Bogotá, 7 dic (SP). “Regresamos de nuevo esta mañana a la Escuela General Santander.
Señor Ministro (de Defensa) y señor General (Óscar) Naranjo, director de la Policía, muchas gracias por este Código de Ética del policía. A oírlo, al leerlo, toca las fibras más profundas del amor a la Patria.
Y quiero felicitar a todos quienes están hoy en este campo, porque nos han dado un bello ejemplo. Con qué convicción, con qué sentimiento, fueron entregándonos de memoria y en voz alta este Código de Ética de la Policía, que marca aquel lindero, que generalmente está en la Ley, no necesariamente, que es el lindero para proceder siempre en procura del bien común, el que tuvieron nuestros héroes, el lindero de la virtud.
Cuando los escuchábamos a ustedes pronunciar, en voz alta y de memoria, este bello Código de Ética de la Policía, lo entendíamos con un código de virtud.
El Libertador (Simón Bolívar), que no pudo asistir a la Convención de Ocaña, en esos días estuvo en Bucaramanga, y desde allí le hizo un seguimiento exhaustivo. En un bellísimo mensaje a los convencionistas de Ocaña les decía: ‘Sin la energía de la Fuerza Pública no hay virtud, y sin virtud perece la República’.
Este código de virtud de ustedes hoy es una garantía para la prosperidad de la República, para el bien común. Y qué bueno que se repita aquí, en la Escuela General Santander.
El General Santander fue la ley al servicio de la virtud. Él interpretó que las normas de la ética y de la moral, debían verterse en el ordenamiento jurídico, para que hicieran parte de la legislación positiva, porque no entendía la ley en discordancia con los valores que consagran la virtud.
Por eso la historia, a pesar de muchos que han querido enfrentarlos, todos los días ha encontrado más las compatibilidades y complementariedades entre el Libertador Bolívar y el General Santander.
El Libertador entendía la energía de la Fuerza Pública como una condición de virtud, y el General Santander entendía que esa virtud tenía que estar claramente definida en las leyes.
Y acudimos hoy a un acto de Patria emocionante, al ascenso de unos oficiales que han servido bien a la Policía y a la Nación. Una vida dedicada a la Institución, con abnegación, con riesgos en todos los momentos, sin pausa, esforzados a toda hora para protegernos a los colombianos.
Los saludamos hoy como Generales de la República, con afecto de compatriotas, al Brigadier General Jairo Rolando Delgado Mora, a su señora, doña Laura Ofelia, a sus hijas Laura Dayana y Estefanía; a sus padres que hoy lo acompañan, doña Teresa y don Israel.
Brigadier General Mauricio Santoyo Velasco, a su señora Elizabeth, a Juan Felipe Mauricio, Sebastián, Alfonso, y a su señora madre doña Hilda.
Brigadier General José Roberto León Riaño, a su señora Marian, a Andrés, Juan Camilo, y a sus papás, doña Ana y don Roberto.
Brigadier General Édgar Orlando Vale Mosquera, su señora doña Nérida, Édgar José, sus papás doña Rosalba y don José de Jesús.
Brigadier General Rodolfo Bautista Palomino López, su señora Eva, Iván Andrés, Juan Sebastián, José David. A su señora madre doña Graciliana.
Brigadier General Luis Gilberto Ramírez Calle, director de Inteligencia de la Policía, su señora Mery; Laura María, Luis Eduardo; su padre don Luis Eduardo.
Brigadier General Flavio Eduardo Buitrago Delgadillo, su señora Elba Alieth; William Eduardo, Elbita María, Eduardo José; su mamá doña Tránsito.
Los saludamos con afecto, con esperanza. Ellos, en la carrera que hoy los lleva a ser consagrados como Generales de la República, mientras los colombianos hemos tenido festivos, ellos han estado protegiendo nuestra seguridad; mientras los colombianos hemos tenido vacaciones, ellos han estado trabajando por la tranquilidad; mientras los colombianos podemos reposar en la noche, en el seno de nuestros hogares, ellos han estado vigilando para que no se afecte esa tranquilidad. Son Generales y héroes de la Patria.
