PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE
SOBRE EL TLC EN LA UNIVERSIDAD CATÓLICA Bogotá, 2 may (SNE). Las
siguientes son las palabras del presidente Álvaro Uribe Vélez durante el conversatorio
que, sobre el TLC, sostuvo con estudiantes, profesores y directivos
de la Universidad Católica.
“Me complace mucho visitar esta mañana la Universidad
Católica de Colombia, que he tenido el privilegio de visitar
en varias ocasiones. En primer lugar, quiero felicitarlos por
ese esfuerzo particular que vienen adelantando como contribución
de la Universidad a la revolución educativa de Colombia,
una magnífica tarea.
A propósito, permítanme hacer dos comentarios
sobre el tema educativo y el TLC.
En primer lugar, debemos clarificar un mal entendido que en
algunas partes de ha difundido, en el sentido de que el TLC afectaría
la universidad colombiana. De ninguna manera puede afectarla.
Incluso lo único que se crea con los Estados Unidos es
un grupo de trabajo para agilizar reclamos de estudiantes sobre
convalidación de títulos, tanto allá como
aquí.
¿Por qué? Porque muchos estudiantes colombianos
que estudian y se gradúan allá, tienen dificultades
para convalidar el título o para ejercer la profesión
allá. Todo lo que se busca, sin afectar las disposiciones
de uno y otro país, es agilizar mediante grupos de trabajo
los reclamos de los estudiantes y los reclamos de los profesionales.
Además, principios tan caros para la universidad colombiana
como la autonomía que se desprende de la Constitución,
que consagra la Constitución, la autonomía que
se reglamenta en la Ley 30, ese principio, como los principios
fundamentales de la universidad, son intactos, quedan intactos,
son intangibles de la universidad que no podría afectar
un tratado internacional.
El tratado no se involucra con ellos. Simplemente lo menciono
para resaltar con mucha fuerza la idea de que conservamos plenamente
la autonomía universitaria.
Otros principios muy importantes para la universidad colombiana,
la organización jurídica, alrededor de una naturaleza
jurídica de entidades sin ánimo de lucro, eso queda
totalmente a salvo. Ni se menciona. Ni siquiera intentaría
el tratado afectar ese principio.
Como también otro principio caro para la universidad
colombiana, de gran importancia, que es la obligación
del Estado de subsidiar la universidad publica, para lo cual
hay un mandato constitucional y hay que mantener una transferencia
en valores constantes.
Este año la transferencia del Gobierno a la universidad
pública vale no menos de 2 billones. Y por supuesto, instrumentos
de financiación tan importantes para Colombia como el
Icetex, que venimos creciendo, en nada, en nada son afectados.
El tratado ni siquiera menciona estos temas. Por ejemplo, el
Icetex antes de que empezara este Gobierno tenía una cartera
total de 500 mil millones. Hoy esa cartera supera los 800 mil
millones. Se ha presentado un gran crecimiento.
Pero ese crecimiento los próximos años puede ser
mayor, más acelerado, porque puede llegar a no menos de
2 billones. Y eso lo facilita la reciente ley aprobada en diciembre
por el Congreso, que convierte al Icetex en una entidad financiera
de la educación de carácter independiente, una
entidad estatal pero autónoma, independiente, ya no limitada
por los techos, por los topes del presupuesto nacional.
Todo ese conjunto de principios ni siquiera es aludido por el
TLC. Porque, apreciados estudiantes, me preguntaron, a raíz
de las distorsiones sobre este debate, que si era cierto que
el Gobierno iba a cerrar la Universidad Industrial de Santander,
la Universidad de Córdoba. Me lo preguntaron en Montería
y me lo preguntaron en Santa Marta: que por el TLC se acababa
la universidad pública y los estudiantes iban a tener
que entrar a la Universidad de Harvard, pagando 35-40 mil dólares
al año de matrícula.
Esas especies nada tienen que ver con la realidad. Yo quisiera
pensar que son infundios por la época de campaña,
que tan pronto transcurran en Colombia las elecciones, ya esos
temas se tranquilizarán.
Al contrario, yo lo que veo es una gran importancia derivada
del TLC para la universidad, porque la fuerza a trabajar mucho
más en calidad, a trabajar mucho más en pertinencia,
a trabajar mucho más en cobertura.
Para poder derivar las ventajas que puede derivar Colombia de
acceder al mercado más grande del mundo, el mercado de
los Estados Unidos, al cual todos añoran, hay que mejorar
la competitividad.
Y la competitividad depende de muchos factores. Déjenme
referir a dos. La competitividad depende del capital humano y
del capital físico.
