Marzo 18

   

Palabras del Presidente Álvaro Uribe Vélez en el aniversario del periódico El Meridiano

Montería, 18 mar (SP). “El señor Alcalde de Montería (Marcos Daniel Pineda) y la señora Gobernadora del departamento (Marta Sáenz Correa) se han referido en extenso a la gran labor de El Meridiano en estos 15 años.

Qué difícil emprender estos proyectos periodísticos, mantenerlos, consolidarlos, prolongarlos en el tiempo, convertirlos en proyectos de todas las horas, no en aventuras de una moda.

El Meridiano nació para quedarse, nació sólido. Preguntaba yo, al tener noticia de este nuevo aniversario, si podíamos imponerle la condecoración Manuel Murillo Toro, la máxima que se le impone a la prensa colombiana. Y la respuesta que me dio la entonces Ministra de Comunicaciones fue: ‘Presidente, no podemos’. ‘¿Por qué, Ministra?’. ‘Porque se requieren 25 años’. ‘¿Cómo así?’. ‘Sí, El Meridiano solamente lleva 15’.

Nunca pensé que apenas llevara 15 años. Es un periódico adolescente y maduro, con una madureza anticipada. Por eso, doctor William (William Salleg Sofan, fundador del periódico El Meridiano de Córdoba), en los otros 10 años que habrán de pasar rápidamente y con intensidad como han pasado estos 15 años, mis sucesores en la Presidencia de la Republica vendrán a Montería a colocar en El Meridiano la Orden Manuel Murillo Toro, que distingue, a los 25 años, a las mejores expresiones del periodismo de Colombia.

Quiero felicitarlos por su gran empeño; felicitarlos por la manera como han penetrado el alma de Montería, de Córdoba, de toda la región.

Quiero felicitarlos por el empleo directo -144 cargos en el periódico por 800 indirectos-, quiero felicitarlos por la alta circulación en una etapa bien difícil de la prensa escrita: los costos; la competencia de la televisión -en nuestro país, de la radio-; la competencia de Internet; la alta circulación que ha logrado El Meridiano es una proeza.

Quiero felicitarlos por esos suplementos semanales, mensuales, aquellos de cada dos meses: El Meridiano Juvenil, El Meridiano Deportivo, El Meridiano Cultural, La Clave, Día 7, El Meridiano Ganadero, El Meridiano Entretenido, El Meridiano Automotor, El Meridiano y la Salud, Camino a la Universidad, entre otros.

Un periódico que ha estado a la altura de los últimos arribos en materia de tecnología. Que no ha nacido ni se ha consolidado con una tecnología obsoleta, sino que ha estado en la vanguardia.

Y quiero felicitar a todos sus columnistas, a todos sus periodistas, a todos los colaboradores y a los lectores de El Meridiano.

Colombia ha sido tierra fértil para ejercer el periodismo. Aprendimos del apóstol de la Independencia Antonio Nariño que en la lucha de los hombres por las grandes causas, la palabra escrita es la proclama que eleva los corazones y garantiza la voluntad de lucha de los pueblos.

Cumple El Meridiano 15 años, cuando estamos próximos a celebrar los 200 años del Grito de Independencia el próximo 20 de julio. Y me he hecho dos reflexiones con motivo de este Bicentenario, apreciados compatriotas cordobeses:

Una Patria que ha tenido buenos gobiernos, buenas políticas públicas, ciudadanía laboriosa, emprendedora, alegre, ¿por qué no ha tenido más progreso?

Los politólogos, los economistas, los sociólogos contribuirán con sus respuestas. Particularmente he querido asomar una:

En doscientos años de vida independiente solamente hemos tenido 47 años de paz. Siete años alrededor del Gobierno de Núñez, que permitieron que avanzara la industrialización en ciudades como Barranquilla y Cartagena; que avanzara la agricultura, la caficultura en la Colombia Andina, y escasos 40 años en el siglo XX.

Pero también me he preguntado y he examinado otro tema: ¿cómo en medio de tanta violencia ha logrado Colombia que florezca y se consolide un periodismo libre e independiente de la calidad del nuestro que hoy se refleja en el Meridiano?

Y yo diría que la vocación de libertad, la vocación de independencia, la vocación participativa que se ha dado en la prensa colombiana ha superado las cadenas y las restricciones que quiso imponer el terrorismo, que ha pretendido imponer la violencia sobre los periodistas durante tantos años.

La violencia no ha sido capaz de amordazar a la prensa colombiana. Eso es un motivo de orgullo para nuestra Patria en este Bicentenario.

He expresado a mis compatriotas la necesidad de una gran reflexión para que el país prolongue un rumbo, mejorándolo y ajustándolo, del cual hagan parte la política de Seguridad Democrática, la política de promoción de la inversión y la política de las coberturas sociales, que nos permitan superar la pobreza y construir equidad.

Nuestra Patria le ha negado a la mayoría de las generaciones la posibilidad de poder vivir en un país en paz. Pero no podemos negarles esa posibilidad a las nuevas generaciones.

La violencia ha frenado el progreso

Hemos sufrido una Conquista que fue violenta. Por la violencia interna, el Grito de Independencia derivó en la Patria Boba, no en la consolidación de la Independencia.

En 2008 conmemoramos los 200 años del fallecimiento del sabio (José Celestino) Mutis y nos preguntábamos, en 2008, ¿por qué aquel esfuerzo de Mutis no produjo de Colombia en aquel momento un gran avance hacia el progreso?

