Todo
ello, obrando sobre un espíritu sensible en alto
grado, culminó en el temprano
suicidio - antes de cumplir los treinta y un
años -, sin que su genio poético hubiese llegado
a madurar plenamente. A pesar de que aún en vida
algunas de sus composiciones fueron muy populares,
publicó poco; y la primera edición de su obra
poética, parcial y muy adulterada, es póstuma,
de 1908 (realizada en Barcelona, con un prólogo
fervoroso de su gran admirador Miguel de Unamuno).
De su breve labor en prosa hay que destacar el
cultivo de las transposiciones artísticas - donde
a palabra intenta expresar los matices del claroscuro
y el color - , de tan fecunda práctica en la
literatura modernista posterior. Incursionó en
la narrativa: De sobremesa, escrito en forma
de diario íntimo, más que una novela, es un libro
que hay que leer como el testimonio atormentado
pero impecable de aquel "fin
de siglo angustioso", como allí lo calificara justamente sus autor.
En sus páginas,
de mucho interés para calar en la visión del
mundo de Silva, están las conflictivas reacciones,
y las contradicciones esperables, de un protagonista
sufridor de los innúmeros problemas - de todo
tipo: artísticos, morales, religiosos y aún políticos
- que aquel tiempo de crisis planteaba al espíritu
del hombre finisecular americano.
Su producción
poética conservada, no abundante, ha venido a
quedar agrupada en tres núcleos muy distintivos:
El libro de versos, lo más granado de esa producción
- el mejor Silva - , que él mismo ordenó y tituló;
Gotas amargas, conjunto que parece tenía destinado
a mantener siempre inédito; y Versos varios,
miscelánea del resto de su obra.
Entre las
diferentes opciones estéticas que convergen y
se entrecruzan en el período modernista, este
poeta colombiano apenas aparece tocado por el
parnasismo y aún menos por el preciosismo exterior
que tanto proliferó en los comienzos de la década
del 1890 (léase su satírica "Sinfonía de color de fresa en leche"). Por el contrario, su temperamento poético, y sus lecturas y preferencias -
principalmente Poe, Bécquer, el Martí de Ismaelillo
(presente en su poema "Mariposas"), y en otras que más adelante mencionarán - hacen de Silva el poeta de su generación
que más intuitivamente, y con mayor lucidez crítica
a la vez, se entra en el ámbito del simbolismo.
José Fernámdez,
su alter ego en De sobremesa, define su poesía
como "la tentativa mediocre de decir en nuestro idioma las sensaciones enfermizas y
de sentimientos complicados que en formas perfectas
expresaron en los suyos Baudelaire y Rossetti,
Verlaine y Swinburne"
(definición
y nómina que incluyen algunas notas decadentistas,
inseparables del simbolismo en sus inicios, y
que revelan también el conocimiento por parte
de Silva de algunos nombres capitales en otro
de los ismos que se manifiesta en su obra:el
prerradaelismo). O propone, ya más concretamente,
algo en sí de naturaleza simbolista pero que
la modernidad acentuará por cuanto literalmente
reclama la participación activa de un lector-colaborador: "Es que yo no quiero decir sino sugerir (el subrayado es suyo) y para que la sugestión
se produzca es preciso que el lector sea un artista". Como los simbolistas, y como todos los modernistas que a aquéllos siguieron,
profesó un respeto sagrado al ejercicio de la
poesía: para él, dirá, el verso es vaso santo
("Ars"); y hasta desplegó, en pareados alejandrinos de dicción e intencionalidad característicamente
modernistas, una poética (de arte nervioso y
nuevo) que resume la naturaleza novadora y sincrética
de este modo de sensibilidad y expresividad,
pero con claro énfasis en el ocultamiento y la
sugestión propios del simbolismo ("Un poema").Y es en la atmósfera de la estética simbolista, con su gusto por la expresión
misteriosa, vaga, sugerente y de cadenciosa musicalidad,
donde hay que inscribir sus más intensos momentos
poéticos, teñidos de una profunda vibración elegíaca.
Esos momentos aparecen dominados temáticamente
por la obsesión del tiempo, el recuerdo y la
muerte, y devueltos simbólicamente en un aura
condicionada de veladuras y de sombras. Son sus
conocidas elegías personales "Poeta, di paso…", y "Nocturno" (Una noche…).O las elegías de alcance universal: el no menos impresionante y
contrapuntístico, por la sutil irrupción de la
ironía, "Día de difuntos", que es un espléndido ejercicio de polimetría. Y a la fusión de su romanticismo
esencial y su capacidad ya simbolista de depuración
poética, cabe adscribir también dos voliciones
señaladas de Silva: el refugio en las cosas frágiles
y en las cosas viejas, embellecidas y dignificadas
por el tiempo ("La voz de las cosas", "Vejeces"); y el regreso al mundo ideal de la pureza que únicamente en la niñez se da
("Infancia", "Los maderos de San Juan").
Y al lado
de todo ello - o mejor, en el reverso -, su contracara.
Recortados sobre tal fondo elegíaco (la nada:
única verdad), los esfuerzos y las acciones de
los hombres, vistos realísticamente, son gestos
dignos sólo de ser dibujados en inversión paródica
y en trazos sarcásticos o caricaturescos. Y surge
entonces la sátira: Gotas margas, donde las presencias
son muy otras: Heine, Bartrina, Campoamor. De
valor poético ciertamente muy inferior, estos
textos no dejan de tener una relevante significación
histórica: de un lado, porque fueron escritos
en el corazón de la época modernista y acreditan
así la carga contradictoria de posibilidades
que la misma permitía (además de que reflejan
fielmente el profundo escepticismo del autor);
y de otro, porque adelantan, en opinión compartible
de Eduardo Camacho Guizado, toda la caudalosa
corriente de antipoesía que conocerá nuestro
siglo.
De todos los
poetas modernistas es Silva quien, por las vicisitudes
de sus manuscritos y las irregularidades consecuentes
de las primeras publicaciones, presenta mayores
problemas y dificultades textuales. En la reproducción
de sus poemas se ha seguido aquí la lectura propuesta
por el crítico recién citado, Camacho Guizado,
y por Gustavo Mejía, en la cuidadosa edición
que ambos han realizado de la Obra completa de
Silva, y la cual se consigna en la Bibliografía.
(Agradezco al profesor Mejía el haber podido
consultar el original de esa edición, libre de
algunas erratas con que pasó al libro).
SUS OBRAS
1889
El Nocturno I
Nocturno II
1892
Escribe Una noche,
Nocturno III.
Publica Los maderos de San Juan en Revista Literaria
(año III, IV, noviembre).
1895
En abril escribe Paisaje tropical
Publica también el poema Crepúsculo.
Mas Información
http://casadepoesiasilva.com/silva.htm
|