PALABRAS
DEL PRESIDENTE URIBE ANTE PERIODISTAS DE ANTIOQUIA
Medellín, 15 mar (SNE). Las siguientes
son las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez, al clausurar diplomado
de administración de empresas para periodistas de Antioquia.
“Muy distinguidas familias, muy distinguidos coterráneos
que nos reunimos esta noche, y los amigos periodistas que vienen
a ejercer hoy su oficio. Quiero dar un saludo muy afectuoso a todos
ustedes.
La verdad es que las cosas de la tierra no suelen impresionar
a quienes no dejan de vivir en ella porque la visitan frecuentemente,
pero tengo que confesar que me impresionan las cosas de la tierra.
Creería que por estar a toda hora pisándola, gozándola,
visitándola, nada causa asombro, todo parece cotidiano,
pero no es así. Se observa una dinámica muy interesante,
excelente, una gran fortaleza en Medellín, en Antioquia.
Esta tarde llegué muy cumplido al Instituto Tecnológico
Metropolitano, y allí se nos prolongó mucho un encuentro
con estudiantes y profesores, que me impidió llegar a tiempo
a esta reunión. Cosas de la dinámica de la tierra,
hace cinco años, 600 estudiantes allá, hoy casi 8.000.
La meta, en pocos días, 13 mil.
El 85 por ciento de ellos trabajan, ya han introducido un elemento
importantísimo en la Revolución Educativa, todos
pueden estudiar en dos fases: en una primera para acceder al título
de tecnólogos. Y en una segunda para ir a la universidad,
completar los créditos y acceder a los títulos de
educación superior. La calidad de las preguntas, la diversidad
de los temas, la curiosidad, la imaginación, dicen que tenemos
una juventud excelente.
Hace muy poco la Cámara de Comercio de Aburrá Sur,
era un esfuerzo serio, como todos los esfuerzos antioqueños.
Pero difícil imaginar que iba a lograr este tamaño,
a tener la capacidad de emprender estos proyectos, me asombra muy
positivamente, apreciados coterráneos.
Al entrar al hotel, le pregunté al doctor Manuel Molina
por la ocupación, asombrosa. Y le pregunté por la
nueva torre. Los proyectos que dejaron de ser menos sueños,
que se están realizando, son proyectos de una magnitud que
hace pocos años no habríamos sido capaces de anticipar.
Pero aquí las cosas no son por milagro, aquí las
cosas son por esfuerzo. Asistimos esta noche a la culminación
de un nuevo esfuerzo, de este grupo tan brillante de periodistas
de la tierra, que ha hecho un enorme esfuerzo de estudio, de sacrificio
de lo que podría ser su día de descanso a la semana.
Un gran esfuerzo de superación.
La verdad es que no sabía qué me emocionaba más,
si entregarles el diploma a las nuevas generaciones de periodistas,
comprometidos como las nuevas generaciones de colombianos y de
antioqueños, a estudiar y a trabajar todos los días,
o entregarles el diploma a quienes de la generación de los
mayores, con quienes he compartido toda la vida, regresaron a las
bancas de la universidad a hacer este diplomado. No sabría
para quién es más merecido el aplauso: si para esa
juventud disciplinada, o para aquellos mayores que dan ejemplo
en el yunque, en el mismo yunque que nos llevamos esta noche de
la Cámara de Comercio de Envigado.
Muy difícil ejercer el periodismo en Colombia. Yo diría
que en continente, en nuestra América Latina, desde el punto
de vista jurídico-formal, Colombia es la nación que
ha tenido mayor claridad en aquello de respetar, en su ordenamiento
jurídico, las libertades, la libertad de prensa. Es aquella
que más ha auspiciado, desde el punto de vista jurídico-formal,
el ejercicio del periodismo. Es aquella también que más
lo ha honrado con figuras sobresalientes del periodismo.
Pero cuando creímos que habíamos ganado la batalla
formal por la libertad de prensa, empezamos a perder la batalla
material. La violencia, en sus expresiones terrorismo, en su polución
con el narcotráfico, le creó a Colombia una barrera
para el ejercicio de las libertades y para el ejercicio del periodismo,
que nunca concibieron los Padres de la Patria, que fundaron esta
nación sobre bases sólidas de libertad.