Por que toda la escuela de la Iluminación, que así podríamos llamar al conjunto de sus discípulos, por la Patria Boba terminó rápidamente en las cenizas del cadalso.

Al otro día del Grito de Independencia, en lugar de dedicarnos nosotros a consolidar esa Independencia, emprendíamos la primera guerra.

Tenía 18 años el General (Francisco de Paula) Santander; acababa de graduarse en el Colegio de San Bartolomé, al cual había llegado cuando apenas cumplía sus primeros seis años, proveniente de Villa del Rosario.

Y lo llamaron a enrolarse en el ejército. No en el ejército para consolidar la Independencia y derrotar a los españoles, sino en el ejército del General (Antonio) Nariño, que en nombre de las fuerzas centralistas desde Bogotá emprendía el camino de combatir al ejército de Camilo Torres, que en nombre de las fuerzas que estaban reunidas en Tunja adelantaba una campaña de federalización.

Y mientras tanto se preparaba la reconquista española.

Y entonces, esa primera violencia entre nosotros nos llevó a perder la Independencia, a aplazarla, a perder esa generación de la Iluminación que había formado Mutis.

Nos llevo a tener dificultades que se han prolongado por estos 200 años.

Y mientras eso ocurría en Colombia, en Venezuela se sucedían fenómenos semejantes: la violencia interna llevó a que terminara mal la relación de (Simón) Bolívar y (Francisco de) Miranda. Se habían conocido en 1812 en Londres, cuando el Libertador llegó allí encabezando una delegación para obtener unos empréstitos y unos apoyos para la Guerra de la Independencia y para la recuperación de Caracas, destruida por el terremoto.

Estaba él (Simón Bolívar) todavía muy joven; ya Miranda tenía 60 años. Regresaron juntos y como terminó aquello de mal. La historia acusando al Libertador de traición en el final de la vida de Miranda.

Y esas guerras, esas primeras guerras, a tiempo que destacan heroísmos como el de Antonio Ricaurte o el de Atanasio Girardot, también señalan lunares como el fusilamiento por nuestras propias tropas del General (Manuel) Piar.

Bolívar no se ubicó en Angostura por estrategia militar. Se tuvo que ubicar en Angostura para poder defenderse de aquellos que querían impedirle su causa independentista desde Caracas.

¡Qué difícil! Los españoles no tenían capacidad para resistir nuestro empuje independentista, pero la adquirieron porque nosotros, por el enfrentamiento interno, debilitamos nuestra capacidad de lucha.

Es muy importante mirar cuál es el origen de la Patria Boba. Es muy importante recordar a Antonio Nariño. Él decía que en lugar de dedicarnos a consolidar el huevo recién puesto del Grito de Independencia, habíamos destruido esa posibilidad por la guerra interna.

Una nueva etapa de Seguridad Democrática apenas ha producido un primer polluelo en Colombia, que está apenas asomando plumas y que hay que ponerle mucho cuidado.

Ustedes saben, apreciados compatriotas, lo que pasa con las gallinitas kiriques cuando sacan los polluelos. Cuando el pollito apenas está emplumando, si se permita que le caiga siquiera un sereno, se apesta y se muere. Ese pollito hay que cuidarlo, mantenerlo a la sombra, protegerlo para que tome toda la fortaleza.

La diferencia entre los dictadores y los dirigentes de la democracia es que los dictadores se apegan al poder por temor a perderlo; los dirigentes de la democracia se apegan a las ideas que consideran convenientes para las generaciones que han de venir.

Bolívar dio, sin embargo, un gran ejemplo; un gran ejemplo, apreciados compatriotas.

Miren, vino a Cartagena derrotado; allí organizó el ejército que luego complementó con todos aquellos que recaudaron en Tenerife y Mompox.

Con el apoyo del gobierno de Tunja, de Camilo Torres, avanzó hacia la reconquista de Venezuela en la Campaña Admirable que terminó mal.

Pero Bolívar siempre supo insistir, una y otra vez, hasta que finalmente con Santander cruzó los Andes; ganaron las batallas del Pantano de Vargas y Boyacá, y entraron en el final de agosto de 1819 a Bogotá.

Pero no se quedó quieto: instaló a Santander en el Gobierno y él emprendió el camino hacia Venezuela y envió al General (José María) Córdoba a que derrotara a los españoles en Antioquia.

Y Córdoba tampoco se quedó quieto.

Hace pocos días que conmemorábamos un nuevo aniversario de la Batalla de Chorros Blancos, tan importante para Antioquia, para Córdoba, para el Gran Bolívar, pensábamos lo siguiente:

Cando se dio aquella batalla, en febrero de 1820, que era la demostración de que el Libertador nunca se quedaba quieto, y entonces había dicho: ‘yo me voy a Venezuela, usted se tiene que ir a Antioquia’, Córdoba tampoco se quedó quieto. Derrotado (Francisco) Warleta en Chorros Blancos, él salió en persecución de los ejércitos realistas, hasta que los derrotó en Magangué y se consolidó la independencia de la Costa Caribe.

Y hay una comparación histórica importante:

Cuando los ejércitos de Lincoln (Abraham), en los años 1860, ganaron la batalla de Gettysburg, la guerra no la ganaron en ese momento, porque se descuidaron. Vino el invierno, se congelaron los ríos, el ejército de los separatistas del Sur se había ubicado al otro lado del Potomac; se reforzaron allí, recuperaron lo que habían perdido en Gettysburg y la guerra se prolongó mucho tiempo y el derramamiento de sangre, también.

