DISCURSO DEL DR. ÁLVARO
URIBE VÉLEZ EN LA CEREMONIA DE POSESIÓN COMO PRESIDENTE
DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA PARA EL PERÍODO CONSTITUCIONAL
2006-2010
Bogotá, D.C., Agosto 7 de 2006
Compatriotas:
El juramento que acabo de prestar, que
por primera vez en la historia de esta Nación lo recibe
una distinguida mujer, digna representante de su tierra vallecaucana,
combatiente sobresaliente de la democracia, nuestra Presidente
del Senado, va más allá del mero cumplimiento
de la Constitución; el compromiso del alma es cumplir
bien, con entrega total.
En este día de la Patria se congrega
la Nación entera, con el Congreso como epicentro y
la honrosa compañía de tan selecta representación
de la comunidad internacional.
El acontecimiento nos convoca para honrar
la democracia y rendir tributo a la ley como su principio
regulador.
La democracia, superior a cualquier tesis,
es mucho más que el triunfo accidental de una mayoría
o el respeto a las minorías coyunturales. |
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La democracia es el derecho del pueblo
que demanda el equilibrio en los órganos de poder, entre ellos y en sus relaciones
con el ciudadano; equilibrio en el Congreso, en la relación
entre bancadas y con el pueblo; equilibrio en la justicia, en el
ejercicio de su autonomía, entre equidad y severidad; equilibrio
entre protagonistas de ideas encontradas para hallar la síntesis
como alternativa al antagonismo insuperable; equilibrio en cada
individuo para reciprocar las libertades con el cumplimiento del
deber, sin necesidad de coacción oficial; equilibrio entre
seguridad y paz, en un marco de firmeza, persistencia, serenidad
y generosidad; el difícil equilibrio en el Gobierno para
proponer con argumentos y entusiasmo, aún para aceptar su
propia sinrazón. En fin, equilibrio en la relación
cotidiana con el pueblo para responder con afecto, sin vana promesa,
con diligencia para buscar la solución anhelada.
La democracia impone el equilibrio entre
el raciocinio y el corazón
para garantizar la unidad de la Nación en su creadora diversidad.
La democracia es el hilo que alimenta la
hermandad entre nuestros pueblos con capacidad para sonreír
amablemente en el reconocimiento de la divergencia.
La democracia moderna que nos une debe
dejar atrás las
artificiales divisiones a las que suele acudirse con el propósito
de enfrentarnos.
Nuestra visión de democracia gira en torno a 5 elementos:
seguridad democrática, libertades públicas, cohesión
social, transparencia e instituciones independientes. Veamos algunas
referencias.
Hace 4 años propusimos un concepto de seguridad: la seguridad
democrática. Era un enunciado para explicar la seguridad
como valor democrático. Era un propósito para diferenciar
nuestra idea de doctrinas que en el continente acallaron la crítica,
eliminaron el disenso, conculcaron las libertades. Todavía
nos falta seguridad, pero el avance y la naturaleza de su práctica
confirman su identidad democrática.
La seguridad nos ha permitido ganar confianza en la democracia
y perder temor a la violencia.
A pesar del camino por recorrer y dificultades
que subsisten, la seguridad democrática acredita progresos en la garantía
eficaz de libertad de prensa, la protección del pluralismo,
la defensa de las autoridades locales, los líderes sindicales.
La batalla formal por la libertad de prensa
que habíamos
ganado, empezaba a perderse por la coacción terrorista a
periodistas. Esa noble profesión, el periodismo, se ejerce
hoy con más libertad y sin temor, gracias a la seguridad
democrática.
El Referendo de 2003, la elección
de alcaldes y gobernadores, el proceso electoral reciente para
elegir Congreso y Presidente,
han probado plenamente que la seguridad ha estado al servicio del
pluralismo.
Las autoridades locales, víctimas históricas del
terrorismo, perciben un ambiente de libertad, que beneficia a todos
sin considerar el origen político de su elección.
Esto acredita el objetivo universal de nuestro proyecto, cual es
defender a los colombianos sin importar las ideas que profesan
o la escasez o abundancia de sus bienes materiales.
Una de las luchas que más nos desvela es la protección
de los líderes sindicales. Sectores de la comunidad internacional,
basados en los resultados, deben despejar cualquier duda sobre
la determinación de garantizar plenamente la actividad de
los dirigentes trabajadores.
