Manuel Antonio Sanclemente
1898-1900
Nació
en Buga,el 19 de septiembre de 1813 - Murió
en Villeta, Cundinamarca,el 19 de marzo de
1902.
Estadista,
jurista y educador vallecaucano, presidente
de la República entre 1898 y 1900.
Manuel Antonio Sanclemente Sanclemente
se destacó en la historia nacional como el
mandatario
conservador a quien le correspondió afrontar
los años difíciles de la guerra de los
Mil Días, la última del siglo . Realizó sus
estudios
universitarios en la Universidad del Cauca
en Popayán, donde le fue otorgado el título
de doctor en Jurisprudencia en el año 1837.
En la actividad judicial desempeñó diversos
cargos hasta Llegar a la Corte Suprema
de Justicia, por elección, en 1854. Simultáneamente
con sus labores de abogado, también adelantó
actividades de magisterio; fue rector del
Colegio de Buga, su ciudad natal.
En varios períodos fue elegido representante y senador en el Congreso Nacional.
Cuando desempeñaba su cargo de magistrado
de la Corte Suprema de Justicia, el presidente
de la República, Mariano Ospina Rodríguez,
lo nombró secretario de Gobierno y Guerra,
cargo que desempeñó entre el i de abril de
1857 y el 18 de julio de 1861. Le correspondió
afrontar la guerra civil de 1860, que se
inició en los estados del Cauca, Santander
y Bolívar y se extendió por todo el país,
destacando las acciones del Oratorio, Manizales,
Segovia, La Barrigona, Subachoque, El Rosal,
Usaquén y Bogotá. Sanclemente participó directamente
en la campaña de Santander con el presidente
Ospina Rodríguez, y asistió a .la batalla
del Oratorio. El 18 de julio de 1861 los
revolucionarios se tomaron Bogotá, la capital
de la Confederación Granadina; allí tomaron
prisioneros al presidente Mariano Ospina
Rodríguez y a su hermano Pastor Ospina; en
la misma forma se desintegró el gabinete
presidencial, del cual hacía parte Sanclemente.
En los años del gobierno del radicalismo, Sanclemente ejerció su profesión de abogado en Panamá;
a su regreso a Buga, se dedicó a sus labores
docentes.
En
la hacienda de Pochichí, estableció un colegio
en donde se educaron varias generaciones
caucanas. Allí tuvo mucha acogida por sus
coterráneos. Sanclemente participó en la
guerra civil de 1876; fue reducido a prisión,
de donde salió amnistiado por el presidente
Sergio Camargo. En el año 1886 fue magistrado
de la Corte Suprema de Justicia y fue nombrado
gobernador del Estado del Cauca y senador
en el Congreso de la República. El vicepresidente
Miguel Antonio Caro lo nombró ministro de
gobierno; sin embargo, se desempeñó por poco
tiempo, pues su salud lo obligó a regresar
a su tierra natal. En el año 1897, cuando
se barajaban los nombres de los candidatos
presidenciales para suceder al vicepresidente
Miguel Antonio Caro, surgieron varios nombres,
entre ellos, el general Marceliano Vélez,
el señor Antonio Roldán, el general Rafael
Reyes y el doctor Manuel Antonio Sanclemente.
El liberalismo apoyó el nombre de Miguel
Samper para la Presidencia y el del general
Foción Soto para la Vicepresidencia. El conservatismo llevó al poder a Manuel Antonio Sanclemente, quien tenía 85 años, y como vicepresidente
a José Manuel Marroquín, de setenta años
cumplidas.
El
Consejo Electoral declaró la victoria de
los dos candidatos el 4 de julio de 1898;
de acuerdo con la Constitución de 1886, el
período presidencial era de seis años. Debido
a sus quebrantos de salud, no pudo hacerse
presente el 7 de agosto de 1898, fecha en
la cual fue encargado el vicepresidente Marroquín.
El 3 de noviembre de 1898 prestó el juramento
como presidente de la República ante la Corte
Suprema de Justicia. En su mensaje a la Nación,
expresó: «Poniendo a Dios por testigo de
que cumpliré fielmente la Constitución y
las leyes de Colombia, me he encargado del
poder ejecutivo, y como cristiano que soy
y hombre de honor, he empeñado mi palabra
de ser fiel guardián y ejecutor de las instituciones.
