EL
RUMBO SE CORRIGE, PERO NO SE DETIENE
- En este momento de la historia de la Patria requerimos comandantes
victoriosos. No requerimos comandantes para justificar derrotas.
- Los maltratos afectan la confianza del
soldado en la institución.
Quien maltrata no tiene confianza en la Institución porque
la irrespeta. Los maltratos afectan la confianza de los padres
de familia de los soldados en la Institución. Esa desconfianza
contagia y puede conducirnos a una perdida general de confianza,
que hay que evitar.
- El soldado maltratado es un soldado
que se resiente. Puede llegar a ser un soldado valiente, agresivo,
con
iniciativa, pero finalmente
llegará a ser un soldado amargado y resentido.
- Batallas
que se dan al amparo de las fuerzas de la amargura y del resentimiento,
son batallas que se pierden.
- El maltrato al soldado lo autoriza
para maltratar. Primero, sufre él
el maltrato y después se siente autorizado para maltratar
al criminal, al terrorista, para maltratar al ciudadano inocente.
- Al soldado hay que enseñarlo
a ganar, sin autorizarlo para maltratar.
- La victoria militar necesita que perdure
la confianza de opinión. Con
maltratos se pierde la confianza de la opinión. Con maltratos, al
perder la confianza de la ciudadanía, se afecta la posibilidad de
continuar esta batalla hasta que nuestra Fuerza Pública consolide
la victoria.
- Si algo debe quedarnos claro en este
triste episodio, es que hay una profunda relación entre los derechos humanos que tenemos
que respetar en nuestro combate a los criminales, los derechos humanos
que tenemos
que respetar en
nuestra relación con la ciudadanía y los derechos humanos
que tenemos que respetar al interior de la Fuerza.
- Si los violamos al interior
de la Fuerza, perdemos la credibilidad para
defender que los observamos ante ciudadanía y ante los criminales.
- Estos no son incidentes de poca monta,
son profundos. Son profundos porque la política de Seguridad nuestra, no es la política
de seguridad de una dictadura. Esta política es democrática
porque es una política en un Estado de opinión.
- En Colombia,
en estos días, hemos tenido dos debates: el debate de la
violencia infantil y el debate de este incidente lamentable de torturas
al interior de la Fuerza. No los podemos desvincular. Hay que preguntarse ¿cuál
de los dos incide más en el otro? Si no corregimos la violencia
infantil, que hay que corregirla al interior de nuestras familias,
entonces estaremos
maltratando niños para que finalmente sean soldados maltratados
u oficiales que maltratan. Y si no asumimos, de una vez por todas,
el compromiso de que
no haya maltratos en la Fuerza Pública, se seguirá viendo
en Colombia, como algo natural, que se maltrate en la Fuerza Pública
o al interior de las familias.
Bogotá, 22 feb. (SNE). A
continuación el texto completo
del discurso del presidente de la República, Álvaro
Uribe Vélez, durante
la ceremonia de asunción del General Mario Montoya Uribe como Comandante
del Ejército Nacional:
“Regresamos a este campo de parada de la Escuela José María
Córdova, a cumplir con un rito, que se da en circunstancias
accidentadas y difíciles, para presenciar la asunción
del mando del Ejército Nacional por parte del General Mario
Montoya Uribe.
Ingresó a su carrera militar hace 36 años. Empezó como
lancero, paracaidista, experto en explosivos, trabajó en
contraguerrillas e inteligencia militar. Comandante de compañía
de la Escuela Militar, Comandante de Grupo de Caballería
en Cúcuta, Comandante del Batallón de Inteligencia
No. 4 en Villavicencio, Director de la Escuela de Caballería,
Comandante de Comando Operativo No. 9 en el Bagre (Antioquia),
Comandante de la Brigada 18 en Arauca, Agregado Militar en Inglaterra,
Director de Inteligencia del Ejército, Comandante de la
Fuerza de Tarea Conjunta del Sur, Comandante de la 4 Brigada, líder
de las Operaciones Mariscal y Orión en las comunas de Medellín,
Comandante del Comando Conjunto No. 1 del Caribe.