A Lincoln le preguntaron por qué había destituido al General victorioso de Gettysburg, y dijo: ‘Porque ganó la batalla, pero no la guerra. Porque en lugar de continuar la guerra, se bañó en agua de rosas, dejó la batalla expósita y se prolongó el derramamiento de sangre.

La batalla no se puede dejar expósita, apreciados compatriotas. Cada ciudadano tiene que ser un soldado que exija que esta Patria no vuelva a ‘Patrias Bobas’ de veleidades con la violencia. Que esta Patria mantenga una determinación inclaudicable para derrotar a los violentos y garantizarles el derecho de vivir en paz y en prosperidad a las nuevas generaciones.

Y emprende el General Bolívar la campaña del Sur, acompañado de Córdoba y de Sucre. Y al regresar, victorioso, podríamos pensar que se pudo dedicar a la obra del buen gobierno. Pero una de las frustraciones de esta violencia de dos siglos es que nosotros no aprovechamos las condiciones de gobernante de Bolívar. Él tuvo que gastar mucho más tiempo, energías, juventud en la Guerra de la Independencia, por nuestros propios enfrentamientos, y cuando regresó del Sur no se pudo dedicar a la obra del buen gobierno.

Un día tenía que emprender el viaje a Venezuela a calmar a Páez (José Antonio Páez) para que no se desintegrara la Gran Colombia, y al otro día tenía que irse al sur, a evitar la separación que se dio temprano del Perú o enviar al Mariscal Sucre a Pasto y a Quito, para que evitaran que entre Juan José Flores, en Quito, y el General Obando, en Pasto, se consumara la obra de la desintegración de la Gran Colombia.

El General Bolívar yo creo que tuvo pocos espacios de reposo.

Al leer a los historiadores, de pronto uno miraría, aceptaría dos espacios de reposo: algunas estadías en Lima, y cuando no le permitieron llegar a la Convención de Ocaña y tuvo que asentarse en Bucaramanga y desde allí enviar misivas a la Convención de Ocaña.

Hay un bellísimo libro que se llama ‘El Diario del Libertador en Bucaramanga’, de Luis Perú de Lacroix. Cuenta que en aquella noche de la estadía en Bucaramanga, entonces tuvieron la oportunidad de departir con El Libertador sobre muchos temas. Le preguntaron por su infancia, por su adolescencia, por sus viajes a Europa, por el juramento en el Monte Aventino, por sus relaciones con Miranda. También le preguntaron por sus aventuras en el Orinoco, por sus condiciones de gran jinete y de gran nadador.

Y un día le preguntaron: ‘Libertador, ¿usted cómo evalúa a sus generales?’. Y El Libertador contestó: ‘Los mejores generales son los que son buenos en el campo de batalla y buenos en la oficina’. ‘¿Y cuáles son los segundos?’. ‘Los que son buenos en el campo de batalla y malos en la oficina’. ‘¿Y cuáles son los pésimos?’. ‘Los que son buenos en la oficina y malos en el campo de batalla’.

En el corazón de cada colombiano, en adelante, debe haber un general de primera línea, bueno en el campo de batalla, para exigir que el país no afloje la lucha por recuperarnos plenamente en la seguridad.

Y le preguntaron a Bolívar: ‘¿Y quién es el mejor general, de acuerdo con el escalafón, con los méritos que usted asigna?’, y no vaciló en decir que Sucre, que nos deja un gran ejemplo.

Pero siguió esa violencia interna, por alguna sublevación que se interpretó equivocadamente en Cartagena, y se interpretó equivocadamente porque la enjuiciaron como la recuperación del imperio español desde el norte de la Patria, el Almirante Padilla fue llevado preso a Bogotá y, al decir de muchos historiadores, injustamente fusilado, inculpándole un hecho en el cual no había participado: el atentado contra El Libertador del 25 de septiembre de 1828.

Ese fusilamiento del Héroe de la Batalla Naval de Maracaibo es otro estigma en la historia de la Patria.

Y se dieron tres circunstancias coincidentes en el tiempo, bien dolorosas: la desintegración de la Gran Colombia; dos viajes, el emprendido por El Libertador desde Bogotá hasta Santa Marta, su última agonía, el emprendido por Sucre hasta Berruecos, y el exilio del General Santander.

Santander parte al exilio. Poco después, El Libertador parte de Bogotá en su último viaje. Sucre regresa a Bogotá de Caracas, ya no encuentra a El Libertador, él le había encomendado que tenía que irse al Ecuador y a Nariño a evitar la desintegración de la Gran Colombia. Sucre había planificado su viaje a través de Buenaventura, el Pacífico, Guayaquil y Quito. Don Domingo Caicedo, entonces Vicepresidente, le dijo que debería renunciar a esa ruta e irse por el Huila, por el Cauca, llegar a Pasto. Nadie sabe por qué se le cambió de plan de camino al Mariscal Sucre.

Sufrió un leve atentado al cruzar el río Magdalena; se le imputa al General José Hilario López; lo superó, salió ileso, pero no salió ileso después cuando cayó en aquel asesinato del 4 de junio de 1830, el primero de los magnicidios.

Después vendría el magnicidio de (Julio) Arboleda, Presidente electo, en aquella montaña de Berruecos; después, el magnicidio de (Rafael) Uribe Uribe; después, el de (Jorge Eliécer) Gaitán; después, el de (Luis Carlos) Galán, y después, el de Álvaro Gómez Hurtado.