Una sociedad asediada por el secuestro
pierde sus libertades. La tendencia de disminución del
flagelo no nos envanece, nos apremia para erradicarlo.
El camino que emprendemos de nuevo nos
conduce con plenas energías
a luchar por el ideal que permita a nuestra Patria, un día
no lejano, decir con orgullo ante el mundo que el asesinato de
alcaldes, periodistas, sindicalistas, quedó atrás
en el pasaje negro del terrorismo, que se ha recuperado la libertad
con la abolición del secuestro.
El contenido democrático de la seguridad se constituye
en presupuesto fundamental para la reconciliación total.
Reafirmo ante los pueblos hermanos aquí representados,
ante mis compatriotas, que la connotación democrática
de la seguridad es un paso irreversible para obtener la paz. Reitero
nuestra voluntad de lograr la paz, para lo cual únicamente
pedimos hechos. Hechos también irreversibles que expresen
el designio de conseguirla.
Los hechos de paz avivan la fe en su posibilidad. Los discursos
de paz desvirtuados por la violencia, generan escepticismo que
bloquea el sendero de acercamientos.
El Gobierno Español ha señalado como una de las
razones para el diálogo que allí se abre espacio,
la circunstancia de que en los últimos 3 años no
se han presentado asesinatos imputables a la organización
que empieza a ser interlocutora de voceros oficiales.
Con hechos de paz los ciudadanos apoyan
el diálogo y la
fuerza pública siente retribuida su misión de proteger
al universo ciudadano sin excepción alguna. En medio de
la violencia, el diálogo se desgasta y la búsqueda
de la paz desmotiva la tarea de la institución armada legítima.
Hemos vinculado todas nuestras energías, con severidad,
al rescate de la seguridad. No dudaremos en entregarlas, todas
nuestras energías, con generosidad, a la paz. Hemos insistido
sin temor en nuestras acciones en procura de la seguridad. No nos
frena el miedo para negociar la paz. Confieso que me preocupa algo
diferente: el riesgo de no llegar a la paz y retroceder en seguridad.
La paz necesita sinceridad. Por eso los hechos irreversibles de
reconciliación deben ser el enlace entre seguridad y paz.
La generosidad oficial en negociaciones con los violentos, generosidad
que muchas veces es injusta, es entendida por la comunidad cuando
los hechos demuestran buena fe y honestidad de los beneficiarios.
Un Estado de profunda tradición democrática como
el nuestro, ha sufrido la interferencia violenta en la emulación
política, cuyo desarrollo tiene que confinarse a la fuerza
de los argumentos.
La amarga experiencia de la combinación de “todas
las formas de lucha” por grupos ilegales, la debilidad institucional
para enfrentarla y la reacción también violenta e
ilegítima para contrarrestarla, configuran un cuadro clínico
de la democracia y las libertades, en trance de solución,
aún no definitiva.
Nunca permitiremos la paz engañosa que cualquiera quiera
asegurar basado en la capacidad criminal que le permita torcer
la voluntad democrática.
Paz con una forma de lucha: la transparente
emulación de
las ideas.
En algunos momentos históricos la derecha reclamaba seguridad,
la izquierda libertades e igualdad. La democracia moderna reconoce
en la seguridad la primera de las libertades, que se legitima al
hacer posible el ejercicio de las demás, que finalmente
conducen a la igualdad.
En otras etapas la derecha se erigía en dueña de
las libertades y la izquierda reclamaba justicia social. La democracia
moderna tiene en la seguridad una fuente de recursos para construir
justicia social y en las libertades el canal de apelación
popular para hacerlo posible.
Seguridad, inversión y crecimiento aportan el recurso con
el cual la solidaridad y el debate democrático hacen posible
la equidad.
Una Nación próspera, equitativa, sin exclusiones
y sin odio de clases, requiere confianza, crecimiento, superación
de pobreza y mejor distribución de riqueza.
El crecimiento y la solidaridad son medios,
la superación
de la pobreza y la equidad se constituyen en fines.
En el debate democrático continuaremos en la construcción
de la Visión del Segundo Centenario, con miras al 7 de Agosto
de 2019. En Julio de 2010, cuando concluya el Gobierno que se inicia,
evaluaremos las metas parciales que proponemos alcanzar.
