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Cada 7 de agosto las paredes del corredor que abraza las oficinas de los integrantes
de la Secretaría de Prensa se llenan de nuevos recuerdos.
La fragilidad de la memoria de los transeúntes de ese corredor
que nutre la historia de los Mandatarios encuentra en las
fotografías
expuestas un alimento, un regalo de sus autores. La memoria
humana reemplazada por la fotografía.
Los fotógrafos buscamos compartir
nuestra visión, nuestra interpretación de lo cotidiano. La
fotografía nos invita a exaltar la vida, a deleitarnos con
las experiencias, con la anécdota, con la búsqueda de la
felicidad. Sin la complicidad de la fotografía no sabríamos
cómo se ve la tierra desde la luna, ni las enciclopedias
tendrían la más perfecta descripción de hechos, momentos
y personas. “La fotografía es el mejor medio para tomar apuntes
y tenerlas, es de cierta manera poseer el mundo”. Los fotoperiodistas de Palacio tienen
frente a los acontecimientos que hacen historia su mayor
responsabilidad. Su obligación con todos los colombianos
es inmortalizar esos eventos; es hacer la foto que le mostrará
al mundo, a nuestros descendientes, qué pasó, qué ocurrió.
Si no hay foto no hay historia. Es un error pensar que sólo
los grandes acontecimientos generan grandes fotografías.
Los
escritores luchan con la hoja en blanco buscando la perfecta
combinación de palabras, verbos,
adjetivos, para describir lo que ven, lo que sienten. A los
fotógrafos nos sucede lo mismo de una manera diferente. Nosotros
hacemos de la luz nuestra amante, de nuestra cámara nuestra
cómplice y nos paseamos por la existencia para robarle una
única oportunidad, una milésima de segundo al tiempo. Para
que después de evadir todos los obstáculos posibles, nuestro
cerebro y nuestro corazón decidan cuándo apretar el botón
y lograr esa foto que dará vida eterna a ese fugaz e irrepetible
instante de la existencia del hombre. Casi nunca habrá una
segunda oportunidad. |