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6 de Diciembre

PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE EN LA ESCUELA MILITAR DE CADETES

Bogotá, 6 dic (SNE). Las siguientes son las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez, durante la ceremonia de ascenso a Oficiales Generales del Ejército Nacional e imposición de la medalla de 35 y 30 años de servicio, acto cumplido en la Escuela Militar de Cadetes José María Córdova.

“Hoy y mañana son días muy importantes para la Patria, son días de reflexión sobre la labor que en favor de la Constitución, de la recuperación de la Nación, tienen que cumplir las Fuerzas Militares y de Policía.

Mañana, aquí mismo, en la Policía, en la Fuerza Aérea en Cali y en la Armada en Cartagena, asistiremos de corazón a grados muy significativos para el porvenir de la Nación.

Hoy acudimos aquí a certificar unos ascensos, a entregar unas condecoraciones. Hoy se ha ascendido al grado de almirante a David René Moreno Moreno, quien se desempeñaba, quien había realizado a cabalidad sus funciones de Vicealmirante. Y al grado de General a quien hasta hoy actuaba como el mayor general Fernando Soler Torres.

Ascienden a mayores generales quienes hasta hoy eran los brigadieres generales Germán Galvis Corona, Carlos Orlando Quiroga Ferreira, Édgar Ceballos Mendoza, Carlos Arturo Suárez Bustamante y Jorge Enrique Parga Parga. Y el hasta hoy contralmirante Juan Pablo Vergara Loboguerrero asciende al grado de vicealmirante.

Ascienden al grado de brigadieres generales, desde hoy son generales de la República, quienes venían desempeñándose con lujo como coroneles: William Fernando Pérez Laiseca, Leonardo Gómez Vergara, José Rafael González Villamil, Luis Eduardo Pérez Arango, Leonardo Barrero Gordillo, Hugo Rodríguez Durán, Jorge Ernesto Rodríguez Clavijo, Sergio Mantilla Sanmiguel, Paulino Coronado y Gustavo Adolfo Ocampo.

Los señores capitanes de navío ascienden a contralmirantes: Roberto García Márquez y Ricardo Galvis Cobo. Y a generales de la República, brigadieres generales, los coroneles Eleuterio Sánchez Rivas y Hugo Enrique Acosta Téllez.

Hemos condecorado con la medalla de 35 años de servicio al mayor general Mario Montoya Uribe y al vicealmirante Guillermo Barrera Hurtado.

Y con la medalla a 30 años de servicio a los brigadieres generales Clímaco Solórzano, Francisco José Ardila, Jairo Erazo y Ricardo Vargas, Jaime Calderón. Y a los coroneles Gustavo Vargas, Édgar Espinosa, Rafael Mejía y Miguel Caro.

Quienes ascienden hoy lo hacen en medio de una carrera abnegada al servicio de la Patria. Sus ascensos llegan en un momento oportuno, en el momento de la definición total para la derrota del terrorismo. Al entregarles este ascenso, fruto de sus merecimientos, felicitarlos, pedirle a Dios que les ayude en el cumplimiento de su tarea, les hemos encomendado una hora definitiva de la Patria: la hora de la derrota total del terrorismo.

Y hemos condecorado al Comandante del Ejército y al Comandante de la Armada por 35 años de servicio. Una larga vida con abnegación y transparencia entregada a servir bien a Colombia. Y con 30 años de servicio a los brigadieres generales y coroneles ya mencionados, una larga vida de servicio a la Patria. Y todo lo que queda por hacer.

Quiero hacer especial mención a las familias de quienes hoy han sido ascendidos y de quienes hoy han sido condecorados. Llegar a almirante, a general, a mayor general, a vicealmirante, a brigadier general y contralmirante, en una Patria durante décadas afectada por el terrorismo financiado por el narcotráfico, exige haber hecho un recorrido heroico.

Ese recorrido heroico no lo hace un individuo solamente estimulado por sus propios talentos, requiere muchos apoyos, el de la Institución, pero por encima de todo el apoyo de sus familias.