Nuestras metas sociales son incluso más exigentes que las
del Milenio. Tenemos toda la vocación de cumplir lo pactado
con el pueblo: plena cobertura en educación básica;
avances en preescolar; plena cobertura en régimen subsidiado
de salud con esfuerzos para que la formalización laboral
ayude a crecer el sistema contributivo; familias educadoras en
acción, familias guardabosques, estrategias del Servicio
Nacional de Aprendizaje (Sena), del Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar, cobertura en atención de niños y ancianos;
vivienda; saneamiento básico; infraestructura; acceso popular
al crédito, banca de oportunidades.
La educación, la investigación, la aplicación
de conocimientos, la infraestructura y el crédito popular
serán los pilares de competitividad que aumente el ingreso
y mejore la distribución.
En síntesis, una política social estructural, como
conjunto armónico de acciones sociales que deben producir
positivos impactos en calidad de vida y distribución de
riqueza.
Como tuve oportunidad de explicarlo el
20 de Julio, día
de instalación del Honorable Congreso, nuestra agenda de
reformas económicas es consistente con la confianza inversionista,
el crecimiento de la economía y la financiación de
metas sociales.
No compartimos la idea de impulsar el crecimiento
y abandonar la superación de la pobreza a la suerte del mercado. Discrepamos
de hacer equidad con distribución de pobreza. Creemos en
el crecimiento con justicia social.
Estamos en desacuerdo con el discurso macroeconómico fiscalista,
que abandona el crecimiento económico a la suerte de la
oferta y la demanda. El Estado tiene que estar comprometido por
igual con el crecimiento y la equidad. Una vocación: Crecimiento
económico vigoroso con horizonte de largo plazo y construcción
veloz de equidad.
En la democracia moderna el papel del Estado
no está en
la disyuntiva de cumplir apenas una función gendarme de
seguridad, o en el extremo opuesto de devorarlo todo, de ser obstructor
de la iniciativa privada.
Para nosotros, confianza es la palabra
clave que define el resultado del Estado. Confianza en el inversionista,
tranquilidad en el trabajador,
ilusión en el joven, sosiego en el adulto. Creemos en el
Estado comunitario, promotor y subsidiario, árbitro que
no invasor.
El Estado Comunitario es el medio para
que la actividad pública
beneficie a los gobernados, no a los funcionarios, los grupos de
poder, la politiquería, las burocracias laborales.
El Estado Comunitario es participación ciudadana en la
toma de decisiones públicas, su ejecución y supervisión.
Es garantía de transparencia, eficiencia y equidad en el
resultado de la acción oficial. La exigencia ciudadana permanente
demanda sincero afán de los funcionarios, prudencia en el
compromiso, diligencia en la acción, imaginación
para explorar opciones y superar obstáculos. La presencia
continua del funcionario, de cara a la comunidad, facilita acceso
a la información, conocimiento de cifras, conciencia sobre
posibilidades y limitaciones, reflexión sobre obligaciones
y confianza en las instituciones.
La participación popular derrumba
los muros que frenan las reivindicaciones.
El Estado tiene que desempeñarse como garante de cohesión
social, defensor del medio ambiente y promotor de crecimiento económico.
El Estado promotor no es el Estado empresario,
absorbente, que marchita la iniciativa privada. La función de promover implica
llenar vacíos, acometer una labor subsidiaria. Allí donde
exista empresarismo suficiente, el Estado estimula y garantiza
equidad. Donde esté ausente la empresa privada, el Estado
debe emprender la creación de riqueza, con recursos de capital
de riesgo, así sea de manera temporal mientras llega la
acción de los particulares.
El Estado es interdicto tanto en el neoliberalismo, que lo reduce
a mirar abusos desde lejos, como en el burocratismo que lo convierte
en monstruo arrogante y usurpador, que destruye lo privado, no
obtiene lo social y concluye en su propia ruina.
El patrimonio público tiene que ser eficiente en el servicio
a la comunidad, eficiencia que no es sinónimo de rentabilidad
financiera. Hemos reformado más de 280 entidades oficiales
y continuaremos el derrotero.
No podemos arrasar con los patrimonios
públicos ni permitir
que la falta de reformas termine con ellos. No queremos gobiernos
que los destruyan, tampoco intereses políticos o de grupos
de presión, económicos o laborales, que impidan las
reformas y conduzcan los patrimonios públicos a la desaparición.
Debemos conciliar el robustecimiento del
patrimonio público
y el mejor servicio a los ciudadanos. El Estado sostenible por
eficiencia en gestión y aprobación popular, es la
síntesis que se aleja por igual del burocratismo anacrónico
y del dogma de desmantelar lo estatal. Lo público es la
propiedad privada de toda la sociedad que impone superior cuidado
y diligencia en su administración.
