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NO EQUIVOCARSE DE ENEMIGO

Pierre Rousselin

LE FIGARO - EDITORIAL
Febrero 29 de 2008

Cada vez que las FARC sueltan algún secuestrado en la selva colombiana, su barbarie no hace sino ser más estridente. Desde hace más de 6 años, este ejercito mafioso, nacido de una guerrilla reconvertida al tráfico de drogas, tiene en su poder a una mujer, menospreciando las reglas de humanidad más elementales observadas aun en los conflictos más irreductibles.

“El tema Betancourt” está presente desde hace ya tanto tiempo, que nos acostumbramos. Sin embargo, aún es incomprensible que ciudadanos de un país civilizado, por decirlo así, animados por una ideología que quiere “hacer el bien en la tierra”, pueda hasta este punto estropear un código de honor que creíamos aplicable en un continente como América Latina.

Después de haber liberado el 10 de enero a Clara Rojas y a Consuelo González, las FARC han liberado a cuatro secuestrados más, una mujer y tres hombres, todos ex congresistas. Entre los cientos de secuestrados, queda Ingrid Betancourt. Las Farc no han obtenido nada hasta aquí, sino deshonra. ¿Qué esperan para liberar a la francocolombiana ?

Las noticias sobre las condiciones de cautiverio y el estado de salud de Ingrid se agravan a medida que emergen de la selva sus compañeros de infortunio. Los últimos testimonios muestran que la joven mujer es objeto de un tratamiento aún más inhumano que el de los otros secuestrados. Ella está enferma y su vida corre peligro. La urgencia se impone a todos.

Las Farc no tienen ningún futuro como guerrilla marxista leninista. Rechazadas por la inmensa mayoría de los colombianos, no resucitarán un pasado revolucionario que ya no tiene futuro. Su única esperanza es sobrevivir en su lucha como narcotraficantes. Valerse de Ingrid Betancourt para exigir una legitimidad política no tiene ningún sentido. ¿Cómo darle el más mínimo crédito a una organización que combate, a punta de secuestros y de torturas, a un gobierno democráticamente elegido?

La mediación de Hugo Chávez es bienvenida. No porque el dirigente venezolano tome partido por la guerrilla sino porque ha sido el único en establecer un contacto con ésta. Que él juzgue conveniente conferirle estatus de beligerancia no lo compromete sino a él. Y eso no cambia nada porque las FARC ya tienen retaguardia en Venezuela.

La verdadera batalla está en otra parte. En la movilización internacional que aisla a las FARC y en el apoyo a Colombia en su lucha por el regreso a la normalidad. La manifestación en favor de los secuestrados ha dado sus frutos. Después de años de inmovilidad, 6 de ellos han sido liberados sin condición desde el principio del año. Este año los colombianos salieron a la calle por millones para gritar su rechazo contra la guerrilla.

Así, poco a poco, la causa de Ingrid Betancourt progresa. Ya no estamos como para poner en pie de igualdad a Álvaro Uribe y a las Farc, o para esperar que Oliver Stone haga una película sobre la gloria de Hugo Chávez y sus amigos guerrilleros. Lo esencial, en esta etapa, es no equivocarse de enemigo.

 

 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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