El General Mario Montoya asume, por sus méritos, el Comando
del Ejército de la Patria. En sus manos pulcras, en su carácter
firme, en su personalidad espontánea y comunicativa con
los colombianos, en su identidad de combatiente de todas las horas,
los altos mandos, el Ministro y yo, entregamos a usted hoy, el
Comando del Ejército de nuestra Patria.
General: llega usted en un momento en el cual este desafío
del terrorismo no es para prolongarlo. Este desafío del
terrorismo no es para que los hechos sigan dando oportunidad a
los analistas de decir que aquí hay una guerra prolongada
de baja intensidad. Su misión es, superarlo para siempre.
Que usted, los altos oficiales, los oficiales, los suboficiales
y los soldados de la Patria, en compañía de las otras
Fuerzas, le digan a Colombia que su misión es la de poner,
de una vez por todas, fin a estas dificultades.
Hay limitaciones presupuéstales, siempre las habrá.
Hay limitaciones de infraestructura, siempre las habrá.
Hay limitaciones de tropa, siempre las habrá. En este momento
de la historia de la Patria requerimos comandantes victoriosos.
No requerimos comandantes para justificar derrotas y la victoria,
para bien de Colombia, hay que obtenerla con más o con menos
recursos. La victoria, para bien de Colombia, hay que obtenerla
con más o con menos infraestructura. La victoria, para bien
de Colombia, hay que obtenerla con más o con menos soldados.
Es la hora de la victoria, General Montoya.
Varias generaciones perdidas por la incertidumbre y el derramamiento
de sangre de este desafío terrorista, reclaman hoy, desde
todos los estratos sociales, desde todos los puntos cardinales
de la Patria, que esta sea la hora de la victoria definitiva.
Ese es el fondo. Esa es la idea. Ese es el propósito. Ese
es el aliento que subyace a su designación, señor
General Montoya.
Quiero saludar a su familia, agradecer la abnegada compañía
que le han dado, la calidez del hogar con que lo han rodeado, que
ha hecho posible su exitosa vida militar y anticipar a doña
María Eugenia, a sus hijos y a toda su familia, la gratitud
del pueblo y del Gobierno por la compañía que le
den en esta etapa crucial que inicia.
Compatriotas:
Acudo a este campo de parada de la Escuela José María
Córdova en un momento en que los sentimientos se nos han
afectado, en que la tristeza nos ha embargado, en que la consternación
ha querido crearnos dudas.
Nada más importante en los momentos de dificultades, que
asumir las responsabilidades. Nada más importante que reconocer
las dificultades, corregir el rumbo, más no detenerlo.
Compatriotas, el rumbo se corrige, pero no se detiene.
No puede haber un solo segundo sin solución de continuidad,
no puede haber un solo minuto de parálisis de nuestra voluntad
y de nuestra acción para recuperarle a Colombia plenamente,
con espíritu y con praxis democrática, su seguridad.
Nada más importante en momentos de dificultades, que alimentar
la voluntad con energía, con energía creadora. No
dejar que la consternación bloquee la imaginación,
no permitir que el dolor enceguezca. Acudo a este campo a decir
a todos ustedes, que la energía que necesitamos para superar
dificultades, tenemos que situarla en el corazón.
Con energía en el corazón, quiero dirigir unas palabras
al Ejército de la Patria, a toda la Fuerza y a todos mis
compatriotas. Y lo hago con facilidad, porque quiero esta Fuerza
Pública, no pienso en la Fuerza Pública como un extraño,
no actúo ante la Fuerza Pública como alguien ajeno
a ella, no pertenezco a la idea de que para ser demócrata
y civilista hay que renegar de la Fuerza Pública.
