PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE EN CEREMONIA DE ASCENSOS DEL EJÉRCITO
NACIONAL
Bogotá, 7 dic (SNE). Las siguientes
son las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez, durante la ceremonia
de ascensos del Ejército Nacional, celebrada en la Escuela
Militar de Cadetes José María Córdova.
“Volvemos a este campo de paradas de la Escuela Militar
José María Córdova, a asistir a una ceremonia
de gran importancia para la Patria.
Después de tantos lustros de servir bien a Colombia,
con entusiasmo de todas las horas, con iniciativa, con transparencia,
asciende a General de tres Soles el comandante del Ejército,
Mayor General Mario Montoya Uribe. A él, nuestra gratitud,
por su esmerada tarea de devoción por la Patria, en el
Ejército, en el glorioso Ejército de Colombia.
A su señora doña María Eugenia, a sus hijos,
a su familia, que lo ha acompañado con abnegación,
con calidez, con amor, en estos duros avatares del ejercicio
de su vocación en favor de la Patria. A esa distinguida
familia, nuestra infinita gratitud.
Tengo el honor de que la vida me permitió imponer el
segundo Sol al General Mario Montoya Uribe, y hoy acudo a imponer
a él el tercer Sol. Esta mañana, en la Escuela
de Policía General Francisco de Paula Santander, tuve
un honor semejante, al ascender también a General de tres
Soles al comandante de la Policía, el General Jorge Daniel
Castro Castro. Hoy, el ascenso de ambos es motivo de ilusión
para la Patria, que ya quiere ver cercana la hora de la derrota
final del terrorismo.
Y acudimos a graduar la promoción Abraham Varón
Valencia, el general ex Comandante de las Fuerzas, ex Ministro
de la Defensa, en cuyo nombre, para honrar a su memoria, ha sido
graduada esta promoción.
Agradezco a la juventud colombiana entregarnos
este grupo de subtenientes, expresión de una juventud que se prepara,
de una juventud con un alto concepto de Patria, de una juventud
transparente, de una juventud llena de valores, de una juventud
dispuesta a que Colombia deje atrás la pesadilla del terrorismo.
Los felicito a todos. Agradezco, jóvenes, su voluntad
de servicio. La Patria ha estado, está y estará en
deuda de gratitud con cada una de sus actuaciones.
Quiero mencionarlos a todos, al mencionar
el nombre de quienes ocuparon los primeros puestos. De los
subtenientes Javier Andrés
Calderón, su padre Javier Alfonso, su madre doña
Dignori. Del subteniente Miguel Ángel Angulo, Omar y doña
Rosalía, sus padres. Del subteniente Cristian Monsalve,
don José Miguel y doña Hilda, sus padres. Del subteniente
Carlos Andrés González López, Marco Aurelio
y doña Esperanza, sus padres. Del subteniente José Eduardo
Castillo Pinilla, José Samuel y doña Gilma sus
padres. Del subteniente Julián Leonardo Sarmiento, don
Luis y doña María, sus padres. Del subteniente
Rafael Eduardo Barbosa, don Rafael y doña Blanca Liria,
sus padres. Del subteniente Manuel Ricardo Rey, don José y
doña María sus padres. Del subteniente Giovanni
Ricardo Vargas, Giovanni y doña María Isabel, sus
padres. Del subteniente Yurle Winson Castro Bedoya, Celio y Marina,
sus padres.
A toda la promoción, nuestra gratitud y nuestra felicitación.
En los papás y mamás mencionados, quiero hacer
llegar la gratitud a todos los papás y todas las mamás
de estos subtenientes. Le están entregando ellos lo mejor
de su afecto al servicio de la Patria.
Colombia, en la hora de la recuperación total de la seguridad,
deberá guardar, en el corazón de cada ciudadano,
gratitud. No sólo a estos subtenientes, sino a sus papás,
a sus mamás, a sus hermanos, que consintieron en la vocación
de que ellos se dedicaran exclusivamente al servicio de la Patria.
Cuando en compañía del Ministro y de los Altos
Mandos recorría estas escaleras, preguntaba a uno de mis
compatriotas si tiene un hijito en la graduación de hoy,
y me contestó: ‘dos’. Me conmovió.
No solamente entregó uno, sino dos, a este abnegado servicio
de la Patria.
Desde el fondo del corazón, a ustedes, papás y
mamás, nuestra gratitud. Va un aplauso de alborozo por
su valor y su patriotismo.