A las esposas, que los han acompañado durante tantos años, a los hijos, a los papás, a las mamás, a los hermanos, a esas familias que 35 ó 30 años los entregaron al servicio de la Patria y los han acompañado con afecto, con la calidez del hogar, para que le presten esta tarea invaluable a Colombia, va un aplauso desde el fondo de nuestros corazones, el aplauso a esas familias.

Señor Vicepresidente, señores ministros, señores comandantes, oficiales, suboficiales, soldados de mi Patria, compatriotas todos: hoy y mañana debemos reflexionar sobre el honor de la Fuerza Pública colombiana y sobre el imperativo de recuperar plenamente la vigencia de las instituciones.

Una Fuerza Pública que durante décadas –no siempre debidamente apoyada, en muchas ocasiones incomprendida–, ha librado esta batalla contra un terrorismo rico, financiado por el narcotráfico, es una Fuerza Pública heroica.

Hoy hacemos una convocatoria, la convocatoria del respeto al honor de la Fuerza Pública colombiana. Del respeto al honor de la Fuerza Pública colombiana por cada uno de sus integrantes, por el Gobierno civil y por la ciudadanía en general. Aquí que se acaben los terroristas y que salga adelante la Fuerza Pública institucional.

Como lo ha dicho el Ministro: nuestro proceso de paz es un proceso de verdad, de justicia, de reparación. No es un proceso para darle oportunidades políticas al narcotráfico, ni al terrorismo. Es un proceso para que la Seguridad Democrática produzca sus efectos en la reconciliación.

Que la verdad depure todas las instituciones. Que la verdad depure al Congreso. Que la verdad depure la justicia. Que la verdad depure al Ejecutivo. Que la verdad depure todas las instituciones. Que para el honor de la Fuerza Pública, la verdad depure a la Institución Armada.

Quien haya delinquido debe ser condenado como individuo, no puede afectar la institución del Congreso, ni la institución de la justicia, ni al Ejecutivo, ni a las Fuerzas Militares y de Policía.

Nosotros estamos en franco desafío para derrotar al terrorismo. Por eso la Fuerza Pública no puede aceptar chantajes contra su honor de parte de ninguna expresión del terrorismo. Mediante Dios, ningún chantaje terrorista va frenar a la Fuerza Pública para cumplir a cabalidad con el honor que le corresponde: la tarea de derrotar finalmente al terrorismo.

Hagamos una reflexión: el honor de la Fuera Pública es necesario para aislar de la institución a aquellos que persistieren en la tarea de mancharla. Apelar al honor de la Fuera Pública es necesario para que nadie tenga disculpas que le permitan justificar relaciones con la delincuencia. Apelar al honor de la Fuerza Pública es necesario para que el país recorra, con toda la verticalidad, con toda la firmeza, el camino de la derrota de la corrupción.

Esa tarea dirigida por el Vicepresidente en el Ejecutivo, la queremos llevar hasta las últimas consecuencias. Cuando los pueblos, los gobiernos, por temor, por vacilación, permiten que los chantajes, las guerras políticas de las guerras sucias, interfieran los procesos de depuración, quien finalmente gana es el terrorismo.

Por eso nuestra disposición es dar el salto que requiere la Patria en su totalidad, afrontando todo el debate para que finalmente la verdad nos conduzca a una Nación en adelante sin terrorismo guerrillero, sin terrorismo paramilitar, sin narcotráfico, sin corrupción.

Hoy y mañana son días para recapacitar por rescate de la institucionalidad. He repetido muchas veces en las últimas semanas, apreciados compatriotas, aquella discusión que se dio en las escuelas de derecho, a raíz de la invasión alemana a Francia.

El ejército alemán invadió a Francia y la discusión fue: ¿esa Francia invadida a qué Estado respondía: al francés o al alemán? Y los científicos del derecho se hicieron esta pregunta: ¿en el territorio francés quién impera? ¿El estado francés o el invasor alemán? Y ellos mismos se respondieron: el invasor alemán, porque es el que toma decisiones y las puede hacer cumplir.

Eso estaba pasando en el territorio de la Patria: el terrorismo invasor había desalojado al poder legítimo del Estado colombiano. Era el terrorismo el que tomaba decisiones, el que sometía a los ciudadanos, el que desalojaba al Estado legítimo.