En estos cinco largos años de Gobierno, he podido compartir con cada uno de ellos. Les traigo hoy el personal reconocimiento, la gratitud inmensa, en una tarea muy difícil, a la cual ellos han coadyuvado sin reserva, con toda la abnegación. Saludamos a sus familias con afecto.
Compatriotas, una reflexión. El sentimiento contrastado que se da en un ser humano cuando entrega su hijo a la Policía: por un lado, el afecto a la Patria, a la ilusión del servicio a la Patria, y por otro lado, la angustia por el riesgo.
La angustia de la esposa, durante una larga carrera policiva. Todas las noches preocupada por los riesgos contra su integridad que corre su esposo en busca de proteger la integridad de todos los ciudadanos.
Las ausencias frente a los hijos, la angustia de los hijos esperando al papá, la angustia de los hijos temiendo que el papá está corriendo algún riesgo, el deseo de los hijos de tener al papá a todas horas.
Mientras en el colegio, los compañeritos les dicen: ‘Con mi padre puedo estar desde el viernes a las seis de la tarde hasta el lunes por la mañana’, los hijos de los policías muchas veces se tienen que quedar callados, porque para que en las familias colombianas haya la posibilidad de esa reunión, los policías tienen que estar en muchas ocasiones abandonando sus familias para darles tranquilidad a las familias de todos colombianos.
Compatriotas, a estas familias que han apoyado estos grandes oficiales de la Policía que hoy ascienden a Generales de la República, nuestra gratitud, nuestro aplauso más sincero.
Permítanme hacer una inusual mención personal.
Tengo toda la gratitud con estos Generales de la República, pero no puedo omitir mi mención personal a quienes desde hoy son Generales de la República: el Brigadier General Mauricio Santoyo y el Brigadier General Flavio Eduardo Buitrago Delgadillo. No tengo palabras para hacer llegar a ellos mi sentimiento de gratitud.
El apoyo que he recibido en nuestra lucha por la seguridad de Colombia, en nombre de mi familia, de mis más cercanos colaboradores, señores Generales, una sola palabra: ¡muchas, muchas gracias!
Y nos reunimos en esta Escuela, en un momento de dolor, pero no de sorpresa. Dolor porque las nuevas evidencias de supervivencia de 16 de los secuestrados muestran que han sido torturados, como torturados fueron los judíos por los nazis. Estos compatriotas torturados por los nazis criollos, por las Farc.
Es la tragedia que hemos vivido durante 50 años en esta Patria, que ocasionalmente conmueve a la comunidad internacional, pero que durante 50 ininterrumpidos años hemos sufrido en Colombia.
Esta mañana recordaba aquellos primeros secuestros que conmovieron a mi generación. El de Oliverio Lara, el de Harold Eder. Recordaba las fotos que conoció el país del cadáver de doña Gloria Lara de Echeverri, secuestrada y asesinada, torturada, totalmente demacrada, exhausta, con unos rasgos de inanición. El secuestro y asesinato del líder obrero José Raquel Mercado.
El secuestro de 23 mil colombianos en los últimos diez años. Un país que estuvo en su totalidad secuestrado y que, gracias a la Seguridad Democrática, ha venido recuperando su libertad.
Nos duelen mucho estas evidencias, que muestran la tortura de los secuestrados, pero no nos sorprenden. Es la manera como el terrorismo ha tratado a este país durante 50 años.
Por eso, compatriotas, esta hora de dolor no es un momento de claudicación, sino un momento de reflexión para afirmar la determinación de derrotar el terrorismo.
Nosotros tenemos dos opciones: o apaciguar el terrorismo para que nos dé un minuto de ilusión y después recrudezca su capacidad de secuestrar, o enfrentar al terrorismo con toda determinación para que el secuestro desaparezca por siempre en Colombia.
