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  AÑO 2010  
     
 

La utopía de la salud gratuita

Por: Saúl Hernández Bolívar
El Mundo, Medellín
Martes, 8 de Febrero de 2010

Decíamos en una columna anterior que la salud no es un cheque en blanco, y que la atención debe tener un límite porque los recursos son finitos. Lamentablemente, muchos medios de comunicación, figuras políticas y líderes de opinión están haciendo populismo barato con el tema, con el cuento de que se trata de un ‘derecho adquirido’, en tanto que al Gobierno le ha faltado hacer pedagogía.

En efecto, la Constitución de 1991 incurre en el exceso de ofrecer en abundancia derechos ilimitados, en tanto que impone muy pocos deberes, por lo que la gente se ha ido malacostumbrando y cree que papá Estado debe proveerlo todo, y que ‘los ricos’ son los que deben pagar. Para comprender el desbarajuste al que se ha llegado es muy útil la ilustración de una opositora del Gobierno como es Cecilia López (El Espectador, 30/01/2010), quien explica que “más del 50% de la población recibe gratis los servicios (de salud) a través del régimen subsidiado; del otro lado, de los 17 millones que pertenecen al régimen contributivo, solo aportan 8 millones porque los restantes 9 millones conforman sus grupos familiares. (…)Eso significa que estos ocho millones sostienen la salud de 9 millones de parientes y de casi 23 millones que no contribuyen”.

Pero eso no es todo. La cobertura del sistema de prestación de servicios de salud ha tenido un crecimiento constante. En 1990, el aseguramiento en la población colombiana apenas llegaba al 16%; y, en 2008, ya rondaba el 90%. Lo que para los expertos de la Universidad Javeriana Fernando Gómez y Enrique Peñaloza Quintero (El Espectador, 28/01/2010), es “un logro colosal en un sistema de aseguramiento donde la mancomunación para la financiación con recursos del contributivo y subsidiado permitieron un crecimiento en cobertura que difícilmente puede presentarse en otro país”.

De hecho, Cecilia López precisa que del 2002 a la fecha, el régimen subsidiado ha crecido un 100% al pasar de 11,5 millones de afiliados a los 23 millones de hoy, mientras que el régimen contributivo sólo creció alrededor de un 30%, al pasar de 13 millones a 17. Muchos analistas que antes criticaban la supuesta ausencia de políticas sociales, argumentan que el Gobierno pecó de populista excediéndose en asistencialismo. Pero la misma Corte Constitucional ha ordenado universalizar la prestación del servicio al 100% de la población y a nivelar el POS, y esto sólo se logrará cobijando en el régimen subsidiado a los seis millones de colombianos que faltan, pues ya pertenecen a los niveles 1 y 2 del Sisbén y de ahí no saldrán fácilmente. Nadie quiere tener empleos formales con todas las prestaciones porque eso significa perder el Sisbén y sus beneficios en salud, vivienda, y educación, entre otros. A esa distorsión se ha llegado.

Pero aparte de que pocos pagan, hay que entender que un sistema sin límites que cubra cualquier enfermedad, cualquier terapia, cualquier tecnología novedosa, etc., es imposible de costear aún para sociedades acaudaladas, y eso arruina el sistema. Sin embargo, debido a la mentalidad que la Constitución del 91 ha estimulado, muchos colombianos creen que la población está siendo víctima de un atropello y le ponen tinte político e ideológico al asunto cuando la verdad es que a cualquier gobierno le hubiera tocado hacer estos ajustes obligatoriamente, pues no es un asunto de política sino de plata.

Además, si bien es cierto que hay muchas fallas, la gente tiene la falsa creencia de que las EPS son de ‘ricos’ que se quedan con todo. No obstante, Saludcoop, por ejemplo, la mayor EPS del país, sólo obtuvo excedentes en 2008 por 24.000 millones de pesos, con ventas de 3 billones (Semana, 04/05/2009), para una rentabilidad inferior al 1%. Y resulta que es una cooperativa, que por ley está obligada a reinvertir y no a repartir utilidades a sus asociados (propietarios), que son una veintena de cooperativas de trabajadores y profesionales de la salud –incluyendo la de profesores de la Universidad Nacional–; el propietario no es Álvaro Uribe Vélez como asegura una leyenda urbana que se saca a relucir, de cuando en vez, con el propósito de reivindicar unos ‘derechos adquiridos ilimitados y desmedidos’ que algunos utópicos reclaman.

 
     
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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