Colombia,
Julio Flórez recibió el don de la poesía, al
igual que sus hermanos, entre los que se destacaron
el médico Manuel de Jesús, el abogado Leonidas
y el ingeniero Alejandro A. Flórez.
A los 7 años
escribió sus primeros versos conocidos. Durante
1879 y 1880 continuó sus estudios en el Colegio
Oficial de Vélez, donde su padre era rector.
En 1881 la familia se trasladó a Bogotá, donde
el padre se desempeñó como representante a la
Cámara por Boyacá; Julio entró a estudiar literatura
en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario
y Alejandro A. fue a la Escuela Superior de Ingeniería
Civil y Militar, donde cinco años más tarde se
graduó como ingeniero.
Las guerras
civiles que azotaban el país desde los comienzos
de la república, incidieron directamente en la
población colombiana, afectando su estabilidad
socio-económica y malogrando las probabilidades
de educación.
Julio Flórez
tuvo que interrumpir sus estudios por esta causa
y, dada la condición bohemia de su carácter,
nunca retomó la senda académica, no conoció ninguna
lengua extranjera y el estudio de los clásicos
fue insuficiente como para medirse con algunos
de sus contemporáneos que, con mejores oportunidades
o mayores intereses culturales, lograron coronar
una carrera profesional o, al menos, alcanzar
un nivel de educación aceptable para las exigencias
capitalinas.
En cambio,
comenzó a frecuentar los ambientes literarios
donde entabló relaciones con personas de gran
valor artístico y humano, como el poeta Candelario
Obeso, quien no solamente recibió el rechazo
general por su raza, sino también por refutar
los cánones de vida ordenada impuestos por la
Iglesia y la sociedad bogotana.
A partir de 1882 Flórez abandonó la casa paterna
y pasó a compartir el hogar (y la excelente
biblioteca) de su hermano Leonidas, al lado
de sus sobrinos Esther y Leonidas Flórez Alvarez.
Pero en 1883 la carrera fulgurante de este
hombre público (abogado, cónsul y escritor)
fue cortada trágicamente durante los disturbios
políticos originados por la pugna de los tres
candidatos a la Presidencia de la República
(Rafael Núñez, José Eusebio Otálora y Solón
Wilches), cuando Leonidas fue herido en un
mitín armado que se presentó en la Plaza de
Bolívar, a causa de cuyas secuelas moriría
psicológicamente destruido cuatro años después.
En 1884 Candelario
Obeso se suicidó y en su sepelio el joven Julio
Flórez, de 17 años, exaltó su memoria en versos
emocionados. Esta primera irrupción en la tribuna
pública marcó el principio de su carrera. En
1886 su nombre apareció entre los bardos consagrados
en la antología poética La Lira Nueva, publicada
por José María Rivas Groot. A partir de 1887
y tras la muerte de Leonidas, Julio Flórez dejó
la casa fraterna y comenzó una vida independiente,
sosteniéndose con el producto de su actividad
artística, que en Colombia ha sido siempre mal
reputada y peor remunerada.
Así, atravesó
una larga etapa de "hambres de poeta" como él la describiría posteriormente. Su gran orgullo político no le permitió
claudicar de sus convicciones liberales para
aceptar posiciones ofrecidas por el gobierno
conservador, como un puesto en la Biblioteca
Nacional o un consulado en el exterior. La racha
de infortunios familiares continuó con la tragedia
protagonizada por su hermano Alejandro A. en
1891.
En 1892 murió
el padre, en medio de hondas amarguras personales
y de decepciones políticas producidas por el
desastre que, según el partido liberal, significaba
el gobierno de la Regeneración. De sus amores
juveniles sólo quedan ligeras referencias en
su biografía, contadas por su sobrino Leonidas
Flórez y por él mismo, en reportaje que le hiciera
en Panamá Luis Enrique Osorio, en 1922. Flórez
fue un hombre de gran éxito con las mujeres,
quienes lo adoraron y muchas estuvieron dispuestas
a entregar hasta su honor con tal de conseguir
su amor.
