Junio 17

   

Palabras del Presidente Álvaro Uribe Vélez durante el almuerzo en su honor ofrecido por la Asociación Nacional de Anunciantes de Colombia (Anda)

Bogotá, 17 jun (SP). “Siento un inmenso honor al regresar esta tarde al almuerzo anual de la Asociación Nacional de Anunciantes (Anda).

Yo tengo que darles a ustedes toda la gratitud, por la compañía en estos años de Gobierno, por su fe en Colombia, por su voluntad de hierro para no desfallecer en momentos de severas dificultades.

Muy apreciado doctor Carlos (Carlos Delgado Pereira, Presidente de la Asociación Nacional de Anunciantes de Colombia, Anda), en usted hemos tenido un compañero de batalla de largo aliento; usted generosamente lo recordaba, desde aquellos tiempos cuando, con la orientación de don Hernán Echavarría Olózaga, adelantábamos trabajos delicados en el Congreso de la República.

Mi inmensa gratitud. Reciba mi saludo agradecido de compatriota, que le tiene un inmenso afecto.

Muchas gracias, doctor Rodríguez (Andrés Felipe Rodríguez, Presidente de la Junta Directiva de la Anda), a usted y a toda la Junta.

Este es un gremio de la Patria que se caracteriza como los buenos gremios de la Patria.

En Colombia, la institucionalidad tiene que reconocer siempre la gran valía de sus gremios, porque han puesto en todas las horas, por encima, el interés nacional que el específico interés gremial.

Eso los caracteriza a ustedes.

Y lo quiero destacar en esta reunión, cuando vengo a decirles: muchas gracias por la compañía en estos años. Jamás sus preocupaciones fueron ante el Gobierno, los aspectos puntuales de su actividad gremial. Siempre sus preocupaciones han sido los superiores intereses de la Nación. Muchas gracias.

Estamos llegando a un final de Gobierno que los compatriotas nos han permitido generosamente prolongar durante ocho años. Y quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones:

Democracia moderna

Primero, se habla de una América Latina dividida entre izquierda y derecha. Una división sin razón de ser, polarizante.

Parece que nos hubiéramos quedado en la época en la cual se trajeron unas doctrinas de Europa, válidamente, para enfrentar las dictaduras. Pero cuando todo el mundo dice querer girar alrededor de la regla democrática, esa división es obsoleta, polarizante, no práctica.

En lugar de esa división, nosotros creemos que a nuestra América Latina hay que exigirle todos los días es más avance en la modernización democrática, para lo cual en estos años hemos propuesto cinco elementos:

La seguridad, las libertades, la cohesión social, el respeto a las instituciones independientes, no obstante la deliberación, y una alta participación ciudadana, como garantía de la transparencia, como fuente de la confianza pública; de esa confianza que es el elemento que va vinculando a un ciudadano con el otro y que entre todos va construyendo ese bello concepto, que es el concepto de Nación.

Esos valores tienen diversos orígenes. Inicialmente se dijo que la libertad era una prédica de las derechas para reproducir las condiciones de explotación. Pero finalmente ha habido que aceptarla como un imperativo de todos, porque nadie, sin que sea respetado absolutamente en sus libertades, puede avanzar en lo económico o en lo político; nadie sin que sea respetado absolutamente en sus libertades, puede ser opción en una sociedad.

La seguridad también se trató de maltratar por algunos, diciendo que era una categoría de la derecha para imponer represivamente la reproducción de las formas de explotación.

Países como el nuestro hoy entienden que la seguridad es un requisito que todos los ciudadanos, independientemente de su orientación política, demandan.

Nosotros creemos más en una democracia moderna, que en esa vieja división entre izquierda y derecha.

Hemos trabajado en estos años en Colombia con lo que hemos llamado el ‘Triángulo de la Confianza’. He repetido mucho ante mis compatriotas que el país necesita un sendero de confianza. Que tiene que tener una política de largo plazo en materia de seguridad, una política de largo plazo en materia de inversión, una política de largo plazo en materia social.

Mis compañeros de Gobierno, cuando me ven, seguramente leen en mi mente lo que he repetido incansablemente en estos ocho años: seguridad, confianza de inversión, cohesión social.

Pero por qué lo digo, apreciados compatriotas. Porque creo que más importante que la rivalidad entre las personas, que más importante que reducir el debate de la política a las vicisitudes de su ajetreo en el diario vivir, es tener unos conceptos, elementales y profundos, que puedan asimilar los ciudadanos y que constituyan un buen rumbo para la Nación.

También nos hemos preguntado cuál es el camino para que Colombia sea próspera, reduzca el desempleo drásticamente, pueda superar la pobreza.

Y nos hacemos varios interrogantes: ¿eso depende de pequeñas reformas? No. ¿Depende de una reforma laboral más, de una reforma laboral menos? No. Nosotros creemos que de temas mucho más de fondo, de temas que tocan la estructura del aparato productivo de la Nación.

Tema laboral

En lo laboral, por ejemplo, hay que tener en cuenta que este país hizo una profunda reforma en 1990. Los mayores en esta reunión sabemos que de no haberse resuelto el viejo tema de la retroactividad de las cesantías, la suerte de la empresa privada sería muy difícil, y también la suerte de los intereses de los trabajadores.

Bajo el liderazgo de Juan Luis Londoño, nuestro Ministro de Protección -que no dejamos de reclamar por su ausencia-, el Congreso aprobó la reforma laboral de 2002, todavía cuestionada en el debate político.

Tan importante, por ejemplo, en la racionalización de los recargos para los sectores como clínicas, restaurantes, hoteles, que tienen que trabajar las 24 horas, sin consideración a dominicales y festivos.