Tenemos fe en la tarea reformadora del
Estado para crear riqueza pública, proveer buenos servicios,
asignar sus recursos a la equidad y a la prioridad.
Para cimentar confianza en la administración profundizaremos
la participación comunitaria en audiencias de contratación,
consultas sobre transacciones de litigios, difusión previa
al perfeccionamiento de compraventas o capitalizaciones.
Nuestra dialéctica, el ritmo de movimiento permanente,
debe darse en el ciclo de acometer, evaluar, ajustar y aún
rectificar cuando sea necesario. Nos ilusionan las reformas propuestas
y adelantadas con patriotismo. Nos llenan de pánico el estancamiento,
los ímpetus de imprudencia y la corrupción.
En nuestro medio, donde todo está por hacer, no cabe la
parálisis. Tampoco el acelerador sin riendas, sin juicio,
sin equilibrio.
Invitemos la sociedad a nuevos estadios,
a través de la
contradicción que siembra, que abre trocha ante iniciales
reacciones aún impregnadas de negativismo.
No puede ser que nos quejemos de falta
de fortaleza en el crecimiento económico y nos opongamos a impulsarlo con la tributación.
No puede ser que reclamemos reformas para
que la base popular participe en las corrientes dinámicas de la economía
y a la hora de la verdad frenemos las reformas.
Es preferible devolver el valor del Impuesto
al Valor Agregado a los más vulnerables, franquear dificultades, corregir
el SISBEN, procurar el acceso bancario a 6 millones de familias
pobres, vincularlas con ese inicial recurso a la banca de oportunidades,
gestionarles crédito, que estancarnos en el remolino del
discurso que lo critica todo y nada permite hacer.
No podemos renunciar a ajustes periódicos ni ceder a presiones
que nos hagan incurrir en cambios bruscos por fuera de la visión
de largo plazo. Aquí radica la importancia de conducir el
trabajo cotidiano en armonía con la propuesta de pensar
el País a 15 años. Visión Colombia: Segundo
Centenario, nos reta a grandes transformaciones con miras a la
conmemoración de los 200 años de la independencia,
sellada en la Batalla de Boyacá.
Con la visión de largo plazo, los ajustes en el trabajo
cotidiano son predecibles. Lo predecible, aunque difícil,
construye confianza.
Estas palabras cargadas de optimismo, expresan
encendido entusiasmo en Colombia. Pero, no podría ser diferente: llena de emoción
saber que la generosidad de los compatriotas confiere una segunda
oportunidad para este viaje de ilusiones posibles, sin pausa, por
la geografía de la tierra y el alma de los ciudadanos.
Distinguidas personalidades de la comunidad internacional:
Llegan ustedes a una Nación con pobreza, violencia, inequidad;
a una Nación cuyas tribulaciones no le han matado la alegría,
ni escondido la espontaneidad, ni acomplejado la dignidad; a una
Nación con riqueza en el alma, inteligencia creativa, capital
social, valores comunitarios, disposición de salir adelante.
Una Nación unida en la diversidad
que componen sus 32 Departamentos.
Amazonas, tan remoto en el pasado, su río y selva centros
del mundo del futuro. Allí cerca, Vaupés, con sus
arrendajos, pequeñas aves que cuidan las avispas, ante la
mirada atónita de quienes desconocen la convivencia. Guainía,
con las aguas reposadas de sus caños “verdeantes”.
Putumayo, un sendero entre Brasil y el Pacífico, una vena
suramericana dispuesta a liberarse de la contaminación de
la violencia. Caquetá, con el prodigio de su ondulación,
la serenidad de su geografía que quiere deshacerse de la
convulsión de los fusiles. Meta, con el centauro y el jilguero
que pernoctan bajo la palma de moriche y hablan en tonadas de joropo.