He creído trabajar en Colombia para que todos los compatriotas
entendamos que la Seguridad Democrática es el primero de
los valores democráticos, piedra angular para que los otros
valores democráticos funcionen y que, por ende, no se excluye
la Seguridad Democrática con los otros valores democráticos.
He querido proceder, desde hace muchos años, cuando era
Gobernador de Antioquia, con la confesión y la exteriorización
de todos mis errores y limitaciones. Como un demócrata comprometido
con la Fuerza Pública, como esa especie rara que es producto
de la combinación de la democracia y del sentimiento militar.
Por respeto, jamás me he vestido con el camuflado, pero
ustedes saben que debajo de este Everfit de civil, hay una constitución
física, un corazón y un sentimiento de soldado y
de policía.
Les hablo como un ser lleno de limitaciones, pero con esa mezcla
entre el respeto a la democracia y el compromiso profundo y afectuoso
con la Fuerza Pública. Quiero dirigir estas palabras con
toda franqueza y con todo cariño.
No he entendido mi función como la función de alguien
externo, llegado para maltratar la Fuerza Pública, sino
como la función de un civil que ha luchado en la democracia
y que ha tenido el mandato popular de dirigirla, de acompañarla,
de apoyarla, de escucharla, para bien de la Patria.
Rindo, en primer lugar, un homenaje al General Reynaldo Castellanos,
al soldado, al patriota honesto, al batallador en todos los sitios
del territorio.
En este mismo campo lo posesioné como Comandante del Ejército
y no lo hice por circunstancias del albur.
Cuando empezó el Gobierno, nuestra primera etapa del Plan
Patriotas fue en Cundinamarca, él la dirigió con éxito.
Después le confiamos la primera etapa de la Operación
Omega, que era la continuidad del Plan Patriota, la dirigió con éxito.
Y de allí ascendió a la comandancia del Ejército
de la Patria.
En algún momento le impondremos las condecoraciones que
merece, y seguramente, ese día le diremos unas palabras
amables, que no trascenderán, se quedarán en privado.
Por eso hoy, que trascienden, cuando mucha atención de los
compatriotas está convocada por estos acontecimientos, le
rindo un homenaje de admiración y de gratitud al soldado,
que el general Reynaldo Castellanos ha encarnado.
Quiero, mirar algunos elementos de nuestra política de
Seguridad Democrática.
Esa política de Seguridad Democrática necesita,
voluntad política, necesita agresividad, necesita transparencia,
necesita acompañamiento integral, necesita credibilidad.
La voluntad política en un Estado de opinión no
depende solamente del Presidente de la República, depende
del grado de aceptación del pueblo a una política
de seguridad.
Ustedes saben que yo tengo toda la voluntad política para
recuperar la seguridad en Colombia, que no hemos tenido limitaciones
en la decisión, ni cálculos personales. Que hemos
estado dispuestos a enfrentar todos los riesgos sin vacilación
para recuperar la seguridad.
He procurado, asumir todas las responsabilidades políticas
y en todos los momentos difíciles. He procurado que ustedes
no se sientan solos. Que el Presidente de la República asuma
las mayores responsabilidades en momentos tan difíciles
como el incidente con la hermana República de Venezuela
cuando se capturó al señor Granda. Procuré que
ustedes no se sintieran solos, que sintieran que el Presidente
de la República, su Comandante constitucional, era quien
asumía –como en efecto ocurrió- la voluntad
política.
He procurado asumir la responsabilidad política, que ustedes
sientan esa responsabilidad, cuando hemos tenido incidentes con
la hermana República del Ecuador, solamente provocados en
el propósito de liberar a Colombia del terrorismo y de proteger
la vida de nuestros soldados.
He procurado asumir la responsabilidad política de inmediato,
sin esguinces, sin ocultamientos, en momentos tan difíciles
entre los cuales recuerdo aquella ocasión cuando el terrorismo
de la FARC asesinó al ex ministro Gilberto Echeverri y al
gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria, justamente en una operación
de rescate que intentaba nuestra Fuerza Pública.
