneos y compatriotas, gracias en nombre de mi familia, de mis colaboradores que han hecho un magnífico equipo en estos años. Gracias, muchas gracias. Lo bueno es de las Fuerzas Armadas, lo poco bueno es de mis compañeros de Gobierno. Y ustedes pueden tranquilamente decir que los errores, las dificultades, los faltantes, los atrasos, son de esta carnita y de estos huesos, donde ustedes con su espíritu, han encarnado un colombiano cuya única virtud es amar entrañablemente a la gran Patria colombiana.
¡Muchas gracias! |