Guaviare, también como el anterior, con un río que
lleva el mensaje de los Andes a las aguas del Orinoco. Casanare
y Arauca, donde Santander, el hombre de las leyes, reclutó los
corazones llaneros que esperaron a Bolívar para darnos la
independencia. Vichada, una llanura, un mar de agua dulce habitado
por delfines rosados y toninas, que se guarda como tesoro para
las nuevas generaciones. Nariño, tan consistente entre los
verdes de Aurelio Arturo y los matices de su naturaleza, leal en
la adversidad y en la victoria, el nombre del Precursor, los derechos
humanos al servicio de la virtud. Cauca, el liderazgo de una lucha
histórica y democrática sobre el discurrir de la
Nación, la cultura de su Popayán. El Valle del Cauca,
con Cali como hermana mayor de una constelación de ciudades
entre la fertilidad de sus suelos, con reservas infinitas en su
música de salsa y su capital cívico. Quindío,
ese pedacito de cielo que Dios nos regaló. Caldas, centro
de café excelso, su Manizales del alma, hospedaje de cultura
superior legada del sabio cuyo nombre resalta. Risaralda, con su
poeta de nueva democracia, la ruana, harapo incluyente de destechados
de nobleza, desalojo de imperios de penachos. Chocó, bondad
del alma nacional, un corazón que forman los ríos
Atrato, San Juan, Truandó, el Pacífico y una mano
esculpida en bahías sobre el Atlántico. Córdoba,
con María Varilla, el Viejo Pelayero, personajes de su música
de porro, tan afectuosos como sus campesinos, el Sinú que
podría alimentar al mundo. Sucre, el Mariscal de la hermandad
con Bolivia, su potencial La Mojana, la sabana y su Morrosquillo,
la alegría de su 20 de Enero. Bolívar, albergue de
El Libertador en las posadas de Mompós, Cartagena con fiereza
de valor civil, murallas para narrar la historia, vacías
de cobardía que jamás encontraron para proteger.
Atlántico, su Barranquilla cosmopolita, la batalla de flores
del Carnaval un rechazo a las batallas de sangre, una expresión
de orden de la espontaneidad Caribe. Magdalena, en honor del río
de la Patria, la Sierra Nevada vigía de Santa Marta en la última
hora de El Libertador, y también de Aracataca en la primera
inspiración del Nobel de Literatura. Guajira, con la sensación
de ser indómita porque encuentra en la rebeldía la
defensa de su libertad. Cesar, el buen manejo del bello idioma,
la imaginación y el torrente natural de arte de acordeón,
han hecho de cada historia elemental una leyenda vallenata. Norte
de Santander, el campanario de Villa del Rosario que con su vuelo
notifica la advertencia de respetar la ley, especialmente por el
gobernante. Santander, un carácter firme como las laderas
del Chicamocha, una idiosincrasia que no conoce el retroceso, menos
para defender la libertad. Boyacá, donde reposa la independencia
en un paisaje de encanto inagotable, respira el recuerdo de Pedro
Pascasio Martínez Rojas, el soldado niño que definió qué es
lealtad a la Patria. Huila, el sanjuanero ameniza el rigor de La
Gaitana al vengar la muerte de su hijo Timanco, noble terruño
que añora la paz como única venganza de tantos años
de sufrimiento. Tolima, la misma erguida actitud en el bambuco,
la construcción del Estado, la ciencia política,
el surco agrario, donde el Bunde de Castilla, su canto, es “sol
que abraza”. San Andrés, Providencia, Santa Catalina,
el archipiélago de tez azul, un duelo por amor entre los
del interior que quieren abrazar el mar de limpia mirada y los
raizales que sólo desean cuidarlo con celo extremo. Cundinamarca,
agudeza de campesinado ilustrado y vertical, ejercicio de labor
abnegada que rebosa de inteligencia, ronda de la gran ciudad, que
la custodia como cofre de historia y magia del porvenir. Bogotá,
culta, orientadora del pensamiento nacional, en senda incontenible
de progreso, albergue sin llanto, sin egoísmo, de la Nación
entera. Antioquia, la comarca que veo desde acá como a mis
padres, con mirada fija en la disciplina laboriosa del yunque,
que interrumpe en emoción al escuchar un trino sentimental,
una escuela de trabajo donde el afecto se siente más y se
expresa menos, con Medellín, vencedora de mil desafíos,
de la distancia para industrializarse, del narcotráfico
para consagrarse como ciudad de educación y ciencia.
Una Nación que quiere y necesita de la comunidad internacional
como contribución esencial para la paz, el desarrollo y
la igualdad.
Un país que se ha desgarrado en el sufrimiento de la violencia
interna, añora, con justa razón, armonía en
las relaciones internacionales.
Registramos avances y obstáculos en los procesos de integración.