Esta juventud que hoy se gradúa, es garantía de
que vamos a tener éxito en el propósito de recuperar
totalmente la institucionalidad de la Nación. En el propósito
de una Fuerza Pública, en la hora del honor y de la victoria.
Una Fuerza Pública sin mácula. Una fuerza Pública
que en el designio y en el cuidado del honor, está recuperando
la institucionalidad de la Nación.
La FuerzaPública, la justicia, el decoro del Gobierno,
de la política, fueron desalojados en muchas regiones
de la Patria por el terrorismo. Los usurpadores, guerrilleros
y paramilitares, alimentados por el narcotráfico, se aprovecharon
de la debilidad de tantos años para derrotar nuestras
instituciones.
En buena hora estamos acompañados de la determinación
del pueblo en la tarea de derrotar a los invasores. En el propósito
de una Colombia sin guerrilla, sin paramilitares, sin narcotráfico,
sin corrupción. En el propósito de una Colombia
transparente, próspera, equitativa, como lo merece esta
juventud de subtenientes que hoy se gradúan. Y lo vamos
a lograr, mediante Dios, con la constancia de todos, con el apoyo
del pueblo y con el heroísmo de las Fuerzas Militares
y de Policía de la Patria.
La recuperación de las instituciones, el honor de la
Fuerza Pública, son imperativos del momento, apreciados
compatriotas.
Hacemos esta convocatoria porque, a pesar
de lo que falta, hemos avanzado. Hemos avanzado por el camino
de la institucionalidad.
Para mis críticos, no habría sido extraño
que un Gobierno dirigido por mí, subrepticiamente se hubiera
aliado con paramilitares para derrotar a la guerrilla. Hemos
procedido de manera contraria.
Nuestro camino es el de la institución, porque nuestro
objetivo es la institucionalidad. Por razones cristianas y democráticas,
por compromiso de legado popular, por una Colombia reconciliada,
orgullosa de su ordenamiento jurídico con la que soñamos,
jamás habríamos permitido que nuestra política
se confundiera con acciones de bandidos para derrotar a otros
bandidos.
En el pasado eso no dio buen resultado. Por un lado se combinó la
debilidad, y por el otro lado apareció, en momentos de
angustia, la permisividad para autorizar que, para producir resultados,
la Fuerza Pública en algún estamento y en alguna
localidad tuviera que unirse con sectores de bandidos para derrotar
a otros bandidos.
Lo nuestro no es la debilidad. Lo nuestro es la institucionalidad.
Aquí la debilidad de muchos años permitió que
la guerrilla creciera, que el narcotráfico inundara el
país, que la gente indefensa, angustiada, en desespero,
viera en los paramilitares alguna salida, que, finalmente, por
esa continuada debilidad del Estado, paramilitares y guerrillas
se convirtieran en sicarios, en verdugos por igual del pueblo.
El pueblo colombiano no quiere más
eso. El pueblo colombiano quiere el rescate total de la institucionalidad.
¡Vamos a derrotar todas las expresiones
del crimen!
En Colombia no debemos hablar más de paramilitarismo
como acción del presente o del futuro. Es un problema
del pasado cuya solución está en camino.
En aquellas regiones donde se apeló al paramilitarismo,
porque se entendió que era una organización al
margen de la ley con vocación de derrotar la insurgencia
guerrillera, donde muchos tuvieron que convivir o aceptar, por
la debilidad del Estado, a pesar de que otros ingresaron allí con
propósito delictivo, en todas esas regiones debe predominar
hoy la Fuerza Pública.
Es difícil, en todas estas regiones,
derrotar a la guerrilla, pero lo vamos a lograr.
Cuando se desmovilizan los paramilitares
del Catatumbo, me dicen los ciudadanos: ‘Presidente, ¿quién nos protege?’.
La Fuerza Pública.
A pesar de que haya reveses y dificultades,
es la Fuerza Pública
la única para proteger esos bienes colectivos que son
la tranquilidad y la seguridad.
Es preferible trabajar con la Fuerza
Pública, ayudarle
a que mejore, cooperar con ella, que tener que dormir esperando
un ataque guerrillero o tener que correr a pedir una protección
paramilitar.
Lo único que da tranquilidad al individuo y a la sociedad,
es la protección efectiva a cargo de las instituciones
democráticas.
