Santiago Perez de Manosalba
1874-1876
Nació
en Zipaquirá, Cundinamarca, el 23 de mayo
de 1830, murió en París, el 5 de agosto de
1900.
Político
liberal, presidente de la República durante
el período 1874-1876, escritor, educador
y periodista . Escribir versos, componer
obras teatrales, ser un buen ensayista,
un hábil orador y, sobre todo, ser publicista,
parecían ser las actividades literarias
que
el romanticismo y los ánimos transformadores
de la segunda mitad del siglo XIX imponían.
De todas estas actividades, Santiago Pérez
Manosalba, parece haberse decidido por
el ensayo y la oratoria, ejercidos con intensidad
a través de la prensa y la docencia.
Para Santiago Pérez fue decisiva su relación con Lorenzo María Lleras, director
y fundador del Colegio del Espíritu Santo,
donde Pérez recibió su primera formación.
Allí nació una amistad que lo mantendría
siempre firme en los propósitos educativos
que lo llevaron a fundar un colegio en el
que se educaron varias generaciones, y a
asumir la dirección del Externado en 1891.
Para Pérez, dice Eduardo Rodríguez Piñeres,
refiriéndose a sus cualidades como docente,
«eran igualmente familiares las humanidades
y las ciencias físicas, morales, jurídicas
y sociales, y especialmente enseñaba la economía
política con tal claridad, que todo el que
hizo el curso con él aprendió». Pero como
sucedió con gran parte de los hombres del
siglo XIX, la política terminó por dirigir
y someter sus otros ideales; en el caso de
Pérez, la docencia y la actividad literaria.
Desde muy joven entró a la política, con
tal firmeza de carácter y defensa radical
de sus principios, que muy pronto dio muestras
de convertirse en uno de los críticos y polemistas más agudos que ha tenido la prensa política del siglo XX. Sin embargo,
agrega Baldomero Sanín Cano, «su excesiva
rigidez moral, su intransigencia con los
especuladores políticos y la severidad de
que había dado muestras como educador con
algunos de los hombres que, habiendo sido
sus discípulos, estaban ya figurando en la
política, le enajenó muchas voluntades en
su administración.
Indudablemente
con todos sus talentos y grandes virtudes,
careció de la elasticidad necesaria para
dirigir a los hombres en el accidentado terreno
de la política». Graduado de abogado, Santiago
Pérez tomó parte en la revolución encabezada
en 1860 por el general Tomás Cipriano de
Mosquera contra el gobierno conservador.
Fue a la Convención de Rionegro en 1863;
en 1867 figuró entre los opositores al régimen
dictatorial de Mosquera; en 1869, entre el
22 y el 30 de junio, fue encargado de la
Presidencia de los Estados Unidos de Colombia
en reemplazo del general Santos Gutiérrez;
y en 1874, cuando tenía 44 años, fue elegido
presidente de la República, sucediendo en
el gobierno a Manuel Murillo Toro. Pasada
la revolución de 1885, a la que se opuso,
se expatrió voluntariamente hasta 1891, y
en 1892 fue elegido jefe del viejo liberalismo.
En 1895 fue desterrado por el vicepresidente
Miguel Antonio Caro, quien consideraba que
la oposición de Pérez al gobierno, adelantada
desde las tribunas política y periodística,
era demasiado peligrosa para la seguridad del Estado.
Respecto
a sus dos años de gobierno, Ignacio Arizmendi
Posada dice: «Llegaba al poder un hombre
honesto, con amplia experiencia en cargos
de representación, pero con poca habilidad
política, como lo demostró en diversas ocasiones
[...] La jerarquía de la Iglesia se apresuró
a felicitar en pleno a este mandatario liberal,
católico convencido, hecho aquel que por
entonces tenía una significación mucho más
profunda y elocuente que lo que puede resultar
hoy. Al posesionarse dijo que "la instrucción, la moralidad y la riqueza son los factores de la República". Tras esas palabras procuró orientar su obra de gobierno, que iniciaba de 44
años de edad. Hombre de docencia e instrucción,
dispuso diversas acciones que mejoraron sustancialmente
la Universidad Nacional, aumentaron la cantidad
y la calidad de las escuelas normales y elevaron
el número de centros de enseñanza primaria.
Tanta importancia le atribuía a todo lo que
tuviera que ver con el desarrollo educativo,
que él mismo, acompañado de sus ministros
y otros altos funcionarios, asistía con cierta
frecuencia a los actos de graduación de profesionales
universitarios, lo que hoy resulta no sólo
inusitado sino arriesgado. Su gobierno puso
un especial interés al ferrocarril del norte,
proyecto que venía desde la anterior administración
y sobre cuya bondad y utilidad tenía la más
firme convicción. El ministro de Hacienda,
Aquileo Parra, que sería su sucesor, se desplegó
a fondo para tratar de desbaratar el sartal
de críticas contrarias que despertó la idea
[...] Otro rasgo de su bienio fue el aumento
de las rentas, debido especialmente al incremento de las exportaciones, la reducción del contrabando
y la disminución de los gastos».
Como
sucedió con gran parte de los escritores
del siglo XIX, la prensa fue el medio donde
mejor se expresó el pensamiento político,
económico y literario de Santiago Pérez.