Impuso esa reforma no solamente la obligación de contratar un aprendiz por cada 20 trabajadores, sino la de pagar en su reemplazo la cuota de aprendizaje para financiar el Fondo Emprender. Y también reformó sustancialmente el contrato de aprendizaje, haciéndolo más factible.

En efecto, el país pasó de tener 30 mil aprendices. Hoy tiene 200 mil.

Tenemos unos elementos bien importantes, diría yo que de flexibilidad laboral y otros de garantías de estabilidad.

Hace pocos días leía un estudio de una consultora internacional sobre la legislación laboral comparada en América Latina. Nuestra seguridad social es costosa, pero somos bastantes competitivos en términos generales.

Y decía yo: los estudios laborales han omitido hacer referencias a herramientas de flexibilidad muy importantes que tiene Colombia. 950 mil trabajadores colombianos están vinculados por las empresas de servicios temporales; 650 mil trabajadores colombianos por las cooperativas de trabajo asociado que esté Gobierno no eliminó. Lo que hicimos fue estimular una Ley finalmente aprobada en nuestro Congreso, para que esas cooperativas tengan que cumplir con la afiliación a la seguridad social, los parafiscales, y que la remuneración a los asociados no sea inferior a la remuneración general de las empresas frente a sus trabajadores.

Y hay otras flexibilidades.

Hace poco, el Primero de Mayo, en la ciudad de Popayán, sindicalistas, empresarios y Gobierno lanzábamos el Decreto reglamentario del contrato sindical, para avanzar en la idea de una Colombia más fraterna, con empresas que abran más espacios de participación, y trabajadores que abran más espacios de compromiso con la sostenibilidad de las empresas. Un instrumento para que las empresas puedan tener en la organización de los trabajadores una fuente para su ‘tercerización’.

El año pasado, para enfrentar la crisis de la economía, produjimos la reglamentación de una Ley, la 590 del año 2000, para que las empresas pequeñas que nazcan, el primer año solamente paguen el 25 por ciento de los parafiscales; el segundo año, el 50; el tercer año, el 75, y solamente el cuarto año, el ciento por ciento.

Yo no he estado optimista, les confieso. Dije: ‘Vamos a hacer el ensayo, hay que hacer todos los esfuerzos para enfrentar esta crisis de la economía’. Hoy aparece que han surgido 33 mil pequeñas empresas en el último período, que se han beneficiado de este mecanismo.

El año pasado promovimos otra norma. En 2002 habíamos repetido la obligación de tener un aprendiz por cada 20 trabajadores. El año pasado se produjo la norma para que las empresas no tengan que atenerse solamente al número mínimo de aprendices, sino que puedan tener tantos aprendices adicionales cuantos requieran. Eso sí, sin afectar la nómina básica.

Ahí tiene el país un potencial de vincular tres millones de trabajadores.

Entonces, uno encuentra que no reposa hoy en la legislación laboral la varita mágica para la generación de empleo o de prosperidad en Colombia.

Entre el año 2003 y el año 2007 hubo un gran crecimiento de la economía, que tuvo también un correlativo descenso del desempleo. Y en esos años, también, descendió con velocidad el índice de pobreza.

En el último año y medio hemos sufrido dos crisis severas: la crisis de la economía internacional y la crisis particular con Venezuela. Hemos seguido construyendo empleo, pero no en la magnitud necesaria.

Por eso, un desempleo que había caído del 18 por ciento al 10,7, volvió a subir al 12,1. Pero esa subida se estancó y en la última medición ya aparece que en las trece áreas metropolitanas descendió el desempleo en medio punto.

Nosotros creemos que es inseparable una alta tasa de crecimiento económico del camino para tener una baja tasa de desempleo. Que es inseparable una alta tasa de crecimiento económico del camino para tener una acelerada reducción de la pobreza y un mejoramiento del coeficiente de distribución del ingreso.

Siempre basados en el triángulo de la seguridad, la confianza de inversión y la política social, hemos procurado trabajar lo que yo llamo una autopista de seis carriles, para que Colombia entre en una tendencia de creación de empleo de alta calidad, de mejoramiento del nivel de vida para todos los ciudadanos. La seguridad, la promoción de la inversión, el acceso a mercados, la innovación productiva, una Revolución Educativa permanente, y el tema de infraestructura.

La violencia ha frenado la prosperidad

Cuando era yo joven, apreciados compatriotas, en el discurso político estaba proscrito hablar de seguridad. La crítica inmediatamente señalaba ese discurso como una apología del fascismo, de la dictadura.

Observo una evolución muy favorable en la cultura política de nuestros compatriotas: hoy las grandes mayorías colombianas reclaman la seguridad como un valor democrático, como una fuente de recursos. ¡Qué interesante eso!

Los alcaldes de Colombia antes no pedían sino política social, y hoy reclaman por igual la Policía. Creo que es un cambio de visión muy importante en la aproximación a los problemas nacionales.

Releyendo los historiadores, preguntando a los historiadores, uno encuentra que en estos 200 años de vida independiente escasamente hemos tenido 47 años de paz:

Siete en el gobierno del presidente Núñez. Un gobierno que surgió como una gran expresión de la rebelión Caribe contra el desorden, y que creó condiciones para que prosperaran la caficultura y la agricultura en general en la Colombia Andina, y para que aparecieran los primeros florecimientos industriales en la Colombia Caribe. Y en el siglo XX, una vez terminada esa guerra devastadora de la Nación, la guerra en realidad no de mil días sino de mil 128 días, de cien mil muertos, en aquellos acuerdos a finales de 1902, que deja un país postrado, que deja un país sin posibilidades de retener la joya de la corona de entonces, a Panamá, entramos en lo que podría ser un período de 40 años de paz.

¿Pero qué le ha pasado a las generaciones vivas desde los años 1940?