Reitero mi invitación al pueblo colombiano para que no desfallezcamos en la segunda opción, en la que hemos escogido: firmeza para derrotar el terrorismo, a fin de que Colombia se libere definitivamente del flagelo del secuestro.
Permítanme hablar del acuerdo humanitario. Lo que hemos hecho, que debo recordarlo a mis compatriotas en cada momento.
Cuando yo era candidato a la Presidencia, como Presidente electo, dije que no haríamos un intercambio humanitario a no ser que empezara un proceso de paz con un cese de hostilidades.
Ya en el inicio del ejercicio presidencial, después de escuchar a la Iglesia Católica, a los familiares de los secuestrados, al Secretario de las Naciones Unidas, a gobiernos internacionales, a voces de miles de compatriotas, acepté que entraríamos a buscar el intercambio humanitario así no empezara un nuevo proceso de paz con cese de hostilidades.
Y en ese empeño se han hecho muchos, muchos esfuerzos.
Facilitadores. Aquí estuvo durante dos años y medio el señor James Lemoine, como delegado del Secretario General de las Naciones Unidas, en una tarea facilitadora.
Autorizamos la facilitación del ex presidente López Michelsen, que en paz descanse. Me dijo en aquel noviembre que él sería facilitador siempre y cuando el Gobierno le permitiera actuar con independencia frente al Gobierno. Le dije: ‘Señor Presidente López, eso ni me lo tiene que decir. Proceda de acuerdo con su fuero interno’.
Autorizamos la facilitación del señor ex presidente Ernesto Samper, la facilitación del doctor Álvaro Leyva, la facilitación de dos delegados de España, de Suiza, de Francia.
Hemos hecho esfuerzos adicionales. Hemos liberado unilateralmente, primero, a 27 integrantes de las Farc. Después ordenamos la liberación, unilateral también, de 150. Se ha hecho efectiva la liberación de 125, porque en 25 casos, en acatamiento de decisiones de la Corte Suprema de Justicia, no procedió la liberación.
El presidente (de Francia) Sarkozy (Nicolás) se posesionó el primero de mayo. La mañana siguiente me llamó y me dijo: ‘Presidente Uribe, ¿cierto que usted va a liberar a 150 personas de las Farc, unilateralmente?’. Le dije: ‘Presidente, sí’.
Me dijo: ‘Apoyo esa decisión, porque nos ayudará mucho en el empeño de liberar a Ingrid Betancourt’.
Recibí una nueva llama del presidente Sarkozy, cinco días después, y me dijo: ‘¿Usted si los va a liberar?’. Le dije: ‘Presidente, le dije que sí, yo soy de una palabra’.
Me dijo: ‘¿Le puedo pedir que libere a Rodrigo Granda?’. Le dije: ‘Presidente, voy a encontrar la norma jurídica que me permita hacerlo. Si la hallo, lo liberamos’.
Lo hice con la profunda ilusión de que vendría el principio de la liberación de nuestros secuestrados.
Una mañana, muy temprano, acudieron mi oficina, los dos delegados europeos y me dijeron: ‘Le estamos entregando una propuesta a las Farc’. Yo creí que la tenían consultada con las Farc y aprobada por las Farc, y sigo creyendo que así fue, sin que me lo hubieran dicho.
Me dijeron: ‘Le estamos entregando una propuesta a las Farc, la misma que le entregamos a ustedes y le pedimos que la acepte rápidamente, Presidente’.
Una zona de encuentro, en un área rural de la cordillera central vallecaucana, de aproximadamente 200 kilómetros. Pocos minutos después el Gobierno dijo que la aceptaba.
Las Farc, que yo presumí estaba consultada y había dicho que sí, entonces públicamente expresó que no había recibido la propuesta. Cuando los delegados europeos la desmintieron y tuvo que aceptar tener la propuesta, las Farc dijo que no aceptaba.
