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Gral. Simón Bolívar Palacios
1819, 1827-1830
Gral. Francisco de Paula Santander y Omaña 1819-1826
Joaquin Mariano Mosquera
1830
Gral. Rafael José Urdaneta
1830-1831
   
 
Gral. Domingo Caycedo Santamaría
1831, 1841 (e)
Gral. Francisco de Paula Santander y Omaña 1832-1837
José Ignacio de Marquez Barreto
1832 (e), 1837-1841
Gral. Pedro Alcántara Herrán
1841-1845
Gral.Tomás Cipriano de Mosquera
1845-1849
Gral.José Hilario López
1849-1853
Gral. José Maria Obando
1853-1854
José Maria Melo Ortiz
1854
José de Obaldía
1854-1855
Manuel María Mallarino
1855-1857
Mariano Ospina Rodriguez
1857-1858
   
 
Mariano Ospina Rodriguez
1858-1861
Bartolomé Calvo
1861
Gral.Tomás Cipriano de Mosquera
1861
   
 
Gral.Tomás Cipriano de Mosquera
1861-1864
1866-1867
Manuel Murillo Toro
1864-1866
1872-1874
Gral. Santos Acosta Castillo
1867-1868
Gral. Santos Gutierrez Prieto
1868-1870
Gral. Eustorgio Salgar
1863 (e)
1870-1872
Santiago Pérez de Manosalbas
1874-1876
Aquileo Parra Gómez
1876-1878
Gral. Julián Trujillo Largacha
1878-1880
Rafael Núñez Moledo
1880-1882
1884-1886
Francisco Javier Zaldua
1863 (e)
1882
Clímaco Calderón
1882
José Eusebio Otálora Martinez
1882-1884
Ezequiel Hurtado
1884
   
 
Gral. José María Campo Serrano
1886
Eliseo Payán
1886-1887
Rafael Núñez Moledo
1887-1888
1892-1894
Carlos Holguín
1888-1892
Miguel Antonio Caro Tovar
1892
1894 -1898
Manuel Antonio Sanclemente
1898-1900
José Manuel Marroquin
1900-1904
Gral. Rafael Reyes Prieto
1904-1909
Gral.Jorge Holguín Jaramillo
1909
1921-1922
Ramón González Valencia
1909-1910
Carlos E. Restrepo Restrepo
1910-1914
José Vicente Concha
1914-1918
Marco Fidel Suárez
1918-1921
Gral. Pedro Nel Ospina Vásquez
1922-1926
Miguel Abadía Méndez
1926-1930
Enrique Olaya Herrera
1930-1934
Alfonso López Pumarejo
1934-1938
1942-1945
Eduardo Santos
1938-1942
Darío Echandía Olaya
1944
Alberto Lleras Camargo
1945-1946
1958-1962 (Frente Nacional)
Mariano Ospina Pérez
1946-1950
Laureano Gómez Castro
1950-1951
Roberto Urdaneta Arbeláez
1951-1953
Gral. Gustavo Rojas Pinilla
1953-1957
Junta Militar de Gobierno
(Gral. Gabriel París Gordillo)
1957-1958
Alberto Lleras Camargo
1958-1962
Guillermo León Valencia Muñoz
1962-1966
Carlos Lleras Restrepo
1966-1970
Misael Eduardo Pastrana Borrero
1970-1974
Alfonso López Michelsen
1974-1978
Julio César Turbay Ayala
1978-1982
Belisario Betancur Cuartas
1982-1986
Virgilio Barco Vargas
1986-1990
César Augusto Gaviria Trujillo
1990-1994
Ernesto Samper Pizano
1994-1998
Carlos Apolinar Lemos Simonds
1996(e)
Andrés Pastrana Arango
1998-2002
Álvaro Uribe Vélez
2002-2006
   
 
     
 
 


     
 
Santiago Perez de Manosalba
1874-1876

Nació en Zipaquirá, Cundinamarca, el 23 de mayo de 1830, murió en París, el 5 de agosto de 1900.

Político liberal, presidente de la República durante el período 1874-1876, escritor, educador y periodista . Escribir versos, componer obras teatrales, ser un buen ensayista, un hábil orador y, sobre todo, ser publicista, parecían ser las actividades literarias que el romanticismo y los ánimos transformadores de la segunda mitad del siglo XIX imponían. De todas estas actividades, Santiago Pérez Manosalba, parece haberse decidido por el ensayo y la oratoria, ejercidos con intensidad a través de la prensa y la docencia.