La violencia entre los partidos, a la que le ponen punto final los acuerdos del Frente Nacional, patriótica, sensatamente liderados por los ex presidentes Alberto Lleras y Laureano Gómez.

No habían llegado las noticias de esos acuerdos a muchos rincones de la Patria, pero ya allí se escuchaban los disparos y los explosivos de las recientes guerrillas marxistas, que apoyadas en la revolución cubana querían cumplir el objetivo de tener dos réplicas en América del Sur a esa revolución: una en Bolivia y otra en Colombia.

Las guerrillas del odio de clases, las guerrillas que quisieron sustituir la argumentación en el debate político por el disparo, sustituir el Estado de leyes por la dictadura, generaron la reacción igualmente cruel del paramilitarismo. Unos y otros cooptados por el narcotráfico. La pesadilla que no se ha superado todavía.

Cuando uno examina la historia de la Patria, éxitos de muchos gobiernos, liderazgos, una gran dirigencia empresarial, una gran clase trabajadora, un gran capital social, difícil encontrar en las diferentes naciones un capital social como el que integra, por ejemplo, esta audiencia de ustedes, esta audiencia gremial de superior visión de Patria.

Un gran capital social que se observa también en lo elemental.

Hace poco, en el Foro Económico Mundial, un médico de los Estados Unidos quien por primera vez visitaba a Colombia, me dijo: ‘Presidente, estoy admirado. Después de registrar tantos años de noticias de violencia de Colombia, esperaba yo encontrar a los colombianos en mi primera visita al país con el ceño fruncido, con la expresión de la cara amarga, con unos ojos inyectados de odio. Y he encontrado un pueblo colombiano amable, desprevenido, cálido, sonriente, espontáneo’. Ese pequeño detalle es un elemento mayor. Es la expresión de que la adversidad no ha creado aquí resentimiento, sino que ha sido un acicate para que nuestro pueblo luche con más ahínco.

Y uno se pregunta por qué con tantos aspectos favorables no hemos tenido suficiente prosperidad, si cuando empezaba nuestra Independencia y se había consolidado la independencia en los Estados Unidos teníamos el mismo ingreso per cápita; si al final de la Segunda Guerra Mundial, poco nos diferenciaba de los países asiáticos.

Seguramente en este Bicentenario, historiadores, políticos, sociólogos. Todos dirán su veredicto.

He permitido aportar un elemento:

Creo que Colombia tendría mucha más prosperidad, de no haber sido afectada durante toda su historia por la violencia. Por eso, el compromiso de la seguridad es un compromiso para que las nuevas generaciones puedan tener la prosperidad colectiva que nos ha sido tan esquiva.

Seguridad

Algunas reflexiones sobre la seguridad:

Falta mucho, pero tiene elementos muy importantes para destacar: se han recuperado monopolios que no se debieron perder. Se ha recuperado el monopolio de las Fuerzas Armadas para combatir a los criminales. Se desmontó el paramilitarismo. La palabra paramilitar había surgido para denominar bandas privadas criminales cuyo objetivo era combatir a las guerrillas. Hoy el Estado es el único que combate a los criminales de toda pelambre.

Se ha recuperado el monopolio de la justicia, autónoma e independiente. Pero en muchas regiones de Colombia había sido desplazada y reemplazada por cabecillas de la guerrilla y por cabecillas paramilitares. Hoy lo jueces y fiscales de Colombia, rodeados de las Seguridad Democrática, ofician en toda la Nación.

Las víctimas no reclamaban. No reclamaban por temor o porque lo encontraban inútil. Ahora hay 320 mil víctimas que han registrado sus reclamos. El país está haciendo un esfuerzo descomunal en la reparación administrativa.

Reparación total no hay, apreciados compatriotas, pero todo esfuerzo de reparación anula venganza, anula odio, abre caminos de reconciliación.

Sin embargo, quiero pedir a ustedes interiorizar de pronto este elemento: finalmente la única reparación que sirve es el derecho a la no repetición. Nada ganaríamos con hacer un enorme esfuerzo presupuestal e institucional para reparar 320 mil víctimas, si no garantizamos una solidez prolongada en el tiempo de una política de seguridad que repare a las generaciones del presente, frente a lo que sufrieron las generaciones anteriores, y les dé a las generaciones del futuro el derecho que esa violencia no se puede repetir. El derecho de vivir con todas las oportunidades que se derivan de una sociedad segura.

Este país hizo un enorme esfuerzo por la descentralización. El terrorismo había atentado severamente contra la descentralización. El jueves 8 de agosto de 2002, nosotros llegamos antes de que despuntara el Sol a Valledupar, a empezar la política de Seguridad Democrática, y en la tarde a Florencia. Allí estaban asilados todos los alcaldes del departamento. Era la historia de 400 alcaldes de Colombia. No podían desempeñarse por las amenazas del terrorismo.

Hoy, los 1.102 alcaldes de la Patria, los 32 gobernadores, con ese paréntesis tan triste del secuestro y asesinato del Gobernador del Caquetá (Luis Francisco Cuellar), todos están rodeados de la política de Seguridad Democrática, sin detenernos en el origen político de su elección, para construir Patria alrededor de los valores superiores; y la seguridad es un valor superior.

¿Cuánto luchó este país por la elección popular de alcaldes? No pudo sacarla adelante la Constitución de 1863. Tampoco los gobiernos que se llamaron de la República Liberal. Fue el senador Álvaro Gómez Hurtado, en la administración del Presidente Betancur, quien finalmente presentó el proyecto convertido en acto legislativo. Y posteriormente, en la administración Gaviria, la Constitución de 1991 incorporó la elección popular de gobernadores.