Pero por la
índole incorruptible de su educación católica,
parece que tuvo conflictos para deslindar los
conceptos de amor carnal versus amor platónico,
y las relaciones que sostuvo durante sus 42 años
de vida, antes de conocer a su esposa Petrona
Moreno Nieto, revistieron siempre un carácter
pasajero. El erotismo es uno de los rasgos más
marcados de su poesía y la mórbida sensualidad
de sus rimas sirvió muchas veces como piedra
de escándalo para sus seguidores. Hoy ésta misma
se ha convertido en la mayor fuente de sus éxitos.
En 1883 Flórez publicó su primer libro de poesía,
Horas, cuyo título le sugirió José Asunción Silva.
Flórez comprendió bien el espíritu de su amigo
y su rechazo al ambiente bogotano, que le fuera
tan hostil a quien algunos apodaban "José
Presunción Silva". Cuando se suicidó Silva, en 1886, Flórez declamó en sus funerales una elegía
que fue condenada como blasfémica por el obispo
de Bogotá, quien propinó al poeta una seria amonestación
al respecto.
Su fama como
trovador y personaje romántico seguía creciendo.
En 1895 ya había logrado superar las dos grandes
desventajas del hombre colombiano: el ser provinciano
y el ser pobre. Su valor personal y su arte lo
habían colocado muy alto en el panorama cultural,
los críticos locales más exigentes se ocupaban
de su obra, su presencia era solicitada en los
círculos exclusivos de la sociedad capitalina.
Las damas
suspiraban o se sonrojaban a su paso, los jóvenes
lo envidiaban y los escritores nóveles viajaban
a Bogotá con la ilusión de conocer "al Divino Flórez", como lo llamaría "su amigo y admirador Guillermo Valencia" al dedicarle su libro Cigüeñas blancas, o escucharlo cantar (acompañado de su
guitarra o al piano por su amigo el maestro Emilio
Murillo), la famosa canción "Mis flores negras", cuya paternidad musical ha sido tan discutida, no así la de su texto, que ha
quedado consagrado como suyo.
Flórez se
había convertido en el bardo de moda, amado por
el pueblo porque sabía pulsar la fibra de los
sentimientos de su raza. Sin embargo, su falta
de cuidado y su generosidad en la entrega de
sus producciones repentinas, a "tipleros y serenateros", originó que muchos poemas no terminados ni corregidos ni pulidos fueran publicados
sin su permiso y siguieran circulando, lo que
ocasionó un menoscabo en el nivel de calidad
de su obra. Sobre este tema el severo crítico
Maximiliano Grillo dijo, en 1895: "Admiramos en Flórez el poeta natural que hace estrofas armoniosas, de contornos
puros, compuestas no al calor de una inspiración
desordenada, sino en horas de recogimiento, cuando
parece olvidarse del aplauso pasajero".
Flórez también
se ocupaba de los destinos del partido y blandía
su pluma para participar en las luchas liberales
con que la oposición intentaba rescatar un poder
que permanecería perdido durante 43 años. Flórez
llegó a convertirse en el poeta de los soldados
en el frente e "hizo sonar siempre las cuerdas de su lira en favor de las más nobles causas políticas
y sociales", según conceptos del general Rafael Uribe Uribe, cuando en 1912 le agradeció
su libro de lírica heroica, Flecha roja. Pero
su poesía comprometida hizo que fuera perseguido
y reducido a prisión en varias ocasiones.
En medio de guerras, penurias y amordazamiento
de la censura, los colombianos reaccionaban
reuniéndose en cofradías o hermandades pacíficas
de tipo cultural que los protegían de la aridez
del presente. En compañía de seis amigos, Flórez
fundó la Gruta Simbólica, comentada tertulia
literaria de 70 miembros, que permaneció vigente
desde fines de 1900 hasta fines de 1903, bajo
la capitanía intelectual de Flórez. La inseguridad,
la tensión sostenida entre las fuerzas políticas,
religiosas y socioecónómicas del país, valió
para que los artistas de la época, a semejanza
de los poetas malditos franceses de fines del
siglo XIX, frecuentaran la bohemia y en ocasiones
cayeran en vicios que les atrajeron el rechazo
de la sociedad o el anatema del clero.