Es lo que requerimos en el Catatumbo
y en Urabá, y en
la Sierra Nevada y en Paramillo, y en el sur del país,
y en los Llanos Orientales, en la ladera cundiboyacense, en la
región cafetera, la Fuerza Pública, con toda la
determinación, el coraje de estos subtenientes para derrotar
finalmente las expresiones criminales.
Que en adelante nadie piense en más en paramilitarismo
como fuerza irregular anti-insurgente. El único camino
frente a la guerrilla, es el camino de la institución
militar. Y la guerrilla sabrá si negocia y lo hace de
buena fe, o espera que la derrotemos con la acción transparente
de la Fuerza Pública.
Quizás la derrotaríamos más
fácil
si nos hubiéramos aliado con los paramilitares. Pero eso
no sería bueno para Colombia. Sería una victoria
mezquina, ilegítima, espúrea, de efectos de muy
corta duración.
El camino de la institucionalidad, de
la apelación exclusiva
a nuestra Fuerza Pública, a la acción de estos
valientes subtenientes, es un camino que toma tiempo, que tiene
reveses y dificultades, es un camino con el calvario y espinas,
es un camino con pocas rosas, pero es el único camino
que trae la reconciliación total de los colombianos. Es
el único camino que trae motivos para que los colombianos
nos sintamos orgullosos de nuestra Constitución y de nuestras
instituciones.
Hemos combatido a la guerrilla y a los
paramilitares, y hemos permitido un proceso de paz. Las decisiones
que hemos tomado
en los últimos días frente a ese proceso de paz,
son decisiones a las que nos hemos visto obligados, porque esos
procesos de paz no pueden ser defraudados por la tipificación
de delitos por parte de quienes están participando en
esos procesos de paz.
El Gobierno ha tomado unas decisiones
bajo mi responsabilidad política, porque lo peor que le pasaría a un proceso
de paz con los paramilitares, sería que el Gobierno, advertido
de irregularidades y de presuntos delitos, no tomara decisiones
y permitiera que el proceso avanzara artificialmente, cabalgando
sobre la impunidad.
Por eso nuestras decisiones. Es mejor
un proceso sin impunidad, con decisiones severas, así haya
dificultades, que un proceso en el cual, en nombre de la paz,
se impere en impunidad.
Las personas que están en la cárcel de Itagüí,
algunos de ellos han insinuado, directa o indirectamente, que
en los crímenes de las últimas semanas, que contribuyeron
a motivar nuestra decisión del traslado a esa cárcel,
habrían participado oficiales de la Fuerza Pública
con sectores del narcotráfico.
Antes de que eso salga a la luz pública, por caminos
diferentes, el Gobierno ha querido, por conducto del Comisionado
y por conducto de mi persona, contarles a la ciudadanía,
al Ministro de la Defensa, a los Altos Mandos y al Fiscal General
de la Nación.
Sabemos que el Fiscal, con su liderazgo, nos va a ayudar a esclarecer
todos estos hechos, a desvirtuar o a ratificar hipótesis,
a asignar responsabilidades individuales, como tiene que ser
en esta materia.
Aquellos que cumplan con el proceso de
paz, les cumpliremos con el proceso de paz. Aquellos que no
cumplan con el proceso
de paz, perderán los beneficios de la Ley de Justicia
y Paz, y si llegaren a tener el beneficio de la suspensión
de la extradición, ese beneficio también se les
levantará.
Es la hora de que avance la Ley de Justicia
y Paz. Esa ley da unos beneficios, es cierto. Es una ley de
paz. Pero no de impunidad.
La diferencia entre esta Ley y nuestro proceso y lo que sucedió antaño,
es que antes solamente nos preocupábamos por leyes de
perdón. No había preocupación por la verdad,
no había preocupación por la reparación,
no había preocupación por la justicia.
Eso permitió que, en nombre del perdón, algunos
pasaran de ser pirómanos que incendiaron el Palacio de
Justicia, con los dineros del narcotráfico, a querer dominar
el Congreso de la República, a aspirar a la Presidencia
y a convertirse en los catones morales de la Nación.
La diferencia entre el actual proceso
y algunos de los beneficiarios de antiguos procesos, que hoy
son tan críticos, es que
en el actual proceso no ha impunidad, que en el actual proceso
tienen los beneficiarios de la paz que cumplir con las obligaciones
de verdad y de reparación, y tienen que pasar por el examen
de la justicia.