Una historia de violencia que hizo posible estos magnicidios que ojalá hayan tenido punto final en la historia de nuestra Patria.

Solamente un autor material que confesó fue condenado por el asesinato de Sucre: Apolinar Morillo. La condena a los autores intelectuales quedó en los libros de la historia, pero nunca en las sentencias judiciales de su propia vida. ¡Qué tristeza!

Y sigue la historia de la Patria:

Al regresar Santander del exilio, lo eligen Presidente de la República y realiza una campaña de Revolución Educativa bien importante. Pero esa campaña no produce los frutos, porque vienen los enfrentamientos con su Vicepresidente, José Ignacio de Márquez; con su antiguo socio, don Vicente Azuero, porque su amigo el General Obando se lanza en la Guerra de Los Supremos, defendiendo las tesis de Bolívar frente a la Iglesia, que habían sido las contrarias por parte del General Santander.

Esa Guerra de Los Supremos, todas esas desavenencias impiden que el país recoja los frutos de esa cosecha de la Revolución Educativa del General Santander.

El periodo difícil del final de José Ignacio Márquez, de Obando, del General Melo, de don Mariano Ospina Rodríguez; la llegada de la Constitución de 1863, la Constitución libertaria por excelencia que produjo líderes de la importancia de Aquileo Parra y Manuel Murillo Toro, el Padre de las Comunicaciones.

Sin embargo, la violencia y el desorden impidieron que el país tuviera suficiente progreso en aquella época tan importante.

La elección de (Rafael) Núñez no es una elección espontánea. La elección de Núñez fue producto de una gran meditación en el Caribe colombiano, primero para elegirlo como Presidente del Estado de Bolívar y después como Presidente de la República, y expresaba la rebelión del Caribe contra el desorden, la violencia y la anarquía.

Y en efecto, el periodo de Núñez (Rafael Núñez) trajo paz y prosperidad.

Pero no duró mucho, porque estalló la guerra civil de 1895, y no había esta terminado cuando ya estallaba la última de las guerras civiles del siglo XIX, aquella que se conoce como la Guerra de los Mil Días, que fue de 1.128 días, de 100 mil muertos, que tuvo varios de sus escenarios en el departamento de Córdoba, en el Caribe colombiano.

Terminó en el final de 1902 con tres acuerdos: un acuerdo en el Buque Wisconsin, en Panamá. Allá acudió el general (Alfredo) Vásquez Cobo como delegado de las fuerzas gubernamentales, y algunos delegados del general Benjamín Herrera, que era el comandante de las fuerzas insurgentes.

El otro acuerdo en Chinácota, cerca de Cúcuta (Norte de Santander), firmado en nombre del Gobierno por el general Ramón González Valencia; y otro muy significativo en la Hacienda Neerlandia, en el departamento del Magdalena. Firmó por el Gobierno el general Florentino Manjarres, y por las fuerzas insurgentes, el general Rafael Uribe Uribe. Y aquel día dijo: ‘Hemos hecho la paz no porque tengamos plena convicción de paz, sino porque ya no hay por qué pelearnos. Destruimos el país. Está todo por reconstruir. Nuestros padres y nosotros mismos nos equivocamos creyendo que hacíamos Patria con los fusiles destructores de la violencia. La única manera de hacer Patria es con las herramientas fecundas del trabajo’.

Cuando nuestro Gobierno ha pensado en ese imperativo que es la promoción de la inversión, bastante hemos reflexionado sobre aquellas frases y sobre aquel momento de la historia.

El país quedó destruido. No había por qué pelearse.

Y en 1903 se dan dos hechos significativos: la separación de Panamá. Se dio sin propósito violento, sin acción violenta y sin capacidad de resistirla. En una bellísima acta que recuerda José Obdulio Gaviria (ex asesor presidencial), los panameños declararon que se independizaban porque habían llegado a la mayoría de edad; que se independizaban como hermanos y que querían ejercer los derechos y obligaciones de la mayoría de edad.

El general Pedro Nel Ospina visitó al medio día de aquel 3 de noviembre de 1903 al Presidente Marroquín (José Manuel Marroquín) en el Palacio de San Carlos para informarle que se estaba firmando el acta de independencia de Panamá. El Presidente Marroquín continuó leyendo una novela en francés.

El país había perdido ‘la joya de la corona’. Cartagena (Bolívar) mantenía el encanto de su ciudad amurallada; Bogotá era una villa pequeña de gobierno; en Medellín (Antioquia) apenas había dos chimeneas. El país en aquel momento perdió la joya de la corona.

Pero no fue el primer intento. Años antes había intentado separarse Panamá porque estaban cansados de la incapacidad colombiana de ejercer autoridad. Ellos sufrieron un incendio devastador en Colón, y entonces, como sintieron que la autoridad colombiana no concurría a defenderlos, un incendio tan grave que quebró las compañías de seguros, ese día quisieron separarse.

Por fortuna, el gobierno de la época envió como delegado a Colón a quien en años siguientes sería Presidente de Colombia: al general Rafael Reyes, un hombre de acción y de autoridad; un gran ejecutor. Y Reyes rescató la autoridad en Colón y rescató, apenas durante unos pocos años, la lealtad de Panamá a nuestra Patria colombiana.

Los historiadores suelen indicarnos, en su mayoría, que lo que determinó la independencia de Panamá fue la política del ‘Gran Garrote’ del Presidente (Teodoro) Roosevelt y el interés norteamericano en el Canal (de Panamá).