Obrar de conformidad con éstas y hacerlas
observar, es lo que constituye mi programa,
pues si bien a menudo se exige del poder
ejecutivo, en ocasiones como ésta, declaraciones
pomposas y de difícil realización, que satisfagan
todas las exigencias, por diversas y exageradas
que sean, conceptúo que en países organizados bajo el sistema republicano, la misión primordial de aquella rama de
los poderes públicos encargada de ejecutar
las leyes, es la de cumplirlas estrictamente
y cuidar de que bajo su amparo los asociados
gocen de todos los derechos que ellas les
reconocen [... ] Para que la República siga
su marcha regular, se requiere ante todo
la unión de los colombianos; yo la invoco,
porque sin ella no puede haber paz estable,
ni bienestar posible [...] Siendo la religión
católica, apostólica y romana de la Nación
y debiendo los poderes públicos protegerla
y hacer que sea respetada como esencial elemento
del orden social, será para mí un deber sagrado
cumplir tal precepto constitucional, como
lo será también el mantenimiento de las buenas
relaciones que felizmente existen entre la
Iglesia y el Estado. Cuidaré así mismo de
hacer guardar el respeto debido a los ministros
de aquélla, porque no concibo cómo sin éstos
pueda haber religión y culto, y porque el
clero colombiano, por su ciencia, virtudes
y sus piadosas enseñanzas, merece ser considerado y protegido en el ejercicio de sus funciones».
El
presidente Sanclemente tuvo el apoyo de la
corriente nacionalista del conservatismo.
Ello originó un malestar político que se
fue profundizando con el mal estado de salud
del presidente, quien escogió a la población
de Villeta para administrar al país. Entre
Bogotá y Villeta se hacía el gobierno de
Sanclemente, con todos los problemas que
ello traía a la administración pública, en
unos días de rebelión liberal contra el gobierno
conservador. Se generalizó la idea de que
el gobierno no era manejado por el presidente
Sanclemente, sino por sus colaboradores más
directos, quienes utilizaban su firma para
hacer lo que quisieran. El presidente Sanclemente
no estuvo de acuerdo con las medidas presidenciales
que en su ausencia, entre agosto y noviembre
de 1898, había tomado el vicepresidente Marroquín;
y en sus actuaciones se manifestó su desconocimiento
al vicepresidente legítimo. Ello motivó el
descontento de los conservadores históricos,
quienes ofrecieron su respaldo a Marroquín.
Por su parte, el liberalismo se preparó para la guerra civil, conocida como la guerra de los Mil Días. El partido
liberal se enfrentó a la hegemonía conservadora
de la Regeneración y a la búsqueda de una
reforma fundamental de la Constitución de
1886, considerada "monárquica" y demasiado centralista por los liberales radicales.
El
país, con tres millones de habitantes, aproximadamente,
se encontraba en una difícil situación económica,
arruinado a causa de las continuas emisiones
de papel moneda para pagar los gastos ocasionados
por las guerras civiles. Fue entonces cuando
se presentó, como consecuencia lógica, una
inflación que encareció las importaciones
y estimuló la especulación, factores que
complicaron todavía más el mal estado del
país. En estas circunstancias, el grupo liberal
llamado "autonomista", encabezado por el general Rafael Uribe Uribe, promovió la guerra contra el
gobierno de Manuel Antonio Sanclemente, y
en general contra los conservadores. Esta
guerra se inició el 18 de octubre de 1899.
Apoyaron al gobierno de Sanclemente los jefes
militares generales Próspero Pinzón, Ramón
González Valencia, Pedro Nel Ospina, Manuel
Casabianca y otros. Por parte del liberalismo,
el director supremo de la guerra fue el general
Gabriel Vargas Santos y le seguían los generales
Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera y otros.
La
guerra tuvo como principal escenario el departamento
de Santander, pero se extendió por toda la
República. Entre las batallas principales
hay que citar la de Bucaramanga (noviembre
12 y 13 de 1899); la de Peralonso (diciembre
15 y 16 de 1899), que fue una victoria de
las fuerzas revolucionarias; y la batalla
de Palonegro, que se libró entre el 11 y
el 26 de mayo de 1900. En Palonegro se enfrentaron
los ejércitos liberales y conservadores en
una batalla que duró 15 días consecutivos
y en la que lucharon 8 mil soldados del ejército
liberal y 18 mil del ejército del gobierno;
las pérdidas fueron 2000 muertos y heridos
en las fuerzas revolucionarias y 1600 bajas
en las fuerzas del gobierno. Este combate
ha sido el más sangriento en la historia
nacional; triunfaron las fuerzas del gobierno
de Sanclemente, comandadas por el general
Próspero Pinzón. La guerra continuó en el
país en forma de guerrillas y de numerosos
combates que se extendieron por la Costa
Atlántica y Panamá, donde los revolucionarios
recibieron la ayuda de tropas extranjeras procedentes de Venezuela, Ecuador y Nicaragua.