Es que en el actual proceso, el Gobierno
ha preferido la dificultad que se deriva para castigar el delito,
que la comodidad de los
oídos sordos frente al delito, para que se dé una
paz artificial.
El Gobierno cree que la verdad ayuda
a recuperar las instituciones, a depurar la política, a depurar la justicia, a depurar
el Ejecutivo, a depurar las Fuerzas Militares y de Policía.
La depuración que requiere esta Patria, para que esta
Patria merezca la confianza, la exposición al riesgo de
los jóvenes subtenientes que hoy se gradúan.
Este no ha sido el Gobierno del tapen,
tapen. Este ha sido el Gobierno que ha enfrentado todos los
temas de cara al sol, a
plena luz del día. Por eso hemos pedido que para estimular
la verdad, no haya obstáculos.
Algunos de los que están en la cárcel de Itagüí han
pedido protección para sus familias. El Gobierno ha autorizado
que se protejan las familias de ellos. Esas decisiones, para
nosotros, no son nuevas. En el proceso cuando fue necesario proteger
algunos desmovilizados, lo hicimos.
Y nuestra seguridad es democrática, nuestra seguridad
es para todos los colombianos, nuestra seguridad es para proteger
por igual la familia de aquel que esté en una cárcel,
a la familia de aquellos que no tienen ese tipo de problemas.
Nuestra seguridad es democrática, como se demostró recientemente
en las elecciones de Congreso y Presidencia (de la República),
donde voceros de las tesis de Gobierno y sus más acérrimos
críticos gozaron por igualdad de la protección
de los soldados y policías de la Patria, que encarnan
la Seguridad Democrática.
Nosotros creemos que hay que darles seguridad
a todos. Eso es consistente con las ejecutorias de estos cuatro
largos años,
con el discurso que nos llevó a la Presidencia de la República
en la campaña de 2002.
Nosotros no creemos que debe seguir la
actitud inhumana de calificar los crímenes, de dividirlos entre buenos y malos. Nosotros
creemos que hay que hacer una pedagogía en favor del derecho
de la vida, que lleve a los colombianos a aceptar que es tan
importante el derecho a la vida de aquel que está en un
problema judicial, como el derecho a la vida de aquel que no
tiene ese problema.
En estos días, cuando pregunté por los crímenes
de Medellín –que me condujeron, en parte, a las
decisiones tomadas de traslado a la cárcel de Itagüí–,
alguien me dijo: ‘Presidente, es que era mafioso’.
Y dije: ‘mafioso o no mafioso, no puede haber impunidad,
finalmente todos somos seres humanos’.
La derrota del asesinato es la victoria
del derecho a la vida. Y el derecho a la vida hay que protegerlo
por igual, en favor
del inocente que en favor del criminal. Hay que desterrar de
la conciencia y del diálogo de los colombianos, esa aceptación
que muchas veces se hace de la justicia privada.
Compatriotas, en los últimos 35 años, en mi ciudad
de Medellín y en muchas partes de Colombia, he escuchado
que cuando se sucede un crimen, antes de repudiarlo se pregunta
por qué lo mataron, para buscar justificaciones.
Que lo mataron por una cuenta, que lo
asesinaron porque estaba en la mafia, que lo asesinaron porque
estaba en una discoteca
con la mujer de un narcotraficante. Y entonces se encuentran
justificaciones y prevalecen las justificaciones, y se opaca
el repudio al crimen. ¡Eso no puede seguir!
Si nosotros vamos a construir de verdad
una Nación solidaria,
una Nación próspera, una Nación con rectitud,
tenemos que desterrar el crimen, cualquiera sea la víctima.
Por eso, además, tomamos recientes decisiones de traslado
a la cárcel de Itagüí. Y confiamos que, con
el liderazgo del Fiscal General, con la ayuda de la Policía
Judicial, todo esto tiene que aclararse.
Pueden saber todos los desmovilizados
que aquellos que estén
respetando las reglas del proceso, el Gobierno les respetará el
proceso. Pueden saber los que están en Itagüí,
pueden saber los que están en diferentes lugares de Colombia:
hay 30 mil desmovilizados de los paramilitares aproximadamente,
y casi 10 mil de la guerrilla. El Alto Comisionado para la Reinserción
(Frank Pearl), se reunirá velozmente en esta semana, de
manera colectiva, en diferentes sitios, para verse cara a cara
con los 40 mil, reiterarles la voluntad del Gobierno de cumplir,
de salir adelante, en un proceso difícil. Una cosa es
hablar de 40 mil desmovilizados en una oficina. Otra cosa es
apropiar el presupuesto, sufragar los gatos, conducir el proceso
para reinsertarlos a la vida constitucional.
