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Marzo 17     Versión imprimible

Palabras del Presidente Uribe en el lanzamiento de la serie de ‘Unidos por la historia’ y el Himno del Bicentenario de la Independencia

Bogotá, 17 mar (SP). “Quiero dar a todos nuestros más sentidos agradecimientos. Muchas gracias, María Cecilia (Donado, Alta Consejera Presidencial para el Bicentenario) por todo su entusiasmo.

Que esto va tomando una fuerza todos los días bien, bien importante.

Muchas gracias a la Comisión de Honor por acompañarnos con tanta entrega en este proyecto de tanta responsabilidad, de tanta importancia para la Patria.

Muchas gracias a History Channel. Muchísimas gracias por este gran esfuerzo que lo han hecho con gran devoción. Y lo que hemos visto hoy nos conecta con la serie que vamos a ver en History Channel y es bien importante que se haga el acuerdo del Canal Institucional con History Channel, para que el Canal Institucional, reconociéndole toda la autoría a History Channel, pueda retransmitirlo en el mismo horario o en diferente horario. Ya lo miraran ustedes con los comisionados de televisión aquí presentes esta noche.

Pero pienso que es bien importante difundir profusamente, profusamente, esta serie que anticipa despertar tantas curiosidades por la historia.

Me parece muy bello el Himno del Bicentenario. Yo creo que va a quedar como una canción empotrada en el corazón de los colombianos por esta fecha y me parece que la representación es bien bella —lo que acabamos de ver—, esa cantidad de artistas colombianos de diferente orientación que concurre a interpretarla.

Reflexión sobre la constante de la violencia

Este proceso inspira muchas inquietudes. A mí particularmente me ha tenido lleno de curiosidades y de preocupaciones mirar la constante violencia en la historia de Colombia.

Me he preguntado en estos años por qué un país que ha tenido buenos gobiernos en todas las épocas, buenos liderazgos, buenas políticas publicas, no ha tenido un igual resultado en prosperidad.

Esta Patria ha tenido una tremenda línea de violencia. Escasamente, en 200 años de vida independiente, hemos 47 años de paz. Siete años alrededor del Gobierno del Presidente (Rafael) Núñez en el siglo XIX, que fueron de prosperidad; surgieron los proyectos industriales del Caribe colombiano, prosperó la agricultura y la caficultura en la Colombia Andina.

Después de que sellamos aquellos acuerdos que pusieron fin a la última guerra civil del siglo XIX, acuerdos que se firmaron en el último trimestre de 1902, uno en el buque Wisconsin en Panamá; allá asistió como delegado del Gobierno el General Alfredo Vázquez Cobo, el general Benjamín Herrera, que era el comandante de las fuerzas insurgentes no estuvo allí presente, se hizo delegar.

El otro acuerdo fue en Chinácota, cerca de Cúcuta, asistió como delegado del Gobierno el general Ramón González Valencia. Y el otro acuerdo fue en la Hacienda Neerlandia, en el departamento del Magdalena; el delegado del Gobierno fue el General Florentino Manjarrés; el de las fuerzas insurgentes, el general Rafael Uribe Uribe, y el dijo aquel día: ‘hemos hecho la paz no por tanto porque tengamos voluntad de paz. La hicimos porque ya no tenemos porque pelearnos, dejamos el país destruido, esta todo por reconstruir’.

Y agregó en unas bellísimas frases: ‘Nuestros padres y nosotros mismos creímos hacer Patria con los fusiles destructores de la violencia. Hoy la única manera es hacer Patria con las armas, herramientas fecundas del trabajo’.

Eso era en el tramo final de 1902. Al año siguiente se independizaba Panamá. Se independizo sin proposición de violencia y sin que aquí hubiera capacidad de reacción o de resistencia.

Un acta de independencia de hermandad. Yo la volví a leer para el 3 de noviembre del año 2003 y recuerdo algunos párrafos de esa acta de independencia que dice: ‘hemos llegado a la mayoría de edad. Vamos a ejercerla, nos independizamos como hermanos’.

Creo que el Presidente de Colombia era el señor (José Manuel) Marroquín y acudió al Palacio de San Carlos el General Pedro Nel Ospina, que había sido combatiente de esa guerra, a decirle que se estaban independizando en Panamá. Marroquín leía una novela en francés y continuó leyéndola.