Antes de extraditar a Simón Trinidad y a la señora Sonia, ofrecí que esa extradición se suspendería si las Farc liberaba a los secuestrados. Dimos todo el tiempo necesario. Las Farc no aceptó.
Hace pocos meses los delegados europeos me pidieron que dejáramos libre un corredor entre el Huila, el Cauca y el Valle del Cauca, porque las Farc había prometido que liberaría una mujer.
Hicimos todas las coordinaciones con el señor ministro de Defensa (Juan Manuel Santos) y los altos mandos. Se dejó libre ese corredor. Nada que la liberaban.
A los cinco días me dijeron los delegados europeos que habían tenido comunicación con las Farc, con la misma Farc que les había hecho la promesa de liberar esa mujer y que las Farc, como excusa para incumplir, les dijo que era un mal entendido.
Hemos hecho todos los esfuerzos. En la reciente mediación, puse de un lado de la balanza la ponderación del riesgo político. Las dificultades que podrían sobrevenir en relaciones internacionales y en relaciones personales con mandatarios de países hermanos. Las advertí, tomé todas las precauciones para que no se dieran.
Y de otro lado de la balanza, puse la reflexión de que esa mediación podía ser la efectiva para conseguir la liberación de los secuestrados. Y dije: aquí hay un riesgo político y aquí puede haber un camino eficaz de liberación de los secuestrados.
Ignoré el riesgo político y tomamos la decisión de avanzar en el camino de liberación de los secuestrados.
Hemos hecho todos los esfuerzos. Respuestas, asesinatos y mentiras.
Primero, nos asesinaron al ministro Gilberto Echeverri y al gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria, y a los oficiales que estaban con ellos.
Estábamos en un operativo de rescate, pero no hubo combate. Este Gobierno jamás ha mentido. Este ha sido un Gobierno diáfano, que ha contado con incurable buena fe sus errores, vicisitudes, dificultades.
Y hoy me detendré aquí, en la Escuela Marco Fidel Suárez y en la Escuela Almirante Padilla, a compartir con mis compatriotas esta difícil historia.
Con la ministra Martha Lucía Ramírez y los Altos mandos, llegamos llegamos a la selva del Murrí, entre Antioquia y el Chocó. Una selva espesa de árboles de 40 metros de altura, pero en loma. Del suelo difícilmente se ve el cielo, por la espesura de los árboles, y del cielo difícilmente el suelo.
Hubo sobrevivientes. Hablé con dos de ellos, oficiales de la Fuerza Pública, en un hospital de Medellín, esa noche. Estaban bastante afectados por llagas convertidas en heridas profundas, causadas por la enfermedad de la selva que es leismaniasis.
Me contaron esto: cuando los guerrilleros escucharon que sobrevolaban los helicópteros, los guerrilleros salieron en estampida. No llegaban los soldados. Los guerrilleros regresaron y dispararon contra los secuestrados, que estaban tirados en el suelo.
Allí no hubo combate. Sí íbamos en un procedimiento de rescate, como desde un principio se le dijo al país, por parte de un Gobierno que ha contado siempre la verdad.
Me contaba el oficial lo que después se comprobó: los secuestrados asesinados iban a morir de hambre y de tortura. El mundo debe pensar eso. Es la tragedia no de uno ni de dos, sino de miles de colombianos durante 50 años.
Y me contaban esto los oficiales: que el doctor Gilberto Echeverri, ex ministro de Defensa, y el gobernador de Antioquia, doctor Guillermo Gaviria, en muchas ocasiones trataron de hablar con el terrorista que comandaba ese grupo de las Farc.
Y le dijeron: ‘¿por qué nos secuestran a nosotros? ¿Por qué nos torturan a nosotros, si nosotros somos amigos del diálogo, de la solución negociada? Estábamos en una caminata por la paz. Hemos sido los constructores de paz’.
Los terroristas contestaban: ‘Ustedes no son nuestros amigos, ustedes son nuestros enemigos de clases y han sido nuestros idiotas útiles’.