He procurado asumir la responsabilidad política ante la
comunidad internacional, en el Parlamento Europeo, en los Estados
Unidos, en nuestra hermana Suramérica.
He procurado asumir la responsabilidad política en todo
el debate con Ong’s que cuestionan nuestra política
de seguridad.
Lo he hecho, porque entiendo que la voluntad política tiene
que expresarse con la asunción de la responsabilidad política.
Soy de la idea que cuando el Presidente de la República
calcula, recorta, elude su responsabilidad política en materia
de seguridad, en ese momento se ve limitada, se ve inoculada de
precariedad, la manifestación de la responsabilidad política.
He querido que ustedes sientan la voluntad política en
el apoyo a sus iniciativas, en el estímulo a nuevas iniciativas,
en la toma por parte del Presidente de la República de decisiones
altamente riesgosas y necesarias. Una de las últimas, emprender
con ustedes la operación Colombia Verde para arrebatarle
al terrorismo el Parque Nacional de la Macarena, devolvérselo
a Colombia, de la droga, a la biodiversidad.
Pero esa voluntad política se vuelve precaria cuando el
pueblo no respalda un propósito de seguridad. Esa voluntad
política y la posibilidad de asumir responsabilidades políticas,
decaen cuando el pueblo no respalda un propósito de seguridad.
La voluntad política, en un Estado de opinión –que
es el nombre que realmente hay que darle a la visión moderna
del Estado de Derecho- depende de la manera como quien tiene que
ejercerla –en este caso el Presiente- pueda, en todo momento,
tener respaldo de la ciudadanía y transmitirlo a la Fuerza
Pública.
Tenemos que cuidar en el Estado de opinión la confianza
ciudadana. Los maltratos la afectan.
Los maltratos afectan la confianza del soldado en la institución.
Quien maltrata no tiene confianza en la Institución porque
la irrespeta. Los maltratos afectan la confianza de los padres
de familia de los soldados en la Institución. Esa desconfianza
contagia y puede conducirnos a una perdida general de confianza,
que hay que evitar.
Si eso se diera, habríamos perdido todas las posibilidades
para transmitir voluntad política a las Fuerzas y para asumir
las responsabilidades políticas que implican altos riesgos.
El segundo elemento la agresividad, la iniciativa.
La Fuerza Pública de la Patria no puede vivir en la teoría,
tiene que estar en permanente disposición de agresividad
en la iniciativa, pero esa agresividad no es compatible con maltratos.
Por ejemplo, al soldado hay que formarlo en la convicción
de la agresividad, pero la agresividad tiene que ejercerse en la
Fuerza Pública con alegría, no con amargura.
El soldado maltratado es un soldado que se reciente. Puede llegar
a ser un soldado valiente, agresivo, con iniciativa, pero finalmente
llegará a ser un soldado amargado y resentido. Batallas
que se dan al amparo de las fuerzas de la amargura y del resentimiento,
son batallas que se pierden.
El soldado victorioso tiene que ser un soldado que proceda con
espontaneidad y con alegría, por eso al soldado hay que
formarlo sin maltratarlo.
El maltrato genera resentimiento y amargura. El resentimiento
y la amargura como estímulos de la conducta, conducen a
la derrota.
El soldado victorioso es el soldado con fortaleza, con agresividad,
con iniciativa y con alegría y espontaneidad. Para que no
se pierda la alegría, para que fluya la espontaneidad, el
soldado no puede ser maltratado.
El maltrato al soldado lo autoriza para maltratar. Primero, sufre él
el maltrato y después se siente autorizado para maltratar
al criminal, al terrorista, para maltratar al ciudadano inocente.
Si algo tiene que caracterizar a la Fuerza Pública de la
Patria, es su capacidad de ser victoriosa con transparencia. Al
soldado hay que enseñarlo a ganar, sin autorizarlo para
maltratar.