Los panameños se habían cansado de que nuestra violencia los había llevado a despreciar lo que era la joya de la corona, Panamá.

Habíamos sofocado un intento de separación años antes. Cuando quemaron la ciudad de Colón, allí sintieron que no había autoridad que los protegiera. Por fortuna llegó alguien que posteriormente sería Presidente de Colombia con un gran sentido de autoridad, el General (Rafael) Reyes y pudo disipar aquel intento de separación, pero finalmente se dio el de 1903.

Los historiadores todavía nos deben un respuesta a una pregunta: Qué incidió más en aquella separación, si la política del ‘gran garrote’ del Presidente (Teodoro) Roosevelt por los intereses de los Estados Unidos en el Canal o la política del gran descuido de nuestra parte.

El espíritu del Caribe

Y tal vez un año después o el mismo año, uno de los actores de la Guerra de los Mil Días, el General Heriberto Vengoechea, de Barranquilla, instaló en Barranquilla una pieza que hoy es fundamental del Carnaval, la Batalla de Flores.

Y dijo: ‘las únicas batallas que se aceptan de ahora en adelante en Colombia son las batallas de flores’.

Y eso fue, a mi juicio, muy significativo, porque años antes Rafael Núñez había ganado la Presidencia del Estado de Bolívar en nombre del necesario combate al desorden, a la violencia y a la anarquía.

Las mismas banderas que lo llevaron a ganar la Presidencia de Colombia. Y el Caribe había mostrado una tendencia muy sólida de rebelión contra el desorden y la anarquía.

Es bueno mirar en este Bicentenario como la expresividad, la jovialidad, la alegría del Caribe colombiano refleja un alma contraria, un alma que rechaza la violencia, el desorden y la anarquía.

Entró el país en un proceso de relativa paz, gobiernos buenos. El del General Reyes; el del General Pedro Nel Ospina; un Gobierno histórico el de Alfonso López Pumarejo, que no es como algunos lo han descrito, que fue un impulsor de los derechos de los trabajadores en contra de la modernización empresarial de Colombia. Fue todo lo contrario

Yo creo que fue un Gobierno que unió esos factores de producción y de trabajo. Dijo: ‘hay que modernizar la empresa colombiana, hay que dar todas las garantías para que ello ocurra y hay que revindicar los derechos de los trabajadores’.

Esa violencia partidista que se había apagado en 1902 volvió resurgir en los años cuarenta.

Y cuando todavía no habían llegado las noticias del los pactos del Frente Nacional a muchos poblados de Colombia, a finales de los años cincuenta, ya se oían los disparos de los fusiles de las guerrillas marxistas.

Y entonces vino después la reacción igualmente cruel del paramilitarismo, la manera como el narcotráfico cooptó a ambos y es lo que han vivido las generaciones vivas desde 1940.

200 años de vida independiente con escasos 47 años de paz nos han hecho mucho daño. Podríamos tener mucha mas prosperidad colectiva.

He venido examinado en muchos foros con mis compatriotas esta constante de violencia, por qué esa violencia en la Conquista.

Miren, a los pocos días del Grito de Independencia acá en Bogotá, en lugar de dedicarnos nosotros a afianzar la Independencia, ahí mismo estalló una guerra entre nosotros. De aquí salió el General (Francisco de Paula) Santander, que escasamente había cumplido 18 años, enrolado en el ejército del General (Antonio) Nariño, a pelear en nombre de los centralistas contra otros ejércitos que se organizaban en Tunja, dirigidos por Camilo Torres, en nombre de los federalistas.

Y los críticos acerbos del General Santander le señalan que en mitad de camino se cambió de bando. Y entonces a partir de ahí maltratan todo su recorrido público.

Yo creo que eso tuvo otra circunstancia, que no se ha analizado suficientemente. Estábamos preparando la Independencia pero nos aparece esa guerra y entonces la juventud que aspiraba a consolidar la Independencia se vio inmiscuida en una guerra interna.