Este terrorismo, durante 50 años, ha sabido practicar el odio de clases y ha sabido utilizar la bondad como expresión de idiotas útiles.
Por eso es necesario que los colombianos en esta ola de dolor, en este momento en que tenemos dolor en las familias (nuestras esposas, nuestros hijos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros compatriotas nos transmiten dolor por el estado en que se encuentran las personas secuestradas, de acuerdo con las pruebas de supervivencia), por eso en esta ola de dolor, los colombianos no podemos caer en la trampa de ser idiotas útiles del terrorismo. En esta hora de dolor, los colombianos tenemos que ser soldados firmes, policías firmes de la derrota del terrorismo.
¿Y qué pasó con otra respuesta, la de los diputados vallecaucanos? Las Farc asesinan y hacen teatro. Cuando anunciaron la muerte de los diputados, su propio asesinato, para hacer teatro entregaron el comunicado cuando amanecía en Europa, aquí unas o dos de la mañana. Y dijeron que los diputados habían sido muertos en un combate con el Ejército.
Mentira. Mentira de estos bandidos. Mienten sin ruborizarse. Por eso no nos puede sorprender toda su capacidad de torturar.
El Gobierno, prudentemente, se preocupó sólo por indagar la verdad. Con el Ministro y los Altos Mandos, ellos revisaron cuidadosamente las operaciones militares que se habían dado en esos días y en esa área. No aparecía una sola. No aparecía un solo combate en el que hubieran podido morir los diputados.
Pero quedaba la duda. Era la palabra de un Gobierno que, como en todo Gobierno democrático, hay que presumir que su palabra es diáfana, contra la palabra del terrorismo, que ha engañado 50 años. Sin embargo, en el dolor quedan dudas.
Nosotros ofrecimos que interviniera una misión legista internacional para apoyar a nuestras autoridades investigativas. ¿Qué acaba de decir la Fiscalía? Los diputados no murieron en combate.
El combate, mentira de las Farc. Fueron asesinados estando en el suelo en condiciones de indefensión. Algunos de ellos recibieron disparos a corta distancia, lo que en el lenguaje vernáculo es ‘a quemarropa’.
Una vez asesinados les cambiaron de vestimenta y los trasladaron a otro sitio.
Dios premia la buena fe. Ahí se van esclareciendo todos los hechos.
Hace más de un año, cuando las Farc pusieron el carro bomba en la Universidad Militar, que nos obligó a tomar unas decisiones muy drásticas, en Europa, donde todavía hay muchos que le hacen eco a las Farc, que son idiotas útiles de las Farc, se dijo que ese carro bomba lo había puesto el Ejército por ordenes del Presidente Uribe, para frustrar el acuerdo humanitario.
En la noche inmediata al día del carro bomba, el Ministerio de Defensa recogió pruebas suficientes que soportaron la imputación que esa mañana siguiente yo hice a las Farc.
Acaba de decir la Fiscalía que, luego de una investigación de 13 – 14 meses, ha quedado plenamente probado que las Farc instalaron y detonaron ese carro bomba, a través de una señora que se infiltró en cursos de altos estudios militares.
Si bien nosotros respetamos que la prueba que teníamos hace 14 meses pudo no suficiente para la Fiscalía, que ahora sí tiene la plena prueba sobre la autoría de las Farc, nosotros en aquel momento denunciamos a las Farc, porque la prueba que teníamos nos daba el convencimiento íntimo de esa autoría por parte de las Farc. Siempre han mentido.
El Gobierno en el tema de las pruebas de supervivencia ha procedido diáfanamente, como ha sido su costumbre.
El jueves pasado –no ayer– alrededor de las 6:00 de tarde, cerca de las 7:00 de la noche, me dijo el señor Fiscal General de la Nación que habían ayudado al Ejército y que en un operativo esa tarde se había decomisado un material, donde probablemente había pruebas de supervivencia de los secuestrados. Después de las 9:00 de la noche me dijeron que, revisado ese material, era creíble.