Diego Mendoza, quien lo acompañó en El Relator,
señala tres épocas memorables en su vida
como periodista de oposición: en El Mensajero,
que redactó con Felipe Zapata y Tomás Cuenca,
enfrentó a Mosquera en 1867; en La Defensa,
del cual fue redactor en 1880, propuso la
unión del partido liberal para oponerse a
Rafael Núñez y combatió la Regeneración que
comenzaba; y en El Relator, en 1893, emprendió
una vigorosa campaña de prensa como un recurso
diferente a la guerra para atacar a la Regeneración.
Aunque para Pérez la prensa debía seguir
todo «el movimiento moral, industrial, científico,
político y literario del país», los asuntos
políticos, de formación ideológica y militares
ocupaban gran parte de ella. Su actitud en
contra de la guerra parecía ser la temática
dominante en su quehacer periodístico y en
la docencia. En 1893 escribió en El Relator: «Mas si la guerra civil es o sería hoy más que nunca moral y aun materialmente
imposible para los adversarios de la Regeneración,
la oposición racional o civilizada a ese
desventurado sistema de gobierno oposición
consistente en la sujeción abnegada a sus
rigores, acompañada de la protesta respetuosa
pero constante y universal contra sus injusticias-
no sólo es posible sino necesaria».
Aun
en sus afamados discursos de la distribución
de premios de la Universidad Nacional en
1874 y de la junta inaugural del Ateneo en
Bogotá en 1884, la paz fue el tema directriz:
«Vosotros tenéis que combatir, y vuestra
victoria deberá llamarse Paz y Conciliación;
deberá llamarse seguridad y crédito; deberá
llamarse vías de comunicación y comercio».
Su actividad periodística se extendió a otros
periódicos políticos, científicos y literarios;
Pérez llegó, incluso, a ser colaborador del
periódico norteamericano La América (de Nueva
York), donde realizó sugestivas e importantes
intervenciones sobre la Doctrina Monroe.
Pérez hizo parte de la intelectualidad americana
que quiso exponer la falta de claridad y
unidad de criterios respecto del contenido
de la Doctrina Monroe expuesta en 1823.
Su
análisis cubrió los ámbitos histórico, demográfico,
económico, cultural y científico que pudieran
servir de base para dar significado a la
frase «La América para los Americanos». Según
su percepción histórica de la conquista y
la colonización, «de quienes menos fue la
América, fue de sus aborígenes». Con la emancipación,
decía, no se detuvo la inmigración de europeos,
especialmente para la América del Norte;
por eso, afirmaba: «Hablar, pues, de la América
como de sólo los americanos o para los americanos,
es repetir palabras sin sentido>,. Pérez también hizo alusión a las pretensiones comerciales y militares de los
Estados Unidos con respecto a los países
suramericanos, denunciando sus intenciones
imperialistas: «En puridad de verdad -anotaba-
América, en el texto trunco de que venimos
hablando, sólo quiere decir Estados Unidos,
y que en tal caso, la traducción de este
texto en romance es la de la América para
los Estados Unidos?».
En
la trayectoria de Santiago Pérez, vale la
pena resaltar un cargo que lo llevó a conocer
el país a través de la realidad geográfica
e histórica. En 1852, a los 22 años, fue
llamado como secretario de la Comisión Corográfica,
en reemplazo de Manuel Ancizar, quien debió
retirarse por asuntos diplomáticos. Continuando
con las observaciones de tipo social, geográfico
y cultural que Ancízar había dejado en su
Peregrinación de Alpha, Pérez escribió sus "Apuntes de Viaje. Por Antioquia y las provincias del sur", publicados en El Neogranadino y El Tiempo, entre 1853 y 1854. En sus Apuntamientos
quedaron consignados, además de las descripciones
del paisaje, de la arquitectura, de los caminos
y de la navegación por los ríos, el carácter
de la población, siempre mirada a partir
de los efectos negativos que la Colonia dejó
en cuanto el estado moral y material. Esta
percepción surgía de la actitud que durante
la revolución de medio siglo se tenía frente
a la obra de España en América. «Los Apuntes
agrega Olga Restrepo conservan la misma estructura
e intensidad de los capítulos de la Peregrinación.
Sin embargo, Pérez es más costumbrista en
la descripción de personajes típicos, como
los bogas y cargueros; más asiduo en registrar
giros locales y modos de expresión, diversiones
de los indios y de los negros, y en introducir
breves notas sobre mitos y leyendas».
Santiago
Pérez dejó otras obras que por haber sido
únicas ediciones o inéditas, son poco conocidas.
En primer lugar, el Manual del ciudadano,
que, según Baldomero Sanín Cano, es «la explicación,
metódica, elocuente, asombrosamente luminosa
de los principios de derecho universal y
de conveniencia política consignados en la
Constitución de 1863». Por otra parte, siguiendo
a Sanín Cano, «es suyo un tratado de economía
política todavía inédito. Sobre la conveniencia
y la fecundidad civilizadora del ahorro escribió
un diálogo del mismo título, en que están
de bulto las claras y permanentes virtudes
de su estilo castizo, sobrio, lleno de dignidad
y hondo sentido». También escribió, agrega
Sanín Cano, una gramática española, inédita,
«materia que enseñó a varias generaciones
con tanto fervor como competencia. |