Y eso, que tuvo que tomar por sorpresa, crear asombro, desorientar, tiene que explicar por qué en el joven padre de la Patria en aquel momento se da ese cambio de opinión. Seguramente había salido de Bogotá peleando del lado de los ejércitos de Nariño sin tener absoluta claridad de para qué lo estaban convocando en esa guerra.

Esa violencia nos conduce a nosotros, de la posibilidad de haber consolidado la independencia, a la Patria Boba, a la reconquista a sangre y fuego.

Violencia en la reconquista y magnicidios

En 1908 había muerto (José Celestino) Mutis. Diría yo que el pionero de toda la posibilidad de ciencia y cultura. ¿Y qué nos dejó la patria Boba? Toda esa escuela que formó Mutis, la escuela que podríamos llamar de la iluminación colombiana, quedó en el cadalso. Y lo perdimos todo por esa Patria Boba.

Y quedaron desde aquella época heridas difíciles de curar. Mientras morían como héroes Atanasio Girardot y Antonio Ricaurte, terminaba también la amistad de (Simón) Bolívar y (Francisco de) Miranda, que se había fraguado en Londres en 1812, cuando Bolívar fue a buscar recursos para poder enfrentar el terremoto de Caracas. Y vivieron juntos, Bolívar muy joven, Miranda de 70 años, y cómo terminó de mal eso.

Entonces también aparece ese hecho oscuro que tanta dificultad nos crea, el asesinato de (Manuel) Piar por nuestras propias fuerzas, por orden del propio Libertador. Y el Libertador no escoge Angostura por comodidad; escoge Angostura para poder defenderse de Caracas.

¡Qué tristeza como aquí y en Venezuela, cómo estas guerras internas nos aplazan tanto la posibilidad de consolidar la Independencia. Yo creo demoró tanto esa batalla, no por la capacidad de los españoles de ofrecer resistencia, sino por nuestras propias guerras internas. Y así como en ese momento perdimos la posibilidad de consolidar rápidamente, sin mucho costo en vidas, la
Independencia, yo creo que esa violencia nos ha hecho perder mucha prosperidad.

Uno mira la historia de los magnicidios. Entonces de aquí para atrás Álvaro Gómez y (Luis Carlos) Galán, y el doctor Jorge Eliécer Gaitán y el general Rafael Uribe Uribe, y (Julio) Arboleda. Pero también llega a la montaña de Berruecos el 4 de junio de 1830, cuando asesinan al mariscal (Antonio José) de Sucre, que iba cumpliendo una misión del Libertador para evitar que el General Juan José Flores, al mando del Ecuador con el General (José María) Obando, que estaba rigiendo el Gobierno de Pasto, desintegraran la Gran Colombia.

Elementos bien confusos de la historia, porque la decisión que tenía el Mariscal Sucre era hacer ese viaje al Ecuador por Cali, Buenaventura, el puerto de Guayaquil, embarcado por el Pacífico y subir a la sierra ecuatoriana. Y don Domingo Caicedo, entonces Vicepresidente le dijo ‘no, váyase por allí por el Huila, por el Cauca, por Nariño’. Y el primer atentado se lo hacen —parece— con la autoría de José Hilario López al cruzar el río Magdalena.

Sobrevive, pero ya no sobrevive al segundo en Berruecos, más allá de Popayán, cuando se baja de la meseta de Popayán al río Patía y se empieza a subir a Pasto. En esa montaña de Berruecos cae Sucre asesinado el 4 de junio de 1830. La historia asigna la autoría intelectual a Obando y también a José Hilario López. El único autor a quien se condenó fue a uno de los autores materiales de apellido Morillo. ¿Cómo se llamaba? Apolinar Morillo.

Y el país se privó del buen gobierno del Libertador porque no lo dejamos gobernar. Cuando el Libertador regresa del sur, entre evitar la separación de Venezuela y la separación de Ecuador, consume su tiempo y sus energías. Nos privamos de poder tener al Libertador con su talento más tiempo en el Gobierno. Y la muerte de Sucre le acelera su propia agonía.

Yo pienso que el Libertador tuvo pocos momentos de reposo. Tal vez sus momentos en Lima y en Bucaramanga, cuando no le permitieron llegar a la Convención de Ocaña porque se inventaron una norma de acuerdo con la cual el Presidente en ejercicio no podía ser convencionista.