El periodismo colombiano ha corrido inmensos riegos, violencia,
años de asesinar 25 periodistas. Deberíamos decirle
hoy al mundo que ya no asesinan uno solo, pero todavía el
año pasado nos asesinaron dos periodistas. Amenaza, censura,
diría yo que una especie de autocensura impuesta en regiones
del país por la violencia.
Abrigo sí la esperanza que el domingo fue una demostración
de que los colombianos nos sentimos más libres. Diría
yo que los colombianos acudieron el domingo a las urnas, con alguna
duda sobre la complicación del manejo del tarjetón
electoral, pero con una sensación de mayor libertad. Y ojalá eso
lo pueda percibir el periodismo colombiano. Yo como Presidente
siento vergüenza, cuando en alguna región de la Patria
el periodismo se tiene que autocensurar, por no causarle incomodidades
a un grupo terrorista, por temor a una amenaza, o por atender la
solicitud que llega con amenaza. Es muy grave, eso lo tenemos que
superar totalmente.
Aquí no censura el Estado, censura la delincuencia, y eso
tiene que ser un mal decadente que, para bien de Colombia, ya dure
más poco.
Hemos emprendido esta tarea de la Seguridad Democrática.
Si bien no la hemos ganado enteramente, la vamos ganando.
Diría yo que hay varios intangibles importantes para cosechar
de esta tarea. Antes la seguridad se entendía como una propuesta
ideológica de derecha, de sectores entre comillas militaristas,
enemigos de las libertades, de sectores de poca sensibilidad social,
de sectores de poco comportamiento civilizado.
Pienso que el gran intangible que hemos logrado es que Colombia
tenga hoy un concepto muy distinto de la seguridad, el gran intangible
que hemos logrado es que nuestros compatriotas entiendan hoy la
seguridad como un valor democrático, como una fuente de
recursos, como un axioma transversal a todos los campos de actividad
de la vida nacional.
Cuando veo que en un proceso electoral voceros de la oposición
y amigos de las tesis de Gobierno por igual, pueden acudir a todos
los sitios de la geografía, que los colombianos perciben
que su Policía y su Ejército no están al servicio
de caprichos gubernamentales, sino de la seguridad para todo el
universo poblacional, independientemente de que los unos piensen
de una manera y los otros de manera diferente, creo que eso tiene
que haber contribuido muchísimo a que los colombianos, gusten
o disgusten del Gobierno, acepten todos que la seguridad es un
valor democrático, un imperativo sin el cual no se consolida
esa mínima unidad de un ciudadano con los otros, del todo
con cada individuo, que finalmente va bosquejando la Nación.
Esa bella unidad popular que es la Nación, en una Colombia
tan sufrida por el terrorismo, hay que esculpirla a partir de la
concreción de ese valor que es la seguridad.
Alrededor del tema giran muchas discusiones. Se ha dicho: ¿por
qué el Presidente de la República señala como
terroristas a los grupos insurgentes? ¿Por qué el
Presidente de la República niega la existencia de un conflicto?
Y he contestado: cuando miramos legislaciones europeas, de la Europa
Occidental, encontramos que allí definen como terrorismo
el uso de la fuerza o la simple amenaza de uso de fuerza, por razones
ideológicas, políticas o religiosas.
¿Por qué lo hace Europa Occidental? Porque niega
el uso de la fuerza como exigencia, que debe derivarse del hecho
de que hay un total respeto al pluralismo democrático. Justamente,
el respeto nuestro al pluralismo democrático crea una identidad
de valores con Europa Occidental, que nos permite hacer la misma
aproximación, definir la violencia o el uso de la violencia
fundamentada en esas razones, como una acción terrorista.
Y ahí aparece una diferencia con situaciones que se presentaron
en el continente, en otros países donde los grupos insurgentes
enfrentaron dictaduras. Aquí estos grupos lo que han hecho
es deteriorar la democracia. Enfrentar la democracia con acción
violenta, en cualquier parte del mundo, se señala hoy como
terrorismo.
