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Mayo 29   Versión imprimible
Palabras del Príncipe de Asturias en la instalación del Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo

Medellín, 29 may (SP). “Muy buenos días a todos, y antes de nada muchas gracias a los organizadores de este encuentro por la oportunidad de volver a reunirnos con todos ustedes en una nueva edición, la quinta, de este Congreso Internacional, cuando la Princesa y yo encaramos el término de nuestra Visita Oficial a Colombia. Nuestra gratitud también al Alcalde y ciudadanos de Medellín por su generosa hospitalidad, así como al Gobernador del departamento de Antioquia.

Desde su primera edición en enero del año 2004 hasta hoy, estos Congresos se han sucedido como muestra de la atención y preocupación de nuestras sociedades hacia las inaceptables consecuencias del terrorismo sobre los seres humanos y sus derechos más básicos como la vida, la libertad, la integridad física o moral.

 

“La respuesta al fenómeno del terrorismo debe ser de carácter internacional, con la unidad de todos para combatirlo y para reconocer y atender a los que más lo sufren”, dijo el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, durante la instalación del Quinto Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo. El encuentro reúne a más de 1.600 participantes nacionales e internacionales en Medellín. Foto: Felipe Pinzón - SP.


Madrid, Bogotá, Valencia y ahora esta preciosa e histórica ciudad de Medellín, corazón de la Antioquia colombiana, ha sido escenario de unas reuniones –y lo va a ser- de unas reuniones que pretenden ser un canto a la vida, a la dignidad del hombre, a la democracia, y a la esperanza.

Quiero, al inicio de mi intervención en este Congreso, rendir junto a la Princesa, un sentido homenaje de respeto profundo y afecto a todas las personas que perdieron su vida, que han sufrido heridas físicas o sicológicas y están –o han estado- privados del preciado derecho a la libertad, por causa del execrable terrorismo que, insisto, atenta contra los más elementales derechos del ser humano.

Hoy están aquí, precisamente, muchas personas que han padecido el inmenso dolor que causa el zarpazo terrorista, que nada ni nadie pueden reparar, y que merecen la máxima atención y comprensión de toda la sociedad que se precie de considerarse así misma, mínimamente basada en un modelo de convivencia sano y deseosa de encarar el futuro de manera constructiva y ética.

Para ellos, por tanto, como para los que mantienen este esfuerzo cívico, nuestra continúa admiración y respeto.

Se cumplen cinco años de un Congreso que reúne tanto a víctimas del terrorismo y a familiares como de especialistas y autoridades de muchos lugares del mundo, para reflexionar sobre el profundo sufrimiento y daños que generan los crímenes terroristas y para reafirmar la necesidad de multiplicar esfuerzos para erradicarlo de la faz de la tierra, para que no haya lugar ni físico ni moral ni intelectual en el que se escondan o escuden esas prácticas delictivas tan deleznables.

Puede parecer una utopia, pero creo que la humanidad está –o al menos avanza hacia esa posibilidad como nunca antes- está, como digo, suficientemente dotada para ello. No sé tanto si consciente de su capacidad o plenamente convencida de quererlo, pero los pasos en cada país, con el apoyo fundamental en la cooperación internacional han de ser firmes y basados en el respeto y la defensa de los valores y garantías de la democracia, del Estado de Derecho, y de los derechos humanos, empezando por la vida y por la libertad.

Cinco ediciones de este Congreso que nos reconfortan, pues subrayan que la comunidad internacional, a pesar de las dificultades reales en tantos rincones del planeta, cuida la llama de su determinación de acabar con el terrorismo y de promover la mayor solidaridad con sus víctimas.

Y es que hace mucho tiempo que el terrorismo dejó de ser una pesadilla meramente local, hoy es transnacional, global, en sus manifestaciones y sustento.

Nuestros países han padecido la acción de grupos, organizaciones o incluso de auto llamados ejércitos, aún indignos de tal consideración, que practican el terror sembrando dolor y luto a millones de familias y han conmovido a nuestras sociedades. Un terrorismo que casi siempre es la expresión más cruel de ese fanatismo, que el escritor Amos Oz, Príncipe de Asturias de las Letras en el año de 2007, ha definido como auténtico gen del mal.