Pero él se instaló en Bucaramanga y tuvo oportunidad de muchas tertulias en la noche con sus más cercanos colaboradores y narra en su bello libro Luis Peru de Lacroix sobre el Diario del Libertador en Bucaramanga, que una noche le preguntaron ‘bueno ¿usted cómo clasifica a los generales?’.

Y dijo ‘los mejores son los que son buenos en el campo de batalla y en la oficina; los segundos los que son buenos en el campo de batalla y malos en la oficina; y los peores los que son buenos en la oficina y malos en el campo de batalla’. Y le dijeron ‘¿y quién es el mejor?’ Y no vaciló en decir ‘Sucre’. Y puso en el otro lado del escalafón, en el extremo opuesto al General Santander.

Y regresa y entonces ocurre el atentado del 25 de setiembre de 1828. Y a raíz de ese atentado, los fusilamientos y el exilio de Santander. Y en los fusilamientos, otro hecho grave de la historia nacional. Fusilan al Almirante (José Prudencio) Padilla, primero de la única batalla naval que tuvimos en esa guerra de la Independencia que fue la Batalla de Maracaibo.

Y el Libertador, ocurren casi en simultáneo tres elementos muy graves, muy graves: Santander parte al exilio, el Libertador parte a su hora final y el Mariscal Sucre parte a encontrarse con el asesinato en Berruecos.

El General Santander regresa, lo eligen Presidente en el 32, hace un Gobierno muy cimentado en una gran revolución educativa, pero rápidamente vienen las desavenencias con el vicepresidente José Ignacio de Márquez, con quienes habían sido sus amigos como don Vicente Azuero. Y viene la revolución de la Guerra de los Supremos, donde Obando, que era amigo de Santander, se pone de parte de la Iglesia Católica, en una postura que sería de la época muy Bolivariana y muy contraria a la que había defendido Santander en su revolución educativa. Y esa Guerra de los Supremos nos impide ver los efectos que el país habría tenido —muy benéficos por cierto—, con la revolución educativa de Santander.

Pero en fin, tanta preocupación por esa constante de violencia de nuestra historia, por ese deseo de que las nuevas generaciones tengan el derecho a la no repetición, el derecho a la no repetición, que las nuevas generaciones puedan vivir tranquilas.

Lo de esta noche crea muchas inquietudes, una de ellas cuando habla del endeudamiento latinoamericano desde la época. A eso fue Bolívar, por eso es el encuentro con Miranda, para conseguir unos recursos en Londres y poder aplicarlos a la guerra y poder aplicarlos a la reconstrucción de Caracas.

Y en el empréstito de Inglaterra cuando era Presidente Bolívar y Vicepresidente Santander, en esos empréstitos que manejan los amigos de Santander nace una gran porción de la historia entre ellos. En anécdotas de la historia, cuando los historiadores se distraen en el pequeño tema, algunos dicen que estaban en la Hacienda Hato Grande jugando tresillo de la época y que el General Bolívar le ganó una partida al General Santander. Y que era imposible, porque Santander era muy buen jugador. Y Bolívar le dijo ‘por fin me tocó algo del empréstito’. O sea que ese endeudamiento hay que mirarlo también en sus aspectos políticos y cómo se manejaron esos recursos.

Yo creo que la gran discusión de la época no fue si Santander fue suficientemente generoso o avaro para enviarle o no enviarle los recursos al Libertador Bolívar que necesitaba para la guerra del sur. La gran discusión giraba alrededor de cuánto se habían robado del empréstito. Y entonces al General Santander no lo dejan tranquilo, lo despachan al exilio después de 1828 y entonces dicen que se está dilapidando en Europa, en una vida de boato, lo que se había robado del empréstito. Una situación bien difícil

El fin de la Gran Colombia

El examen de este proceso de deuda latinoamericana, que es el tema que ustedes plantean hoy es bien interesante. Y un tema para estudiar ¿por qué esas revoluciones aparecieron en estos países en tan corto tiempo? Eso tiene que haber tenido un periodo de incubación más largo. Yo creo que hay que volverlo a mirar más detalladamente.