Para Santiago Pérez fue decisiva su relación con Lorenzo María Lleras, director y fundador del Colegio del Espíritu Santo, donde Pérez recibió su primera formación. Allí nació una amistad que lo mantendría siempre firme en los propósitos educativos que lo llevaron a fundar un colegio en el que se educaron varias generaciones, y a asumir la dirección del Externado en 1891. Para Pérez, dice Eduardo Rodríguez Piñeres, refiriéndose a sus cualidades como docente, «eran igualmente familiares las humanidades y las ciencias físicas, morales, jurídicas y sociales, y especialmente enseñaba la economía política con tal claridad, que todo el que hizo el curso con él aprendió». Pero como sucedió con gran parte de los hombres del siglo XIX, la política terminó por dirigir y someter sus otros ideales; en el caso de Pérez, la docencia y la actividad literaria. Desde muy joven entró a la política, con tal firmeza de carácter y defensa radical de sus principios, que muy pronto dio muestras de convertirse en uno de los críticos y polemistas más agudos que ha tenido la prensa política del siglo XX. Sin embargo, agrega Baldomero Sanín Cano, «su excesiva rigidez moral, su intransigencia con los especuladores políticos y la severidad de que había dado muestras como educador con algunos de los hombres que, habiendo sido sus discípulos, estaban ya figurando en la política, le enajenó muchas voluntades en su administración.

Indudablemente con todos sus talentos y grandes virtudes, careció de la elasticidad necesaria para dirigir a los hombres en el accidentado terreno de la política». Graduado de abogado, Santiago Pérez tomó parte en la revolución encabezada en 1860 por el general Tomás Cipriano de Mosquera contra el gobierno conservador. Fue a la Convención de Rionegro en 1863; en 1867 figuró entre los opositores al régimen dictatorial de Mosquera; en 1869, entre el 22 y el 30 de junio, fue encargado de la Presidencia de los Estados Unidos de Colombia en reemplazo del general Santos Gutiérrez; y en 1874, cuando tenía 44 años, fue elegido presidente de la República, sucediendo en el gobierno a Manuel Murillo Toro. Pasada la revolución de 1885, a la que se opuso, se expatrió voluntariamente hasta 1891, y en 1892 fue elegido jefe del viejo liberalismo. En 1895 fue desterrado por el vicepresidente Miguel Antonio Caro, quien consideraba que la oposición de Pérez al gobierno, adelantada desde las tribunas política y periodística, era demasiado peligrosa para la seguridad del Estado.

Respecto a sus dos años de gobierno, Ignacio Arizmendi Posada dice: «Llegaba al poder un hombre honesto, con amplia experiencia en cargos de representación, pero con poca habilidad política, como lo demostró en diversas ocasiones [...] La jerarquía de la Iglesia se apresuró a felicitar en pleno a este mandatario liberal, católico convencido, hecho aquel que por entonces tenía una significación mucho más profunda y elocuente que lo que puede resultar hoy. Al posesionarse dijo que "la instrucción, la moralidad y la riqueza son los factores de la República". Tras esas palabras procuró orientar su obra de gobierno, que iniciaba de 44 años de edad. Hombre de docencia e instrucción, dispuso diversas acciones que mejoraron sustancialmente la Universidad Nacional, aumentaron la cantidad y la calidad de las escuelas normales y elevaron el número de centros de enseñanza primaria. Tanta importancia le atribuía a todo lo que tuviera que ver con el desarrollo educativo, que él mismo, acompañado de sus ministros y otros altos funcionarios, asistía con cierta frecuencia a los actos de graduación de profesionales universitarios, lo que hoy resulta no sólo inusitado sino arriesgado. Su gobierno puso un especial interés al ferrocarril del norte, proyecto que venía desde la anterior administración y sobre cuya bondad y utilidad tenía la más firme convicción. El ministro de Hacienda, Aquileo Parra, que sería su sucesor, se desplegó a fondo para tratar de desbaratar el sartal de críticas contrarias que despertó la idea [...] Otro rasgo de su bienio fue el aumento de las rentas, debido especialmente al incremento de las exportaciones, la reducción del contrabando y la disminución de los gastos».