Los atentados sufridos en los últimos años en distintas ciudades del mundo nos demuestran que nos encontramos ante un terrible problema de dimensiones universales. Por ello, la respuesta a este fenómeno debe ser también de carácter internacional, con la unidad de todos para combatirlo y también para reconocer y asistir y atender a los que más lo sufren, que hoy están aquí tan dignamente representados por todos ustedes.

En esta dirección avanza afortunadamente la comunidad internacional, precisamente el pasado mes de septiembre, por iniciativa del Secretario General de Naciones Unidas, se celebró en Nueva York el primer simposio internacional para el apoyo a las víctimas del terrorismo, personas utilizadas tantas veces como medios para unos fines siempre totalitarios. Constituyó al mismo tiempo, y a partir al homenaje que ellos merecen, una expresión colectiva de deslegitimación del terrorismo en cualquiera de sus formas.

El informe final de las Naciones Unidas recomienda dar pasos concretos para proteger la dignidad de las víctimas y proporcionarles visibilidad. Aconseja reforzar la legislación nacional e internacional para asegurarles un estatus legal y la protección de sus derechos. Propone la creación de un equipo internacional de asistencia que pueda acudir con rapidez a los escenarios de ataques terroristas, así como redoblar los esfuerzos para garantizar a los afectados el acceso a la atención médica y el apoyo financiero. E insta finalmente a colaborar con los medios de comunicación para el mejor tratamiento informativo del fenómeno terrorista.

En estas líneas ha venido y viene trabajando España. Lamentablemente la sociedad española ha conocido desde hace décadas la violencia terrorista, con más de mil personas asesinadas, un considerable número de heridos, secuestros y estragos materiales. Todo ello sin olvidar las extorsiones inaceptables y mafiosas que practican los terroristas.

La respuesta no puede limitarse a la persecución y condena penal de sus autores, sino que debe también abarcar la necesidad de apoyar y reconfortar a las víctimas, de intentar paliar su dolor y de acompañarles en el duelo, de ayudar en lo posible y en lo material a paliar los daños sufrido y a guardar su memoria.

Y hemos avanzado en esa dirección gracias al potente movimiento asociativo y fundacional de víctimas, a las administraciones atentas a sus necesidades y a una avanzada legislación en la materia.

Entre las mesas redondas de este V Congreso se ha reservado una para exponer la experiencia española, con testimonios de vida y de recuerdo, de modo que pueda ser conocida por los representantes de otros países aquí presentes.

En estos años hemos aprendido mucho de las víctimas del terrorismo, como auténtico referente cívico de nuestras sociedades democráticas y símbolo perpetuo de la firmeza de nuestros valores y principios.

No hay dinero en el mundo que sustituya la vida que ha sido arrebatada, ni que repare del todo las lesiones físicas o sicológicas producidas, ni la pérdida de libertad o de seguridad. Sin embargo, es necesario realizar un esfuerzo conjunto para evitar el desamparo individual y social de las personas y sus familias por causa del terrorismo, así como ruptura de la unidad económica familiar. Un esfuerzo reflejo del respeto y la consideración que todas las víctimas merecen, de la deuda que con ellas tenemos contraída.

El terrorismo es consustancialmente inhumano e injustificable. Acaba con la vida, destroza familias y deja brutales secuelas. Pero como ya dije en la primera edición de este Congreso, no podrá acabar nunca con nuestra fortaleza moral, es decir, aquella que define a las sociedades de convivencia democrática, de paz y de libertad.

Y antes de terminar mi intervención, quiero dirigir nuestro reconocimiento a todas las personas que dedican sus mejores esfuerzos, su sacrificio, a luchar contra el terrorismo y a ayudar a las víctimas del terrorismo. Me refiero a los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, de las Fuerzas Armadas, de los jueces, fiscales, bomberos, médicos, psicólogos, trabajadores sociales, autoridades o funcionarios.

Para todos ellos y para tantas personas que trabajan en la misma dirección, nuestro permanente apoyo y gratitud.

En Medellín, ciudad alegre y emprendedora, que ha sabido ir superando la crueldad y esclavitud del terrorismo, quiero terminar mis palabras con un mensaje de confianza, de compromiso y de esperanza en la capacidad de nuestras sociedades para trabajar juntos en la construcción de un futuro sin terrorismo, que todos de corazón anhelamos, de un mundo más humano, más solidario, justo y pacífico.

Gracias de verdad por invitarnos a este acto inaugural del Congreso que con tanto esmero ha organizado la Fundación Víctimas Visibles.

Muchos éxitos, gracias”.