El calificativo de insurgente tiene un grado de reconocimiento
de legitimidad en la causa, tiene un grado de reconocimiento de
nobleza a la acción, y por supuesto ese grado lo demerita
la condena de terrorismo, y lo que marca la diferencia de lo uno
a lo otro es que frente a la democracia no se puede legitimar acción
violenta alguna.
Hemos dicho también que es una acción terrorista
por sus métodos, y hemos dicho también que es una
acción terrorista por la fuente de su financiación,
la droga destructora de la humanidad.
Pues bien, emprendimos el camino de la seguridad y la calificamos
como democrática por muchas razones. En otras partes del
continente la insurgencia combatía dictaduras, aquí el
Estado de Leyes tiene que defenderse del embate de la violencia.
Hace años, en mis épocas de la Universidad de Antioquia,
la Farc escribía y nos decía a los estudiantes en
esas cartas, en esos panfletos, que no aceptaba la paz porque Colombia
no había abierto la posibilidad de la elección directa
de las autoridades más cercanas al pueblo.
Vinieron aquellos años 80 del presidente Betancur, del
senador Álvaro Gómez Hurtado, después de más
de un siglo de luchas, que habían empezado en la Constitución
de 1863 en Rionegro, en el Congreso Ideológico de Ibagué del
liberalismo en 1923, el país por fin aprobó la elección
popular de alcaldes.
La Constitución del 91 sumó la elección popular
y directa de gobernadores, los mecanismos de participación
directa, y la insurgencia, que había reclamado esa ampliación
de la democracia, como condición para entrar en diálogos
conducentes a la reconciliación, hizo todo lo contrario
de lo que esperábamos.
Muchos esperábamos que esos pasos de ampliación
democrática le dieran razones a la insurgencia para entrar
definitivamente en procesos serios de paz. Su accionar fue en opuesta
dirección. Se convirtieron en sicarios de alcaldes y gobernadores,
se convirtieron en factores de afrenta a otra libertad democrática,
a la libertad del pueblo de seleccionar directamente a las autoridades
más cercanas.
Aquí, como en otros sitios del continente, trataron de
justificar su lucha en la problemática social, pero la nuestra
la empeoraron, frenaron el desarrollo 30 años. En esos 30
años más que se duplicó la población,
se profundizó la miseria, el país perdió el
dinamismo de tasas de inversión, los capitales dejaron de
llegar, los nuestros se fugaron, el resultado fue más pobreza,
más injusticia, 4 millones de colombianos expulsados al
extranjero, 3 millones de desplazados internos. Las libertades
públicas hipotecadas, no por acción del Estado ni
de sus gobiernos, sino por acción del terrorismo.
En otras latitudes, en otros países del continente, muchos
factores pudieron poner fin a esos conflictos. Uno de ellos: estos
grupos vieron agotarse en otras partes, como en El Salvador, las
donaciones que provenían de afuera, en aquella época
de la misma Europa occidental. Eso les creó angustia mayor
y también los obligó a negociar.
En el caso nuestro, en el curso de 15 años, Colombia hizo
el tránsito de una insurgencia y de un narcotráfico
que parecían antípodas, a una insurgencia y un narcotráfico
que se fusionaron.
Hace 20 años, ningún agudo analista de la política
habría tenido la posibilidad de asomarse, aventurar lo que
hoy vivimos: la fusión del narcotráfico con quienes
fueron sus antípodas, los sectores insurgentes, lo cual
también marca una diferencia entre lo nuestro y lo que ocurrió en
otras partes.
Y la mayor diferencia se da en el modelo para la solución.
En muchas partes los Estados ganaron el desafío, imponiendo
dictaduras, torturando y masacrando, violando los derechos humanos.
La seguridad nuestra es democrática porque hemos buscado
llevar de la mano el afán por la eficacia, con el compromiso
por la transparencia, por el respeto a los derechos humanos.
Quizás, hace cuatro años, cuando la generosidad
de mis compatriotas me permitió llegar a la Presidencia
de la República, habríamos podido tomar otro camino,
habríamos podido decirle al paramilitarismo, subrepticiamente,
que cesara masacres y que nos ayudara a eliminar la guerrilla.
