antiguo Palacio de la Carrera hace un siglo, y en medio de la seguridad se alcanza a ver el invitado especial.
Entre la multitud el Presidente exclama: “Con mucho cariño los saludo a todos”. Los aplausos estallan mientras el Presidente se acerca al Director de Acción Social, Diego Molano Aponte.
Todos con teléfono celular o cámara en mano, tratan de registrar las palabras de ‘Alvarito’, como gritaban unas funcionarias al lado del escenario preparado para la ocasión.
Ya no parece una reunión con un Jefe de Estado. La alegría en el ambiente y la euforia que se pueden sentir en cada esquina de la pequeña plaza sobrepasan todo lo que comúnmente se podría ver en esas reuniones. La energía que rodea el evento se asemejaría más a un muy esperado concierto o un espectáculo emocionante.
Pero apenas el Presidente empieza sus palabras, todos sus alrededores se silencian y su voz retumba fuertemente entre los edificios que rodean el lugar.
Sus primeras palabras están dedicadas a la abuela de Diego Molano Aponte quien falleció el día anterior. Palabras llenas de sentimiento que causan nostalgia a los presentes y un inmenso sentimiento de condolencia nos invade a todos. Pocos eran los de aquí que la conocían, pero la tristeza que se puede sentir en la mirada de los dos altos funcionarios en la tarima es suficiente para transmitir sus emociones.
El discurso, como siempre lleno de amor patrio, sigue ese momento conmovedor en el que agradece el gran esfuerzo de las madres beneficiarias del Programa de Familias en acción.
“Ese dinero lo reciben las mamás, lo que pone en el presente el juicio de la mujer colombiana, cómo hacen rendir el dinero. ¿Y a qué lo dedican? Lo dedican a garantizar la educación, la salud de sus hijitos. Y eso constituye una fuerza transformadora de la Patria. Si los hijos de los sectores pobres de Colombia estudian, el país se transforma”, dice admirado el Mandatario.
Cada una de sus palabras es recibida con una inmensa sonrisa por parte de la audiencia. Todas y todos asienten con la cabeza y aplauden cada palabra dicha, agradeciendo la ardua labor de Acción Social a través de los años de Gobierno.
Pero la Mujer es el centro de atención y el Presidente es el primero en reconocerlo cuando se acuerda de una historia con su hijo Tomás cuando era aún muy niño y recorrían la Universidad donde todavía estudiaba el futuro gobernante.
“Iba de la mano de Tomas, un sábado y vi unas mujeres bonitas allá y dije: Tomas, tu papá –porque ya vino viejo aquí-, ¿qué hubiera hecho tu papá aquí de 21 años con estas mujeres tan bonitas? Y me contesto: ‘Papá, estas no son bonitas; bonitas las de Colombia’.
Le dije yo: tienes toda la razón, las mujeres colombianas son las más bellas del mundo; no hay, no hay mujeres más bellas, ni más inteligentes, ni más eficientes, ni más dedicadas al trabajo, ni más responsables que las mujeres colombianas”, contó con voz nostálgica.
Fue entonces cuando, llevado por ese profundo amor por las mujeres de Colombia, les dedicó un soneto de Jorge Montoya Toro.
“Me gustas porque sí.
Sencillamente mi corazón te quiere.
No hallaría la palabra de íntima alegría
que te expresara lo que mi alma siente.
Y yo te quiero así. Tan simplemente
como el agua al paisaje, como el día
a la rosa que alza su ufana
frente a la primavera floreciente.
Te amo con sencilla transparencia,
con un amor apenas insinuado
que se vuelve silencio en tu presencia.
Con un tan dulce corazón herido
que si no te dijera que te he amado
lo sabrías oyendo su latido”.
La reacción es casi inmediata y todas lo aplauden. Unas gritan “¡Al presidente lo amo, lo adoro!”; otras “¡Hermoso ese señor!”. Y otras sencillamente exclaman” ¡Gracias Presidente!”.
“Las quiero mucho, jamás olvidaré estos años tan gratos de trabajo con ustedes. Las quiero desde el fondo del corazón hasta los linderos del alma. Muchas gracias”, concluye. Y en un espacie de coro se escucha una vez más una reacción inmediata, salida del corazón de todas las mujeres presentes: “¡Nosotras también!”
Entonces, en un impulso de afecto por las que lo acompañaron durante todos estos años, les pide acercarse para inmortalizar el momento en todas las cámaras.
Este llamado desata una fiebre incontrolable por acercarse a él, hablarle, abrazarlo y agradecerle, aunque fuera por unos breves segundos.
Ni siquiera la presencia de galanes como Rafael Novoa o Manolo Cardona, invitados a la reunión, pudo distraer a esas mujeres que rodean cada día al Mandatario colombiano.
El Presidente finalmente se va y de lo alto de las escaleras todos se despiden agradeciéndole por haber venido y por haber podido compartir todo ese tiempo con los que desde siempre lo apoyaron y lo siguen apoyando cada día. |