Este pueblo colombiano es el pueblo más valiente del
mundo. En España delinquían docenas, en Irlanda
docenas, aquí encontramos hace cuatro años más
de 60 mil terroristas armados. Los analistas decían que
para invertir en Colombia había que esperar unos días,
a fin de que las Farc consumaran la toma del poder, darle un
tiempo a ver cómo iba a ser su gobierno y después
decidir si se invertía o no en Colombia.
Eso lo hemos erradicado. Falta mucho,
pero el proceso de recuperación
va en marcha, gracias al heroísmo de la Fuerza Pública.
Este gran pueblo colombiano, que encarna
tanto valor, debe ayudarnos hoy para que allí donde hay temores de la guerrilla, nadie
apele a paramilitares, para que los paramilitares sean cosa del
pasado, para que la única apelación sea la Fuerza
Pública.
Este pueblo colombiano, valeroso y noble, debe
ayudarnos a crear confianza en la Fuerza Pública.
Nosotros hacemos llegar hoy un mensaje
a los desmovilizados: no permitimos la reincidencia. Aquellos
que quieren volver a
delinquir, pierden todos los beneficios. Que se olviden de las “Águilas
Negras”, que se olviden de grupos criminales de otra pelambre,
que se olviden de las bandas emergentes, porque la decisión
de la Fuerza Pública es derrotar todas esas expresiones
criminales. Y para ese propósito contamos hoy con esta
nueva promoción de subtenientes del Ejército de
la Patria.
Claro que hay temores. Me llamaba alguien
de Medellín
y me decía que se estaba rumorando que las Farc estaban
contratando desmovilizados para hacer terrorismo.
Cobardemente, hace pocas semanas, en
Cali, las Farc, para lanzar artefactos terroristas, contrató delincuentes que nada
tenían que ver con las Farc.
Esos temores hay que enfrentarlos. De
ahí que el Ejército
y la Policía, con el apoyo de la administración
de justicia de la Fiscalía, van a avanzar en la tarea
de aniquilar el terrorismo en todas las ciudades de Colombia,
y que no vamos a permitir, que no vamos a permitir que la guerrilla
crea que ahora puede campear, porque el país viene desmontando
el paramilitarismo.
Al contrario, el desmonte del paramilitarismo refuerza nuestra
autoridad moral para combatir y derrotar a la guerrilla.
Las circunstancias que hemos vivido son
difíciles, pero
traen un buen horizonte para la Patria.
El Gobierno habría podido simplemente dejar que las cosas
pasaran, comprar apaciguamientos. Eso le habría traído
tranquilidad aparente al proceso, nos habría traído
tranquilidad al Gobierno, pero habría sido desastroso
para el sueño del país de recuperar la institucionalidad.
Cuando los gobiernos compran apaciguamiento
de parte de los criminales, los gobiernos lo que hacen es comprar
intranquilidad
para la ciudadanía.
En lugar de gobiernos tranquilos por
delincuentes apaciguados, y de una ciudadanía angustiada porque no se supera el
terrorismo, nosotros preferimos que se dé la controversia
política, que haya intranquilidad en la política,
que en el Gobierno tengamos que trabajar más, enfrentar
mayores dificultades, pero que no apacigüemos a los delincuentes,
sino que mantengamos el propósito de derrotarlos a todos,
para que la ciudadanía colombiana pueda confiar en el
sueño de una Nación con honor institucional, de
una Nación democrática, ceñida totalmente
a la Constitución y a la Ley.
Papás y mamás de estos graduandos, doña
María Eugenia y familia del General Montoya, a ustedes
la gratitud del corazón encendido de la Nación.
General, éxitos, no más esperas, el cuento de
los teóricos de la guerrilla de un conflicto prolongado
de baja intensidad, queda atrás.
Ahora, con ese nuevo Sol, General, ¡alta
intensidad, permanente intensidad para abreviar el paso y derrotar
el terrorismo!
Graduandos, como dijera el general Córdova, ¡ni
un paso atrás, la Patria espera siglos de prosperidad
y de tranquilidad, derivados de la acción heroica de ustedes!
¡Que viva Colombia, y que viva nuestro
Ejército!”.