Pero es mucho más importante para la competitividad el
capital humano. ¿Por qué? Porque un país,
así sea pobre en recursos naturales, así sea pobre
en petróleo, si tiene capital humano, si lo forma, si
lo educa, si lo instruye, si hace de ese capital humano un capital
con conocimiento científico, con conocimiento tecnológico
y al mismo tiempo con solidaridad, con sentido de pertenencia
y con responsabilidad frente al conglomerado, ese capital humano
se encarga de rebasar los obstáculos de la pobreza y dotar
ese país de infraestructura, de capital físico.
Al contrario, cuando un país está bien dotado
de recursos naturales, tiene suficiente capital físico,
es capaz de construir toda la infraestructura que requiera, si
no tiene capital humano es muy posible que todo eso que se construya
sea inocuo, sea desperdicio. Que a pesar de la riqueza, a pesar
de la capacidad de construir carreteras, puentes, laboratorios,
por falta de capital humano eso no contribuya a la productividad,
al mejoramiento del nivel de vida.
Y en esto de poder avanzar hacia la competitividad en materia,
dándole énfasis a la formación del capital
humano, el TLC sí es muy exigente y es una gran oportunidad
para que la universidad colombiana avance en cobertura, avance
en calidad y avance en pertinencia.
Yo agradezco inmensamente a la Universidad por haber abierto
este espacio hoy, al doctor Édgar Gómez, su presidente,
por la introducción generosa. Al señor rector,
Jesús Horta Vásquez, por las muy juiciosas reflexiones
sobre la educación en Colombia, los comentarios sobre
los aportes que viene haciendo la Universidad al desarrollo educativo
del país.
Quisiera dejar estas palabras a guisa de introducción
y más bien poder avanzar a partir de aquí con un
diálogo dinámico, para que ustedes presenten sus
preocupaciones, sus inquietudes, sus preguntas sobre el TLC.
Es un menú muy completo. Es bueno preguntarse y es bueno
tener en ese menú presente lo siguiente: ¿había
hecho Colombia esfuerzos anteriores para un TLC? Aquel tratado
del presidente López Pumarejo de 1935, que no se pudo
llevar a la práctica porque sobre vino la Segunda Guerra
Mundial.
Hubo esfuerzos después, aislados. Este Gobierno necesitó hacer
un gran esfuerzo para convertir el TLC en política de
gobierno, porque lo que había antes era la política
de un ministerio, el deseo de un ministro, pero no el propósito
de un gobierno.
Es importante preguntarse cómo fue la experiencia de
Colombia con el Atpa, cómo es con el Atpdea, cómo
fue con el tránsito, el Atpa, el Atpdea, ese sistema unilateral
de preferencias, transitorio, limitado en el tiempo que nos ha
dado los Estados Unidos, para poder ingresar a su mercado y que
vence el 31 de diciembre de este año y que tiene severas
limitaciones, porque la gente no invierte porque dice: cómo
voy a invertir si la presencia de Colombia con sus productos
en el mercado de Estados Unidos empieza a bloquearse a partir
del 31 de diciembre de 2006 cuando vence el Atpdea, circunstancia
que nos obligó al TLC.
Temas muy importantes también preguntarnos si con el
Atpdea podíamos exportar todo o si quedaban muchos productos
restringidos que ahora se abre la posibilidad de exportarlos
gracias al TLC.
Es interesante mirar las dificultades que tuvimos para que el
Gobierno de Estados Unidos aceptara negociar con nosotros, porque
ellos estaban empeñados en el Alca. Fueron muchas las
horas de debate que transcurrieron para convencer al Gobierno
de los Estados Unidos en la necesidad de no insistir en el Alca,
de no ponerlo como primera prioridad, de respetar diferencias
de orientación política, diferentes perfiles de
las economías.
Hay unas economías más necesitadas de entrar al
mercado de Estados Unidos que otras. Por ejemplo, el Brasil no
tiene tanto afán como nosotros, porque el Brasil no le
exporta a Estados Unidos sino el 19 por ciento de sus exportaciones.
Nosotros exportamos más del 40. El mercado que más
crece para Brasil no es el de Estados Unidos, el que más
ha crecido en los últimos años es China, donde
Brasil exporta ya seis mil millones de dólares al año.
Si bien China ha tenido unos efectos benéficos, colaterales,
para la economía nuestra, nosotros, a diferencia del Brasil,
no tenemos mucho que exportarle a China directamente.
Entonces ahí vemos una economía con menos afán
de hacer tratados con Estados Unidos, como la economía
del Brasil, una economía como la colombiana con mucho
más afán de hacer esos convenios.