Yo creo que en este Bicentenario los historiadores nos deben otra respuesta: ¿qué, cómo influyó la política del gran descuido, que desde aquí, por razones de violencia, tuvimos frente a Panamá?

Después se dio otro hecho bien significativo, que el Caribe colombiano lo tiene que reivindicar en su historia, en su talante, en sus costumbres, en su manera de prospectar el futuro:

El general Javier Vengoechea, antiguo combatiente de la Guerra de los Mil Días, en 1903 lanzó la Batalla de Flores, que hoy es uno de los símbolos y expresiones más importantes del Carnaval de Barranquilla, expresó que Colombia en adelante no podría tener batallas distintas a la Batalla de Flores.

Hay un símil con lo que fue el motivo de la elección de (Rafael) Núñez como Presidente del estado de Bolívar, y como Presidente de la Nación entera. Detrás de la espontaneidad, de la alegría, de la expresividad del Caribe hay una actitud firme, determinada, de rechazo a la violencia, a la anarquía y al desorden.

Ese es un valor social. Es un elemento de capital solidario que Colombia necesita cuidar: la rebeldía del Caribe contra la violencia.

Muchos de los fenómenos que aquí se han dado se dieron porque le impusieron a la ciudadanía la obligación de tratar de sustituir al Estado, porque el Estado los tuvo tan abandonados a los caribeños, como tuvo abandonada a aquella Panamá que finalmente se independizó.

Y entonces solo nos quedamos en siete años de paz en el siglo XIX, y empezó aquella paz en medio de la depresión en 1902. ¿Cuánto duró?

Los más optimistas dicen que apenas duró hasta principios de los años 40, no obstante que hubo gobiernos buenos, decentes. Para mencionar algunos y no detenernos en todos: el gobierno del General (Rafael) Reyes, el gobierno de Carlos E. Restrepo, el gobierno del General Ospina, ese gobierno de Alfonso López Pumarejo, que no es como lo han caricaturizado muchos de los que quieren sacar todavía votos agitando las banderas de López Pumarejo.

López Pumarejo no era promotor del odio de clases, sino de todo lo contrario: de la fraternidad entre los colombianos. López Pumarejo fue el gran inspirador de la modernidad empresarial y, al mismo tiempo, de la reivindicación de los derechos de los trabajadores. Creó esa mezcla indivisible.

Y vino el gobierno de (Eduardo) Santos. Y después aparece nuevamente la violencia entre los partidos, el asesinato del doctor (Jorge Eliécer) Gaitán. Cuando a finales de los años 50 los ex presidentes Alberto Lleras y Laureano Gómez hicieron el Pacto del Frente Nacional, que le puso punto final a la violencia entre los partidos, apareció la violencia guerrillera.

Muchas regiones de Colombia no habían recibido la comunicación de que había terminado la violencia entre los partidos; todavía no conocían los acuerdos del Frente Nacional, y ya estaban escuchando los primeros disparos de fusil de los guerrilleros marxistas, impulsados por el ánimo del reciente éxito de la revolución cubana, que quiso replicar en Latinoamérica, en Bolivia y en nuestro país el proyecto político de la lucha violenta de clases, como sustituto de los argumentos, y de la dictadura del proletariado, como remplazo del Estado de libertades y del Estado de leyes.

Y crecieron estas guerrillas. Córdoba, que no había sido epicentro de la guerra entre liberales y conservadores, sí fue epicentro del nacimiento del Epl y de un gran florecimiento de las Farc y, en menor grado, del Eln.

Y no se les combatió. Crecieron. Los gobiernos creyeron que simplemente con propuestas de paz iban a disuadir a los que querían implantar aquí un orden dictatorial.

Y mientras los gobiernos hacían esas ofertas las guerrillas crecían. Y vino la reacción igualmente cruel del paramilitarismo. Y finalizaron unos y otros cooptados por el narcotráfico.

Podemos afirmar, apreciados compatriotas, que en 200 años de vida independiente no hemos tenido más de 47 años de paz. Podemos afirmar, apreciados compatriotas, que las generaciones vivas desde 1940 no han podido disfrutar un día completo de paz.

Reparación a las víctimas

Uno de los logros de la Seguridad Democrática es que las víctimas reclaman. Antes no lo hacían por temor a la venganza; antes no reclamaban porque lo encontraban inútil. Ahora tenemos 280 mil víctimas registradas, y hemos empezado un gran esfuerzo de tratar de repararlas no porque creamos que haya reparación total, que no lo hay ante ese sufrimiento, pero sí porque estamos convencidos de que todo esfuerzo de reparación anula reacciones de venganza, gérmenes de odio.

Pero la más importante reparación es garantizarles a las nuevas generaciones el derecho de no repetición. ¿Qué tal, apreciados compatriotas, que indemnicemos a las víctimas registradas hasta hoy, y que no les garanticemos seguridad y paz a las generaciones que habrán de venir?

En estos días restantes de Gobierno quiero expresar ante mis compatriotas la necesidad de que alberguemos en el corazón una tesis, un propósito: la mejor reparación es garantizar el derecho de no repetición de violencia en favor de las nuevas generaciones de colombianos, para que no tengan la frustración de tantas generaciones afectadas por esta violencia.

Hemos avanzado, apreciados compatriotas, pero falta.