De pronto iríamos más adelante en la lucha contra
los sectores guerrilleros, pero le habríamos hecho un profundo
mal a la democracia, a la ética, al sentimiento cristiano
de la Nación, a la aspiración de reconciliación
definitiva.
Adoptamos el único camino posible, el de las instituciones.
Difícil, días de reveses muy amargos, pero el único
que permite que las heridas se cicatricen, que en algún
momento la reconciliación llegue, que los ciudadanos se
sientan unidos, alrededor de la fe, de la confianza en las instituciones
que proteja a todos dentro de sus divergencias.
Y emprendimos ese camino con absoluta convicción democrática.
En otras partes, en nombre de la seguridad censuraron la prensa.
Nuestra seguridad es democrática porque ha luchado por quitarle
una censura a la prensa, la censura del terrorismo.
En otras partes, en nombre de la seguridad, suspendieron las libertades
públicas. Nuestra seguridad es democrática porque
hemos querido una Colombia más segura, para que los ciudadanos
se sientan más libres.
Yo creo que algo bien importante para rescatar de la Colombia
de hoy, es que los ciudadanos perdieron temor a hacer presencia
en todo el territorio, una ciudadanía más libre.
Algo para rescatar de la Colombia de hoy, en medio de las dificultades
que tenemos, es que los ciudadanos perdieron el temor a denunciar.
Hace pocas semanas estuve en Barrancabermeja. Acostumbro a hacer
en las regiones unos consejos de seguridad. ¿Por qué en
las regiones? Para que el tema de seguridad no sea un tema exclusivo
de los Altos Mandos, del Ministro y el Presidente de la República,
sino que involucre a las autoridades regionales y a todos los niveles
de la Fuerza Pública.
Y también acostumbramos dividir esos consejos en dos etapas:
una primera para escuchar a la comunidad, y una segunda para revisar
ya cómo estamos avanzando, dónde estamos fallando
para ajustar nuestras acciones.
Y celebré mucho la actitud de los ciudadanos de Barrancabermeja.
Su capacidad de denuncia, su valor civil para denunciar, recuperado.
Les dije aquel día: ustedes pasaron 25 años atormentados
por el ELN, por la Farc, y aquí no había capacidad
de denuncia. Y no solamente estaba censurada la prensa, sino censurada
la ciudadanía.
Después pasaron 5 ó 6 años amordazados por
el paramilitarismo y tampoco tuvieron capacidad de denuncia. Hoy
denuncian por igual a unos y otros. Qué bueno, yo creo que
ese es un rescate de la libertad, en favor de la ciudadanía
y de los medios de comunicación.
Vimos a través de los medios que en el proceso electoral
para escoger el Congreso de la República que acaba de concluir,
los candidatos fueron a todos los sitios de la Patria, lanzaron
todas las consignas que quisieron. En unas partes gritaban: abajo
el paramilitarismo, y en otras: abajo la guerrilla, cuando hace
poco no se atrevían a hacerlo. Qué bueno, es un rescate
de las libertades, y creo que esto tiene que incidir para bien
del periodismo.
La Seguridad Democrática es un camino para reconquistar
las libertades materiales, porque las formales siempre las hemos
tenido. Es un camino para reconstruir paz a través del debate
fraterno, y es un camino para la reconciliación definitiva.
Pienso que los críticos a nuestro sistema, también
al Gobierno, deben y podrían hacer una reflexión:
la reflexión de que han gozado de libertades, de libertades
efectivas, y que eso invita a construir consensos.
Por dura que parezca la crítica, cuando los gobiernos,
a través de la seguridad como valor democrático,
garantizan esas libertades a los críticos, se dan condiciones
para que ellos reflexionen sobre la necesidad de construir consensos.
Para que el debate sea menos polarizante y más constructivo,
para que el debate no sea sobre la agresión a las personas,
sino sobre la exploración de las ideas.