Vemos otras diferencias: economías petroleras, de hidrocarburos,
que venden esos productos sin necesidad de tratados, y que por
ende no tienen afán para hacer estos TLC con los Estados
Unidos. O economías como la nuestra, que la oferta exportable
gira bastante alrededor de la manufactura industrial mediana,
bastante alrededor de productos agrícolas, altamente competidos
en el mercado mundial, y que requieren tratados de comercio para
poder colocarlos en esos mercados.
Es importante mirar las dificultades que tuvimos con los Estados
Unidos, para que allí se entendiera que el camino no tenía
que ser la prioridad del Alca, que le impone a todo el mundo
el mismo tratamiento, sino la consideración, el reconocimiento
de que hay economías diferentes, intereses políticos
diferentes, y que por ende debían los Estados Unidos entrar
a negociar con países que tenían más urgencia
de hacerlo, como el caso colombiano.
Es también importante mirar las dificultades de esos
22 meses de negociaciones, su resultado final en la industria,
su resultado final en la pequeña empresa, altamente favorecida.
En el medio ambiente: primera vez que los Estados Unidos aceptan
unas menciones en materia ambiental que nos convienen ampliamente.
Por ejemplo, Colombia no se comprometió, no se obligó a
patentar plantas.
Es importante mirar qué ha pasado en el tema cultural,
en el tema de los medicamentos, en el tema agrícola, que
en mi concepto se beneficia como un todo, pero que hay productos
que tienen riesgo, a pesar de largos años de desgravación,
que tenemos que apoyar desde ya para que no vayan a ser afectados
por la competencia. Tal es el caso del arroz, tal es el caso
de la avicultura.
El impacto en el empleo, en la protección de los derechos
de los trabajadores.
Lo que ha pasado con América Latina. Colombia en estos
cuatro años de Gobierno, se convirtió en el gran
impulsador del acuerdo de la Comunidad Andina y de Mercosur.
Hace cuatro años ese acuerdo no se veía en el horizonte,
hoy es una realidad. Ha sido ratificado por nuestro Congreso,
se encuentra para revisión de la Corte Constitucional.
Colombia hace cuatro años no veía en el horizonte
la Unión Suramericana, hoy es una realidad, la hemos construido
con nuestros hermanos suramericanos.
Hace cuatro años avanzaba el Plan Panamá–Puebla
en Centroamérica con la visión de Mesoamérica,
y Colombia estaba ausente. Colombia es hoy integrante del Plan
Panamá–Puebla, lo que nos permitirá una integración
importante con Centroamérica, en materia de construcción
de la línea de transmisión de energía eléctrica,
del suministro de gas, posteriormente del gasoducto a Centroamérica.
También nos abre la posibilidad de que podamos surcar,
superar ese obstáculo histórico para poder construir
la carretera del Darién. Y además, ese paso, el
de la participación de Colombia en el Plan Panamá–Puebla,
es un paso práctico para que Colombia cumpla una tarea
que le corresponde de ser un gran articulador entre Suramérica
y Centroamérica.
Pero nos quedan ahí temas pendientes, muy importantes,
como el acuerdo de comercio que necesitamos con los países
centroamericanos. Porque al tener ellos acuerdos de comercio
con otros países, al comprarles a otros países,
nosotros corremos el riesgo que las exportaciones que enviamos
a Centroamérica no sigan creciendo. Peor, que lleguen
a disminuirse. Todavía peor, que algunos productos colombianos
que llegan allí, sean rechazados en el mercado centroamericano,
porque no puedan competir con otros países que van a exportar
a Centroamérica, sin tener la limitación de los
aranceles en Centroamérica.
Y viene el tema de Europa, que también nos da un tratamiento
semejante al Atpdea de los Estados Unidos, un sistema unilateral
de preferencias, insuficiente. El mercado más importante
hoy, por esa expansión de la Unión Europea, al
cual tenemos que llegar de manera definitiva, que nos obliga
a realizar un tratado en los próximos años.
Y el tema de China, economía frente a la cual nosotros
no proponemos un tratado convencional de comercio, sino un tratado
de inversión. Mientras muchos países suramericanos
pueden exportar a China grandes cantidades de soya o de níquel
o de cobre, nosotros producimos mínima cantidad de esos
productos. En cambio lo que más producimos es lo que China
produce en cantidades millonarias y a bajos costos, como esa
manufactura mediana.
Con China necesitamos, más que un tratado convencional,
un tratado ordinario, de comercio, con China necesitamos un tratado
de protección de inversiones, para que ojalá el
capital que ha venido creciendo en China incursione para invertir
en Colombia.
