Manuel Murillo Toro
1864-1866
1872-1874
Nació
en Chaparral, el 1 de enero de 1816 -Murió
en Bogotá, el 26 de diciembre de 1880.
Ideólogo
liberal, estadista y periodista tolimense,
dos veces presidente de la República.
Nacido en un hogar de escasos recursos,
Manuel Murillo Toro hizo sus estudios primarios
en su ciudad natal; los secundarios, gracias
a la colaboración de algunos amigos pudientes,
en el Colegio San Simón de Ibagué.
Luego pasó a Bogotá a estudiar, a instancias de su padre, la carrera de medicina,
que nunca terminó por dedicarse al Derecho.
Para su manutención en la capital se colocó,
en los ratos libres que dejaba la academia,
como amanuense de Vicente Azuero.Fue tan
precaria la situación del joven provinciano
en la capital de la República, que casi tuvo
que renunciar a sus estudios y regresar al
solar paterno. Gracias a Lino de Pombo, a
la sazón ministro de Relaciones Exteriores
de la administración de Francisco de Paula
Santander, no tuvo que retirarse pues fue
nombrado oficial interno de la Cancillería,
con un sueldo de $ 360 anuales.
Con
esa relativa comodidad logró terminar su
carrera en 1836. De 1837 a 1840 se desempeñó
como oficial mayor de la Cámara de Representantes.
Desde entonces se delineó en Murillo Toro
su poca aptitud para el foro, pero su gran
capacidad para ejercer empleos públicos.
Se acercó mucho más al grupo santanderista
cuando se erigió en crítico de la administración
de José Ignacio de Márquez. Colaboró con
los medios escritos de la oposición, en la
Bandera Nacional, El Correo y El Latigazo,
desde donde empezó a vislumbrarse como un "educador político", como el "rey de la prensa".
El
papel de ideólogo propulsor del cambio de
las estructuras coloniales ya sobresalía
en el joven escritor. Participó activamente
en la guerra civil de 1840, al lado de los
ejércitos liberales progresistas y federalistas,
llegando a ser secretario de Guerra de la
mayoría de los jefes supremos revolucionarios,
empezando al lado del coronel Manuel González,
comandante jefe de las provincias del norte.
Fue,
así mismo, secretario de Guerra del gobernador
de la provincia de Mariquita, coronel José
María Vezga. Ante los desastres sucedidos
a estos militares, y tras la muerte de González,
Murillo Toro, al mando de las derrotadas
tropas liberales, adhirió al general Francisco
Carmona, supremo jefe de la Costa Atlántica,
quien lo ratificó en su cargo.
Le tocó soportar los desastres y traiciones
a las tropas rebeldes.
Luego
se desempeñó como comisionado para el restablecimiento
de la paz. Obtenida ésta, fue perseguido
como criminal por las autoridades locales
de las provincias del norte.El coronel Anselmo
Pineda, gobernador de Panamá, lo designó
como su secretario en 1843, cargo que ocupó
peregrinamente, pues en 1844 se estableció
en Santa Marta, donde contrajo nupcias, en
1845, con doña Ana Romay Cabarcas, de cuya
unión no quedaron vástagos.
Murillo
Toro concurrió por primera vez al Congreso
Nacional a los 30 años, en 1846, elegido
por la provincia de Santa Marta. Su timidez
y su palabra insegura no dejaron muy buena
impresión. De todas maneras, presentó un
proyecto por el cual se ordenaba un empréstito
de $ 2.000.000 para la manumisión de los
esclavos, que fue rechazado; ya en su ánimo
se revelaba la idea de la libertad de los
esclavos.
En
lo sucesivo, ocupó sus curules en el Congreso
con mayor propiedad. Años más tarde, durante
su estadía en Norteamérica en calidad de
ministro plenipotenciario de Colombia, hizo
gran amistad con Abraham Lincoln, quien le
llegó a dar asiento en su Consejo de Gobierno
y aun lo visitaba con frecuencia en su modesta
casa de la legación en Washington. Cuando
Murillo fue elegido presidente de los Estados
Unidos de Colombia, se encontraba en Estados
Unidos, y el presidente Lincoln le rindió
honores y puso a su disposición uno de los
navíos de la armada norteamericana para que
lo transportara a Colombia.