Por eso creo que la Seguridad Democrática tiene que ayudar
a reconciliar el país, dentro del pluralismo, dentro de
la diversidad, que es totalmente distinto al enfrentamiento polarizante
de una sociedad.
Confío que Colombia pueda avanzar en el desmonte definitivo
del paramilitarismo. Estas elecciones deben ser recordadas como
unas elecciones que ya se realizaron en la víspera del desmonte
definitivo del paramilitarismo.
Desmovilizado la semana anterior el grupo que comandaba el señor
conocido como Jorge 40 en el Cesar, quedan dos grupos importantes:
uno, en el norte del Chocó, al frente del cual ha estado
un señor a quien se le conoce con sobrenombre de El Alemán,
que está en diálogos con el Comisionado. Y otro en
los Llanos orientales, que no ha querido entrar en diálogos,
al cual se le persigue con toda la legitimidad de la institución
armada de la Patria.
Confío que puedan avanzar los diálogos con el ELN.
Cuando la seguridad se entiende como un valor democrático,
hay que proceder con tanta firmeza para enfrentar a los criminales,
como con tanta prudencia y delicadeza para permitir que surja el
diálogo que se requiere.
Por eso, con la misma firmeza con que hemos perseguido a los criminales
en medio de dificultades y limitaciones en estos cuatro años,
pero con un apoyo generoso, infinito del pueblo colombiano, también
hemos firmado los decretos para que salga Francisco Galán
de la cárcel a buscar la paz, o para que Antonio García,
como líder del ELN, pueda emerger desde la clandestinidad
a buscar la paz.
Estar en la cárcel o en la clandestinidad es lo mismo.
Es la negación absoluta de las libertades. Salir de la cárcel,
como salir de la clandestinidad, produce un efecto refrescante.
Confiaría yo que al percibir Antonio García la amable
aurora de la libertad en su propio ser, se convenza más
de la necesidad que tiene Colombia de avanzar hacia la paz.
Convocamos a los colombianos a ejercer sus libertades democráticas,
a votar por quien quisiera, para propinarle una derrota al terrorismo.
Colombia ha refrendado su vocación democrática.
Quien tiene que revisar su conducta es el terrorismo.
Las Farc en el pasado también dijo que no hacía
la paz porque en Colombia no había garantías para
la oposición.
Yo les ruego a los colombianos procesar las garantías de
la oposición en el Referendo de 2003, las garantías
para la oposición en las elecciones de alcaldes y gobernadores
de 2003, las garantías de la oposición, efectivas,
no retóricas, en este proceso.
Dijo la Farc que no hacía la paz porque Colombia no desmontaba
el paramilitarismo. Estamos en la víspera del desmonte total
del paramilitarismo. Es hora de que la Farc haga una revisión
de su comportamiento. Y permita que se avance en un proceso de
paz urgente, serio y de buena fe.
Una Colombia con seguridad, es una Colombia propicia para un periodismo
más seguro, menos censurado, para un periodismo más
libre.
Por supuesto, un país con 44 millones, que quiere sus valores
locales pero que necesita, por el bien su ciudadanía, penetrar
los mercados del mundo, buscar ponerse al día con los países
más desarrollados, es un país de retos que requiere
un periodismo más especializado, más preparado.
Este esfuerzo académico de ustedes responde a ese reto.
Mao Tse Tung solía decir que “el ser humano empieza
a morir el día que deja de estudiar”. Este diploma
que ustedes reciben esta noche, apreciados comunicadores de la
tierra, es apenas un estímulo para que sigan.
Una carrera tan difícil como la de ustedes, exige el doble
de sacrificio, exige más trabajo y más estudio todos
los días. Colombia tiene inmensos retos. Tiene un reto con
la Seguridad Democrática, que es un reto del periodismo.
Colombia tiene un reto con el cumplimiento de las metas sociales
del Milenio, con la derrota de la corrupción, y en esos
retos tiene que comparecer el periodismo.
El periodismo tiene que ser un factor de acicate sobre los gobiernos,
para exigir que los gobiernos cumplan con las metas sociales del
Milenio. Que esta Patria, a la par que profundiza la democracia,
construya justicia social. En los Estados de Opinión eso
no se logra sin una exigencia de la opinión, y el periodismo
es un factor extraordinariamente eficaz de representación
de la opinión.