Flórez fue
señalado como sacrílego, blasfemo y apóstata.
Estando en el punto culminante de su carrera
literaria, subió al poder, en 1904, el caudillo
militar general Rafael Reyes, quien ante la ola
de murmullos en su contra, le "aconsejó" abandonar el país. En 1905 Flórez tuvo que salir de Bogotá, ciudad amada y cantada
en sus más hermosas rimas. Se dirigió a la Costa
Atlántica, luego a Caracas, y de allí inició
una gira poética por los países centroamericanos
que se prolongó por dos años (1906-1907), en
medio del clamor general de sus éxitos, hasta
que, estando en México y dispuesto a regresar
a Colombia, el general Reyes lo nombró segundo
secretario de la Legación de Colombia en España,
hacia donde partió en agosto de 1907.
Sus pensamientos
o experiencias en España y Francia (donde fue
invitado a recitar en la Embajada de Colombia
en París, con ocasión de la celebración de la
fiesta nacional en 1908) no dejaron ningún rastro
en su lírica. Su libro Cardos y Lirios, así como
su ovacionado poema "La Araña", obtuvieron publicación en 1905 en Venezuela. Manojo de zarzas y Cesta de lotos
fueron editados en 1906 en San Salvador, Fronda
lírica, en Madrid en 1908, y Gotas de ajenjo,
en Barcelona en 1909.
Su actitud
general en Europa fue discreta y amable. Conoció
a personalidades literarias españolas y latinoamericanas
como Emilia Pardo Bazán, Francisco Villaespesa,
Rubén Darío, José Santos Chocano, José María
Vargas Vila y Amado Nervo. Y aunque sus tendencias
románticas lo colocaban en la retaguardia del
modernismo en boga, su poesía y personalidad
fueron acogidas con simpatía por los escritores
de la Generación del 98. Pero para sus admiradores
y amigos colombianos, Flórez era ahora totalmente
distinto a aquel bohemio eufórico de las épocas
de la Gruta Simbólica, se presentía cansado de
la vida y desilusionado de los hombres y de las
cosas.
En febrero
de 1909 Flórez regresó a Colombia, a la que saludó
en un recital en Barranquilla, y luego desapareció
sin dejar rastro alguno. Los periodistas indagaron
su paradero, pero nadie sabía que se había retirado
al balneario de Usiacurí a tomar una cura de
sus aguas medicinales. En ese primitivo pueblo
se enamoró de una colegiala de 14 años de edad,
Petrona, con quien comenzó un verdadero e inmortal
idilio. Pero los compromisos
adquiridos
a su regreso de Europa lo obligaron a regresar
a la capital, después de cinco años en el extranjero.
Allí se presentó en una función de bienvenida
en el Teatro Colón, durante las celebraciones
del primer centenario de la Independencia de
Colombia (1910). Fue acogido calurosamente por
la crítica y volvió a obtener un grandioso éxito
con su público de todas las categorías.
Inmediatamente
después de esta presentación, Flórez se ausentó
de la capital, a la que regresó en muy contadas
ocasiones para ofrecer recitales poéticos, del
mismo modo como lo hizo a nivel nacional y, más
frecuentemente, en la vecina ciudad de Barranquilla,
donde en 1917 se editó De pie los muertos, recopilación
de sus versos alusivos a la primera Guerra Mundial,
que recitó en el Teatro Cisneros. En 1922 publicó
allí mismo la segunda edición de su libro Fronda
lírica, última obra publicada en vida, ya que
Oro y ébano apareció como edición póstuma, en
1943.
En la aldea
de Usiacurí llevó una vida de hogar tranquila
y ordenada, al lado de su esposa y sus cinco
niños: Cielo, León Julio, Divina, Lira y Hugo
Flórez Moreno. Para el mantenimiento de la familia,
para ganar "el maldito pan", se dedicó a labores agrícolas y ganaderas en pequeña escala, que fueron reputadas
como de "burguesas" por algún escritor parnasiano contemporáneo suyo, con gran molestia de su parte.