Y revisando detalles de la Independencia Nacional, entre ellos la Batalla de Chorros Blancos, que saca a los invasores de España de Antioquia a finales de febrero de 1820, Bolívar no se quedó quieto. La gran diferencia entre Bolívar y los ejércitos de (Abraham) Lincoln es que los ejércitos de Lincoln, después de que ganaron la Batalla de Gettysburg se bañaron en agua de rosas, en agua de laurel; se quedaron quietos y entonces el ejército de los separatistas del Sur cruzó el Potomac y se escampó al otro lado. Y vino el invierno, ya no los pudieron perseguir, y la guerra no terminó a pesar de la gran victoria de los ejércitos de Lincoln en Gettysburg.

Bolívar no se quedó quieto. Bolívar se quedó quieto en Santa Marta el día de la muerte. Yo creo que es una de las grandes glorias del gesto del Libertador, su tenacidad.

Yo pienso que la Gran Colombia se desintegró, no porque Páez lo quisiera en Venezuela y Juan José Flores en Ecuador; no recuerdo el General que primero había producido la separación del Perú y que tanta amargura le causó al Libertador. Yo creo que la Gran Colombia se desintegró porque se murió el Libertador. Si el Libertador hubiera tenido unos años más de vida en la plenitud de sus energías, no habría permitido esa capacidad que tenía de luchar a toda hora, no habría permitido la desintegración de la Gran Colombia.

Cuando llegó aquí a los pocos días de la Batalla de Boyacá, inmediatamente se pusieron a organizar el Gobierno, a poner al General Santander al mando, envió a (José María) Córdova a que consolidara lo de Antioquia y él salió a consolidar lo de Venezuela. Y Córdova le sigue el ejemplo. Cuando ganan la batalla de Chorros Blancos, él inmediatamente sigue persiguiendo las tropas realistas hasta que las derrota en Magangué. El Libertador era un luchador de todas las horas, el Libertador nunca se bañó en agua de victoria; para él la victoria era apenas algo relativo de la víspera e inmediatamente emprendía los nuevos objetivos.

Yo creo que los historiadores nos deben una aproximación a esa pregunta. De no haberse anticipado, como se anticipó, la muerte del Libertador ¿se habría desintegrado la Gran Colombia? De haber mantenido el Libertador las energías que lo caracterizaron en toda su existencia, 10 ó 15 años más ¿se habría desintegrado la Gran Colombia?

Otro tema bien interesante es el de las guerras del Sur, que no empezaron espontáneamente. Poco se habla de la reunión del Libertador y del General (José de) San Martín en Guayaquil, pero la verdad es que fue una reunión amarga. El Libertador llegó allí resuelto y yo creo que a esa reunión y a la fortaleza del Libertador —ya San Martín estaba más vencido—, se debe que Guayaquil no hubiera quedado del Perú, sino definitivamente del Ecuador.

Y la presencia del Libertador con Sucre y con Córdoba en el Perú es una presencia que no es bien vista por los criollos de Lima. Prácticamente ahí es una presencia en la que siempre hay un tufillo de amargura, de resentimiento. Y al Libertador también lo tomaban como invasor, no obstante que si el Libertador no llega allá, los españoles se apoderan totalmente del Perú y habría sido totalmente infructuosa la tarea del General San Martín.

Por Colombia hay un gran aprecio en el Paraguay. ¿De dónde viene? Yo no sé si nuestro apoyo a Paraguay fue en la Guerra del Chaco o en la Guerra de la Triple Alianza. En la de la Triple Alianza, que fue posterior, fue antes de la del Chaco. Allá hay un gran afecto, allá un gran afecto a Colombia.

Y todavía sigue la disputa de Bolivia con Perú y especialmente con Chile, por la salida al mar, que nos mostraron algo de esa disputa ahora.

Ignoraron esa corta guerra de Colombia y Perú. ¿Cómo se llamaba el General peruano? (Luis Miguel) Sánchez Cerro, en el Gobierno de (Enrique) Olaya Herrera aquí, que las mujeres colombianas recogieron sus joyas, las pertenencias de la época, para financiar el ejército.

Y en estos países todavía hay resentimientos en los que perdieron en los tratados de límites y proyectar cómo va a ser el futuro.

O sea que es una gran oportunidad.

Muchas gracias History Channel y muchas gracias a todos ustedes. Nos llenan de inquietudes’.


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