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Aprueben el Tratado
Las dificultades económicas de EE.UU. fortalecen el caso para el libre comercio con Colombia.

Washington Post
12 de noviembre de 2008

El PRESIDENT BUSH niega informes de que, en conversaciones con el presidente electo Barack Obama, condicionó su apoyo a un préstamo de rescate mayor para la industria automotriz, o posiblemente un paquete de estímulos fiscales, a la exigencia de que la líder del Congreso, Nancy Pelosi (D-Calif.),  termine su bloqueo legislativo al Tratado de Libre Comercio con Colombia. El equipo de transición de Obama también lo niega. Mejor así, ya que cualquier propuesta legislativa debe mantenerse o caer por sus propios méritos. Afortunadamente, el acuerdo con Colombia pasa la prueba.

Los demócratas del Congreso, de quienes lamentablemente hizo eco el señor Obama durante su campaña, no enmarcan sus objeciones en términos económicos sino políticos, afirmando que Colombia tiene un triste récord en derechos humanos. Esta caracterización desafía la realidad. Desde la primera elección del presidente Álvaro Uribe en 2002, los homicidios han descendido 40% y los secuestros, 75%. Apoyado por EE.UU. y una gran mayoría del pueblo colombiano, el enfoque firme pero militar y profesional del presidente Uribe ha diezmado a la guerrilla marxista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (conocidas como FARC), que una vez trató de llevar al país a la ingobernabilidad. El Presidente también ha puesto en cintura a los grupos derechistas paramilitares. Hace poco, cuando surgió evidencia de que algunos miembros de sus tropas habían asesinado inocentes para aumentar el número de bajas enemigas, el señor Uribe ordenó la destitución de 27 oficiales y soldados, incluidos tres generales.

Estos hechos tampoco respaldan los repetidos alegatos de los demócratas de que Colombia es un lugar particularmente nefasto para los sindicalistas. Las estadísticas de crímenes en 2007 muestran que los sindicalistas en Colombia en realidad tienen menos probabilidad de ser asesinados que la población en general. En parte, esto se debe al descenso en los homicidios pero también a las medidas de protección especiales instituidas por el gobierno de Uribe, a un costo anual de US$38 millones. En un sentido más amplio, el tratado EE.UU.-Colombia contiene las mismas protecciones de los derechos laborales –y el medio ambiente- que el Congreso aceptó en un acuerdo separado entre EE.UU. y Perú. Un firme aliado de EE.UU. en Suramérica, Colombia merece el sello político de aprobación que el Tratado de Libre Comercio entregaría, no el ostracismo.

Y después vienen los intereses propios: el principal efecto económico del tratado  comercial sería que permitiría a los fabricantes estadounidenses, incluida la industria automotriz,  exportar hacia Colombia libres de aranceles. Esto nivelaría la cancha, porque 90% de los bienes colombianos llegan a EE.UU. libres de impuestos bajo las preferencias comerciales temporales que el Congreso renovó recientemente. El total de exportaciones colombianas a EE.UU. supera US$8.000 millones anuales, por lo que el pacto sería una buena dosis de estímulo para las empresas y trabajadores de EE.UU. Mientras América se estanca, Europa avanza: la Comisión Europea anunció ayer que desea iniciar charlas de libre comercio con Bogotá. ¿Por qué los demócratas necesitan algo a cambio o recibir incentivos para aprobar una medida que promovería los intereses de la política exterior y crearía empleos en EE.UU.?
 
     
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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