Bogotá, 31 ago (SNE). Cuenta el asesor presidencial José Obdulio Gaviria que en sus mejores tiempos Bolívar y Santander solían apostar al Tresillo, un juego de naipes al que por entonces se consideraba como el “juego de los caballeros y los reyes”.
Por lo general, las sesiones se efectuaban en una salita de la hacienda Hato Grande, en la Sabana de Bogotá, expropiada por los patriotas a un curita realista y que El Libertador había adjudicado al General Santander para agradecerle su ayuda en la lucha por la libertad.
Casi dos siglos después, este viernes, en la casona de esta histórica hacienda, se reunieron los presidentes de Colombia y Venezuela, Álvaro Uribe y Hugo Chávez, no precisamente para jugar a las cartas, sino para tratar a fondo temas de interés mutuo para el futuro de las dos naciones: la integración bilateral y la paz.
La jornada se había iniciado hacia las 10 de la mañana en el Aeropuerto Militar de Catam, donde aterrizó el avión que traía al Presidente venezolano y su comitiva. Chávez vestía camiseta roja, camisa roja y pantalón negro. Levantó la mano y saludó, mientras descendía por las escalerillas. Era un día pleno de sol, que no se esperaba, pues en los días anteriores la tónica había sido de lluvia y nubarrones.
Ya en tierra, Chávez se saludó con el canciller Fernando Araújo y emitió una breve declaración, en la que exaltó la belleza de las montañas y campiñas de la Sabana capitalina y pidió a Dios que le permitiera contribuir al canje humanitario y a la paz de Colombia.
La primera parte de la visita en Hato Grande se inició con los honores militares de rigor y con las presentaciones mutuas de sus equipos de Gobierno. Al llegar el turno de que Uribe presentara a Chávez al Alto Comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo, el Presidente colombiano comentó: “Él es el siquiatra del Gobierno y hasta ahora esos bandidos no lo han enloquecido”. A lo cual Chávez ripostó: “Yo tengo de siquiatra al Vicepresidente y dicen que es para que me controle”. Acto seguido Chávez saludó de beso a la senadora Piedad Córdoba.
Esta parte del encuentro, quizá la más informal, sacó a la luz las tres pasiones que comparten los dos presidentes: el paisaje natural, la curiosidad histórica y el gusto por la geografía.
Uribe lo llevó a ver un descomunal eucalipto de 120 años de edad y dictó cátedra de botánica; le mostró el jardín interior plantado de duraznos, ciruelos y brevos; le mostró en un mapa el recorrido de varios ríos por la selva común de Colombia y Venezuela; le brindó un café Juan Valdez y lo condujo al altillo de la casona donde continúan intactas la alcoba y la biblioteca del General Santander.
Uribe le mostró la cama, el candelabro, el escritorio, el baúl de campanas y la mesa de noche. Y también dictó una pequeña cátedra de historia.
En un momento dado, Uribe llamó a la periodista de la Presidencia Amanda Hernández y se la presentó a Chávez diciendo que ella había cumplido años recientemente. Con el suficiente tacto como para no ofender la vanidad femenina, Chávez le preguntó: “¿Estás cumpliendo 25?”.
Tras dos reuniones en las que se trataron los temas fuertes del encuentro, los presidentes y sus comitivas pasaron a manteles. El menú fue ajiaco santafereño, jugo de frutas y cuajada con melao de postre.
Para ese entonces ya los mandatarios habían intercambiado regalos. Chávez le obsequió un pequeño busto de bronce del General Francisco Miranda, y Uribe un cuadro de la pintora María Paz Jaramillo, en el que aparecen Bolívar y Santander a lado y lado de una bella mujer. Chávez preguntó: “¿Es Manuelita?”.
Con cinco horas de retraso, hacia las seis de la tarde, se dio comienzo a la tan esperada rueda de prensa, acto con el cual se cerró la histórica visita del Presidente Chávez a Colombia.
Según contó el asesor José Obdulio Gaviria al Presidente Chávez, en una de las memorables partidas de Tresillo en la hacienda Hato Grande, Bolívar le ganó a Santander. Y cuando Santander iba a pagarle con unos cuantos tostones (monedas) a Bolívar, se le dio por hacerle un mal chiste que habría de generar una agria, aunque corta, discrepancia entre ellos.
Bolívar le dijo: “Por lo menos me devolvió algo del empréstito”. Bolívar se refería a un crédito que Inglaterra había otorgado a Colombia, algunos de cuyos recursos no aparecían como bien gastados. Bolívar sabía que Santander no tenía nada que ver con el asunto, pero quiso hacerle esa broma, olvidando que Santander no permitía que se le hiciera ningún tipo de chistes.
Los presidentes Uribe y Chávez debieron escuchar con mucha atención la anécdota de José Obdulio Gaviria. Se cuidaron muy bien de no jugar al Tresillo este viernes en Hato Grande.
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