Todavía tenemos en el Alto Paramillo (Córdoba) a las Farc, produciendo coca que la comercializan con las bandas del narcotráfico. Estas simplemente representan carteles de la droga. ¿Cuál es la diferencia con lo anterior? En los anteriores carteles de la droga se conocía el nombre de los jefes, pero no se habían cuantificado las organizaciones ni sus integrantes. Ahora están relativamente cuantificadas las organizaciones y relativamente identificados sus integrantes.

Faltan 140 días de Gobierno y de trabajo intenso

Nos faltan 140 días de Gobierno, 140 días de Gobierno. Les he propuesto a mis compañeros de Gobierno trabajarlos intensamente, sin perder un momento, con todo el afecto por Colombia.

Yo, particularmente, en estos 140 días de Gobierno estaré hombro a hombro con los soldados y policías de mi Patria, combatiendo las guerrillas, combatiendo las bandas criminales, para dejar la política de seguridad en alta; para que las nuevas generaciones por lo menos vean que hasta el último momento hubo un esfuerzo sin pausa para devolverle a la Nación la seguridad.

Esta seguridad, que también tiene intangibles importantes: recuperamos el monopolio del Estado para combatir a los criminales. La palabra paramilitar se utilizó en Colombia para denominar bandas privadas criminales cuyo propósito era derrotar a las guerrillas; hoy el único que combate a los criminales de toda naturaleza es el Estado.

Hemos recuperado el monopolio de la justicia. Una justicia que es independiente en Colombia y autónoma, pero que en muchas regiones había sido impedida para ejercer sus atribuciones. Cabecillas guerrilleros y paramilitares la habían desplazado y reemplazado; hoy los jueces y los fiscales de Colombia, cuando tienen a bien hacerlo, están rodeados de todas las garantías para ejercer sus atribuciones.

Bien importante: nosotros, con el desafío terrorista más grande que se ha sufrido en América Latina, no hemos suspendido libertades. Al contrario, las hemos fortalecido.

Yo creo que hoy los periodistas de Colombia se sienten más libres que hace ocho años, porque hace ocho años, en muchas regiones, los periodistas estaban permanentemente amenazados y condicionados por las expresiones del terrorismo.

Hemos dado una lucha en estos ocho años para que la Seguridad Democrática se exprese también como un camino de recuperación de la libertad de los periodistas, no afectada por acción de los gobiernos, sino afectada por la omisión de los gobiernos, que permitió el crecimiento del terrorismo.

Fortalecimiento de la descentralización

Creo que hemos recuperado bastante la descentralización. ¿Para dónde iba la descentralización colombiana, si cuando nosotros asumimos 400 alcaldes de la Patria no podían ejercer sus funciones?

Recuerdo aquel jueves 8 de agosto del año 2002, al llegar en la tarde a Florencia, todos los alcaldes del Caquetá asilados en Florencia, como estaban 400 alcaldes de Colombia que no podían cumplir sus funciones porque estaban amenazados a muerte por el terrorismo que los quería convertir en sus esclavos.

Tuvimos aquel grave revés en diciembre (de 2009), con el asesinato del Gobernador del Caquetá (Luis Francisco Cuéllar), pero creo que hemos cumplido el deber al garantizarle la seguridad a 1.102 alcaldes y a 32 gobernadores, independientemente del origen político de su elección, para que puedan cumplir con sus atribuciones.

Y hemos taponado caminos que abrió el terrorismo para robarse los recursos de las regalías y los recursos de la descentralización.

Hay que hacer una gran reflexión para cerrar todas las vías de la corrupción. Hemos cerrado una muy grande, la de la apropiación terrorista de las regalías y de los recursos de la descentralización, pero ese esfuerzo de derrotar totalmente la corrupción es tan importante como el esfuerzo de derrotar totalmente, totalmente, la violencia y el terrorismo.

Si ustedes me preguntaran cómo visualizo el futuro de Córdoba, les diría que ningún ciudadano de este departamento le asigna a su tierra la importancia que tiene. Hay que verla desde afuera para darse cuenta de la importancia de Córdoba, de su riqueza. Su riqueza en minerales, su riqueza en suelos fértiles, sus playas, su agua dulce.

Es un departamento con todas las posibilidades. Creo que necesita una gran reflexión sobre lo que es el liderazgo individual y colectivo. El liderazgo individual y colectivo requiere de tres elementos: un elemento es la competencia para conducir, para actualizarse, para visionar; otro elemento es la energía para trabajar, para accionar, y otro elemento es la honradez en el manejo de los recursos públicos.

Hay que combinar en Córdoba y en todo el país esos elementos para tener un gran liderazgo colectivo.

Recuerdo uno de mis profesores que solía decir: ‘Si se tiene la competencia y se tiene la honradez, pero se carece de la energía, esa competencia y esa honradez no se traducen en resultados. Si se tiene la honradez y se tiene la energía, pero no se tiene la competencia, no se sabe para dónde se debe dirigir. Si se tiene la competencia y se tiene la energía, pero se carece de honradez, se conduce a un abismo. Se requieren los tres elementos: la energía, la competencia, la transparencia son absolutamente indispensables en el liderazgo individual y colectivo, en la conducta de los dirigentes y en la conducta de los pueblos.

Qué bueno, en esta época electoral, hacer una reflexión sobre estos elementos que tanto pueden ayudar al futuro de una región como Córdoba.

Vías en Córdoba

El sábado pasado, mis compañeros de Gobierno y yo organizamos la agenda de los últimos 150 días de Gobierno. Ya quedan 140.