Su poesía adquirió rasgos de reflexión e interiorización,
según el parecer de algunos de sus críticos,
aunque en el panorama total de su producción
literaria se encuentran diseminados algunos poemas
de contenido filosófico, como es el caso de "Resurrecciones" y "Todo nos llega tarde".
Rápidamente
su salud se fue quebrantando y en el término
de dos años una rebelde enfermedad le deformó
el rostro, sin que fuera efectivo ningún auxilio
médico prestado en Barranquilla, Bogotá o Panamá,
sobre cuyo diagnóstico no ha habido ninguna certeza,
pero que podría tener rasgos de un cáncer o melanoma
maligno que le afectó la parótida izquierda y
le dificultó el habla. Quizás los últimos cuatro
meses de su vida fueron los más dramáticos.
El partido
conservador tomó nuevos bríos con la elección
del general Pedro Nel Ospina. La Iglesia redobló
las presiones ejercidas sobre el hombre debilitado
por la enfermedad, encaminadas a que retomara
su religión perdida, regresara a los sacramentos
y contrajera matrimonio católico con su esposa,
requisito sin el cual los hijos habidos de esa
unión civil no eran aceptados como sus herederos
legítimos, según lo estipulado en el Concordato
que regía en Colombia desde 1887. En noviembre
de 1922 Flórez accedió a confesarse, comulgar,
contraer matrimonio católico con Petrona y bautizar
a sus hijos.
Ante semejante
milagro, la sociedad se conmovió y en Barranquilla
promovieron la coronación de Julio Flórez como
poeta nacional, acto al cual accedió gustoso
el gobierno del general Ospina. Pero dada la
precaria salud del enfermo, esta ceremonia no
se pudo realizar ni en Bogotá ni en Barranquilla,
sino en Usiacurí, a donde se movilizaron altas
personalidades del gobierno, la sociedad y la
cultura en 163 automóviles, a los que se unieron
una multitud de campesinos, trabajadores y estudiantes
que querían presenciar el acto.
Así, el 14
de enero de 1923, al borde del sepulcro, Julio
Flórez obtuvo un honor retrasado por treinta
años. Pocos días después de esta forzada ceremonia,
el poeta del pueblo colombiano murió rodeado
de sus familiares y amigos, el 7 de febrero.
Julio Flórez ha pasado a la historia como un
bardo popular, que supo interpretar los amores
y los dolores de la raza colombiana bajo temas.
absolutos como la naturaleza, la madre, la patria,
la amada y la muerte. Su fama como "el último becqueriano", según palabras de Max Henríquez Ureña, ha desbordado las fronteras nacionales.
SUS OBRAS
FLORES, JULIO.
Obra poética. Bogotá, Banco de la República,
1970.
FLORES, JULIO.
Selección de poemas. Prólogo, Jorge Rojas. Bogotá,
Colcultura, 1973.
FLORES, JULIO.
Poesía escogida. Selección y prólogo, Harold
Alvarado Tenorio. Bogotá, Arango Editores y El
Ancora, 1988.
MARTINEZ MUTIS,
AURELIO Julio Flórez, su vida y su obra. Bogotá,
Instituto Caro y Cuervo, 1973. MARTINEZ VILLAMIL,
CONSTANTINO.
EL CABALLERO
DEL ROMANTICISMO. Edición en homenaje a Julio
Flórez. Tunja, Gobierno de Boyacá, 1967.
ORDOÑEZ, MONTSERRAT. "Julio
Flórez". En: Historia de la poesía colombiana. Bogotá, Ediciones Casa Silva, 1991.
RESTREPO DUQUE,
HERNAN. Gran crónica de Julio Flórez. Bogotá,
Colcultura, 1972.
SERPA-FLOREZDE
KOLBE, GLORIA. "Todo nos llega tarde..." Biografía del poeta colombiano Julio Flórez. En publicación.
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