Esos pasos de descentralización se estaban perdiendo por el terrorismo. Los hemos recuperado. ¿Para qué hablar de elección popular de alcaldes y gobernadores si no podían desempeñar sus funciones?

El país hizo un enorme esfuerzo para aumentar los recursos de las regiones. Permítanme recordar algunos pasos:

La Constitución de 1968 del Presidente (Carlos) Lleras Restrepo crea el situado fiscal. Posteriormente, la administración del ex presidente (Belisario) Betancur impulsa la descentralización fiscal con las leyes 11 y 12. Y la Constitución del 91 aumenta las transferencias con el Sistema General de Participaciones (SGP).

¿Qué había hecho el terrorismo? Robarse esas transferencias, abrir las avenidas de la corrupción para asaltar los presupuestos de la descentralización.

Cuando uno ve cómo se han taponado, gracias a la Seguridad Democrática, las avenidas por las cuales se robaban regalías, recursos de salud y recursos del Sistema General de Participaciones, tiene que reconocer que ahí reposa un principio de recuperación del respeto a la Ley, desquiciada por el avance de los terroristas.

La Seguridad Democrática tiene otros intangibles de gran importancia:

Hace pocos días un analista inglés me recordaba una entrevista que tuvimos hace nueve años. Él, con un grupo de parlamentarios europeos, me preguntaba: ‘¿Cómo es su propuesta de Seguridad Democrática?’. Y expliqué lo que tantas veces he repetido ante ustedes. Y dijeron: ‘Es imposible que eso se practique en Colombia. Si este señor gana y va a ejercer la Presidencia, conduce a Colombia a una dictadura’.

Después de ocho años lo que vemos es que hemos podido practicar un concepto democrático de seguridad, por convicción colectiva e individual. Ese mismo interlocutor decía hace pocos días que confesaba su asombro al registrar que en ocho años se había desvirtuado su predicción.

Han sido ocho años de seguridad con libertades. Han sido ocho años de seguridad sin legislación marcial, sin recortes provenientes de Estado de Sitio. Ocho años de seguridad con garantías individuales, con absoluto respeto a todas las tendencias de opinión. Por supuesto, con deliberación, como tiene que ser en la democracia. Eso es bien importante reivindicarlo.

Nuestras Fuerzas Armadas, una Patria flagelada por la presencia del narcotráfico, el terrorismo de la guerrilla, el terrorismo de las bandas criminales, afectada tanto también como estuvo por el paramilitarismo, tiene que ser una Patria que abrace a sus Fuerzas Armadas.

En mi concepto, apreciados compatriotas, la seguridad reposa en las Fuerzas Armadas, en el pueblo y en la Constitución.

A las Fuerzas Armadas hay que quererlas, hay que apoyarlas. Tienen dos méritos: el mérito de su heroísmo y el mérito de su responsabilidad.

En estos ochos años no ha dejado de sancionarse una sola violación de derechos humanos. Pero esa sanción no ha habido que imponerla contra las Fuerzas Armadas, sino con su concurso, con su consentimiento. Eso es bien importante destacarlo ante la comunidad nacional y ante la comunidad internacional. Ese es un mérito sobresaliente de nuestras Fuerzas Armadas para apoyarlas.

Y hay que darles confianza.

Algún día haré unas confesiones de las cuales quiero anticipar una: cuando se hizo una captura de un terrorista muy reconocido internacionalmente, comandantes de las Fuerzas Armadas me dijeron: ‘Presidente, pero después hay un problema y entonces nos echa’. Dije: ‘No, conmigo no es así. Yo asumo la responsabilidad’. Confiaron y lo capturaron.

En todos los casos se asumió la responsabilidad.

Quizá un conflicto diplomático internacional se habría podido evitar, si en aquel día el Presidente de la República dice: ‘Esto fue un exceso de la Fuerza Aérea. Ha sido llamado a calificar servicios el Comandante de la Fuerza Aérea’.

Eso nos habría evitado un conflicto diplomático, pero nos habría destruido la confianza que veníamos sumando día a día en las Fuerzas Armadas.

Operativos como los que han llevado a cabo con inteligencia, con heroísmo, nuestra Fuerzas Armadas, necesitan, por supuesto, logística, entrenamiento, presupuesto. Y el país ha sido generoso con el Impuesto al Patrimonio. Pero necesitan moral. Y la moral de las Fuerzas Armadas surge del apoyo.

Nuestra Fuerzas Armadas, de no haber tenido apoyo, seguramente tendrían las mismas habilidades, pero no se habrían atrevido a producir los mismos resultados.

El resultado de las Fuerzas Armadas depende de que las queramos, las apoyemos, las rodeemos. Y tienen el mérito de que son unas Fuerzas Armadas profesionales, respetuosas de la Constitución, comprometidas con la eficacia, y comprometidas con los derechos humanos.

Quiero hacerles otra anotación:

En el diálogo de todos estos años con mis compatriotas, en los últimos meses, aparece un reclamo por el robo del carro, por el robo de la moto, por el hurto callejero, por el asalto al apartamento, al local comercial. A mí me parece bueno. Eso indica que la sociedad colombiana ha despertado en materia de seguridad.

He observado una evolución en mis compatriotas frente al tema de seguridad. Primero, acoger la seguridad como un valor necesario de la sociedad, y después, como una escala en permanente ascenso. Algo semejante a como el sociólogo (Abraham) Maslow describe la actitud del ser humano frente a las necesidades básicas: resulte una, el ser humano no quiere mirar hacía atrás, sino que mira a ver cómo va a resolver la otra, la de más arriba. Es una escalera que no baja.

Y a mí me parece bien que eso ocurra en Colombia.