Esto hay que repetirlo y repetirlo. Tiene que interiorizarse en
nosotros, quienes tenemos las máximas responsabilidades
y tiene que interiorizarse en cada uno de los oficiales, de los
suboficiales y en todos los soldados y policías de la Patria.
No puede haber maltrato de palabra ni de obra al interior de la
Institución, ni en la relación de la Institución
con los criminales. A los criminales hay que derrotarlos transparentemente,
sin afectarle los derechos humanos.
Y en la relación de la Fuerza Pública con la ciudadanía,
todos los días tiene que haber delicadeza.
El soldado de la Patria, al campesino, al turista en el aeropuerto,
al ciudadano que requisa en la carretera, tiene que transmitirle
cariño, espontaneidad, alegría. Es fundamental para
que en la ciudadanía se de esa confianza y esa legitimidad
de las cuales, en el Estado de opinión, emanan las posibilidades
para que el Presidente de la República pueda cumplir con
el ejercicio de la voluntad política y con la asunción
de responsabilidades políticas.
Hemos hablado de voluntad política, hemos hablado de agresividad,
de iniciativa con alegría, con espontaneidad, sin maltratos.
Hablemos de la credibilidad.
Sabíamos que era no era fácil en Colombia la elección
de un Presidente comprometido en la derrota del terrorismo. Lo
logramos, en un ejercicio pedagógico muy esforzado, compenetrándonos
mentalmente con nuestros compatriotas en el sentido de que la derrota
del terrorismo es un imperativo para la profundización de
la democracia. En el sentido de que la postura de seguridad no
es una postura que niega las libertades, al contrario, las tutela,
las protege.
Cambiar una mentalidad dirigente, en un Patria que la habían
enseñado a rechazar las políticas de seguridad, que
le habían indicado que la civilidad era sinónimo
de debilidad, que la habían desorientado haciendo creer
que para ser demócrata había que ser permisivo y
amigo de los terroristas e indiferente o desdeñoso frente
a la Fuerza Pública. Cambiar eso no ha sido fácil.
Desde el momento en que empezamos esa tarea, sabíamos que
teníamos dos victorias por conseguir, ambas muy difíciles:
la victoria de opinión y la victoria militar.
El pueblo nos ha rodeado, pero esa confianza hay que cuidarla,
alimentarla, fertilizarla todos los días. No hay nada más
grave que confiarse en la confianza. No hay nada más necesario
que alimentar con esmero la confianza.
Y nos falta la definitiva derrota militar. Sabíamos y sabemos
que es difícil, somos conscientes, y así nos lo dice
el pueblo, que vamos ganando, pero no hemos ganado todavía.
Sabemos que esto toma tiempo, nunca nos comprometimos con plazos
cortos ni con resultados inmediatos. Lo que le comprometimos al
pueblo fue una obligación de medios, de trabajar de día
y de noche, sin vacilaciones, sin cálculos personales, para
derrotar el terrorismo.
Compatriotas, distinguidos Comandantes, soldados y policías
de mi Patria: la victoria militar necesita que perdure la confianza
de opinión. Para poder prologar, profundizar, pulir, fomentar
esta acción de Seguridad Democrática, se necesita
dinero, se necesita infraestructura, se necesitan soldados, aviones,
helicópteros. Todo eso es estéril aunque se consiga,
si no hay confianza de opinión.
Lo básico para poder avanzar en esta tarea, hasta lograr
la victoria de la Institución armada de la Patria, que es
la victoria de la Constitución y la victoria de la democracia,
es todos los días, consolidar la victoria del apoyo de opinión.
Con maltratos se pierde la confianza de la opinión. Con
maltratos, al perder la confianza de la ciudadanía, se afecta
la posibilidad de continuar esta batalla hasta que nuestra Fuerza
Pública consolide la victoria.
La credibilidad de la política de Seguridad depende de
la eficacia y de la transparencia.