Vamos a ver como cumplimos esa tarea remanente en este tramo de la vida de Córdoba, muy apreciados compatriotas. Que veamos en obra el puente de Valencia a Tierralta, ya que empezaron las fundaciones; que demos dos nuevos pasos que se requieren en este conjunto de carreteras que se llama la Trasversal de las Américas. El primer paso fue la adjudicación de las concesiones; el segundo paso, las adiciones a las concesiones, y vienen dos que tenemos que dar en los próximos días.

El Lunes Santo está previsto como el día en que se habrá de firmar una adición a las concesiones Córdoba-Sucre-Ruta Caribe, entre Cartagena y Barranquilla, y al mismo tiempo a la concesión de la orilla del mar entre Cartagena y Barranquilla.

Esa adición cuesta alrededor de un billón 400 mil millones. Estaba previsto firmarla en Cartagena o en Barranquilla. Les he pedido a mis compañeros de Gobierno que se firme en esta gran capital cordobesa. Que el Lunes Santo los responsables del Gobierno y los concesionarios firmen aquí en Montería las adiciones contractuales que formalicen ese incremento en el potencial de las concesiones, para poder avanzar en lo que es la Trasversal de las Américas.

Y confío en que podamos asignar la licitación en el mes de junio, en un proceso contractual ya abierto, para que se construyan otros tramos que vienen desde Panamá por Urabá, por Córdoba, por la Depresión Momposina, para que el país pueda tener una carretera de excelentes especificaciones, entre Palo de Letras, en la frontera con Panamá, y el Puente de Paraguachón, en la frontera con Venezuela.

Y a esto se le suma la gran autopista entre Bogotá y Santa Marta, la Ruta del Sol, en construcción hoy entre Bogotá y Villeta. Adjudicados los contratos más grandes de la historia de infraestructura de Colombia entre Villeta y San Roque, en el Cesar, y en licitación el tercer tramo de San Roque a Santa Marta, con dos alerones: uno al este, hacia Valledupar, y otro al oeste, hacia Zambrano, San Jacinto, El Carmen y Cartagena.

Haremos todo el esfuerzo para cumplir estos empeños en estos 140 días.

Coberturas sociales en Córdoba

Córdoba ha avanzado mucho en coberturas sociales en este Gobierno. Agradezco a la señora Gobernadora (Marta del Socorro Sáenz Correa), al Alcalde (Marcos Daniel Pineda García) su generosidad; a los parlamentarios, su permanente ayuda.

Este departamento tiene 181 mil Familias en Acción. Ha avanzado enormemente en (programas del Instituto Colombiano de) Bienestar Familiar, en el Sena (Servicio Nacional de Aprendizaje), en régimen subsidiado de salud. Teníamos menos de 400 mil cordobeses afiliados al régimen subsidiado de salud y tenemos casi millón 200 mil.

Necesitamos, en estos 140 días, Gobernadora y alcaldes, mirar a ver dónde falta afiliar, para lograr un propósito: el propósito de la cobertura universal.

Lo podemos hacer.

Yo le pido a la Gobernadora (Marta del Socorro Sáenz Correa) y al Alcalde (Marcos Daniel Pineda García) de Montería, que lideren con todos los alcaldes una brigada para detectar dónde quedan cordobeses sin afiliación al Régimen Subsidiado de Salud, a fin de que podamos afiliarlos en los días que quedan.

Para la prosperidad, los invito a pensar en seis elementos, que son elementos de la prosperidad, del empleo:

Primero, la seguridad. Sin seguridad no hay prosperidad. A mí generación la formaron en la idea equivocada de que la inseguridad obedecía a problemas sociales, cuando la inseguridad lo que hace es agravar problemas sociales.

A mi generación la formaron en la idea equivocada de que había que resolver lo social y desestimar la seguridad, cuando lo social no se puede resolver sin los recursos que provengan de la seguridad.

Primer elemento, la seguridad.

Segundo elemento, la promoción de la inversión. El país el año pasado, en medio de tantas dificultades de la economía internacional, obtuvo su segundo año récord en inversión extranjera y obtuvo la tasa de inversión más alta de América Latina.

Pero la inversión requiere un gran esfuerzo en cada región de Colombia, una gran capacidad de promoverla.

Manizales tenía el mayor desempleo del país y lo ha rebajado en 7 puntos, porque han venido aprovechando todas las ventajas que se han creado en este Gobierno, como aquellas de traer los nuevos sectores de la economía, los servicios de call center, entre otros.

Y para promover la inversión, Córdoba tiene todas las condiciones. Aquí está, próximo a empezar, una nueva planta de generación de energía eléctrica en Puerto Libertador.

Córdoba puede tener la política más importante y más eficaz en el país en producción de biocombustibles. Ha empezado en todo el país menos en Córdoba. Ojalá pueda empezar en los años que vienen.

El país ya está produciendo un millón 50 mil litros diarios de etanol, un millón 800 mil litros diarios de biodiesel, y en Córdoba se dan excelentes condiciones para lograrlo. Promoción de la inversión.

Y hay un tercer elemento. Entonces se preguntan: ¿y qué hacemos con la inversión si no hay mercados? Por eso el tercer elemento es acceso a mercados; potenciar la capacidad adquisitiva de los colombianos.

Estas políticas sociales algo han ayudado. Nosotros tuvimos un gran crecimiento del empleo entre el 2002 y el 2007, que se nos marchitó en 2008 y 2009 por la caída de la economía.