Mis compatriotas, hace ochos años, en aquellos puentes festivos de octubre y noviembre, cuando valerosamente la Fuerza Pública saltó a las carreteras, salieron de las ciudades y parecía la liberación de un secuestro de millones de cautivos. Pero allá no nos podemos quedar. Eso hay que consolidarlo, pero avanzar.

En una Patria con carros bomba, con secuestros masivos, no había mente para reclamar por esos delitos, muchos menos para reclamar por el robo callejero del celular.

Una Nación que hoy reclama por todos estos delitos es una Nación que va por el camino correcto, y es una garantía de que es la base ciudadana de la Nación la que exige que no se afloje en materia de política de seguridad.

Inversión

El segundo carril que hemos observado para la prosperidad, la reducción de la pobreza, la creación de empleo, es la tasa de inversión.

Cuando yo era joven, apreciados compatriotas, en el discurso político siempre se hablaba de lo social, pero no había interés manifiesto en la inversión. No se respondía la pregunta: ¿de dónde surgen los recursos para financiar lo social?

Hoy, un creciente número de ciudadanos conecta de manera inseparable la tasa de inversión de las políticas sociales. Ya el campesino, el obrero, el trabajador informal, suelen repetir: si no hay inversión no hay manera de financiar al Sena, al (Instituto Colombiano de) Bienestar Familiar. No hay manera de hacer las carreteras. No hay manera de financiar Familias en Acción. No hay fondos para Familias Guardabosques. Etcétera.

Creo que hay una buena evolución en el discurso político, en la cultura política de los compatriotas: el reclamo de la inversión.

Yo diría que frente a la inversión hay cuatro categorías de países: unos gobiernos que abiertamente la rechazan. Que quieren el camino de la propiedad estatal exclusiva, así nieguen su identificación con el viejo comunismo.

Unos gobiernos que no la rechazan. La aceptan, pero no la defienden, no la defienden de sus riesgos. Y en esto hay que poner mucho cuidado en América Latina.

Unos gobiernos que tratan a la inversión por interés personal: ‘a este inversionista lo protejo para que su país no tome una retaliación, o por el interés de tal negocio’.

Colombia no está en ninguna de esas tres categorías. Colombia está en la cuarta, con un Gobierno convencido de la necesidad de la inversión, uno; dos, que la defiende; tres, que tiene frente a ella una aproximación institucional, no de capricho personal.

¿Por qué la defendemos? Porque la historia ha sido severa. Porque la historia ha demostrado que allí donde se anula la inversión, la iniciativa privada, se anula la creatividad. Para nada sirve, en un régimen sin libertad de inversión, que se invierta en ciencia y tecnología.

Las viejas sociedades comunistas y las nuevas terminaron ‘aperezadas’, sin incentivos, se perdió la calidad de vida.

Todavía los historiadores no nos han dicho por qué cayó el Muro de Berlín, o por qué se hizo ese tránsito de la China de Mao Tse Tung a la China de Deng Xiaoping, o por qué colapsó el imperio Soviético.

Seguramente se hablará mucho de las libertades. Yo creo que incidió mucho la falta de calidad de vida.

Los alemanes del Este, por entre las rendijas del Muro de Berlín, miraban la prosperidad de la Alemania del Oeste y ellos se sentían rezagados.

Unión Soviética tenía éxitos militares en la conquista del espacio, pero la apropiación estatal monopólica de los medios de producción había llevado a una obsolescencia del aparato productivo, que afectaba totalmente la calidad de vida.

La calidad de vida de los pueblos está indisolublemente atada al vigor de la iniciativa privada.

Por eso creo yo que hay que confiar en la iniciativa privada, promoverla, defenderla y tener frente a ella una aproximación institucional, no una aproximación personal.

Se han hecho reformas, faltan muchas.

Ayer se aprobaron dos muy importantes:

El Congreso aprobó la Ley de Descongestión Judicial, que mucho le va a ayudar en los años que vienen a la competitividad del país. Y el Arancel Judicial del 2 por ciento, para litigios administrativos, comerciales y civiles de determinado nivel de cuantía hacía arriba, a fin de que se pueda ayudar a financiar la justicia.

Por supuesto, hay que hacer ahora la reforma de la regla fiscal, la reforma de regalías.

En este Gobierno, las regalías de los departamentos y de los municipios, en pesos constantes, pasaron de 1.8 billones a cuatro billones. En los próximos años, dado el crecimiento que se observa en el petróleo, en el carbón, en el oro, esas regalías pueden llegar a 12 billones.

Nuestro Gobierno, además, eliminó la Comisión Nacional de Regalías. Es una de las reformas a 465 entidades del Estado, de las cuales hemos erradicado el clientelismo y la politiquería.

Se suprimieron unos contratos de interventora de regalías y se creó una auditoria visible a través de Planeación Nacional, que ha ayudado mucho.

Nosotros vamos a proponer al nuevo Gobierno insistir en el tema de ahorro de regalías, para contribuir a la regla fiscal. Vamos a insistir en el Congreso, y una de las últimas actuaciones de este Gobierno ante el Congreso será presentar, el 20 de julio, el proyecto que proponga ahorro de regalías sin despojo. Si el nuevo Gobierno lo acepta, se discutirá con su equipo económico.

Esto es, que haya un año base, que en ese año se congelan las regalías en valores constantes, y que los excedentes todos vayan, en nombre de la respectiva región, a una cuenta de ahorro.

Pensamos que eso puede ayudarle muchísimo al país en el futuro.

Sé que faltan reformas, a pesar de muchas que han hecho.

También quiero destacar al Congreso, a tres días de elecciones, aprobando el Arancel Judicial. Eso lo hace una democracia con responsabilidad. En muchas, el cálculo político no lo permite.

