Retorno al origen
LOS NUKAK SELVA ADENTRO
Bogotá, 15 ago. (SNE). - Después
de ser obligados por los grupos violentos a desplazarse y
permanecer tal vez demasiado tiempo lejos de su lugar de
origen, la comunidad indígena Nukak Makú regresó este
fin de semana a la selva.
Sus costumbres permanecen intactas. Y a ellas
les suman las que recogieron de los blancos: la forma de hacer
el fuego, la ropa, las ollas, los bombones, las pilas, las
linternas, las herramientas, la panela y hasta el guarapo. |
|
El retorno de los Nukak Makú, última tribu nómada
del mundo, se dio por decisión propia y se realizó con
el acompañamiento de diversas instituciones del Estado,
que siempre estuvieron atentas para brindarles las mejores condiciones
durante la permanencia fuera de su hábitat.
Algunos permanecieron en San José del Guaviare tres años,
otros sólo cuatro meses.
El retorno tuvo para ellos algo de nostalgia.
La noche de la partida los hombres Nukak salieron a visitar su
lugar favorito: “La
Guaraperia”, donde por 500 pesos obtuvieron cada uno un vaso
lleno de esa bebida que les fascinó. Esa noche lo ameritaba,
pues se despedían de un lugar que aunque extraño,
los acogió y atendió como a visitantes venidos de
otro mundo.
Para Timiyoo Nukak, o Alexander Castro
González, como se
hizo llamar por los blancos, ya era hora de regresar. Él
dice que extrañaban la sombra, la variedad de especies para
alimentarse, el silencio, la tranquilidad y la independencia de
sus familias.
“De los blancos extrañaremos muchas visitas, la gaseosa
manzana, los dulces, los médicos y hasta las mujeres”,
dice.
Muy temprano llegaron siete volquetas que
los trasladaron hasta Puerto Ospina, un corregimiento ubicado
a dos horas de San José,
en donde termina la carretera y comienza la selva del Guaviare.
Poco a poco comenzaron a subir sus corotos:
plásticos,
ropa, utensilios, cerbatanas, micos y hasta uno que otro perro
que se había instalado en sus cambuches.
Los niños estaban felices por montar
en carro, las mujeres cargaban entre dos y tres hijos menores,
los hombres se echaban
al hombro lo que encontraban a su paso y los ancianos observaban
en medio del fuego que los calentaba.
El recorrido fue emocionante. Por la carretera
las gentes salían
al paso de los camiones a despedirlos, y ellos respondían
con una palabra: “Watyubene”, que quiere decir “hasta
luego”.
Hubo más de un Nukak mareado, también una que otra
volqueta atascada, cámaras registrando el suceso, muchos
soldados acompañando el retorno, rostros que dejaron ver
algunas lágrimas.
La llegada a Puerto Ospina fue ruidosa. Los 200 Nukak que llegaron
fueron recibidos demostraciones de alegría y con sancocho
y carne a la llanera.
Puerto Ospina es un caserío de menos de 20 viviendas, la
mayoría abandonadas y en donde permanecen seis familias.
Allí los Nukak tendrán atención médica,
alimentos para sus hijos y funcionarios atentos a sus requerimientos.
Esa primera noche los Nukak durmieron en sus hamacas, recibieron
el menaje prometido y meditaron sobre el siguiente paso: internarse
en la selva.
El amanecer trajo muchas respuestas: el
retorno será gradual.
Primero irán algunos hombres llevando parte de sus pertenencias.
Poco a poco las mujeres y los niños iniciarán la
caminata que los llevará a la Wawinamapama, cerca al río
Inírida, a muchas lunas de camino, donde se encuentra el
lugar que de verdad les pertenece.
Vea fotos del regreso de los Nukak a la selva |