Como sucedió con gran parte de los escritores del siglo XIX, la prensa fue el medio donde mejor se expresó el pensamiento político, económico y literario de Santiago Pérez. Diego Mendoza, quien lo acompañó en El Relator, señala tres épocas memorables en su vida como periodista de oposición: en El Mensajero, que redactó con Felipe Zapata y Tomás Cuenca, enfrentó a Mosquera en 1867; en La Defensa, del cual fue redactor en 1880, propuso la unión del partido liberal para oponerse a Rafael Núñez y combatió la Regeneración que comenzaba; y en El Relator, en 1893, emprendió una vigorosa campaña de prensa como un recurso diferente a la guerra para atacar a la Regeneración. Aunque para Pérez la prensa debía seguir todo «el movimiento moral, industrial, científico, político y literario del país», los asuntos políticos, de formación ideológica y militares ocupaban gran parte de ella. Su actitud en contra de la guerra parecía ser la temática dominante en su quehacer periodístico y en la docencia. En 1893 escribió en El Relator: «Mas si la guerra civil es o sería hoy más que nunca moral y aun materialmente imposible para los adversarios de la Regeneración, la oposición racional o civilizada a ese desventurado sistema de gobierno oposición consistente en la sujeción abnegada a sus rigores, acompañada de la protesta respetuosa pero constante y universal contra sus injusticias- no sólo es posible sino necesaria».

Aun en sus afamados discursos de la distribución de premios de la Universidad Nacional en 1874 y de la junta inaugural del Ateneo en Bogotá en 1884, la paz fue el tema directriz: «Vosotros tenéis que combatir, y vuestra victoria deberá llamarse Paz y Conciliación; deberá llamarse seguridad y crédito; deberá llamarse vías de comunicación y comercio». Su actividad periodística se extendió a otros periódicos políticos, científicos y literarios; Pérez llegó, incluso, a ser colaborador del periódico norteamericano La América (de Nueva York), donde realizó sugestivas e importantes intervenciones sobre la Doctrina Monroe. Pérez hizo parte de la intelectualidad americana que quiso exponer la falta de claridad y unidad de criterios respecto del contenido de la Doctrina Monroe expuesta en 1823.

Su análisis cubrió los ámbitos histórico, demográfico, económico, cultural y científico que pudieran servir de base para dar significado a la frase «La América para los Americanos». Según su percepción histórica de la conquista y la colonización, «de quienes menos fue la América, fue de sus aborígenes». Con la emancipación, decía, no se detuvo la inmigración de europeos, especialmente para la América del Norte; por eso, afirmaba: «Hablar, pues, de la América como de sólo los americanos o para los americanos, es repetir palabras sin sentido>,. Pérez también hizo alusión a las pretensiones comerciales y militares de los Estados Unidos con respecto a los países suramericanos, denunciando sus intenciones imperialistas: «En puridad de verdad -anotaba- América, en el texto trunco de que venimos hablando, sólo quiere decir Estados Unidos, y que en tal caso, la traducción de este texto en romance es la de la América para los Estados Unidos?».

En la trayectoria de Santiago Pérez, vale la pena resaltar un cargo que lo llevó a conocer el país a través de la realidad geográfica e histórica. En 1852, a los 22 años, fue llamado como secretario de la Comisión Corográfica, en reemplazo de Manuel Ancizar, quien debió retirarse por asuntos diplomáticos. Continuando con las observaciones de tipo social, geográfico y cultural que Ancízar había dejado en su Peregrinación de Alpha, Pérez escribió sus "Apuntes de Viaje. Por Antioquia y las provincias del sur", publicados en El Neogranadino y El Tiempo, entre 1853 y 1854. En sus Apuntamientos quedaron consignados, además de las descripciones del paisaje, de la arquitectura, de los caminos y de la navegación por los ríos, el carácter de la población, siempre mirada a partir de los efectos negativos que la Colonia dejó en cuanto el estado moral y material. Esta percepción surgía de la actitud que durante la revolución de medio siglo se tenía frente a la obra de España en América. «Los Apuntes agrega Olga Restrepo conservan la misma estructura e intensidad de los capítulos de la Peregrinación. Sin embargo, Pérez es más costumbrista en la descripción de personajes típicos, como los bogas y cargueros; más asiduo en registrar giros locales y modos de expresión, diversiones de los indios y de los negros, y en introducir breves notas sobre mitos y leyendas».

Santiago Pérez dejó otras obras que por haber sido únicas ediciones o inéditas, son poco conocidas. En primer lugar, el Manual del ciudadano, que, según Baldomero Sanín Cano, es «la explicación, metódica, elocuente, asombrosamente luminosa de los principios de derecho universal y de conveniencia política consignados en la Constitución de 1863». Por otra parte, siguiendo a Sanín Cano, «es suyo un tratado de economía política todavía inédito. Sobre la conveniencia y la fecundidad civilizadora del ahorro escribió un diálogo del mismo título, en que están de bulto las claras y permanentes virtudes de su estilo castizo, sobrio, lleno de dignidad y hondo sentido». También escribió, agrega Sanín Cano, una gramática española, inédita, «materia que enseñó a varias generaciones con tanto fervor como competencia.

 
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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