Cuando hablábamos de recuperar las instituciones, es para que sean desalojados los usurpadores, para que sea la justicia de la Patria la que haga cumplir la ley de la Patria, para que sean las armas de la Patria, en los brazos y en los hombros de los soldados y policías de la Patria, las que protejan a los ciudadanos, para que sean las instituciones democráticas de la Patria las que expresen las decisiones de las mayorías y los reparos de las minorías.

Recuperar las instituciones es hacer que en lugar de paramilitares y guerrillas, prevalezca la Fuerza Pública como expresión legítima de la Constitución para proteger a los ciudadanos. Que en lugar de justicia privada, prevalezca la justicia del Estado.

Y tenemos que adelantar un proceso de eficacia en la derrota de los criminales y de revisión de conceptos.

Los últimos sucesos que condujeron a ordenar unos traslados a la cárcel de Itagüí, me produjeron en sus vísperas unas reflexiones: durante casi 40 años en mi ciudad de Medellín, y en los últimos años, en los últimos lustros, en casi todo el territorio de la Patria, he escuchado la deformación de la democracia.

Nuestros compatriotas, maltratados por el crimen, por un sentimiento de un Estado que no los defiende, no solamente han tenido que someterse en muchas regiones a guerrilleros y a paramilitares, sino que también se han alterado los conceptos. Asesinan a alguien y antes de rechazar y repudiar el crimen, la pregunta que suele hacerse es: ¿por qué lo mataron? Y entonces cuando se responde: lo mataron porque era mafioso, lo mataron porque ayudaba a los paramilitares, lo asesinaron porque le ayudaba a la guerrilla, lo asesinaron porque estaba en una discoteca con la mujer de un mafioso, cuando aparecen justificaciones de esta naturaleza, ya se acaba el repudio frente al crimen, no hay interés en estimular la justicia, porque se cree que esas razones justifican el crimen.

Digo a mis compatriotas: no se pueden dividir los crímenes entre buenos y malos, todos son horrendos. No se pueden calificar los usurpadores de las instituciones entre buenos y malos, todos son amenazas a la dignidad y a la convivencia.

Es la hora de una reflexión colectiva: la reflexión de no buscar en adelante justificaciones al crimen, sino de erradicar el crimen.

Al leer la Constitución y al volver sobre las creencias cristianas del pueblo colombiano, la conclusión es una: el respeto a la vida no puede tener atenuantes, no puede tener excepciones.

Necesitamos reafirmarlo en la conciencia nuestra, en la conciencia de la totalidad de nuestros compatriotas.

La guerrilla tiene la posibilidad de los acuerdos de paz, o la espera la derrota por parte de la institución armada.

Nosotros, en medio de nuestros errores, de nuestras vicisitudes, hemos tomado decisiones buenas para la democracia.

Jamás aceptamos unir a la institución armada con criminales para derrotar a otros criminales. Por eso nuestra lucha contra la guerrilla se ha llevado adelante, a tiempo que hemos desmontado el poder criminal del paramilitarismo. Eso es bien importante. Quizás fuéramos más adelante en la lucha contra la guerrilla, si hubiéramos descuidado desmonte del poder criminal del paramilitarismo y hubiéramos estimulado alianzas oscuras y malditas con organizaciones criminales.

Nuestro camino genera una autoridad moral. Ha sido un camino exclusivamente institucional, así como tiene que ser el propósito de la Nación de recuperar totalmente la institucionalidad.

Es el camino que toma más tiempo, pero produce los mejores resultados. Es el que genera más confianza, es el que finalmente estimula la reconciliación total, apreciados compatriotas. Y en esa tarea vamos a continuar.

Quienes hayan ascendido en el día de hoy saben que Colombia no puede permitir que esta afrenta terrorista en nuestra democracia, la sigan denominando: ‘un conflicto prolongado de baja intensidad’. Por eso esta afrenta hay que derrotarla ya.