Está el tema de la relación con nuestros países
hermanos, con los países andinos. Es muy importante decir
esto: en los últimos años el crecimiento de las
exportaciones de Colombia a los Estados Unidos, que aspiramos
mantener y reactivar y robustecer en su ritmo, ha ayudado mucho
a que Colombia compre más de Venezuela.
Mire, esto es importante mirarlo y constatarlo en las cifras.
En este Gobierno en verdad han crecido mucho las ventas colombianas
a Estados Unidos, y simultáneamente casi que se han duplicado
las compras colombianas a Venezuela. Hace pocos años Colombia
le compraba a Venezuela 500 millones de dólares al año,
el año pasado le compró más de 1.100.
¿Qué demuestra esta relación? Que en la
medida que Colombia le vende más a los Estados Unidos,
Colombia mejora su capacidad adquisitiva y sus posibilidades
de comprarle a Venezuela, como lo acredita este crecimiento,
esta circunstancia de haberse multiplicado por dos en los últimos
años el volumen de compras colombianas a la hermana República
de Venezuela.
También el tema de Bolivia, que es socio observador de
Mercosur desde principios de la década anterior, frente
a lo cual Colombia no ha hecho ningún reclamo. Y que para
enfrentar eventuales riesgos que creemos que no se presenten
pero que Bolivia alega en el tema de la soya, estamos dispuestos
a acordar con la hermana Bolivia lo que haya que acordar, incluido,
si fuere necesario, yo creo que no es necesario, unas medidas
compensatorias de Colombia a la producción soyera de Bolivia.
En fin, el tema que se nos abre es muy, muy importante. Esta
mañana al entrar aquí, algunos comunicadores me
preguntaban por el paso boliviano de la nacionalización
de los hidrocarburos. Colombia dio ese paso en 1968, la reforma
constitucional de presidente Lleras Restrepo declaró que
el subsuelo, sus recursos, pertenecen al Estado colombiano. Es
un paso que en tiempo oportuno dio Colombia.
Lo que ha hecho Colombia es que, a partir del principio de que
los recursos del subsuelo son de propiedad del Estado, el Estado
da concesiones para que puedan ser explotados. Por ejemplo, en
el caso del petróleo, nosotros lo explotamos directamente
a través de Ecopetrol, una empresa del Estado, o a través
de asociaciones o de concesiones con particulares, en las cuales
la final participación del Estado colombiano como socio
o simplemente como receptor de regalías y de impuestos,
es una participación importante, que además fomenta
lo que necesitamos fomentar hoy por hoy, que es la búsqueda
de hidrocarburos en nuestra Patria.
Porque mientras Bolivia, la hermana nación con ocho millones
de habitantes, tiene 70 teras cúbicas de reservas probadas
en gas y la posibilidad de probar mucho más, Colombia
tiene apenas ocho teras cúbicas de reservas probadas de
gas.
Mientras la hermana República Bolivariana de Venezuela
exporta o produce todos los días más o menos tres
millones 200 mil barriles de petróleo, con 26 millones
de habitantes, Colombia con 42 millones y medio, 44 millones
de habitantes, apenas produce 530 mil barriles de petróleo,
y tiene una producción que amenaza ser declinante por
falta de grandes hallazgos de reservas petroleras.
Entonces Colombia ha combinado una política de hidrocarburos
que, con la Constitución de 1968, se definió que
estos recursos, como todos los recursos del subsuelo, son del
Estado, pero que el Estado puede explotarlos directamente o a
través de asociados o concesionarios, lo cual se hace,
y hoy con énfasis en poder probar nuevas reservas para
que el país no llegue a tener dificultades en el futuro.
Ayer fue primero de mayo y durante todo el fin de semana tuve
la oportunidad de hablar del tema del empleo, del tema de lo
que puede pasar en el TLC frente a los trabajadores, y me permití hacer
las siguientes anotaciones:
En los últimos cuatro años, en Colombia hemos
creado un millón 951 mil empleos en el sector privado. ¿De
dónde surge esto? Les voy a ser un poquito más
cuidadosos en la cifra: si ustedes miran, la población
ocupada de Colombia en el año 2002 –hay que comparar
marzo contra marzo–, en marzo de 2002 Colombia tenía
16 millones 654 mil trabajadores. En marzo de 2006, 18 millones
505 mil. Eso muestra un crecimiento de un millón 951 mil
nuevos empleos. Un crecimiento cercano a los dos millones de
empleos.