Sigue pendiente el sueño de Bolívar, de integración
sin exclusiones, que consiguió la independencia sin renunciar
a la influencia europea, fue precursor en la incorporación
indígena de Bolivia, convocó el Congreso Anfictiónico,
abogó por la unidad de Bolivia, Perú y Colombia,
que comprendía Venezuela, Ecuador y la Nueva Granada. Consideraba
necesaria la alianza desde México hasta Chile, Brasil y
Argentina, contra las estrategias antirrepublicanas del Viejo Mundo.
Señalaba al Istmo como la capital natural. Admiraba el sistema
federal de los Estados Unidos y los valores éticos de sus
pobladores.
Cualquier reserva popular a los procesos
de integración
la disipa la práctica de compartir en lugar de dominar.
La globalización puede ser más amable si la entendemos
como resultado de la ciencia y no imposición de la ideología.
La globalización puede ser más amable si apreciamos
al mundo en la diversidad y renunciamos al molde único que
cada quien reclama desde su propia perspectiva.
Sólo disponemos de una reciprocidad para responder al acompañamiento
y ayuda de la comunidad internacional: nuestra devoción
por la democracia.
Mis compañeros de Gobierno y yo, para acertar, necesitamos
la colaboración del pueblo y las instituciones. El Congreso,
las altas cortes, la justicia, los órganos de control, en
fin, las ramas diversas, contarán con nuestra actitud de
colaborar, dentro del respeto a su independencia, para obtener
los fines sociales del Estado.
El Congreso está regido por nuevas normas políticas.
El pueblo observa con positiva inquietud. No podemos fracasar.
Ejecutivo y Congreso comprenderán la necesidad de mutua
cooperación con interlocución independiente, imaginativa,
constructiva. La coalición de Gobierno tiene la misión
de responder a la generosa confianza de los electores, construir
el diálogo patriótico con los grupos diferentes y
ejercer el control político que recuerde al Ejecutivo la
dimensión del mandato popular. El respeto gubernamental
a la oposición y a la crítica contribuirá a
bosquejar acuerdos fundamentales.
En esta hora de reacomodo de los partidos
históricos y
consolidación de los nuevos, la gobernabilidad no radica
en mutuas prebendas entre el Ejecutivo y el Legislativo sino en
el acuerdo de ambos para responder bien al clamor ciudadano.
En los Estados de opinión la fuerza es necesaria para la
seguridad y evitar que perezca la virtud de la República.
Pero la legitimidad, ese grado de confianza, de aceptación
popular que facilita la gobernabilidad, proviene esencialmente
de la aprobación de la opinión pública. Debe
renovarse al despuntar del sol de cada nuevo día.
Mis compañeros de Gobierno y yo procuraremos una administración
austera, realizadora, transparente. Debemos estar preparados para
reconocer errores y emprender rectificaciones.
Invito a trabajar con sentido de urgencia
para conseguir resultados positivos, con cambio de velocidades,
con la disposición
de no perder un minuto del tiempo que el pueblo necesita. Procuraré hacerlo
con mejor buena letra y mejor pulso.
A los soldados y policías de la Patria un saludo lleno
de afecto en esta hora de esperanza. Saben que más que su
comandante soy uno de ellos, vestido en traje civil que cubre los
huesos de un ser adherido a su suerte, suerte de los soldados y
policías que es la paz de Colombia.
A los trabajadores y empresarios, funcionarios
públicos,
hombres, mujeres, jóvenes y mayores, mi expresión
de dedicación al bienestar colectivo. De trabajar con disciplina
y amor. Con humildad, tan difícil, la forzosa humildad impuesta
por la realidad de las carencias y la contundencia de las angustias,
afloradas en el intenso contacto popular.
Con ustedes compatriotas, con ustedes apreciados
representantes de los pueblos hermanos y amigos, con el Vicepresidente
Francisco
Santos Calderón, su familia, Lina María, mi familia,
emprendo este tramo, con energía sentimental, por nuestra
gente y nuestro suelo, con infinito deseo de servir bien y de aportar
un buen balance a las celebraciones de independencia en Julio de
2010.
Vamos a construir una Nación en armonía, con rectitud,
próspera y justa. Lo haremos apasionadamente, con vigor,
para que las nuevas generaciones vivan felices en este noble suelo.
Imploremos la ayuda de quienes nos guían desde la eternidad.
Y a Dios Nuestro Señor, una luz inspiradora de tenacidad
en el buen obrar.
Muchas gracias.
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