Quiero destacar al Congreso que hoy está aprobando la conciliación de la reforma para ingresos de la salud, una reforma tributaria, un ajuste tributario, a tres días de elecciones. Eso demuestra que hay responsabilidad, ánimo de cumplir hasta el último minuto.

A mí me hacían una pregunta ayer en Cartagena. Me decían: 'Presidente, cómo se le ocurre a tres días de elecciones, usted nos habla por la radio de que hay que defender tres huevitos, que hay que defender una gallinita, le pone nombre a esa gallinita, y enseguida nos crea estos problemas, esta reforma a tres días de elecciones’.

Le explique: hay que trabajar a toda hora. Los intereses superiores de la Patria no se pueden someter a los intereses electorales.

Y otro me preguntaba: ‘Presidente, ¿qué tal que la ‘Operación Camaleón’ le hubiera salido mal? ¿Qué tal que asesinen a los secuestrados? ¿Cómo corrieron ese riesgo a ocho días de elecciones?’.

Y le dije: ‘Lo que pasa es que una ventana de oportunidad para rescatar unos secuestrados hay que aprovecharla’.

Uno no es el que fija la fecha. La fecha se la fijan las condiciones. Y cuando las condiciones nos fijaron la fecha, entonces qué dijimos: ‘Nuestro interés, el interés superior de la Nación es rescatarlos, no renunciar al rescate por cálculos electorales’.

Yo creo que hay que seguir ese proceso de ajustes, apreciados compatriotas.

Las condiciones de inversión han ayudado mucho. Y cuáles son los resultados: el país tenía una tasa de inversión entre 12 (por ciento) y 16 (por ciento). En los últimos años ha estado por encima del 25 (por ciento). El año pasado, con 25,8 (por ciento), la tasa de inversión de Colombia fue la más alta de América Latina. Y pasamos de una Inversión Extranjera Directa de 2.100 millones de dólares, 400 millones de dólares, a una Inversión Extranjera Directa por encima de 8.500 millones. Este año creciendo un 17 por ciento.

Hoy, el 60 por ciento de la industria colombiana está en proyectos de expansión, lo que nos anticipa que de seguir eso, en el año 2011 Colombia puede volver a tener crecimientos alrededor del 6 por ciento.

La tasa de equipamiento de la industria, cuando empezó este Gobierno, era del 4 (por ciento). En el 2008 subió al 9 (por ciento). El año pasado se bajó al 8, pero este año está creciendo un 3 por ciento.

O sea que hay que confiar en la inversión.

Y muchos compatriotas me dicen: ‘¿Pero por qué ya con una inversión tan alta y todavía hay mucho desempleo y mucha pobreza?’. Hay que dar tiempo, apreciados compatriotas.

Los años que llevamos con alta inversión son pocos. Los chinos, con 1.400 millones de habitantes, apreciado Embajador; con unos años muy importantes de inversión, muchos ya, han reivindicado de la pobreza a 400 millones de chinos. En esto hay que dar tiempo.

Yo llamaría la atención de ustedes sobre lo siguiente:

En Colombia estamos haciendo el tránsito de unas altas inversiones de ocasión a una inversión fuerte y permanente. Sí, había inversiones de ocasión, se descubría Caño Limón (Arauca), Cusiana (Llanos Orientales) y llegaba una gran inversión a sacar ese petróleo. Se habría la televisión a la inversión privada, llegaba la inversión. Se habría la telefonía a la telefonía privada, llegaba la inversión. Lo que vemos ahora es una inversión más constante, más firme, con mayor regularidad, menos una inversión de ocasión. Yo creo que eso es bueno para el país preservar una alta tasa de inversión; pulir las condiciones todos los días nos puede ayudar mucho.

Y si hay confianza de inversión y hay seguridad, dónde vamos a vender, hay que tener acceso a mercados. Ha sido el gran esfuerzo nuestro pasar de la apertura al acceso a mercados.

Antes, el problema era aquí, porque el discurso político se oponía al acceso a mercados. Decían: eso es neoliberalismo, eso es globalización, estamos en contra.

Hoy el problema es allá. Hoy los que vamos de afán somos nosotros y donde tenemos es dificultades es en el Congreso norteamericano. Vamos a ver cómo superamos dificultades en el Parlamento Europeo.

En octubre hará dos años que firmamos con el Primer Ministro Stephen Harper, del Canadá, tres acuerdos: el de comercio, el de desmonte a la doble tributación y el de protección de inversiones. Dos años, después de tres años de negociación, se ha aprobado en la Cámara del Canadá. Estamos esperando a ver si el Senado canadiense lo puede aprobar antes del receso.

Los chilenos duermen preocupados por los temblores de tierra, pero no por los mercados. Nosotros hemos dependido de unos pocos mercados. A nosotros nos ronca un vecino y nos perturba el sueño.

Por eso, creo yo, apreciados compatriotas, que hay que seguir haciendo el esfuerzo de llegar a muchos mercados. Una Patria como la nuestra, con 46 millones de habitantes, cerca de 47; con bastantes restricciones en el territorio, porque nosotros, entre el respeto a la selva, a las zonas de reserva, etcétera, tenemos un 55 (por ciento), 56 por ciento del territorio, más toda la ladera Andina. Nosotros necesitamos tener acceso a todos los mercados del mundo.

Pero si uno tiene acceso a los mercados se tiene que preguntar qué vamos a vender. Yo estoy sorprendido del ritmo de recuperación de la economía este año. Porque uno observa que todavía hay problemas estructurales. Uno de ellos, nuestra canasta exportadora.

Nosotros no nos beneficiamos, como otros países, de la posibilidad de una muy rápida recuperación, porque los otros países son jalonados por sus altas exportaciones a China, a India, los motores de la economía de la recuperación.

Nosotros todavía tenemos una canasta exportadora en dificultades.