Murillo
Toro fue, ante todo, un administrador positivo
y realista, pero siempre de signo reformista;
sus tesis a menudo fueron avanzadas para
la época. Consideraba, como los radicales,
que había que construir una Nación, y para
ello había que situarse al nivel de la evolución
de las ideas. Inició su carrera pública con
un brillante desempeño en la Secretaría de
Hacienda en el gobierno de José Hilario López
(1849-1853), desde donde le tocó adelantar
las grandes reformas de medio siglo, que
sacaron a la Nación del espectro económico
de la Colonia y la circunscribieron dentro
de la órbita de la economía mundial liberal.
Civilista
y conciliador, Manuel Murillo Toro llegó
al poder por primera vez en 1~864-1866, y
luego en 1872-1874. Gracias a su espíritu
sereno, a su tacto de administrador y a su
enorme visión progresista, pudo desarrollar
uno de los mandatos ejecutivos más célebres
de la historia colombiana. Su permanente
lema de gobierno fue: «La paz con libertad
y por la libertad».
Según
Ignacio Arizmendi Posada, «de su obra de
gobierno se puede resumir lo siguiente: fundó
el Diario Oficial como instrumento básico
para divulgar los actos más importantes de
la gestión encomendada; introdujo el telégrafo,
uno de los pasos más trascendentales para
el progreso del país; ordenó la elaboración
de los primeros mapas de nuestro territorio,
basándose en los útiles trabajos de la Comisión
Corográfica...,>, y en cuanto a su segundo gobierno, «Murillo trató con éxito el problema viejo
de la deuda interna y externa de la Nación,
que logró reducir notablemente, lo que permitió
[...] adelantar obras públicas [...] en este
gobierno se adelantó la navegación por el
Magdalena, se inició la construcción del
ferrocarril de Buenaventura, Bogotá contó
con iluminación pública de gas».
Pero
la faceta que más se destacó en su vida fue
la del conductor político, el caudillo netamente
civil. Antonio Pérez Aguirre dijo, acerca
de Murillo Toro, que siempre representó la
normalidad en el gobierno y la tolerancia
política y religiosa. Todos los sectores
políticos lo respetaron e incluso sus dirigentes
reconocían en él talento de escritor convincente
y sagacidad política: «Las gentes humildes
lo rodeaban con entusiasmo fervoroso por
sus constantes actuaciones democráticas,
y hasta los propios adversarios de sus ideas
tenían que reconocer las capacidades del
nuevo mandatario y su espíritu sereno y moderado>, Político destacado, su campo de acción siempre se circunscribió al ámbito civil.
Entre
tanto militar dei siglo pasado, su figura
contrastó precisamente porque no requirió
de los canalones del coronelato o de las
charreteras de general para poder ocupar
el solio presidencial. Murillo Toro fue un
reformador típico y uno de los máximos dirigentes
de lo que se Llamó el Olimpo Radical. Defensor
acérrimo del individualismo clásico, Murillo
Toro combatió toda posible intervención del
Estado, dejando la economía a la libre acción
y ejercicio de la iniciativa privada. Al
Estado sólo le dejó la órbita de la prevención
y de la sanción de los delitos, «la conservación
del orden público y la defensa del país»;
desconfió del exceso del poder público.
El
Estado para Murillo debía ser, ante todo,
laico, fuera de la órbita de la injerencia
confesional. La tolerancia política y religiosa
debía ser la principal directriz del gobierno:
«Estado libre, creencias libres y el culto
libre>,. En esta tesis se adelantó a su época, llegando a presentar un proyecto de
ley sobre asuntos eclesiásticos que fue acogido
favorablemente por el delegado apostólico
monseñor Lorenzo Barili, pero que fue criticado
e inaceptado por el partido conservador y
por la jerarquía eclesiástica granadina.
Según su proyecto, no habría religión oficial,
ni el Estado se mezclaría para nada en lo
que se refiriera a las creencias y cultos
de los ciudadanos, mientras no atentaran
contra el orden y la paz; cada cual podría
contraer o disolver el vínculo matrimonial
de acuerdo con sus creencias.