Los señores coroneles que hoy han ascendido a brigadieres generales, los señores capitanes que hoy han ascendido a contralmirantes, los señores brigadieres generales que hoy han ascendido a mayores generales, el mayor general Soler hoy ha ascendido a general, el señor vicealmirante hoy ascendido a almirante, todos ellos saben que para que a esta afrenta a la democracia no se le siga calificando como ‘un conflicto prolongado de baja intensidad’, esta afrenta hay que derrotarla de una vez por todas.

Permítanme decir: en Colombia no puede haber más paramilitarismo, ni en los hechos ni en la teoría.

Aquellos que cumplan con el proceso de paz, tendrán los beneficios de la ley y los apoyos para reincorporarse a la vida constitucional.

Aquellos que no cumplan con el proceso de paz o que, sin haberse sometido a la ley, continúen delinquiendo, tienen que ser perseguidos con la fuerza implacable de nuestra institución armada, sin ninguna contemplación. No se les puede llamar en adelante paramilitares, son simplemente criminales.

En la etimología del paramilitarismo hay etapas que la memoria de la historia clarificará. Sí, faltaron decisiones oportunas para derrotar la guerrilla y el narcotráfico. Creció la guerrilla, creció el desespero de las gentes de muchas regiones, que no veían que compareciera el Gobierno a defenderlas. Creció el narcotráfico. Y ese narcotráfico financió a los unos y estimuló el crecimiento desmesurado, en pocos años, de los otros.

Hoy, que nadie pueda justificar en una región la creación de paramilitares. No lo podemos permitir, ni podemos permitir que lo justifiquen. Dondequiera que aparezca la formación de una banda de justicia privada, la tenemos que derrotar militarmente, y de inmediato.

Y dondequiera que señalen a la Fuerza Pública como incapaz de derrotar a la guerrilla para justificar la aparición de estos grupos, la Fuerza Pública tiene que demostrar su capacidad de derrotar a la guerrilla y de impedir que se organicen, bajo el nombre de paramilitares o de autodefensas, simples criminales.

Dejemos, en el concepto y en los hechos, atrás esta historia del paramilitarismo. Derrotemos a aquellos que no se han sometido a la justicia, y esperemos que los sometidos a la justicia cumplan con la ley, que les da beneficios.

Y no permitamos más que a alguien se le ocurra denominar a alguna banda de criminales como paramilitares, con el propósito de justificarla. A derrotarlos a todos, es la consigna de la hora.

Que en todas las regiones de la Patria, en ese Catatumbo donde nos duele el asesinato de los soldados, en Urabá, en el sur del país, en el Pacífico, en todos los departamentos, la presencia eficaz de la Fuerza Pública sea la garantía de una ciudadanía. Que en adelante la ciudadanía tenga tanta confianza, que a nadie se le ocurra pensar en soluciones de justicia privada. Este es un paso fundamental en el rescate de la institucionalidad.

Los felicito señores generales, almirantes, mayores generales, brigadieres generales, capitanes, contralmirantes y vicealmirantes.

¡Hoy es la hora del honor de la Fuerza Pública!

¡Es la hora del rescate total de la institucionalidad colombiana!

¡Es la hora de la verdad y de la depuración, para que el país deje atrás la historia del terrorismo infiltrado en la política, o en el Ejecutivo, o en la justicia, o en la Fuerza Pública!

¡En esta hora del honor militar y de la institucionalidad de la Patria, firmeza!

¡Firmeza para salir adelante, firmeza para consolidar la victoria frente a quienes hemos derrotado, y firmeza para animar nuestra tarea, a fin de conquistar la victoria sobre quienes aún persisten en el terrorismo!

A ustedes, queridos familiares, muchas gracias. La Patria, la suerte de la Patria, en muy buena parte depende de la conducción militar de sus distinguidos esposos, papás y hermanos, a quienes hoy hemos ascendido o condecorado.

Ascensos y condecoraciones, que son el legado individual de quienes abnegadamente dedican su vida a las armas de la República. Ese honor que no podemos dejar mancillar con perturbaciones del terrorismo.

¡Que viva Colombia!

A todos muchas felicitaciones y muchas, muchas gracias”.

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