Por eso, hay que agregarle valor a la producción tradicional y desarrollar los nuevos sectores en los cuales podemos ser actores de talla mundial: que en los biocombustibles, que en el business process outsourcing, que en muchas clases de servicios.

El país, por su localización geográfica, la calidad de su medicina, los costos comparativos de su medicina, tiene una gran capacidad de atraer turismo de salud. Se están instalando en el país siete zonas francas. Que la producción de medicamentos, que la producción de cosméticos a partir de productos naturales. Todo lo que es agregarle valor a la producción tradicional y una gran innovación productiva nos ayuda muchísimo.

Mire, el lunes festivo, en la ciudad de Manizales, en un Consejo Comunitario, observamos plantas de business process outsourcing ya con 7.000 personas que van a terminar el año con 10.000, en condiciones excelentes, casi todos jóvenes tecnólogos, prestando servicios internacionales de esta naturaleza.

Uno siente mucho entusiasmo, como colombiano, al ver que se dan esos procesos. Una ciudad que llegó a tener un 24 por ciento de desempleo, va en el 16, y todos están haciendo la apuesta, apoyados en que en Colombia hay confianza de inversión, de una innovación productiva para poder descender ese desempleo al 6, máximo al 7 u 8 por ciento.

Revolución Educativa

Pero eso hay que sustentarlo en una Revolución Educativa permanente.

Yo les quiero rendir un homenaje a mis compañeros de Gobierno y a la Ministra de Educación (Cecilia María Vélez White).

Colombia tuvo en 100 años 120 ministros de Educación. Muchos de ellos de excelencia, pero no tuvieron tiempo.

Ahora hemos tenido una Ministra de Educación de excelencia y con tiempo. Y con un equipo que el Gobierno no ha permitido que lo afecten las vicisitudes de la política.

Teníamos menos de un millón de estudiantes universitarios; estamos llegando a millón 700. La tasa era del 21.6; ahora, del 35. Yo creo que el país de los próximos años puede llegar a una tasa universitaria del 50 por ciento.

Graduábamos 424 mil bachilleres; este año, 737 mil. Teníamos, en educación básica una cobertura del 80; estamos llegando al ciento por ciento. En educación media hemos pasado del 57 al 80.

Pero hay que seguir trabajando.

Por ejemplo, tenemos un gran atraso de infraestructura, porque nos ha desbordado la cobertura en muchas regiones de Colombia.

El Sena le está enseñando inglés a un millón de colombianos a través de Internet. La mayoría de los profesores desde San Andrés. Ahora dejamos en instalación un cable que vale 54 mil millones, para hacer de San Andrés un gran centro de informática.

Infraestructura

Y, por supuesto, el tema al que refería el doctor Rodríguez (Andrés Felipe Rodríguez, Presidente de la Junta Directiva de la Anda), el tema de infraestructura.

Creo que quedan unos contratos grandes e importantes, honorablemente adjudicados, en esquemas de amplia participación ciudadana, de audiencia pública, que el nuevo Gobierno puede continuarlos tranquilamente.

Cuando uno ve a Bogotá, en Bogotá concesionamos el aeropuerto, va a tener nuevamente uno de los aeropuertos más importantes de toda la región, si no el más importante.

Pero así hay muchas concesiones de muchos aeropuertos del país y otras en marcha.

Introdujimos el concepto de las concesiones grupales, que eso ayuda muchísimo. No aeropuerto por aeropuerto.

Cuando uno ve a Bogotá, nosotros pasamos de 34 kilómetros de Transmilenio a 84. Hemos cumplido rigurosamente con la financiación del 70 por ciento.

Era el doctor Antanas Mockus Alcalde, yo acababa de llegar a la Presidencia, le dije: ‘Aquí no hay plata, pero la vamos a buscar’. Y en cuatro meses le entregamos los certificados presupuestales para poder empezar las nuevas etapas del Transmilenio.

Pero hemos hecho transmilenios en otras nueve ciudades colombianas y dejamos la contratación en otras 10 ciudades colombianas, honorablemente.

Todos los destinos económicos de Bogotá están siendo conectados con la Capital a través de vías de doble calzada. 580 kilómetros de doble calzada de Bogotá a Buenaventura. El Túnel Guillermo León Valencia en el Boquerón, construido, ya está dando paso.

El Túnel de La Línea, que ojalá lo llamáramos el Túnel del Segundo Centenario, construido el básico; ahora en construcción el túnel de tránsito.

La doble calzada Bogotá-Sogamoso, de 240 kilómetros, le faltan 35 para completarla. Y estamos construyendo una gran carretera de Sogamoso al Llano. Y construimos con el Ejército la carretera que va hasta Arauca. Le falta un tramito en el río Casanare, en el puente de San Salvador, que se está instalando.

Hoy hay 105 frentes de trabajo en la doble calzada de Bogotá a Villavicencio. Y hemos adjudicado los dos contratos principales de la Ruta del Sol, de la doble calzada de Bogotá a Santa Marta, 1.070 kilómetros.

Los contratos más grandes de infraestructura de la historia del país, sin quejas de proponentes, porque eso se ha manejado con absoluta transparencia.

Y en licitación el último tramo, el tramo de San Roque, en el Cesar a Santa Marta, con derivaciones a Valledupar y a Cartagena, por el corredor de los contenedores.

Yo veo eso con esperanza para que esta Patria empiece a desatrasar ese problema estructural que es el problema de la infraestructura.

Y me dicen: ‘Bueno, ¿y el nuevo Gobierno?

Yo creo que el nuevo Gobierno, además, queda con un instrumento muy importante. ¿Saben ustedes cuánto valía Ecopetrol cuando llegó nuestro Gobierno? Yo le pregunté al doctor Yanovich (Isaac, ex presidente de Ecopetrol) y me dijo: ‘Allá dicen que 13 billones’.