Sin embargo, miren lo que ocurrió: por primera vez en una crisis, en lugar de haber deserción escolar y universitaria, hubo aumento de estudiantes en las escuelas y en las universidades. El país se había fortalecido para enfrentar la crisis.

Por primera vez en una crisis, no hubo disminución de afiliados a las cajas de Compensación, al Régimen Contributivo de Salud o a pensiones. Por primera vez en una crisis, no se afectó la tasa de inversión en Colombia.

Por eso hay que continuar con el rumbo en lo fundamental. Está bien mejorarlo, es necesario. No se puede aquietar el rumbo, no se puede detener, pero tampoco dejemos que nos saquen del rumbo.

La emisora en la que más me ha gustado hablar en estos días, en la costumbre de hablarle a las 7:00 de la mañana a una emisora popular del país, es Radio Rumbo de Soacha, porque me hace pensar en tres rumbos, apreciados compatriotas:

El rumbo irrenunciable de la seguridad, el rumbo irrenunciable de la promoción de la inversión y el rumbo irrenunciable de las políticas sociales.

Van de la mano. Políticas sociales no hay sin seguridad y sin inversión, y las políticas sociales finalmente dan la razón de ser, son el factor legitimador de la política de seguridad y de la política de inversión.

En eso de mercados, Córdoba tiene una situación privilegiada. Estas vías tienen que mejorarle su competitividad.

El país, entre el año 1989 y el año 2003, hizo una apertura de su mercado pero no abrió mercados. Miren lo que ocurrió: nosotros desmontamos aranceles y permitimos que entraran al país productos extranjeros de todo origen. Casi quebramos la economía, pero no abrimos mercados para los nuestros.

Por eso el afán de este Gobierno de abrir mercados; por eso hicimos el acuerdo Comunidad Andina-Mercosur, el acuerdo con Chile, el acuerdo con Perú, el acuerdo con tres países centroamericanos; ahora lo estamos negociando con Panamá.

El acuerdo con Estados Unidos, con Canadá. Con la buena noticia de que ya hay una norma que junta al partido de Gobierno de Canadá y al principal partido de oposición, para ratificar el tratado con Colombia. El acuerdo con China, el acuerdo con india.

A los acuerdos de comercio le hemos sumado los acuerdos de desmonte de la doble tributación, porque los inversionistas dicen: si en Lima y en Bogotá nos cobran impuestos por las inversiones que hay en Colombia y Perú, en Perú y Colombia, nosotros no podemos. Que nos cobren una sola vez por cada inversión, pero no dos veces.

Chile es una economía que ha prosperado mucho, porque un pueblo con 16 millones de habitantes tiene acceso a mercado de 4 mil 500 millones de consumidores. Nosotros hicimos la apertura, y apenas teníamos acceso al mercado Andino y a un superficial acuerdo con México, que quedó pequeño y que ahora estamos profundizando.

Pero también dicen: ¿y si accedemos a los mercados qué vamos a vender?

Por eso hay que innovar en la economía, incrementar productividad en el sector agropecuario, en el sector pecuario; industrializar el campo colombiano.

Y eso no depende solamente de los gobiernos. Se necesita una gran iniciativa empresarial. Y un proceso de innovación requiere una permanente revolución educativa.

Será muy grato decir esta tarde en la Universidad de Córdoba, que cuando este Gobierno empezó teníamos un 78 por ciento de cobertura en educación básica; hoy, un ciento por ciento. Un 57 (por ciento) en educación media; hoy un 80 por ciento. Graduábamos 400 mil bachilleres; este año graduaremos más de 700 mil.

Teníamos menos de un millón de estudiantes universitarios, el 21,6 (por ciento) de cobertura; hoy cerca de millón 700, casi el 36 por ciento de cobertura.

El Sena capacitaba un millón 100 mil colombianos; el año pasado, 7 millones 800 mil colombianos.

Será muy grato registrar en la Universidad de Córdoba que en medio de las dificultades fiscales, gracias a la reforma que nos aprobó el Congreso, tenemos este año el mejor prosupuesto para Colciencias, en un país que tiene que investigar, en un país que tiene que aplicar las nuevas tecnologías.

Y, por supuesto, el sexto elemento es la construcción de infraestructura. Por eso nuestro compromiso de dejar en plena ejecución estas obras tan importantes para el Caribe colombiano.

Pero todo es incipiente. Son progresos mínimos frente a lo que el país necesita. Nosotros no estamos en el Paraíso pero vamos por buen camino.

Compatriotas, no abandonemos el rumbo.

El periódico El Meridiano ha salido adelante en un momento tan difícil para la prensa escrita del mundo, porque no ha abandonado el rumbo, porque lo ha mantenido en permanente mejoramiento.

Mantengamos en mejoramiento el rumbo de la Patria, pero no lo abandonemos.

Ustedes representan a aquel Caribe que un día se rebeló contra el desorden y la violencia y eligió a (Rafael) Núñez.

Ustedes representan aquel Caribe de Javier Vengoechea, que un día se rebeló contra la violencia y dijo que la única batalla que se admitiría en el Caribe sería la Batalla de las Flores.

¡Qué vivan los argumentos que todos los días esgrimen por parte de la pluma de los que escriben en El Meridiano, pero que Colombia no vuelva a darle espacio a la violencia!

Constitúyase cada uno de ustedes en un Mariscal Sucre, el General mejor reputado por El Libertador, para defender que esta Patria mejore el rumbo sin abandonarlo.

Muchas felicitaciones a El Meridiano”.

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