Marzo 23

   

Palabras del Presidente de Costa Rica, Óscar Arias, al recibir la Orden de San Carlos

Bogotá, 23 mar (SP). “Al ser las 6:00 en punto de esta mañana, un joven bogotano despertó de un largo sueño con el olor de un magnífico café en la cocina de su casa. En San José (Costa Rica) un muchacho realizó la misma labor cotidiana.

Dos horas más tarde una orgullosa agricultora antioqueña recogió las flores más bellas de su cultivo artesanal, para venderlas en la feria de su localidad. Lo mismo hizo una costarricense allá en el pequeño pueblo de San Pedro de Juaz.

Al caer la tarde de este día, las notas de la cumbia y del vallenato explotarán en cada fiesta colombiana, y mi país se inundará también con las notas de la salsa.

Dos pueblos viviendo el mismo sentimiento.

Dos naciones compartiendo la misma esperanza y las mismas ilusiones.

No importa si uno usa chonete o sombrero paisa; si se baña en las aguas de Limón o de Barranquilla; si come gallo pinto o sancocho, ajiaco o tortillas palmeadas.

Esas diferencias no existen en el centro de nuestras almas.

Colombia habla un idioma que Costa Rica entiende más allá de las palabras. Es el idioma de la vida, que estalla en cada esquina; es el idioma de la ilusión y es también el idioma de la perseverancia; es el idioma del trabajo y del esfuerzo; y es el idioma de la búsqueda de la paz por sobre cualquier amenaza.

Llegará el día en que Colombia y Costa Rica compartan más que la búsqueda de la paz; llegará el día en que compartan la paz consolidada, el día en que las selvas colombianas sean tan tranquilas como los bosques de mi tierra, el día en que los fusiles de esta guerra se guarden en los museos y en las vitrinas, como se guardan en mi patria.

Y ese día está, sin duda alguna, cada vez más cerca.

En su última proclama, en Santa Marta, (Simón) Bolívar dijo: ‘No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia’, refiriéndose entonces a la Gran Colombia que había imaginado su mente libertadora.

Hoy les digo que yo no aspiro a otra gloria más que a la paz de Colombia, que habrá de llegar como el candor de la madrugada del mejor día que ha vivido esta tierra bendita. El día de mañana.

Señor Presidente, amigas y amigos, antes que nada, don Belisario (Betancur) ha sido una bellísima sorpresa que usted nos haya acompañado, poderme sentar a su lado y recordar, porque mi corazón guarda un inmenso afecto y admiración por usted.

Nunca podré olvidar su fe y su apoyo y su dedicación para que saliera triunfante el plan de paz que propuse a mis colegas centroamericanos.

Y en buena parte, pienso que de todos los países de nuestra América Latina difícilmente hubo un Gobierno más empeñado en el éxito de ese plan de paz.

Jamás podré olvidar esa confianza que tuvo en mí y en todos los centroamericanos para que, contra todas las apuestas, todos los obstáculos, todos los vaticinios, al final encontráramos la voluntad necesaria para firmar y trabajar por esa paz.

La vida, queridas amigas y amigos, ha sido sumamente generosa conmigo, tan generosa que me permite realizar el último viaje de mi mandato a una de las naciones latinoamericanas que más amo.

He venido a dar las gracias al pueblo de Colombia, al que tanto le debe Costa Rica.

Y he venido a dar las gracias al Presidente Álvaro Uribe, a quien tanto le debo yo como persona.

En usted, querido amigo, he encontrado un apoyo indispensable a lo largo de los últimos cuatro años. Ha sido como ese compañero que vive en la tercera habitación, al final del pasillo, en donde siempre hay alguien que abre la puerta.

En momentos de dolor y de angustia, en momentos de euforia y de esperanza, ha sido usted uno de mis principales cómplices en la tarea de reescribir la historia latinoamericana.

Hoy quiero brindar por su amistad.

Brindo por Colombia y Costa Rica.

Brindo por la lengua que compartimos.

Y brindo también por la paz que habrá de cobijar a esta tierra con la misma dulzura con que cobija a mi pueblo, Costa Rica”.
Imprimir