¿Qué hizo el Gobierno? Con el permiso de la Fiscalía, nuestra orden fue: que se publique de inmediato, sin filtraciones y sin manipulaciones, de acuerdo con lo que ha sido el comportamiento de este Gobierno.
Así lo hicimos. No faltó quien dijera: ‘Aplacen eso, no lo publiquen hasta el martes’. Por razones políticas y de cálculo electoral. Nosotros dijimos: ‘Nosotros no sometemos el tema humanitario al cálculo político. Los terroristas verán si lo someten’.
Un Gobierno amigo de las Farc habría podido filtrar las pruebas. Habría podido decir: entreguen este pedazo de la carta de Ingrid Betancourt, que es prueba de supervivencia, pero no entreguen estos otros párrafos, ni entreguen el video, porque demuestran que las Farc la han torturado.
Este Gobierno hubiera podido decir: allá hay unas pruebas que presionan al Presidente de la República, que lo critican severamente, no se publiquen. Pero ese no es el estilo de este Gobierno. Ni aplazar para someter lo humanitario al cálculo político, ni manipular, ni filtrar. Se publicaron enteramente y sin dilación. Hemos procurado siempre proceder con ética, diáfanamente.
¿Evidencias de que? De tortura. ¿Qué diferencia hay entre la tortura de nuestros compatriotas, ahora y a lo largo de los 50 años anteriores, la tortura de Ingrid Betancourt, de Gloria Lara, de José Raquel Mercado, de Guillermo Gaviria, de Gilberto Echeverri, qué diferencia hay con las torturas que sufrieron los judíos en los campos de concentración nazi?
Por eso algunos europeos tienen que hacer esta reflexión: si hoy tuvieran un Hitler en Europa, no lo dejarían prosperar. Es injusto que algunos europeos pretendan que aquí prospere ese Hitler torturador criollo, que son las Farc.
Y hay que hacer otra reflexión: el fracaso del apaciguamiento. En algún momento se dijo en Europa: apacigüen a Hitler. Entreguen Polonia y entreguen Checoslovaquia, que con eso salvamos a Francia y a Inglaterra.
Invadió a Francia. No recuerdo exactamente, alrededor de 5 años de invasión. Crecía la fiera terrorista a medida que trataban de apaciguarla y de calmarla. No se escapó la isla británica.
Primero, el terrorismo destruyó los 24 radares instalados a lo largo de la costa británica, y, no contento con eso, posteriormente destruyó el centro de Londres.
El apaciguamiento ha fracasado contra el terrorismo, aquí y en el mundo. Los campos de concentración de Europa empezaron a ceder cuando Europa hizo el transito del apaciguamiento a la determinación de enfrentar el terrorismo.
Si aquí apaciguamos el terrorismo, creceremos el secuestro. Por eso lo que hay que hacer aquí para derrotar el secuestro, es enfrentar, mantener el enfrentamiento total al terrorismo.
Compatriotas: el Gobierno ha tenido unos limitantes. El Gobierno ha dicho que no acepta una zona de despeje y el Gobierno ha dicho que los guerrilleros que lleguen a salir de la cárcel no pueden reintegrarse al asesinato y al secuestro.
Es que tuvimos zona de despeje durante 50 años, y por eso el terrorismo se estaba apoderando del país. Cuando veo la tragedia del desempleo, del desplazamiento, del asesinato de los sindicalistas, lo asocio con la actitud de apaciguamiento frente al terrorismo.
Las guerrillas del odio de clases. Era yo estudiante de la universidad pública, introducían en el país la combinación de todas las formas de lucha, penetraban sectores del movimiento sindical, de la política, del periodismo. El apaciguamiento les permitía creer. Vinieron los paramilitares a competir con ellas en la misma crueldad, y empezó el asesinato de sindicalistas.
Los paramilitares asesinando a sindicalistas, acusándolos de ser colaboradores de la guerrilla, y la guerrilla, en venganza, asesinando a sindicalistas acusándolos de ser cómplices del paramilitarismo.