Y hay preocupaciones que por la informalidad. De todas maneras,
en el cuatrienio se ha reducido bastantes puntos: del 34 – 35,
al 29.
Pero hay elementos muy importantes: de todos los colombianos
que hace cuatro años contestaban que no estaban trabajando
tiempo completo, de ese total ya hay dos millones que reconoce
haber pasado de trabajar tiempo parcial, a trabajar tiempo completo.
Bien importante es anotar esto: en estos cuatro años
el salario mínimo ha crecido por encima de inflación.
Miren, el salario mínimo acumulado en estos cuatro años
ha crecido el 31,02 por ciento y la inflación el 23,83
por ciento.
Y es bien importante anotar esto: buena parte de cómo
se ha reanimado lo que es la filiación a la seguridad
social, no obstante todo lo que falta. Hoy el régimen
contributivo de salud tiene dos millones y medio de nuevos afiliados.
Eso se debe a la recuperación de la economía.
Las cajas de compensación familiar tienen alrededor de
700 mil nuevos trabajadores afiliados. El régimen de pensiones
y el sistema de seguridad social en riesgos profesionales, cada
uno tiene más de un millón de nuevos trabajadores
afiliados. Yo creo que son pasos importantes.
Algo que quiero agitar en estas semanas finales hasta el 7 de
agosto, es un pacto social, de un solo punto, entre empleadores
y trabajadores, para que los empleadores acepten que, dado que
van mejorando las condiciones de la economía, todos los
trabajadores que están en empleos permanentes, pero que
han sido vinculados mediante contratos temporales, sean vinculados
mediante contratos a término indefinido.
¿Por qué? Porque eso ayuda a que haya más
tranquilidad en la familia del trabajador. Al trabajador lo angustia
muchísimo saber que su empleo es temporal, su familia
se angustia de saber si ese empleo se va a renovar o no, esa
angustia se elimina cuando el trabajador es vinculado a término
indefinido.
Y cuánto le ayuda eso también a las buenas relaciones,
a las fraternas, cristianas, relaciones entre el empleador y
el trabajador, amistosas relaciones.
Y cuánto ayuda a la misma empresa, porque entonces en
la medida en que el trabajador no sea temporal sino que esté contratado
a término indefinido, todo lo que es el acervo de conocimientos,
la masa de conocimientos del trabajador, le ayuda a la productividad
de la empresa.
¿Qué pasa en el TLC con esto, con los derechos
de los trabajadores? No se afecta, al contrario, se refuerza.
¿Quién defiende los derechos de los trabajadores?
La Constitución, la ley, los jueces de la República,
las autoridades, los pactos y las convenciones, y estos tratados
internacionales también.
En concreto, el TLC dice: si uno de los países signatarios
viola los derechos de los trabajadores, la otra parte puede impedir
que los productos de aquel país que violó los derechos
de los trabajadores, entren a su mercado. Mirémoslo no
en el evento de que Estados Unidos viole los derechos de sus
trabajadores, que quedaríamos automáticamente autorizados
para frenar la llegada de productos norteamericanos acá,
veámoslo en nuestro propio país. Si aquí no
hay protección efectiva a la vida de los trabajadores,
Estados Unidos queda válidamente autorizado para frenar
la exportación de productos colombianos a ese mercado.
Si siguiéramos violando los derechos de niños,
produciendo bienes de exportación con trabajo de niños
que deberían estar en la escolaridad, Estados Unidos queda
autorizado por el tratado para frenar la exportación de
esos bienes producidos en Colombia.
El tratado se convierte en una herramienta adicional para ser
más efectivos en la protección de los derechos
de los trabajadores.
El tratado para nosotros no es un fin ideológico. El
comercio no es un fin ideológico. El tratado es un mecanismo
para que crezca la economía y para poder cumplir un fin,
que es el de tener una sociedad con equidad, una sociedad sin
exclusiones, sin odio de clases, ni lo uno ni lo otro.
Lo repetí muchísimo este fin de semana con motivo
del Día del Trabajo: nosotros no queremos una sociedad
con empleadores egoístas, tampoco queremos una sociedad
con odio de clases. Queremos una sociedad fraterna, una sociedad
con relaciones cristianas y democráticas en la práctica,
en la vida cotidiana, entre empleadores y trabajadores. Y cuando
uno mira el ajuste de estos propósitos al tratado encuentra
que el tratado es una garantía adicional para defender
los derechos de los trabajadores.
Muy apreciados profesores, estudiantes, directivos, con el mayor
gusto escucho comentarios, preocupaciones, observaciones de ustedes.
Le agradezco muchísimo a la Universidad de nuevo esta
invitación y los escucho”.