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DISCURSO DEL PRESIDENTE URIBE EN ANIVERSARIO DEL CLUB ROTARIO DE MEDELLÍN

Medellín, 14 feb (CNE). El siguiente es el texto del discurso del presidente Álvaro Uribe Vélez durante la conmemoración de los 75 años del Club Rotario de Medellín.

"No podía comenzar estas palabras sin empezar a recordar a los colombianos a ese coterráneo nuestro, que hizo el tránsito a la eternidad y deja un gran legado para iluminarnos permanentemente. Al doctor Juan Luis Londoño de la Cuesta, ministro de Protección Social.

Cuando quiera que en adelante los colombianos tengamos que hablar del tema de la solidaridad, del tema de la caridad, del tema de la equidad, cuando quiera que en adelante los colombianos tengamos que tocar diana para cerrar filas al lado de las grandes acciones sociales, ese coterráneo nuestro siempre tendrá que estar como faro iluminando el camino de la solidaridad.

En los difíciles momentos que vivimos, reconforta al espíritu participar en la conmemoración de los setenta y cinco años de fundación del Club Rotario de Medellín. La historia y ejemplo de esta institución meritoria, nos alienta a proseguir la dura faena por la paz y el bienestar de todos los colombianos. Es una labor que queremos hacer con la alegría y audacia que nos enseñaron aquellos funcionarios ejemplares a quienes ayer despedimos en su viaje a la eternidad.

Durante setenta y cinco años, un grupo selecto de medellinenses -hoy ochenta y dos-, han robado horas a su descanso y a la atención de sus intereses particulares, para remediar la condición de los más necesitados y estimular la búsqueda de soluciones a nuestros problemas. Es algo que enaltece a la pujante raza de este terruño antioqueño.

Esa pujanza se expresa, tanto con la creación de industria y riqueza, como produciendo solidaridad. Porque, como les dijo Sor Teresa de Calcuta al recibir la bienvenida como rotaria: "Si se incorporan para compartir una comida y su compañerismo, no se incorporen. Acepten ser rotarios sólo si están dispuestos a servir hasta que les duela". Y ustedes han servido con toda clase de sacrificios.

Generar empresa desde la iniciativa particular no es incompatible con la actitud humanitaria. Las sociedades más ricas y amables del Planeta se caracterizan por tener una vigorosa sociedad civil. A mediados del Siglo XIX, Alexis De Tocqueville describió la sociedad norteamericana como una "sociedad de clubes". En ello fincó la fuerza de esa democracia. Un signo inequívoco de que una sociedad es apta para vivir democráticamente, lo constituye la capacidad de sus miembros para congregarse en sólidas organizaciones privadas que canalizan y potencian los impulsos humanitarios de los individuos.

La actividad altruista de los particulares es complemento necesario y alternativa indispensable a los esfuerzos y estímulos gubernamentales. No todo debe ni puede hacerlo el Estado. También muchas veces el Estado se equivoca. Entonces se necesita que comparezca esa organización ciudadana guiada por un profundo compromiso de solidaridad.

Esta longeva existencia y capacidad bienhechora de organizaciones civiles como el club Rotario de Medellín, evidencian la fecunda producción de bienestar colectivo que pueden aportar los particulares cuando hay transparencia y desprendimiento.

Los rotarios, administradores del fondo constituido con el capital semilla que plantó hace treinta y cuatro años Don Germán Saldarriaga del Valle, escogieron por concurso de méritos, para realizar con probidad las inversiones del premio anual, a la Fundación Pastoral de la Diócesis de Sonsón-Rionegro. Y, reconfirma la gran sintonía de los rotarios con las necesidades de los colombianos que sufren por causa de la violencia y el desplazamiento, el haber escogido a los desplazados del Oriente antioqueño como beneficiarios del premio que en esta ocasión ha sido asignado, para mitigarles en algo sus carencias.

Para la recelosa y escéptica juventud, ansiosa de referentes y valores a qué aferrarse, la acción de los rotarios de Medellín es ejemplo de cómo lo público también puede ser manejado por particulares probos, comprometidos éticamente en el servicio a la humanidad. Los rotarios son ejemplo de vida.