La tragedia que empezó a superar este Gobierno desde la hora cero, desde el 7 de agosto de 2002, la tarea en la cual no hemos tenido todavía un triunfo total, pero en la cual hemos avanzado mucho: la protección de los sindicalistas de la patria.
El apaciguamiento lo que ha hecho es crecer el terrorismo.
Hace dos noches tuve una reunión con un colombiano, hijo de uno de los secuestrados, que está en el grupo de esos secuestrados que el terrorismo llama canjeables, y me decía:
‘Presidente, a mi padre lo secuestraron antes de su Gobierno, en el año 2000. Yo fui muchas veces a la zona de despeje del Caguán, hablé allí con los comandantes de la guerrilla, con Jorge Briceño, alias el Mono Jojoy, y él me decía en medio de la vanidad, que les estimulaba la zona de despeje, la riqueza y el poderío criminal, que ellos no estaban interesados en procesos de paz, que su único propósito era la toma violenta del poder en Colombia y que estaban convencidos que la iban a conseguir’.
Ese propósito del terrorismo es lo que explica por qué durante tres largos años de zona de despeje, no liberaron a secuestrados. ¿Por qué nos engañan? ¿Por qué si tuvieron una zona de despeje tres años y no los liberaron, ahora nos piden una zona de despeje para liberarlos?
Y el Gobierno tiene que hacer el esfuerzo por la liberación de los secuestrados, pero también tiene que proteger a todos los colombianos.
No es difícil desde una capital europea, aun desde una oficina de Bogotá, presentar una zona de despeje sobre los cascos urbanos de Pradera y Florida. Pero es que los imperativos éticos no solamente obligan a buscar la liberación de los secuestrados, sino a proteger el colectivo.
Nosotros no podemos maltratar a esos ciudadanos ni a ciudadanos de otras partes del país con una zona de despeje.
¿Por qué la exigencia de que los guerrilleros que salgan de la cárcel no vuelvan a delinquir? Hay muchos argumentos. Uno solo: nosotros tenemos en los pabellones de sanidad de las Fuerzas Militares y de Policía, más de mil 700 compatriotas de estas fuerzas mutilados por las minas antipersonas.
Estoy seguro que ellos aceptarán un intercambio humanitario, a pesar de su dolor, pero lo que les aumentaría terriblemente el dolor sería ser testigos de que los guerrilleros salgan de la cárcel para incorporarse al secuestro, al asesinato y a la colocación de minas antipersonas.
Nosotros tenemos que buscar el acuerdo humanitario, pero con el buen cuidado de que no implique un retroceso en Seguridad Democrática.
En Seguridad Democrática no hemos triunfado totalmente, pero vamos a ganar y hemos avanzado. Es un camino largo en el cual no podemos desistir. Por eso en un país que ha ganado mucho, una ganancia es lo que hay en la conciencia colectiva, un gran valor, un intangible.
Los colombianos que hace cinco años, en medio de la desesperanza, ya desconocían la capacidad del Estado de proteger el colectivo, hoy han recuperado la confianza en el Estado. En un Gobierno que ha derrotado el paramilitarismo, lo ha desmantelado, que ha debilitado a las guerrillas.
Nosotros no podemos pasar de la confianza colectiva en la Seguridad Democrática, que da confianza en Colombia, a la desazón y a la confusión con una zona de despeje para el accionar político del terrorismo o con una entrega de guerrilleros de la cárcel para que se incorporen a las filas del secuestro y del asesinato.
Si le entregan los secuestrados y las pruebas que faltan al Presidente de Venezuela (Hugo Chávez) o al Presidente (de Francia) Sarkozy (Nicolás) o a la Cruz Roja o a cualquier entidad, de manera unilateral, el Gobierno de Colombia le da la bienvenida a ello. De manera unilateral.