Cuando los colombianos salen a las carreteras, los unos en buses
y los otros en vehículos particulares, recuperan la confianza
en el derecho a gozar su Patria, se instalan los humildes restaurantes
en las carreteras, encuentran los colombianos empleo en los hoteles,
los niños agitan una bandera de Colombia para saludar a
los soldados y a los policías que están a la vera
del camino, los colombianos sienten confianza en su Institución
armada.
Pero, cuando se maltrata un soldado y el dolor de ese soldado
se refleja en su madre, en su padre y ese dolor contagia a la comunidad,
se afecta la confianza.
La confianza es producto –repitámoslo una y mil veces-
de la eficacia y de la transparencia.
La transparencia es un compromiso práctico con los derechos
humanos. Otros ejércitos del Continente derrotaron movimientos
insurgentes, al costo de suspender la vigencia de los derechos
humanos. El nuestro tiene que demostrar que es capaz de derrotar
el terrorismo, observando rigurosamente los derechos humanos.
Otros gobiernos del Continente derrotaron el terrorismo al costo
de suspender las libertades públicas. En Colombia tenemos
que demostrar nuestra capacidad de derrotar el terrorismo y simultáneamente,
de profundizar las libertades públicas.
Generalmente, los derechos humanos se miden en las acciones de
la Fuerza Pública frente a los criminales y frente a algunos
sectores de la sociedad civil. Excepcionalmente se miden al interior
de la Fuerza Pública.
Pero, si algo debe quedarnos claro en este triste episodio, es
que hay una profunda relación entre los derechos humanos
que tenemos que respetar en nuestro combate a los criminales, los
derechos humanos que tenemos que respetar en nuestra relación
con la ciudadanía y los derechos humanos que tenemos que
respetar al interior de la Fuerza.
Si irrespetamos los derechos humanos al interior de la Fuerza,
estamos autorizando que las víctimas y victimarios de esas
violaciones, nos irrespeten en su relación con la ciudadanía
y en su combate a los criminales.
Colombia, durante muchos gobiernos, ha hecho un infinito esfuerzo
de sensibilización de los soldados y policías en
materia de derechos humanos.
El Vicepresidente de la República en su continuo diálogo
con la comunidad internacional, exhibe nuestros esfuerzos en formación
de derechos humanos, las cátedras y los alumnos en derechos
humanos en nuestra Fuerza Pública, las tareas en procura
de que haya una gran conciencia de derechos humanos.
Nada menos, la semana anterior, defendía yo –en alguna
difícil reunión en los Estados Unidos- nuestro récord
en derechos humanos. ¿Qué pasa?, que si se violan
los derechos humanos al interior de la Institución, no nos
van a creer que respetamos los derechos humanos en el combate a
los terroristas y en las relaciones con la ciudadanía.
Allí hay dos problemas: uno de credibilidad y otro de estímulo
de conductas.
Si los violamos al interior de la Fuerza, perdemos la credibilidad
para defender que los observamos ante ciudadanía y ante
los criminales.
Si violamos los derechos humanos al interior de la Fuerza, entonces
no estimulamos conductas de respeto de derechos humanos, sino que
estimulamos conductas de violación de derechos humanos.
Ahí vamos viendo cómo estos no son incidentes de
poca monta, son profundos. Son profundos porque la política
de Seguridad nuestra, no es la política de seguridad de
una dictadura. Es democrática, no sólo por ser la
política de seguridad de un gobierno democrático
comprometido en la protección de los valores democráticos.
Esta política es democrática porque es una política
en un Estado de opinión.