Para bien de la credibilidad nacional en nuestras instituciones,
y para bien de la credibilidad internacional en Colombia, Colombia
tiene que derrotar la corrupción. Para derrotar la corrupción
hay muchas recetas. Más severidad en las penas, más
eficacia en la justicia. En aquella que más creo yo, es
más participación de opinión. En los Estados
de opinión, en cuanto más participe la ciudadanía,
mayor la transparencia que se garantiza.
Ahora tenemos un programa que se llama Contratistas Visibles.
En el plan de pavimentos que se conoce con el nombre de Plan 2.500,
estamos haciendo un seguimiento riguroso de cada contrato, a interventores,
contratistas, para que no sólo los funcionarios públicos,
sino los contratistas, asuman también su responsabilidad
ante la ciudadanía. Es una expresión de la participación
ciudadana, en aras de la transparencia.
La eliminación de la corrupción es un imperativo
de construcción de credibilidad, y el medio para hacerlo,
la participación de la opinión pública, tiene
en el periodismo un elemento insustituible.
Medellín se apresta a ser subsede del Congreso de la Lengua.
Una gran oportunidad. Su Majestad el Rey de España, como
tuve oportunidad de comunicarle al señor Alcalde, la semana
pasada, quien preside finalmente toda la organización del
idioma, ha aceptado estar en Medellín con los diferentes
congresos en esos días.
Lo que viene ocurriendo en la ciudad, el aporte magnífico
de sus autoridades a la educación, nos va a permitir presentar
ante el mundo una Medellín que dejó de ser la ciudad
del Cartel y empieza a ser la ciudad educadora por excelencia del
continente. Así queremos que la reconozca el mundo.
Ustedes, apreciados periodistas de la tierra, con ese gran esfuerzo,
están honrando el nuevo Medellín, el de la ciudad
de excelencia como educadora. Ustedes se han educado más
para ser mejores educadores, y eso cómo va a ayudar a cambiarle
la imagen a la ciudad.
La imagen de los pueblos hoy no es de cosméticas, sino
de realidades. Uno puede decir muchas cosas a través de
las pantallas de la televisión, pero si no corresponden
con la realidad la gente finalmente no cree en lo que se dice sino
en lo que se percibe. Entonces, con la contribución de ustedes,
con el ejemplo que nos dan a la mejor percepción de la ciudad,
vamos a ayudar a que la ciudad se convierta en la ciudad mejor
conocida en el continente por su tarea educadora.
Muchas gracias, Humberto, por el toro. Me preocupa mucho porque
los toros de casta suelen ir solamente a una corrida.
Pero en buena hora me lo regalaron con el yunquero, porque con
el esfuerzo del yunque hay que hacer la excepción, a ver
si se embiste con nobleza en la segunda corrida.
Muy apreciados comunicadores: Núñez, en una época
atormentada de la política colombiana, fascinante para estudiar,
solía decir que el periodismo debe ser candil y no tea,
cordial y no tósigo. Antes, José Félix de
Restrepo, nuestro coterráneo, había dicho algo tan
importante hoy para ustedes los periodistas y para nosotros los
hombres públicos que, a pesar de tener oficios muchas veces
contrapuestos, tenemos el mismo deber ético frente a la
comunidad.
Quiero repetir hoy, ante ustedes, para felicitarlos de corazón
por este esfuerzo, para felicitar a los familiares por esta compañía
que les han dado. A Humberto López, a María Victoria,
al doctor Molina, a la Universidad de Medellín, a la Cámara
de Comercio, al señor Gobernador, al señor Alcalde
de Itagüí, al señor Alcalde de Medellín,
quiero repetir para ustedes y para nosotros los hombres públicos,
aquella sentencia de José Félix de Restrepo: “Si
por evitar la destrucción del mundo, tienes que cometer
una injusticia, deja que el mundo se destruya pero no cometas una
injusticia”.
Ustedes hoy están más preparados para seguir siendo
todos los días más justos. Felicitaciones”. |