Estamos dispuestos al intercambio humanitario. No podemos perder de vista lo siguiente: son desgarradores los videos y las fotos de los actuales secuestrados, pero no hay pruebas de supervivencia de todos los secuestrados.
Y la cifra mínima de personas secuestradas por las Farc, en los últimos años, que no han regresado a sus hogares, es de 750 personas. Eso no lo podemos perder de vista.
El señor Vicepresidente me informaba ayer que el 19 de abril de 2000 fueron secuestrados por las Farc, en la vía La Calera, don Gerardo Angulo de 68 años y doña Carmen Rosa de Angulo de 68 años. Abril del 2000. Por las Farc. No se sabe de ellos. La suerte de miles de colombianos. Eso no lo podemos ignorar.
El Gobierno ha tomado dos decisiones. La primera: el Ministro de la Defensa ha definido un presupuesto de 100 millones de dólares para estimular desmovilizaciones de grupos de las Farc que traigan consigo secuestrados y los liberen.
Desde este campo de la Escuela General Santander, invito a que difundamos ampliamente esta nueva decisión: un fondo de 100 millones de dólares para estimular con recompensas, cuya cuantía se fijará en cada caso, la desmovilización de grupos de las Farc que quieran reintegrarse a la vida civil y constitucional y que traigan consigo secuestrados y los liberen.
Hemos desmovilizado en este Gobierno a 46 mil integrantes de los grupos terroristas, y ellos son testigos de que nuestro proceso de reinserción es un proceso difícil, pero que finalmente será motivo de orgullo para Colombia.
La segunda decisión: esta mañana recibí formalmente una propuesta de la Iglesia Católica, de la Conferencia Episcopal, hablando en su nombre y en nombre de la Comisión Nacional de Conciliación, para que el Gobierno acepte una zona de encuentro. El Gobierno la había aceptado cuando la propusieron los delegados europeos.
Ahora la Iglesia Católica y la Comisión Nacional de Conciliación nos proponen una zona de encuentro. El Gobierno manifiesta la disposición de aceptarla, con unos puntos importantes a tener en cuenta.
Debe ser de alrededor de 150 kilómetros, en zona rural, donde no haya puestos militares o policivos que sea necesario remover, preferiblemente sin población civil o con muy poca población, para no crear esos riesgos a la población civil.
Esa zona tendría la presencia de observadores internacionales, y allí los presentes para definir el intercambio humanitario no deberían estar armados.
He autorizado al Comisionado, doctor Luis Carlos Restrepo, para que con la Conferencia Episcopal de Colombia, con la Iglesia Católica, busquen la manera de juntarse con las Farc y, dentro del marco expresado, encontrar la zona indicada.
Compatriotas, hemos hecho y haremos todos los esfuerzos de corazón por la liberación de nuestros secuestrado.
Pidámosle a Dios y al Espíritu Santo que nos ilumine para que los esfuerzos en ningún momento se vayan a constituir en un paso atrás en materia de Seguridad Democrática.
Señores Brigadieres Generales: que ustedes al recibir hoy el reconocimiento como Generales de la República, sean una esperanza para que al continuar su vida policiva le garanticen eficazmente a las nuevas generaciones de colombianos, vivir felices en este amable suelo de la Patria.
Compatriotas: tenemos compromisos, compromisos humanitarios, cristianos, constitucionales, con la liberación de los secuestrados, y tenemos compromisos humanitarios, constitucionales e históricos con el futuro de esta Patria.
La liberación de los secuestrados tiene que buscarse sin dar un paso atrás en Seguridad Democrática, que le permita al terrorismo recrudecer su capacidad de secuestrar.
Una Patria segura es elemento indispensable para tener una Patria con confianza inversionista, con empleos de buena calidad, con dinámica de emprendimiento. Una Patria que sea capaz de superar la pobreza, que sea capaz de construir equidad.
Muchas felicitaciones, Brigadieres Generales. Muchas felicitaciones a sus queridas familias. Un saludo afectuoso a todos los compatriotas que nos han acompañado esta mañana en la Policía”. |