Esta noche se impone rendir otro tributo personal; un homenaje que hubiera sido preferible hacerlo en otra circunstancia. La Nación entera, compungida, no olvidará cómo en el jurado del Premio Germán Saldarriaga del Valle, estuvo animando la mejor selección, doña Lucía De la Cuesta de Londoño, madre del doctor Juan Luis. El ministro partió en su viaje definitivo, mientras buscaba con amor su meta de fomento de programas de empleo entre los empresarios de Colombia.

Esa vocación, que le hizo participar con entusiasmo en todas las causas nobles, era, seguramente, la orden genética recibida de ancestros como doña Lucia, quien siempre ha puesto por encima de los intereses propios, los de los pobres y desvalidos. Doña Lucía moldeó el carácter de su hijo según sus principios; le inculcó el inmenso amor que profesaba a los pobres y necesitados de la patria.

Ella, mujer solidaria, de quien el Ministro heredó la desbordante energía de su acción y la intrepidez de sus metas sociales, es pieza clave para el buen suceso de este acto. Ella aportó su invaluable servicio como jurado para la selección de la persona jurídica merecedora del estímulo otorgado por los Rotarios.

Con este luminoso ejemplo, invito a los Rotarios a proseguir sin desmayo su labor humanitaria, que llega a tantos y tantos ciudadanos. Adelante con sus proyectos de reservas ecológicas, entre los que destaca el de la Ciénega de Cachimberos; adelante con el programa de donación internacional de equipos para los hospitales de nuestra Colombia; con los programas de ayuda a niños quemados del Hospital San Vicente; con la donación de sillas de ruedas para niños lisiados; con las operaciones de cataratas a ancianos pobres; con los programas de vacunación, becas educativas y apoyo a la construcción, al deporte y la cultura.

Ese fuego solidario de ustedes ha logrado prender en el corazón de los antioqueños: los veinticinco clubes rotarios replicados en los municipios de nuestra montaña y los más de 21 mil beneficiarios de los programas, así lo atestiguan.

La felicidad de cada colombiano a quien ayudemos a redimir de sus carencias, es la mejor y, tal vez, la única recompensa que debemos soñar. La felicidad del pueblo justifica todos los esfuerzos que hagamos para lograrla.

Felicitaciones, rotarios, por sus setenta y cinco años. Que su obra se extienda por muchos más, buscando la inteligencia, la buena voluntad y la paz entre las naciones, y haciendo que los profesionales y personas de negocios se unan en un ideal de servicio a los demás.

Tienen ustedes en esta conmemoración, el reconocimiento de la ciudadanía entera y también una voz de apremio, porque están obligados a liderar el completo rescate del capital social de la solidaridad.

Patricia Londoño Vega, profesora de la Universidad de Antioquia, en su tesis doctoral en la Universidad de Oxford, explicó en un enjundioso estudio cómo el desarrollo de Antioquia se debió fundamentalmente a su capital social.

Ella toma lo que se hizo en esta comarca desde 1850. Como todo paso para la creación de un hospital, de una escuela, para la construcción de una carretera, para el nacimiento de una empresa, era el producto de la agregación solidaria de todos los que podían, a partir de sus esfuerzos individuales, contribuir a lo colectivo.

Nos recuerda la misión alemana, los talleres de artes y oficios, esos grandes gobiernos de la Antioquia soberana que supieron impulsar la solidaridad. Pasa que en ese estudio profundo, al que yo solamente quiero hacer referencias esta noche, por aquellos momentos estelares de Antioquia, cuando quienes jalonaban el desarrollo industrial, quienes volvían grandes en una tierra mediterránea, lejana de las costas, bastante difícil para comunicarse, las nuevas industrias también dirigían personalmente la construcción del hospital, de la universidad, del ancianato o procuraban estimular los incipientes esfuerzos de la ciencia de entonces.

Y Patricia Londoño Vega va conduciendo ese estudio hasta la década de 1950 y lo termina con el presagio preocupante de que es en 1960 cuando empieza a aparecer el gran nubarrón que mata la solidaridad antioqueña.

Y ahí queda para que los estudiadores de los capítulos donde ella no quiso dejar su impronta en la obra publicada, entren a decir por qué el narcotráfico y las diferentes expresiones de violencia empezaron a matar el capital social de Antioquia

No hay duda, la riqueza mal habida creo desdén frente al Estado, relajó los principios morales, financió la capacidad de matar, y fue seguida por una insurgencia simplemente guiada en los primeros años por el odio de clase, y ahora solamente aferrada al terrorismo. Han hecho mucho daño al capital social de Antioquia.