La
ley granadina, civil y penal, sería aplicable
a la generalidad de los granadinos, dejando
de existir el fuero especial de los obispos.
Conductor político y luchador social, Murillo
Toro fue el impulsador de las grandes reformas
de mediados de siglo, como la abolición de
privilegios y monopolios, de la pena de muerte,
del estanco del tabaco y de la esclavitud;
el juicio por jurados, la libertad de prensa,
de industria, de enseñanza, de asociación,
de conciencia y de cultos. Ninguna doctrina
de contenido social lo asustó. Durante su
primera juventud, contribuyó como periodista
a divulgar a Sismondi, SaintSimon, Fourier
y Proudhon.
Por
sus ideas socialistas recogió el baldón público
con que lo regalaron los hacendados y conservadores
de su época, quienes lo calificaron de «disociador»,
«anarquista», «socialista» y «comunista».
Fue un agitador revolucionario, aun como
hombre de gobierno. Su programa político
está condensado en una frase suya: «Yo quiero
asegurar la paz por medio de la equidad y
del bienestar general», escribía a Camilo
Antonio Echeveri. Murillo Toro fue ejemplo
vivo de conductores políticos.
La
desilusión del liberalismo individualista
lo llevó a proponer un liberalismo social,
pretendiendo ser reflejo de las aspiraciones
populares. Llegó a tener propuestas catalogadas
de peligrosas para la sociedad de la época,
como aquella llamada "Ley de tierras", que se conoció por su nombre en 1852, por la cual se establecía que la tierra
debía ser de quien la cultivara: «En mi opinión,
el cultivo de la tierra debe ser la única
base de la propiedad, y nadie debe poseer
una extensión mayor que aquella que, cultivada,
pueda proveer cómodamente a su subsistencia,>. No pedía la abolición del derecho de dominio, pero sí su limitación y el control
de su uso.
Fue
uno de los precursores de la economía dirigida
y de la función social de la propiedad, que
luego consagraron los legisladores liberales
de 1936. Pese a su línea liberal y democrática,
sus planteamientos en el ámbito económico
y social lo sitúan como uno de los precursores
del socialismo en Colombia.Por otra parte,
Murillo Toro fue un gran escritor, mejor
aún, un político escritor; nunca fue orador
ni literato en sentido estricto. Su arma
fue el periodismo, porque era un hombre de
combate. Como diría Milton Puentes, fue un
periodista, como casi todos los escritores
de su tiempo, sin cobardías, sin miedo a
las responsabilidades, sin vacilaciones trémulas.
Fundador de la Gaceta Mercantil (1847) de
Santa Marta, colaborador de El Constitucional
y El Neogranadino, y director algunos años
de El Tiempo, consideró a la prensa como
un factor dinamogénico para el progreso y
la libertad.
Fue
uno de los grandes defensores de la libertad
de prensa y del libre ejercicio de la profesión
de escritor o periodista; siempre sostuvo
la tesis: «La imprenta libre e independiente
es una necesidad de primer orden para la
marcha de los gobiernos honrados, para depurar
el servicio y corregir los vicios y, por
lo mismo, conviene sostenerla en su impunidad
y apoyarla cuando se extravíe».
Esa
concepción no fue para él un mero sofisma
de distracción y plataforma política; fiel
a sus ideas, siempre la respetó, aun cuando
el abuso de la prensa de oposición lo Llegó
a atacar sin miramientos. El radicalismo
de Murillo Toro fue ideológico, jamás partidista.
Sus ideas de avanzada estuvieron orientadas
por el respeto a la opinión contraria, siempre
se caracterizó por su espíritu reflexivo.
Para
Darío Echandía, fue «el político por excelencia
y antonomasia>,; para su enemigo de ideas, Rafael Núñez, «el que demostró más poderosa inspiración
política». A su muerte, ocurrida en Bogotá
el 26 de diciembre de 1880, no hubo heredero
político que pudiera conducir con habilidad
el radicalismo liberal frente al partido
nacional, conformado por los independientes
y por los conservadores nacionalistas, y
empezó la proscripción del liberalismo durante
50 años de la escena política colombiana.
|