Cuando mis profesores de derecho, unos solamente nos enseñaban
la tesis de la dictadura del proletariado como forma de Estado
para sustituir lo que ellos llamaban el Estado de la explotación
capitalista, otros –en buena hora- nos enseñaban los
elementos característicos del Estado de Derecho. El Estado
con la Constitución escrita. Eso hoy no lo distingue de
otros Estados. El Estado con distribución de las competencias
del poder en ramas. Eso hoy no lo distingue de otros Estados. El
Estado con órganos de control. Eso hoy no necesariamente
distingue al Estado de derecho de otros Estados. El Estado con
participación de opinión, a mí juicio, ese
es el elemento característico singular del Estado de Derecho,
el elemento que finalmente identifica al Estado de Derecho y lo
distingue de otros Estados.
Pues bien, es un Estado de opinión y esta política
de Seguridad, es una política en un Estado de opinión.
Hoy, casi ningún gobernante en el mundo se niega a obedecer
una ley externa, hetenónoma, como lo denominan los juristas-.
Lo que distingue unos gobiernos de otros, es su respeto por la
opinión. Eso es lo que identifica nuestro Estado de Derecho.
Por eso, nuestra política de Seguridad está soportada
en las operaciones militares y policivas, pero fundamentalmente,
en la confianza de opinión. Esa confianza de opinión
depende de nuestra eficacia. Esa confianza de opinión depende
de nuestra observancia de los derechos humanos.
En Colombia, en estos días, hemos tenido dos debates: el
debate de la violencia infantil y el debate de este incidente lamentable
de torturas al interior de la Fuerza. No los podemos desvincular.
Hay que preguntarse ¿cuál de los dos incide más
en el otro? Si no corregimos la violencia infantil, que hay que
corregirla al interior de nuestras familias, entonces estaremos
maltratando niños para que finalmente sean soldados maltratados
u oficiales que maltratan. Y si no asumimos, de una vez por todas,
el compromiso de que no haya maltratos en la Fuerza Pública,
se seguirá viendo en Colombia, como algo natural, que se
maltrate en la Fuerza Pública o al interior de las familias.
Todos tenemos que evolucionar. Recuerdo que muy pequeño,
cuando apenas balbuceaba palabras mi hijo mayor, yo creí estrenar
la autoridad pelándolo. ¡Qué error! Me he gastado
muchos años de la vida y muchas expresiones de cariño
con él, haciéndole entender que me equivoqué.
Con el segundo estrené ese lado amable de la paternidad.
¿Saben cómo formamos a los soldados?: con disciplina,
sí; exigiéndoles estudio, sí; con severidad,
sí, para que mejoren la condición física;
exigiéndoles compromiso con la Patria, exigiéndoles
que en el soldado no pueden haber días de fiesta ni horarios
de locha, ni sentido de vacaciones, pero al soldado hay que transmitirle
cariño. El valor del soldado se forma en el cariño,
el valor del soldado no se forma en el maltrato.
Con los jóvenes, para que sean hombres de bien, hay que
ser totalmente severo, pero la severidad tiene un componente fundamental
que es el cariño. La severidad para producir buenos resultados,
no puede acompañarse de maltratos.
Visitemos señor Ministro, señores Generales, en
los próximos días el Batallón de Honda, convoquemos
allí a todos los padres de familia vinculados a este incidente,
y a los soldados, y asumamos desde allí la responsabilidad
de rectificar estos errores, de que jamás vuelvan estos
errores a pretender manchar el buen nombre de los soldados y de
los policías de la Patria.
Expreso mi voz de gratitud al General Reynaldo Castellanos y pido
a usted, General Montoya, que conduzca al Ejército de la
Patria con un propósito: la victoria.
Muchas veces, en las Brigadas bajo su comando vi una pancarta
que ponía entre comillas aquella frase de El Libertador: “Dios
da la victoria a la perseverancia”.
¡Colombianos, perseveremos para cosechar victorias!
¡Colombianos, perseveremos para superar dificultades!
Soldados de mi Patria, ¡perseveremos para corregir los errores
que hayamos cometido!
¡Perseveremos para que la democracia de esta gran Nación,
disfrute pronto la victoria total de nuestros soldados!
Muchos éxitos General Montoya. |