Después cuando fuimos a hacer una reforma, yo no creí que fuéramos capaces de hacerla: la reforma de que los particulares entraran a capitalizar a Ecopetrol.

Le dije: ‘¿Cuánto vale?’. Me dijo: ’20, 25 billones’.

Hace pocos días le pregunté al doctor Esteban Piedrahita, el Director de Planeación: ‘¿Cuánto vale Ecopetrol hoy?’. Y me dice: ‘Alrededor de 100 (billones)’.

Le dije: ‘Cuidado se la quitan; no hable de eso’.

En el empalme con la administración del Presidente Pastrana, con toda transparencia nos dijeron: ‘En el 2008 se pierde la autosuficiencia petrolera’. Tendríamos que estar -para haberla perdido- produciendo menos de 230 mil barriles. Estamos produciendo 785 mil. Y el país se apresta a llegar a millón 200 mil barriles y a millón y medio, fuera de lo que se ha hecho en carbón, en energías alternativas. Se están instalando hoy cuatro millones de kilovatios de generación de energía eléctrica en Colombia, todo por contratistas independientes -gracias a la figura de zonas francas-, sin poner en riesgo el fisco y las finanzas.

Yo creo que el nuevo Gobierno tiene una posibilidad, si quiere utilizarla: vender un poquito de Ecopetrol. Se ha capitalizado solamente el diez y medio. Vender un poquito de Ecopetrol para seguir ese gran avance de infraestructura.

Claro que tenemos déficit, apreciados compatriotas. Nosotros habíamos reducido el déficit del Gobierno Nacional Central del 6 y medio al 2-3, se nos ha vuelto a subir al cuatro y medio. ¿Por qué? Por la crisis.

El año pasado el Gobierno dejó de percibir 10 billones, pero les cumplimos a las regiones, no dejamos caer la economía.

En América Latina, la pobreza se aumentó en 9 millones, aquí la redujimos un poquito, a pesar de la crisis.

Tenemos endeudamiento, pero siempre ha bajado el 48 por ciento del PIB al 27.

Sin embargo, yo creo que no hay que angustiarse. Yo creo que es un tema de ir haciendo ajustes a medida que la economía lo permita, no de salirnos del caminito de la confianza de inversión.

¿Por qué digo yo que no hay que angustiarse? Porque es distinto enfrentar un déficit cuando hay confianza en la inversión, que hoy la hay.

¿Cuándo se han reformado 465 empresas del Estado? ¿Qué sería si no hubiera reformado Marta Pinto de De Hart –aquí presente- a Telecom? Telecom pidiéndole 500 mil millones al Ministro de Hacienda para pagar pensiones. Si no se hubieran reformado todas las clínicas del Seguro Social. Un costo de subsidio a la politiquería de un billón.

La capacidad de inversión de Ecopetrol era de 600 millones de dólares, ahora es de 7 mil millones por año.

Yo tengo fe que esas son condiciones virtuosas para que el país, con ajustes, pueda ir superando el déficit.

Yo hablo -y créanme que es con afecto de Patria- de esos tres caminitos, en los términos que le aprendí a uno de mis profesores, que decía: ‘Hay que trazarse un rumbo, ir detrás de ese rumbo, estar mejorando el rumbo, pero no salirse de él’.

Cuando yo hablo de estas políticas, digo: ‘No se pueden estancar, hay que mejorarlas; pero no nos salgamos de ellas, que nos pueden ayudar’.

Alguno de mis ilustres antecesores decía que se nota una actitud más distinta en los compatriotas. Yo la noto.

El diálogo de estos años, en más de 300 Consejos Comunitarios, los Consejos de Seguridad, los Consejos de Microcrédito, un diálogo intenso con los compatriotas, yo sí tengo que hacerles una confesión: ha ayudado a que el Gobierno sea más responsable pero menos promesero.

El Gobierno hace una promesa hoy, y como sabe que mañana vuelve al dialogo con la comunidad, se la van a exigir. Entonces el Gobierno se tiene que cuidar más en las promesas, pero tiene que ser más comprometido. Porque un Gobierno que le está dando la cara permanentemente a la ciudadanía, que esté emplazado permanentemente por la ciudadanía no puede a toda hora salirse con el cuento de ‘no se puede’, hay que buscar opciones.

Cuando empezó este Gobierno el diálogo era muy difícil, porque yo notaba en muchos sectores de mis compatriotas gran ofuscación y también ira. Yo diría que hoy hay más tranquilidad. Este diálogo ha ayudado bastante.

La Nación se interesaba mucho en el dialogo de los gobiernos con los criminales, pero poco en el diálogo con las comunidades.

Aquí se invirtieron los papeles: a los criminales, toda la fuerza; a la comunidad, todo el cariño.

Me preguntó un amigo cercano: ‘Hombre, ¿en una sola frase, cuál quisiera usted recordar como el legado de su Gobierno?’. Le dije: ‘Déme opciones’. Y puso muchas y le dije: ‘No, simplemente una: trabajamos con mucho afecto por nuestros compatriotas’.

A los colombianos les ha faltado que les demos afecto. Y nosotros sí buscamos, además lo hicimos con mucho gusto, transmitirles afecto a los compatriotas, que eso ayuda a consolidar Nación.

Es bien importante ese balance entre democracia participativa y democracia representativa.

Muy apreciado doctor Carlos, muy apreciados integrantes de la Anda:

En la tarde del 7 de agosto, cuando yo regrese al más bello oficio de todos, al de simple ciudadano de Colombia, me llevaré un equipaje inagotable de gratitud con ustedes, apreciados compatriotas.

Muchas gracias”.

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