Mientras tanto, en Bogotá se conformó un
movimiento de conservadores y algunos liberales,
quienes buscaron derrocar al presidente Manuel
Antonio Sanclemente, considerando que, debido
a su enfermedad y ancianidad, no estaba en
condiciones para afrontar la guerra más difícil
en la historia nacional. Entre los conservadores
del llamado Movimiento del 31 de julio destacamos
a Carlos Martínez Silva, José Vicente Concha,
Miguel Abadía Méndez, Guillermo Quintero
Calderón, el general Jorge Moya Vásquez,
Antonio José Cadavid, Emiliano Isaza, Luis
Martínez Silva, Gerardo Arrubla, Marceliano
Posada, Luis Portocarrero, y otros en un
número de 31 golpistas.
Los
golpistas propusieron al vicepresidente José
Manuel Marroquín que tomara la Presidencia
de Colombia y derrocara al presidente oficial
Sanclemente. Con el jefe del liberalismo,
Aquileo Parra, y demás compañeros, los golpistas
llegaron a un acuerdo de paz honrosa sin
represalias; la convocatoria de un cuerpo
constituyente por elecciones, libertad a
los presos políticos, y separación del gobierno
del señor Aristides Fernández, quien era
odiado por el liberalismo. En las horas de
la tarde del 31 de julio de 1900, el vicepresidente
José Manuel Marroquín derrocó al presidente
Manuel Antonio Sanclemente y se hizo cargo
del gobierno. El ministro de Guerra y las
tropas acuarteladas no hicieron oposición.
En este movimiento no hubo disparos, ni motines,
ni derramamiento de sangre. En el documento
que fue enviado al cuerpo diplomático se
señaló que el movimiento se hizo debido a
la salud y avanzada edad del presidente,
quien debido a ello había escogido para gobernar
los pueblos de Anapoima, más tarde Tena y
Villeta, haciéndose acompañar permanentemente por su ministro de Gobierno, Rafael M.
Palacio. Según expresa el documento, la ausencia
de Sanclemente dislocó el gobierno, pues
estaba rota la unidad administrativa y política.
Esta ausencia del presidente trajo al país
«la anarquía y el más perturbador desconcierto
en la administración pública».
A
la sombra de este problema se desarrolló
un sistema de corrupción y de abusos en casi
todos los ramos del servicio público. Por
todo ello, se consideró que era necesario
el derrocamiento del presidente Sanclemente.
Este movimiento fue duramente criticado por
Miguel Antonio Caro, Marco Fidel Suárez,
Carlos E. Restrepo y otros; pero así mismo,
fue alabado por políticos liberales, entre
ellos Luis López de Mesa, quien proclamó
el derecho que tiene el pueblo para volver
por los fueros de un buen gobierno. El presidente
José Manuel Marroquín no cumplió lo prometido
con los jefes liberales, por lo cual la guerra
civil de los Mil Días continuó hasta 1902.
Sanclemente hizo varios intentos por regresar
a Bogotá para continuar con su gobierno presidencial
obtenido por votación popular. Entre tanto,
el vicepresidente Marroquín tomó severas
medidas en contra de los conservadores enemigos
del gobierno y contra los liberales civilistas
y revolucionarios. Agobiado por sus decepciones
y lleno de amarguras ante el golpe de Estado que le hicieron los conservadores y el vicepresidente Marroquín, Manuel
Antonio Sanclemente murió en Villeta, el
19 de marzo de 1902. Los funerales se hicieron
en la iglesia de Villeta y allí fueron sepultados
sus despojos mortales. En los finales de
1902 se hicieron los tratados de Neerlandia
(24 de octubre de 1902) y el de Wisconsin
(21 de noviembre de 1902) y el tratado de
paz de Chinácota, a través de los cuales
se concedió amplia amnistía y garantías para
las personas comprometidas en la revolución.
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