Pero uno se llena de entusiasmo cuando encuentra el puñado de antioqueños constituidos por ustedes, rotarios quienes han dedicado tantos años de su vida, tanto talento, tanta dignidad, tanto esfuerzo a servir a esta bella causa.

En estos años difíciles Antioquia ha salido adelante porque ha mantenido reservas como las que ustedes integran y de eso se tiene que contagiar el país entero. Estas mesas se tienen que alternar con las nuevas generaciones porque siempre, desde todo lugar de Colombia, se sigue mirando a esta comarca nuestra.

Al escuchar al doctor Damato, señalándoles los nuevos rumbos, se refería él a la necesidad de que ustedes difundan la negociación pacífica de conflictos. Qué bueno. De pronto los violentos serán los últimos en asimilarla. Pero en la medida en que enseñemos y aprendamos que toda diferencia sometida al debate fraterno puede encontrar una síntesis. Que el debate fraterno conduce tarde que temprano a la aproximación en el punto correcto del acuerdo. Que por oposición a la violencia el debate fraterno trae soluciones. La violencia sólo apaga la vida y profundiza el odio.

Qué bueno que ese esfuerzo de ustedes para difundir negociación pacífica de conflictos, que hay que empezarla en el hogar, para que en las relaciones de pareja se sepa manejar la actitud para resolver pacíficamente las diferencias. Para manejar esas diferencias pedagógicamente con los hijos, para mejorar la relación entre padres e hijos. Para llevar ese espíritu de negociar pacíficamente controversias, a la calle, a la vida del peatón, a quien conduce la moto, el automóvil o el bus.

Qué bueno para llevar ese concepto de la negociación pacífica de conflictos a las relaciones de la política, a las relaciones de la empresa, entre empresarios y trabajadores. Un bello reto que ha propuesto esta noche el doctor Damato y que es un paso imperioso para el bienestar de la Nación.

Pienso mucho en el papel de la sociedad civil en el Estado nuestro. Yo no creo en menos Estado. Lo que creo es que tenemos que tener la voluntad de derrotar el Estado burocrático, clientelista, corrupto, para crecer el Estado Social y el Estado promotor de las grandes obras.

Nosotros no podemos entregarle todo al mercado porque no lo hace. ¿Qué habría sido del gran desarrollo hidroeléctrico de Antioquia si se hubiera pospuesto a espera de que el mercado lo hubiera realizado? No habría surgido. Por eso necesitamos que el Estado sea el promotor de las grandes obras, de la educación, de la salud, de la equidad, de la pequeña empresa y para eso hay que derrotar definitivamente el Estado burocrático, clientelista y hay que derrotar la corrupción. Y entra a jugar un papel esencial la sociedad civil. Porque un Estado que concebimos en lo social y en lo de promotor del gran desarrollo, es un Estado que no puede eregirse para frenar los impulsos de la sociedad civil. Tiene que abrirles todo el espacio y posibilitar todos los medios.

Y cuando esa sociedad civil se organiza detrás del fin de la solidaridad, esa sociedad civil va encontrando metas infinitas de bienestar comunitario. Ahí tienen ustedes en el futuro de Colombia todas las posibilidades.

Esta noche, mientras escuchaba al doctor Damato, venía a mi memoria la quejumbre de nuestro poeta en aquel poema de añoranza de nuestros abuelos. Decía él: "una Antioquia en que el pan era sin llanto y el calor del hogar sin cicatrices, una raza de hombres que tenían el alma buena y la conciencia simple".

No, no hay que hablar el pasado como nostálgicamente refirió el poeta. cuando en el Club Unión de Medellín se congrega un grupo de ciudadanos como ustedes, en momentos difíciles de la Patria, alrededor de la bella causa solidaria del rotarismo, tenemos que decir: hay una Antioquia dispuesta a tener calor en el hogar sin cicatrices y a tener pan en la mesa sin exclusiones.

Muchos éxitos, más que felicitaciones, por todos estos lustros de servicio a la Patria. Un estímulo para que redoblen sus esfuerzos porque a esta tierra antioqueña hay que quererla para servir bien esta patria colombiana".

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