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Balance real de la guerra

Revista Semana
Sábado 13 de diciembre de 2008
Por Alfredo Rangel

Este ha sido para las Farc el peor año de la historia. Entre bajas (Reyes, Ríos), decesos (Marulanda), deserciones (Carina), han perdido lo más simbólico de su organización.

El fin de año es tiempo de balances, pero hay quienes aprovechan la ocasión de manera interesada para provocar confusión y desconcierto, parapetándose en falsos balances. Es el caso de la Fundación Arco Iris, que presentó en estos días un balance muy superficial y contraevidente de la situación actual de nuestro conflicto interno.

Al contrario de lo que dice Arco Iris, la situación de las Farc es realmente calamitosa, la peor de los últimos 20 años. Es falso que cedan voluntariamente espacio a cambio de tiempo. Esta fue la expresión que yo utilicé hace seis años para describir la respuesta de las Farc en los inicios del Plan Patriota. Pero hoy la situación es radicalmente distinta: las Farc han perdido un espacio irrecuperable y el tiempo empezó a jugar en su contra. Mejor dicho, su tiempo ya pasó. Su momento culminante de victoria, como diría Clausewitz, ocurrió durante la segunda mitad del gobierno Samper y la primera mitad de la administración Pastrana. Con Uribe vino su caída en picada. Y es irreversible.

En efecto, cada día que pasa el Estado es más fuerte y las Farc más débiles. Cifras al canto: según la Fundación Seguridad y Democracia, entre enero y octubre de 2002 esa guerrilla realizó 330 acciones ofensivas contra la Fuerza Pública y en el mismo período de 2008 efectuó sólo 98, es decir, el 70 por ciento menos. En 2002 realizo 246 retenes en todo el país y en 2008 sólo 15, o sea, el 94 por ciento menos. En 2002 secuestró a 830 personas y en 2008 plagió a 94, el 88 por ciento menos. Y no es porque no hayan querido, sino porque el Estado y su debilidad se lo han impedido. Su capacidad operacional ha caído en promedio en 80 por ciento y es consecuencia tanto de la pérdida de comando, control y comunicaciones, como de la disminución del número de combatientes y de presencia territorial: pasaron de 18.000 hombres a menos de 7.000, según se puede corroborar con los testimonios de los desertores, y su presencia territorial es hoy menos de la mitad que en 2002. Adicionalmente, al menos 40 de sus estructuras armadas, o sea el 60 por ciento, están hoy inactivas. Las restantes se encuentran seriamente disminuidas. Por si fuera poco, 2008 ha sido para las Farc un annus terribilis, el peor de su historia. Entre bajas (Reyes, Ríos, Martín Caballero, etcétera, etcétera), decesos (Marulanda), deserciones (Karina, Isaza, etcétera,etcétera) y capturas (Martín Sombra, etcétera,etcétera) han perdido lo más experimentado y simbólico de su organización.

Y del ELN, ni hablar. Arrinconado por el Estado, está escasamente dedicado a la sobrevivencia y al narcotráfico, en alianza con grupos emergentes. Realiza sólo una insignificante acción ofensiva contra el Ejército cada dos (¡!) meses. Sus guerrilleros andan, en palabras de Mao Zedong, como insurrectos errantes, sin sentido ni rumbo. Hoy son menos del 20 por ciento de lo que fueron en su mejor momento.

Con respecto a las bandas emergentes, no es cierto que sus estructuras hayan aumentado. De hecho, se han reducido por efecto de la absorción de los grupos pequeños por las bandas más grandes. Pero lo más importante es que su presencia municipal también se ha reducido: en 80 por ciento con respecto a la que tenían los paramilitares desmovilizados, y en 10 por ciento en relación con lo que era su presencia territorial en 2006. Esto significa que en la actualidad más de 550 municipios del país han sido liberados de la presencia de este tipo de bandas. Por eso es que el número de 10.000 integrantes que calcula Arco Iris parece sacado de la manga.

Adicionalmente, su carácter contrainsurgente es cosa del pasado. Estamos frente a un fenómeno nuevo que se debe nombrar de manera distinta, si no se quiere crear confusiones. Ahora son narcobandas aliadas con la guerrilla para protegerse conjuntamente de la acción antinarcóticos del Estado. Ya no combaten a la guerrilla ni a sus bases sociales. Sus amenazas contra dirigentes sociales y ONG en las regiones no son por razones ideológicas, sino porque no resultan funcionales a sus intereses mafiosos. Y no se debe descartar que algunas fuerzas oscuras (que, como las brujas, que las hay, las hay) estén utilizando el nombre de esas narcobandas para realizar amenazas contra personas y organizaciones, aprovechamiento que, obviamente, no otorga a esas bandas un carácter contrainsurgente.

El balance de la guerra es, entonces, absolutamente favorable al Estado colombiano e inapelablemente desfavorable a los grupos irregulares. Sobre esto no es serio ni honesto generar dudas, así como tambien no se puede afirmar -de hecho, nadie lo hace- que la situación esté totalmente controlada.

 
     
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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